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- III -

La muñeca de Blanca


Dibujo letra N

Nuestros lectores recordarán que la madrugada del día de los Reyes, no sólo fue memorable para Blanca por el precioso libro con que la obsequiaron, sino también por una gran muñeca que le trajeron, la cual tenía una carita tan redonda y sonrosada, unos ojos azules tan hermosos y una cabellera tan rubia y rizada que daba gozo el verla; y como era casi tan grande como una niña de seis meses, cuando Blanca salía con ella al balcón y la sentaba en la baranda, más de una vez sucedió que una mujer de buen corazón, temiendo una desgracia, le dijese:

-Cuidado, niña, no dejes caer a tu hermanita.

Blanca se reía y contestaba ufana:

-No tema usted, señora, que no es una niña, es mi   -34-   muñeca Sara pero yo cuidaré de que no me caiga a la calle, porque se rompería.

Y entraba gozosa a contar a su mamá que los transeúntes toman a Sara por una niña de veras ¡tan grande y hermosa era!

El nombre de la muñeca también tiene su historia.

Blanca quería bautizarla, pero su madre se opuso por una razón muy convincente.

-Si le echas agua sobre la cabeza, dijo, se le mojará y desrizará la linda peluca y se deslucirá la bonita cinta azul que la sujeta.

-Pues bien, no bautizaré con agua a mi muñeca; pero quisiera ponerle nombre y convidar a mis amigas a este importante acto.

-Hazlo enhorabuena.

El primer día festivo, fueron invitadas todas las amiguitas de Blanca, personajes de 6 a 9 años, y trataron del nombre que debía ponerse a aquella preciosa criatura.

-¿No te la regalaron los Reyes?, dijo Petra, morenilla de ojos negros, lista y pizpireta.

-Sí, por cierto, repuso Blanca.

-Pues me parece bien que en prueba de reconocimiento y como grato recuerdo, le pongas su nombre.

-Ya, pero, ¿qué nombre?

-Reina.

El auditorio prorrumpió en alegres carcajadas, que no consiguieron turbar a la intrépida morenita.

-¿No te parece bien?, continuó.

-No, más bien el nombre de alguno de ellos. ¿Sabes tú cómo se llamaban?

-No.

-Pues yo tampoco.

-¿Hay alguna que sepa cómo se llamaban los Reyes Magos?, interrogó Petra.

-Yo creo que sí, dijo Mercedes, muchacha seria y reflexiva.

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-Veamos.

-Melchor, Gaspar y Baltasar.

-¡Qué nombres tan feos para niña y para muñeca!, dijo Blanca, ¡Melchora, Gaspara y Baltasara!

-El último es el menos feo, observó Petra.

-Pero es muy largo.

-Ponle en diminutivo.

-Todavía lo será más.

-Baltasarita.

-Quiero decir que puede abreviarse.

-¿Cómo?

-Llamándole Sara.

-Sí, como la esposa de Abraham, dijo Mercedes, que parecía la más enterada de la historia religiosa.

-Tienes razón, repuso Blanca; pues es un nombre bonito.

-¡Muy bonito, muy bonito!, clamaron las niñas saltando y palmoteando.

Acordose, pues, por unanimidad, poner a la muñeca el nombre de Sara.

Entonces Blanca, sin otra ceremonia, la tomó en sus brazos, la besó y le dijo:

-Te llamarás Sara, entiéndelo bien.

Después las amiguitas la fueron tomando y besando sucesivamente, diciéndole:

-Sara, eres muy bonita.

-Sara, yo te quiero mucho, etc.

Y terminó la función acostando a Sara en una rica y elegante camita, que la mamá de Blanca había comprado, y sirviendo a las niñas una buena merienda, que consistía en frutas secas, pastas y dulces.

A todo esto, la muñeca estaba desnuda, sin más ropa que una camisita de batista con encaje en el pecho y en las mangas, por cuya razón, en cuanto se disolvió la infantil concurrencia, dijo Blanca a su buena mamá:

-Será preciso hacerle un vestidito a Sara. ¿Quiere   -36-   usted que busque tela y usted me lo cortará?, porque yo no sabría.

-Mañana nos ocuparemos de eso.

-¿Y por qué no esta noche?

-Porque no tengo el género buscado, porque me gusta que te acostumbres a moderar tu impaciencia, y, sobre todo, porque es día festivo y no es lícito trabajar, ni aun para las muñecas.

Fiel a su palabra, Flora, al día siguiente, cortó una linda bata de batistilla de algodón, que la niña cosió con bastante destreza.

Terminado su trabajo, y viendo llegar a su padre le dijo:

-Papá mío, yo he hecho un vestido para la muñeca.

-¿A ver?, contestó el padre.

-Mire usted, ya lleva puesta mi Sara su bata, porque esta clase de vestido se llama una bata. ¿No lo sabía usted?

-Sí, pero no la has hecho tú.

-Vaya si la he hecho. Mamá la ha cortado y yo la he cosido.

-Está bien, la has cosido, pero no la has hecho.

-¿Qué lo falta, pues?

-Ahora, nada; pero, ¿hubieras podido hacerla sin muselina?

-¡Ah!, eso no, pero, ¿quería usted que yo hiciese la muselina?

-No, hija mía, ni trato de rebajar el mérito que pueda tener tu trabajo, solamente deseo que te fijes en lo inútiles que serían los esfuerzos aislados de un individuo, y que comprendas las inmensas ventajas que proporciona al hombre el vivir en sociedad. ¿Me creerías si te dijese que para vestir a tu muñeca han trabajado mil manos?

-Lo creería si usted me lo afirmara; pero, ¡Dios mío!, parece imposible. ¡Mil manos!

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Algodonero

Algodonero

-Atiende, pues.

-Déjeme que coloque a Sara en su sillita, para que escuche también, como si fuese una persona importante, la mucha gente que se ha empleado en su servicio. Ahora, cuando usted guste.

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-Ante todo, debo preguntarte, porque no soy muy inteligente en la materia. Ese género que llamáis batistilla o muselina, ¿es de hilo o de algodón?

-Mamá me ha dicho que de algodón.

-Y ¿sabes tú de dónde sale esta primera materia

-No, señor.

-Pues es el producto de una planta, que se cultiva principalmente en los Estados Unidos de la América del Norte, si bien en otros países puede también prosperar.

El algodonero es un arbolito que produce, como todos los demás, flores y fruto; este último encierra unas cajitas cada una de las cuales contiene varias semillas envueltas en unos filamentos sedosos; este filamento, pues, hilado y tejido, teñido o no, es el que forma la finísima muselina, los percales, indianas, cretonas y otra infinidad de géneros, cuya nomenclatura tu mamá te enseñará mejor que yo.

Semilla de algodonero

Semilla de algodonero

En Inglaterra y en nuestra patria hay excelentes fábricas de géneros de algodón.

-Tiene usted razón que han trabajado muchos para vestir a mi Sara, pero mil manos suponen quinientas   -39-   personas, y yo no sé para que se ha necesitado tanta gente.

-También yo ignoro si me he quedado corto.

-¿Corto, dice usted?

-Te lo probaré. Ve sumando el que cogió el algodón, dado caso que sea el mismo que sembró y cuidó las plantas, el que lo hiló, el que lo tejió, el que lo blanqueó, el que pintó en él esas lindas florecillas...

-Y pare usted de contar.

Aguarda. ¿Crees tú que el agricultor, y el que hila, y el que teje no necesitan utensilios para su trabajo?

-Ya sé que se hacen esas cosas con máquinas.

-¿Y quién ha hecho esas máquinas?

-Los maquinistas.

-Pues esos constructores de máquinas necesitan hierro, acero y madera. El hierro se extrae de las minas, se forja y templa, y se le da forma por medio de varias operaciones. La madera de construcción se saca de los troncos gruesos de algunos arboles, como los nogales por ejemplo, y hay que aserrar el árbol, después los tablones, pulimentar la madera...

-Basta, por Dios.

-Quiero convencerte. ¿Tú misma no has necesitado nada para coser el vestidito?

-Hilo, aguja y dedal.

-Pues solamente para la aguja. ¿Cuántos operarios te parece a ti que han trabajado desde su extracción de la mina hasta ponerla en su actual estado?

-Es cierto, papá mío y después el hilo, el dedal, las tijeras con que mamá lo ha cortado.

-Y la camiseta, ¿de qué es?

-De batista de hilo, que tiene más mérito, según dicen, que la de algodón. Mamá me dijo que de una planta, llamada lino, se sacaba el hilo para las telas, y también para coser, hacer calceta, encajes, etc.

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Lino

Lino

En efecto, lo del lino y del cáñamo se saca el hilo, pero no se cosecha en tan grande abundancia como el algodón en la América del Norte.

-¿Por qué no siembran todas las tierras de cáñamo y lino?

-Porque necesitan aprovecharlas para trigo, de que se hace el pan, principal alimento del hombre, para viñas, para hortalizas, legumbres y otras muchas cosas.

En esto entró la madre, diciendo:

-Mira, hija mía, aquí te traigo una falda de lana y un saquito de seda para tu muñeca, mañana se los harás.

-Papá dice que no esta bien dicho hacer, contestó Blanca-, porque no hago más que coserlo.

-Y tiene razón, observó Flora, pero decimos hacer en el sentido de dar forma a un trozo de tela para convertirlo en un traje.

-Diga usted, papá, ¿dé dónde sale la lana y la seda?

-La lana, de los carneros y ovejas...

-La de los colchones, ya lo sé, pero no ésa tan fina de que nos hacemos vestidos.

-Pues tiene el mismo origen, solamente que la primera, después de cortada y lavada, se deja en rama y la otra se carda, se hila, se teje y se tiñe de colores.

-¿Y es menester matar los carneros para quitarles la lana?

-No, hija mía. Cada primavera se trasquilan los carneros y ovejas, que se prestan gustosos a esta operación, pues el largo vellón los molesta cuando el calor aprieta.

-¿Son animales de distinta raza esos que ha nombrado usted?

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Trasquiladura de los corderos

Trasquiladura de los corderos

-No por cierto, el carnero es el padre de los corderitos y la oveja la madre.

-Son, pues, muy útiles, ¿no es verdad?

-Efectivamente, pues además de la materia que nos ocupa, y que tiene tantas aplicaciones, las ovejas dan rica leche y tiernos y sabrosos corderillos.

-¡Y no me gustan a mí poco las natas y los requesones!

-La carne de carnero es muy sana y nutritiva, la piel curtida se aprovecha para varios usos, el estiércol es un excelente abono y hasta las tripas o intestinos se utilizan para cuerdas de violines, guitarras, arpas y otros instrumentos.

-Mire usted, que Dios, que ha criado animales de tanto provecho, ¡es muy bueno!

-¡Y tanto, hija mía! Cuanto más le conozcas por sus obras, más admirarás su Providencia.

-Volviendo a ocuparme de los géneros de lana, quisiera hacer a usted una pregunta.

-Di.

-El merino, de que tiene un vestido mamá, ¿no es también de lana?

-Las ovejas merinas, sacadas de los rebaños españoles, y llevadas a Sajonia, a pesar de ser aquél un país muy frío, se han multiplicado allí extraordinariamente, y producen la lana más fina y apreciada de Europa: de ahí que se dé el nombre de merinos a los tejidos   -42-   fabricados con aquella lana, o que se venden como tales.

-Iba a decir que en un vestido de esta clase no ha trabajado tanta gente como en el de algodón, pero ya veo que sí. Ahora, ¿se sirve usted decirme algo de la seda?

-La seda procede de unos gusanillos que se alimentan con hojas de morera, la de mejor calidad es la de la India, pero en España también se cría esta clase de utilísimos insectos, y se cultiva la industria de que tratamos, especialmente en las provincias de Valencia, Murcia y sus limítrofes.

Los gusanos de seda necesitan una temperatura de unos 25 grados centígrados...

-Yo no sé qué quiere decir eso -interrumpió Blanca.

-Tienes razón, otro día te lo explicaré. Por hoy te bastará saber que necesitan bastante calor para vivir. Se les coloca en cañizos cubiertos de hoja de morera, la cual les sirve de lecho y alimento.

-¿Y no se van por la casa?

-No se van, porque tienen allí lo que necesitan. Comen vorazmente y cuando han satisfecho esta necesidad, duermen durante tres días, experimentando estas alternativas hasta llegar a su completo desarrollo. Entonces se rodean los cañizos de ramas secas, entre las cuales se colocan para formar su capullo con una hebra finísima que sale de su boca y que le va envolviendo, primero como una gasa tenue, y después más tupida hasta formar una calabacita de lo largo de tu dedo medio, poco más o menos, pero algo más gruesa y de un color amarillento.

- ¿Y de allí se hace la seda?

-Aquello es seda. Se hierve, se hila, se teje, se tiñe, etc., y según su calidad y las operaciones que con ella se practiquen, se la convierte en raso, damasco, terciopelo y otras muchas telas más o menos caras y lujosas.

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Gusano de seda en sus varios estados

Gusano de seda en sus varios estados

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-¿Y los gusanos, al hervir el capullo se morirán, o están muertos ya?

-Mueren todos los que se hacen hervir; de manera que para conservar la especie se deben excluir de dicha operación algunos capullos, que se dejan para simiente, y cuyos gusanos horadan el capullo, pasado cierto tiempo, y salen convertidos en mariposas.

-¡Ay!, ¡qué bonitas serán!

-No tanto como las que ves volar por los jardines, pues tienen el cuerpo muy grueso, las alas cortas y son completamente blancas, sin ninguno de los bellos matices que ostentan las demás especies.

-¿Y dice usted que dan simiente?

-Sí, ponen unos huevecillos diminutos como cabezas de alfiler, que se recogen y guardan cuidadosamente; para que en tiempo oportuno y al influjo del calor, se aviven o conviertan en gusanos.

-Pues, ¿por qué no esperan a que salgan todas las mariposas? Así habría más semilla, y no se morirían los pobrecitos gusanos.

-No puede ser; porque, como ya te he dicho, al salir horadan el capullo y lo inutilizan.

-Ya ves, ya ves, Sara, cuántas personas trabajan y cuantos animalitos pierden la vida para que tú puedas llevar un precioso cuerpo de raso, dijo Blanca a su muñeca. Puedes estar satisfecha, añadió, tomándola en sus brazos.

-Ya sabes que Sara, como tú la llamas, no te entiende: si así no fuera, no consentiría yo que le dijeras eso, dijo la madre, que había escuchado las últimas explicaciones de su esposo.

-¿Por qué, mamá?

-Porque el llevar ricos vestidos y el pensar en lo que cuestan y en lo que valen suele ser motivo de orgullo y vanidad para muchas mujeres y niñas, que se creen superiores a las que se ven precisadas a usarlos   -45-   más modestos, y hasta pobres y humildes. Precisamente trata de seda y de gusanos una décima que aprendí y que reprende el orgullo.

-¿Me la quiere usted enseñar?

-Con mucho gusto:


    Esa seda que relaja
Tus procederes cristianos,
Es obra de unos gusanos
Que labraron su mortaja.
También en la región baja,
La tuya han de devorar:
¿De qué, pues, te has de jactar
Ni en qué tus glorias consisten,
Si unos gusanos te visten,
Y otros te han de desnudar?

-¡Qué tristes son esos versos!, dijo Blanca.

-Pero lo que dicen es exacto, observó el padre.

-Pues mire usted, mamá, a ratitos me los enseñará usted, y yo los repetiré a menudo porque no quiero ser vanidosa. A Sara se lo decía en broma.

Dibujo de niña



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