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Edic. cit. de Robert Genaille de la obra de Diógenes Laercio para Garnier (1965); la traducción es mía.

 

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Zenón Citeo dice: «Óptimo quien aprende oyendo al sabio / Y bueno quien por sí solo aprende todo» (Séptimo Libro, vol. 98, de la traducción de José Ortiz de Sanz ya mencionada).

 

33

Para esta frase, la traducción es mía, a partir de la edición francesa ya citada de Diógenes Laercio.

 

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Citas del sexto apartado: «Lo intraducible en la sensación».

 

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Las citas son del séptimo apartado: «El Alma de las palabras». Nótese que el estilo de Herrera y Reissig sorprende en un ensayo sobre la poesía. Me permito, pues, una propuesta. Acercarlo al de dos poetas ayudado por el experto francés en retórica, Henri Morier. Refiriéndose al estilo de Píndaro enumera las características siguientes: un «desorden dionisíaco de las ideas», «el carácter ficticio de la inspiración», «la constante exageración», una patología del sonido y de los efectos rítmicos. En el capítulo que le dedica a Rimbaud y a su estilo «fantasmagórico», propone: una «efervescencia de la imaginación fecunda», que se traduce en «imágenes como fuegos artificiales», en «visiones retóricas llenas de fuerza y de altura», de «exotismo iluminado», y un «vocabulario de orígenes heteróclitos, pero opulento», fundado en la «sensibilidad en crear sinestesias baudelairianas». De alguna manera, estas características pueden observarse también en Herrera y Reissig (Cf. La Psychologie des styles, Genève: Georg éditeurs, 1959, p. 124; y 266: sobre «Le Bateau ivre». La traducción es mía).

 

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En el séptimo apartado, justamente, Herrera y Reissig recuerda que en el sentido de lo que está enunciando también «predica Guyau». En efecto, el polígrafo positivista defiende una poesía que, como la filosofía, ha de apasionar al lector por su interés tanto metafísico como vivencial, y por su manera de encarar el concepto de destino del hombre. La poesía, como la filosofía, ha de recoger el sentido profundo de las palabras más sencillas, y llenarlo de sinceridad (creando y no imitando) y de sentimiento (ejercitando los movimientos de la sensibilidad y del alma), porque las palabras poéticas nacen del corazón y del cerebro del poeta. En el pensamiento de Guyau la luz poética es de las más profundas y, cuanto más profundo el conocimiento de las cuestiones esenciales, ontológicas y metafísicas, más creativo será el poeta, más poiético y original será el fruto. En el fondo, la definición que propone Guyau está en empatía con la de la poesía como «psicología literaria» de Herrera y Reissig, de visos estoicos, como se verá. Poesía como creación, poiesis en la que la forma y el fondo son inseparables, ya que la idea sentida, vivida, formada y propuesta «lentejuelea» en la expresión, en la armonía y esencia de la «palabra himética». Por ello, la rima, el ritmo, la retórica contribuyen a la armonía del sentido y de la vivencia estética. Para quienes conocen la poesía de Herrera y Reissig les será fácil de observar estos principios en sus audacias métricas y retóricas. Resta, pues, en un trabajo posterior, el relacionar de manera profunda al pensamiento de Guyau con el de Herrera y Reissig y con su obra. Se haría así un análisis desde el enfoque que defiendo para el estudio del Modernismo en sus tenores, el de la lectura isócrona o del sub specie aeternitatis. (cf. Guyau, «Avant-propos», Vers d'un philosophe, edic. cit.).

 

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Cito el noveno apartado: «Dos teorías que son una misma».

 

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Las citas son de los décimo y undécimo apartados: «El Sentido evocativo» y «Lo simple y lo sutil».

 

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Estas últimas citas son del duodécimo apartado: «Lo antiguo en lo moderno».

 

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Emplea el poeta uruguayo un registro lingüístico científico eminentemente moderno para plasmar el carácter novedoso de la estética que defiende en «Psicología literaria», sin olvidar el alcance simbólico de dicho registro. Detengámonos unos instantes en la expresión «Sexto sentido», y en el adjetivo «ultraviolado». «Sexto sentido», o sentido interno, es la fórmula que define al sentido que facilita la conciencia de misterios, y entre éstos figuran los que oculta el velo de Isis o el de la diosa Neith. Según se lee en este ensayo «Sexto sentido» es también aquel que inclina a las impresiones y sensaciones relativas a hechos, sucesos, o cosas ora invisibles, ora poco accesibles. «Sexto sentido» es el de las relaciones estéticas que responden al instinto, a la intuición, a la inteligencia irracional. Intuición que desde el enfoque simbólico, la cifra «seis» halla en el ordinal «sexto» el símbolo comprendido en la suma de dos veces «tres», de Dios y su Creación, al que se añade el de la cifra del Hombre y de las Criaturas. Seis propone el equilibrio de lo infinito, equilibrio que se halla plasmado, por ejemplo, en las alegóricas seis puntas del «Sello de David»: hacia lo alto, miran a Dios y al macrocosmo, hacia abajo, lo hacen al Hombre y al microcosmo, siendo el sello figura de Cristo como Dios y Hombre a la vez. En la Kábala, la cifra «seis» es la de la Belleza y de la Compasión, y la del nombre de Dios, YHWH.

En cuanto a lo «ultraviolado» o «lo que está más allá del color violeta», extremidad violeta más allá del séptimo color del espectro solar, sugiere, primero al universo científico de las radiaciones electromagnéticas que se estudiaron desde finales del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX, y que se consideraron como un gran adelanto científico en el conocimiento de la electricidad y de su relación con los campos magnéticos. El adjetivo «ultravioleta» está atestado a mediados del siglo XIX, hacia 1864, y califica la longitud de las radiaciones electromagnéticas que se sitúan entre la luz visible y la de los rayos X, o rayos de Röntgen (nombre atestado hacia 1896), cuya longitud de onda es más pequeña que la de la luz. Desde el punto de vista simbólico, el color violeta, que resulta de la mezcla en igual proporción de rojo y de azul, evoca el equilibrio de proporciones, el mismo en el que se sitúa la relación armoniosa y transcendente entre el Cielo y la Tierra, el misterioso intercambio perpetuo entre ambos. «Ultraviolado» resume simbolismo, intuición, sugerencia, características esenciales éstas en la estética que proponen las obras de Baudelaire, Verlaine, Rimbaud y Mallarmé.