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Del amor cortés así comprendido tenemos en España la documentación poética de los cancioneros del siglo XV. Nadie podrá ver entre el amor de un Macías y el de don Melón a doña Endrina (o el del Arcipreste a doña Garoza) más que una relación lejana, basada en el fin sexual que subyace a todo amor humano. Lecoy, que iguala el «buen amor» de Juan Ruiz al dulce o fino amor cantado por los poetas, si bien considerando tal concepto como un disfraz que disimula amor más egoísta, observa con razón que el amor que el Arcipreste enseña «n'est point cette dialectique abstraite qui régnait depuis si longtemps dans les cours et dans la littérature», «ce jeu de l'esprit plus encore que du coeur auquel on se complaisait tant depuis la belle époque de la lyrique provençale» (op. cit., p. 362).

 

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Le Roman de la Rose, publié par Ernest Langlois, París, Firmin-Didot, t. II, 1920, v. 4593-4599. Véanse también v. 4770 y 5489. Frederik Bliss Luquiens demostró hace tiempo que en la obra del Arcipreste no hay rastro del Roman francés. Refiriéndose a Hita y a Jean de Meun, dice: «Both poets use the same terms, both urging Man to turn from 'la foie amor' («el loco amor») to 'bone amor' («el buen amor»). But these identical terms, far from inducing further similarities, connote entirely different things. The Roman urges Man to turn from merely sensual passion to that love which aims at the augmentation of the human race; Juan Ruiz urges him to forsake 'el amor loco deste mundo' for 'el buen amor, que es el de Dios'. In the whole Libro there is not even a hint of the 'bone amor' of the French poem» (The Roman de la Rose and medieval Castilian literature, en Romanische Forschungen, XX, 1907, p. 294). Un estudio admirablemente claro sobre el amor en Jean de Meun puede verse en Gérard Paré, Les idées et les lettres au XIIIe siècle, Le Roman de la Rose, Université de Montréal, 1947 (pp. 82-98: «L'amour et les amours»).

 

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«Caustique, frondeur, libre dans ses propos, l'archiprêtre de Hita nous apparait comme une sorte de Rabelais, comme un Rabelais moins franchement cynique que le nôtre, comme un Rabelais hypocrite rendu prudent par le pays et le temps dans lesquels il vivait» (Comte Th. de Puymaigre, Les vieux auteurs castillans, Metz-Paris, 1862, t. II, pp. 63 y ss.). -La opinión de Otto Tacke, formulada en 1912, ha sido impugnada con acierto por Leo Spitzer, y a él nos remitimos: L. Spitzer, En torno al arte del Arcipreste de Hita, en el volumen Lingüística e Historia Literaria, Madrid, Gredos, 1955, pp. 131 y s.- Juan Ruiz, según Sánchez-Albornoz, «no pensó tratar del 'buen amor' a Dios, ni del 'fino amor' cortés a la mujer. Añade en verdad que se propone hablar del amor pecaminoso precisamente con fines morales. Pero él mismo se encarga de descubrir lo insincero de tal afirmación» (op. cit., p. 517). Y más tarde: «Juan Ruiz iluminó con su sonrisa nada sañuda la gran comedia humana de su época y se burló de la vida religiosa, de la vida caballeresca, de las prácticas piadosas, de los ejércitos y batallas, de la justicia, de la clerecía, de los teoréticos rigores morales y hasta del mismo buen amor» (Ibidem, p. 531).

 

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«Recorre el Arcipreste todos los círculos de la sociedad para mostrar las prevaricaciones y debilidades de la carne; y a riesgo de pasar plaza de mordaz y libidinoso, animado del celo del verdadero casuista, no perdona flaqueza ni miseria alguna» (José Amador de los Ríos, Historia crítica de la Literatura española, t. IV, Madrid, 1863, pp. 171 y s.). -«Entonces fue cuando, tomando aquella sátira clerical como boceto de otra mayor, compuso el Libro de buen amor, cuyo intento es claramente satirizar a los clérigos de vida airada» (Julio Cejador, edición del Libro en Clás. Cast., vol. 14, p. XX).- «La actitud didáctica, base del pensamiento poético del Buen amor», permite definir la personalidad del protagonista como «el yo del maestro que, para mayor eficacia, presenta como vivido u observado en propia persona el caso abstracto sobre el que dogmatiza» (María Rosa Lida, Notas para la interpretación, influencia, fuentes y texto del Libro de buen amor, en Revista de Filología Hispánica, II, 1940, p. 109).

 

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«No constituyó problema ninguno para Juan Ruiz lo que tantas dificultades parece crear a los críticos modernos, es a saber, cómo un libro acerca del buen amor, del amor divino, puede tratar tanto del amor necio, del amor pecaminoso. La Locura está ahí en el mundo; el mundo es locura a los ojos de Dios, pero sólo ella completa el mundo: sin necedad no hay verdad» (Leo Spitzer, op. cit., p. 129). «El Arcipreste no necesita 'pasaporte' de ningún género para pasar del reino de la frivolidad al de la decencia, por la razón de que no había barreras que impidieran el paso de uno a otro. A los lectores modernos, especialmente a los protestantes, puede parecer extraña tal libertad; pero esa libertad forma parte de la esencia de una teología que no niega el mundo de las realidades» (Ibidem, p. 132).

 

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«Islamismo y neoplatonismo combinados hicieron posible mantener la pacífica convivencia del erotismo y la religión, imposible como simultaneidad para el cristiano, cuya creencia no le permite abandonarse justificadamente a las dulzuras del amor carnal». «El amor de un cuerpo bello y el ansia de Dios, aunque en jerarquía de inferior a superior, están ambos bajo la mano de Dios. Juan Ruiz, autor cristiano, marcará el amor carnal con el estigma de la locura, pero se detiene en su goce, como si no lo fuera» (Américo Castro, op. cit., p. 389).

 

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Frente a la simbiosis de Spitzer y a la ambivalencia de Castro, dice Wilhelm Kellernann: «Die Spannung im Arcipreste zwischen Mundanem und Religiösem ist als Spannung echt. Die beiden Stimmen hören sich noch [...]. Dieses Werk, in dem der Dialog so viel bedeutet, ist selbst noch ein Dialog zwischen Trieb, Versuchung, Sünde und Gesetz, Sittlichkeit, Frömmigkeit» (Zur Charakteristik des Libro del Arcipreste de Hita, en Zeitschrift f. rom. Phil, LXI, 1951, p. 254).

 

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Así, por ejemplo, en una colección de sentencias tan edificantes como las contenidas en los Castigos y exemplos de Cato, leemos:


«No quieras en locura tu vida emplear.»
«A Dios nuestro señor honrra en toda sazón
con buena voluntad y con todo el corazón.»
«Si por auentura quisieres saber amar,
Ouidio en su arte lo suele demostrar,
cómo deuen los hombres con las mugeres hablar
y cómo tú deues con ellas razonar».



(Jacob Ulrich, Eine spanische Bearbeitung des Pseudo-Cato, en Romanische Forschungen, XVI, 1904, 585-608. Los versos citados se hallan en pp. 588, 589 y 595.)

 

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«Juan Ruiz, ne l'oublions pas, n'est ni un philosophe ni même un moraliste -c'est un poète et, comme tel, il a suivi son inspiration là où elle le guidait: si cette inspiration était parfois contradictoire, si elle connaissait des rétours étonnants, des variations qui semblent étranges, avons-nous pour cela le droit de lui demander des comptes? Il faut l'admettre telle qu'elle se présente à nous, sans nous indigner, de même que chaque jour nous admettons sans surprise et nous supportons sans trop nous plaindre les mille incohérences de la vie et des hommes» (F. Lecoy, op. cit., p. 364).

 

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R. Menéndez Pidal, Poesía juglaresca y juglares, Madrid, 1924, pp. 264-275.

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