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De la «Dedicatoria del himno precedente, a Don A. Saavedra. Aludiendo al sueño de un proscrito, que compuso». Todas las citas de M.ª Josefa García Granados provienen de la antología más reciente de su obra poética, que es la realizada por Enrique Noriega para la colección «Clásicos de la Literatura Guatemalteca» en 2010.

 

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Sobre esto, como ya sabemos, hay mucho escrito. Mientras que Shaw, por ejemplo, sitúa el inicio del Romanticismo español hacia 1833 (1976: 26), fecha en la que Alcalá Galiano escribe el prólogo para El moro expósito de Rivas, Llorens se refiere a una «década romántica» entre 1834 y 1844 (aunque nos ofrece una amplia lista de escritores afines a esta estética en la emigración o bajo censura desde 1824), y Sebold por su parte nos habla de un segundo Romanticismo (el primero, dieciochesco) que comienza en 1830 (1976: 126). En cualquier caso, parece haber acuerdo en la inexistencia de una «escuela romántica» en España hasta los años treinta, retraso -de tres décadas respecto de algunas literaturas europeas, como la inglesa y la alemana- que se explica a partir de la realidad política (el absolutismo fernandino) de nuestro país.

 

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En 1828 publica Maturana en Madrid unos Ensayos Poéticos de clara inspiración neoclásica pero que ya apuntan, especialmente conforme avanzamos hacia las últimas páginas del volumen, inconfundibles destellos románticos. Véanse, si no, algunos poemas como «La despedida», «Mi temor único», «La obstinación de un mal», «Mi triunfo», «El más infeliz», «La resolución», o los sonetos dedicados al fallecimiento de la reina, donde vemos ya anunciados el tono y la imaginería de la poesía romántica femenina, ambos consagrados por Carolina Coronado en su volumen de 1843 y mimetizados o reinterpretados por sus «discípulas» (Vicenta García Miranda, Encarnación Calero de los Ríos, Robustiana Armiño, Amalia Fenollosa, etc.) a lo largo de esa década y de la siguiente.

 

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Nos podemos forjar una idea aproximada de la cronología romántica femenina en España atendiendo a las fechas de las primeras ediciones en volumen de estas autoras; más allá de las citadas (Gómez de Avellaneda, Massanés, Coronado y Fenollosa, cuyas primeras obras ven la luz entre 1841 y 1843), Las Violetas de María Dolores Cabrera se publica en 1850, las Poesías de Robustiana Armiño y las de Ángela Grassi en 1851, Días de convalecencia de Manuela Cambronero en 1852, Mis vigilias de Pilar Sinués en 1854 y Flores del valle de Vicenta García Miranda en 1855.

 

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1825, fecha de la publicación de las Poesías del cubano José María Heredia, es el año que se suele tomar como momento iniciático para la poesía romántica en América, aunque en esas mismas fechas varios jóvenes poetas, como el venezolano Antonio Ros de Olano, el mejicano Fernando Calderón o el colombiano Luis Vargas Tejada, muestran ya una simbiosis de formas neoclásicas y modos románticos (Rivera-Rodas 1988: 14-15).

 

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Miguel García Granados, hermano menor de María Josefa, fue un conocido militar y político guatemalteco, presidente del país entre 1871 y 1873.

 

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El gobierno de Gálvez finalizó en 1838, cuando el levantamiento campesino montañés encabezado por Carrera inauguró una nueva etapa en la que, además de la caída de Gálvez y Morazán y de la conclusión de la Federación Centroamericana, se produjo la recuperación del poder por parte de la oligarquía conservadora, apoyada por la Iglesia.

 

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Estos poemas son los doce siguientes: «Descripción de la erupción del Cosigüina», «A la ceiba de Amatitlán», «A una hermosa joven», «A un amigo», «A una abeja», «A la esperanza», «Despedida», «Plegaria», «La resolución», «Himno a la luna», «Dedicatoria del himno precedente, a Don Á. Saavedra» y la traducción de la «Canción de Medora».

 

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«Aquella señora poseía el don de la palabra y tenía la habilidad de narrar con mucha exactitud lo que leía, suprimiendo lo innecesario. Procuré que la Pepita me favoreciera con su amistad y solicitaba de ella la narración de lo que estaba leyendo y de muchas cosas que había leído ya. Después de haberla escuchado atentamente, podía yo asistir a cualquier tertulia y charlar sobre las obras modernas de bella literatura [...]» (Montúfar 1898: 37).

 

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Las fechas convierten en remota esta posibilidad ya que Saavedra llega a Cádiz el mismo año (1810) en que la familia García Granados emprende el viaje al otro continente.