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Julio Casares, Cosas del lenguaje, Madrid, 1944, págs. 93-94.

 

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Publicado en Caracas, Lito -Tip. Mercantil. 1929, XV, 704 pp.

 

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Publicado en Caracas, Ediciones «Victoria», Manrique & Ramírez Ángel, 1921, XIX, 319 pp.

 

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En dos redacciones. La primera publicada en Anales de la Universidad Central de Venezuela. Año XI, tomo XI, n.º 3, 1922, pp. 463-480; la segunda en los mismos Anales, año XVII, tomo XVII nos. 3 y 5, 1929, pp. 349-378 y 782-812.

 

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Por cierto que esta «Introducción» de Alvarado, fechada en 1926, anuncia como obra futura el Glosario de voces indígenas de Venezuela, que había sido publicada en 1921. Por tanto debe haber sido escrita necesariamente la «Introducción» mucho antes de la fecha que lleva al pie. Por otra parte en el trabajo Ideas sobre la evolución del español en Venezuela, fechado en 1903, se menciona explícitamente un Glosario ya hecho con unas tres mil voces, que por lo que asegura Alvarado abarcaría, en una sola obra, lo que luego fueron los Glosarios del bajo español y el Glosario de voces indígenas. Es posible que al ensanchar su estudio inicial, Alvarado decidiese distribuir en dos libros el material recogido, y dejase en la «Introducción» de los Glosarios del bajo español alguna afirmación contradictoria. Además, las «Introducciones» de las dos obras son doctrinalmente idénticas y tienen incluso frases y expresiones comunes.

 

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Lisandro Alvarado reconoce el injerto importante de las lenguas indígenas prehispánicas en el vocabulario español, pero concede poco valor a la influencia que haya cabido al elemento negro.

 

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También está fuera de duda la total adjudicación a Bello de la traducción y adaptación del Arte de escribir de Condillac, publicada en Caracas, en 1824.

 

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José Luis Ramos en el estudio intitulado Martínez de la Rosa, ligeras observaciones sobre su poética, estampa las siguientes palabras que son fiel expresión de su pensamiento capital: «El Sr. Martínez de la Rosa se manifiesta sumamente versado en los clásicos griegos y romanos. En efecto éstos son los maestros del universo y en ellos aprendemos a pensar y a hablar como enseña la naturaleza. En vano se buscarían estas ventajas en otros autores; conviene pues estudiarlos noche y día, sin olvidar los clásicos españoles, porque en sus obras adquiriremos el conocimiento profundo de una lengua que no cede la primacía sino a las de Atenas y del Lacio».

 

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Quiero aducir solamente la breve mención de unas cuantas obras impresas en Venezuela, publicadas pocos años después de la introducción de la imprenta en el país en 1808: 1) Elementos de Gramática castellana, dispuestos en forma de diálogo para el uso de las escuelas de la República, impreso antes de 1826, en Caracas 2) Ortografía de la lengua castellana, compuesta por la Real Academia Española, Caracas, reimpresa por Tomás Antero, 1834; 3) Juan García del Río y Andrés Bello, Nuevo sistema de Ortografía. Indicaciones sobre la conveniencia de simplificar y unificar la ortografía en América. Reimpreso en Caracas, Imprenta de Domingo Navas Spínola, 1826 (había sido publicado por sus autores en la Biblioteca Americana, Londres, 1823); 4) José López de la Huerta, Breve Diccionario de sinónimos de la lengua castellana, o examen de la posibilidad de fijar la significación de los sinónimos. Caracas, en la imprenta de Valentín Espinal, 1828; 5) Mariano Madramani y Calatayud, Tratado de la elocución o del perfecto lenguaje y buen estilo respecto al Castellano, segunda edición de la hecha en Valencia de España en 1795. Caracas, en la imprenta de Valentín Espinal, 1829; 6) José Gómez Hermosilla. Arte de hablar en prosa y en verso. Tercera edición. Caracas, reimpreso por Valentín Espinal, 1839, 2 vols.; 7) Juan Vicente González, Elementos de Ortografía Castellana, Caracas, Almacén de J. M. Rojas, 1843. Y de impresos no caraqueños, anoto: 1) José Silverio González, Lexigrafía, Cumaná, 1840; 2) Domingo Faustino Sarmiento, Memoria sobre ortografía americana leída a la Facultad de humanidades. Valencia, reimpreso por Juan de Sola, 1845; y 3) José Manuel Carrera, Breve tratado de ortología, Coro, impreso por A. W. Neumann, 1857.

 

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Según Julio Calcaño (El Castellano en Venezuela, Caracas, 1897, 5 384) «fue Alejandro Peoli, correcto pero árido escritor, el primero que se dio entre nosotros a observaciones lexicográficas, ha ya más de treintaicinco años, bien bajo su firma, bien con su seudónimo Arturo o en los sueltos picarescos de los periodiquillos El jején y El pica y juye, que alcanzaron gran boga.