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De esta manera se explicaron la zarabanda, la chacona, la gayumba, el retambo, el zampabalo y hasta los españolísimos -por lo menos los nombres- jaleo y fandango. Aunque probablemente no creyeran en tal origen, era cómodo poder atribuir ciertos excesos a las Indias occidentales. Alude a este hecho Pedro Henríquez Ureña en Europa-América-Latina, Buenos Aires, 1937, p. 36.

 

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Diccionario de la Academia. En el vocabulario académico se desconoce la palabra galerón hasta la 15.ª edición, de 1926; podría haber suprimido la adjetivación de vulgar romance, tal como hace algún lexicográfico al reproducir la definición académica. Para la significación del término en Venezuela, consúltese Picón-Febres, Libro raro, Curazao, 1912, y Lisandro Alvarado, Glosarios del bajo español en Venezuela, Caracas, 1929. Este último cita varios texto s en los cuales aparece la doble acepción de ‘pieza musical y, además, canto contrapunteado’. Galerón ha existido en Santo Domingo con la misma significación. Max Henríquez Ureña (Panorama histórico de la Literatura Dominicana, Río de Janeiro, 1945, p. 94) escribe: Variantes diversas de estos cantos son el punto y llanto’, el ‘galerón’, el ‘zapateo’ y la ‘media tuna’, más difundida que ninguna de las otras. Es la música la que establece diferencias entre esas distintas formas del canto popular: los versos son indefectiblemente décimas o coplas (tanto cuartetas como redondillas). Acaso el ‘galerón’ adoptó en su tiempo la forma de romance, puesto que en su estructura entran largas tiradas de versos en forma de cuartetas sucesivas o llevando consonancias por lo menos en los versos pares. Algunos de estos cantos van acompañados del baile, como el ‘zapateo’ y la ‘yuca’. Sospecho, por la aparición tardía del término ‘galerón’ en Santo Domingo, que puede haberse recibido allí por influencia de Tierra Firme. Lo encuentro en una poesía fechada en 1856, de Félix María del Monte (1819-1899)».

 

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‘Cobertizo, tinglado, galera’, en Costa Rica, México y El Salvador; y ‘salón o casa de grandes dimensiones, pero destartalada y fea’, en México (Cf. Augusto Malaret, Diccionario de americanismos, 2.ª ed. Puerto Rico, 1932; y Francisco J. Santamaría, Diccionario de americanismos, México, 1942).

 

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Aunque el Diccionario de la Academia da al vocablo galerón una extensión mayor de empleo -«América meridional»-, todos los testimonios y autoridades contradicen tal aseveración.

 

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Ramón Páez en Wild scenes in South America, or Life in the Llanos of Venezuela, Nueva York, 1862, al describir un fandango o fiesta llanera, después de presentarnos el lugar donde van a danzar los llaneros, dice: «Los bailadores no se enlazan, como es costumbre entre gente más culta, sino que bailan solos dándose ocasionalmente las manos durante breves momentos, para separarse y dar vueltas alrededor de sí mismos. Una mujer recorre primero la sala con doble y rápido paso en busca de pareja, y al encontrar el que desea, agita sobre él un pañuelo con mucha gracia, invitándolo a aceptar, y da comienzo en el acto a sus evoluciones hasta que la mujer se retira. El hombre entonces, inclina el cuerpo cortésmente e invita a otra mujer, y así hasta el final de la próxima danza; es lo que se llama el galerón. En él sólo los más hábiles toman parte, porque requiere una gran flexibilidad en las articulaciones de los miembros para ejecutar perfectamente todas las complicadas y graciosas actitudes de los cuerpos, que constituyen el encanto principal del baile» (cito por la traducción de Francisco Izquierdo, Escenas rústicas en Sur América. Caracas, 1929, pp. 94-96). No habla Ramón Páez de baile cantado, de modo que lo único seguro aquí es la denominación de galerón para la danza, y, además, danza de pañuelo, tan extendida en América (marinera peruana, bailecito argentino y boliviano, zamacueca chilena, sanjuanito ecuatoriano). El texto de Páez está datado en 1862. Pues bien: encontramos un testimonio contemporáneo: Fernando Calzadilla Valdés, Por los Llanos de Apure, Santiago, 1940, que habla de los Llanos venezolanos, donde vio llaneros «zapateando al galope de un galerón, un seis, un pájaro...», o sea, nuevamente, galerón con el significado de danza. Como ‘aire musical bailado’, vivo en Colombia, lo estudia José Ignacio Perdomo Escobar, Historia de la música en Colombia, Bogotá, 1945 «el torbellino, galerón o corrido es un aire sin fin, sin horizontes, como el medio en que vive...».

 

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Picón-Febres, Ob. cit.; afirma, además, que «tienen una índole semejante a la de las malagueñas y peteneras españolas». Lisandro Alvarado define el galerón ‘aire y cantar popular’ (Ob. cit.) Juan Liscano, autoridad muy versada en música y poesía populares venezolanas, escribe: «Los corridos y las coplas son letras para el canto. Las décimas -que van, según el tema a lo divino o a lo humano, por Gólgota, por María, por Amor y Flores, o por Mitología, etc.- suelen ser recitadas o cantadas. En los pueblos de Barlovento, Estado Miranda, se recitan con oportunidad de verificarse un velorio y durante las fiestas del mes de mayo. En otros sitios, como en Oriente, por las tierras del Estado Anzoátegui y de la isla de Margarita, se cantan en cualquier oportunidad, con música de galerón» (Poesía popular venezolana..., Caracas, 1945, p. 9). Como danza colombiana cantada con coplas, que determinan los pasos coreográficos del baile, lo estudia Julio Abadía, El galerón llanero, Bogotá, 1944, localizándolo en los Llanos de Casanare.

 

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Lino Duarte Level en el artículo «Las Queseras del Medio», El Universal, Caracas, 10 de abril de 1912, al tratar de las campañas del general José Antonio Páez escribe: «En la marcha había cierta disciplina, pero al acampar, después de colocadas las avanzadas de seguridad, rompían las guitarras llamadas cinco y las maracas y de Páez abajo todo el mundo bailaba y tomaba parte en el canto de galerones y epigramáticas coplas» (dos coplas): Francisco Tosta García, costumbrista venezolano, escribe en Don Secundino en París, Caracas, 1895, pp. 241-242: «... estoy aburrido de tanta música y canciones tontas, de las eternas repeticiones de estos teatros, ya el can can y las piernas desnudas me fastidian, deseo oír el betum, bailar un joropo y cantar un galerón corrido». En Duarte Level tiene el significado de canción con coplas; y en Tosta García, además, contrapuesto a la idea de baile.

 

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Enrique Planchart en «Observaciones sobre el cancionero venezolano», Cultura venezolana, números 28 y 29, agosto y setiembre de 1821, al hablar de la «Estructura de los cantos populares» escribe: «Podemos clasificarlos, a primera vista, en dos grandes grupos, formado el uno por los galerones y corridos, que son composiciones largas, de un número indeterminado de versos; y el otro por los cantares y coplas, que son composiciones de cuatro versos». «Tanto los cantares como los galerones y corridos llevan los versos pares asonantados, como el romance español, aunque no faltan composiciones en que se emplean el consonante, formando cuartetas y redondillas, o sólo en los versos pares, y a veces mezclado con asonantes». José Eustaquio Machado en sus dos obras Cancionero popular venezolano; cantares y corridos, galerones y glosas, Caracas, 1919 y Centón lírico; pasquinadas y canciones, epigramas y corridos, Caracas, 1920, es muy impreciso: unas veces equipara galerón a corrido; otras, a las coplas; en otras ocasiones llama canciones a lo que ha denominado galerón; del mismo modo que llama corrido a una glosa. Pero siempre emplea el término galerón con el significado de obra literaria. Es de interés un galerón aletrillado, en estrofas de nueve versos, con pie forzado el noveno: «para Galerón naciste». Rafael Angarita Arvelo, en ‘Ilustraciones del romancero castellano, cancionero y romancero venezolano», en Cultura Venezolana, XIII, t. XLIII, n. 106, equipara galerón a corrido, y éste con el romance, aunque corrompido. En Colombia lo consideran como obra literaria, Otero Muñoz, Literatura colonial y la popular de Colombia, La Paz, 1928, para quien galerón y romance son términos equivalentes. Asimismo José María Vergara y Vergara, Historia de la literatura de Nueva Granada, 2.ª ed., Bogotá, 1905, pp. 472 y ss., escribe: «No ha habido ningún poeta culto en los Llanos (San Martín y Casanare): el pueblo compone lo que canta y canta lo que compone. No acepta coplas de otras tierras. Sus composiciones favoritas son romances aconsonantados, que llaman galerones y que canta con una especie de recitado con inflexiones de canto en el cuarto verso. Es el mismo romance popular de España, y contiene siempre la relación de alguna grande hazaña, en que el valor (y no el amor) es el protagonista. El amor es personaje de segundo orden en los dramas del desierto. Indudablemente tomaron la forma del metro y la idea de los romances españoles; pero desecharon luego todos los originales, y compusieron romances suyos para celebrar sus propias proezas». De los ejemplos que luego cita, algunos tienen cierta extensión, otros no son sino coplas, por cierto muchas de ellas idénticas a las que se hallan en Venezuela.

 

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Para Colombia, galerón se ha aceptado como equivalente de corrido; ‘romance’, con la acepción que la palabra corrido tiene en la mayor parte de América, desde México hasta Chile, y en Filipinas (Cf. Vicente T. Mendoza, El romance español y el corrido mexicano, México, 1939: Ernesto Mejía Sánchez, Romances y corridos nicaragüenses, México, 1946; W. E. Retana, Diccionario de Filipinismos, Nueva York-París, 1921), Agustín Durán. Romancero general, t. I, Madrid, 1849, p. 177, asegura: «... todavía en Andalucía, con el nombre de corrío, corrido o carretilla, que así llama la gente del campo a los romances que conserva por tradición». De hecho en Venezuela, galerón también es sinónimo de corrido, aunque no identificándolo con romance, porque siempre el galerón venezolano tiene forma de coplas sueltas, que a lo sumo «no pasan nunca de cuatro o seis estrofas» (Picón-Febres, Ob. cit., p. 137). Los galerones largos son escasos y no dejan nunca la forma estrófica. Lo que explica la expresión venezolana galerón corrido es que el canto es siempre contrapunteado, en diálogo, de una serie de coplas independientes, o bien unidas por la identidad del tema, pero nunca constituyen un poema unitario como acontece en el romance.

En este caso el significado de corrido se emparentaría de más cerca con el sentido de seguidillas o coplas de las seguidillas, y con las carretillas que aduce Durán (Cf. Rodríguez Marín, El Loaysa de El celoso extremeño, Sevilla, 19 01, pp. 275 y p ss.; la edición de Rinconete y Cortadillo, Sevilla, 1905, pp. 640 y ss.; y Las Chilindrinas, Sevilla, 1906, pp. 112 y ss.; también F. Hanssen, La Seguidilla, en Anales de la Universidad de Chile, t. CXXV, setiembre y octubre de 1900, pp. 697 y ss. Dorothy Clotelle Clarke, «The Early seguidilla», en Hispanic Review, XII, 3, 1944, pp. 211-222). Con este significado de (galerón corrido) se relaciona el adjetivo exclusivamente venezolano galeroneado, «sin tomar aliento, de un tirón; beber galeroneado (Guárico) (Cf. Lisandro Alvarado, Ob. cit.), pues con él se alude a la sucesión viva y sostenida del contrapunto, réplicas y contrarréplicas, al cruzarse las coplas cantadas (corridos ‘en sucesión’, ‘seguido’; galeroneado = ‘seguido, de un tirón’). (Para la vida de la copla en Venezuela, Cf. Cantaclaro, de Rómulo Gallegos, especialmente la parte II, cap. I, «Corridos y contrapuntos»).

En el Cancionero recogido por José E. Machado, figura esta preciosa copla, que aclara mucho la interpretación de los vocablos de que tratamos:

«Despiértese compañero,
despierte si está dormido,
mira que voy a cantar el
galerón de corrío».

La aparente diversidad de galerón en Venezuela (‘copla’) y en Colombia (‘romance’) creo que se deshace al tener en cuenta la tendencia del romance (desde el siglo XVI) a dividir los versos en cuartetos (el romance hecho en cuartetas: cuarteta = copla). La denominación corrido debe relacionarse con la corranda catalana, estrofa de cuatro versos, o sea de forma y nombre paralelo a corrido. Tendría que tenerse en cuenta, además, los trovos, en los que ve Rodríguez Marín una forma intermedia entre los romances y las coplas. Los trovos son corrientes en la parte oriental de Venezuela. (Cf. Rodríguez Marín, Cantos populares españoles; Pedro Henríquez Ureña. La versificación irregular en la poesía española, Madrid, 1933; y S. G. Morley, Are the Spanish balads written in quatrains?», Romanic Review, 1916. Cf. asimismo, Hans Janner, La glosa española. Estudio’ histórico de su métrica y de sus temas», en RFE, XXVII, 1943, pp. 181-222).

 

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La -r- es anorgánica, réplica de la de galera, de galea, procedente del griego medieval galea (Cf. Vidos, Zeitschrift für französichen Sprach, LVII, 462-476, y LIX, 541-542, y Juan Corominas, «Les relaciona amb Grécia reflectides en el nostre vocabulari», en Homenatge a Antonio Rubió i Lluch, Barcelona, 1936, vol. III, p. 3). La -r- anorgánica es caso análogo al de trincheo y trinchero; trinchen y trinchera; romeo y romero; catalán corxera; español corchea.