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España y Camoens

Antonio Sánchez Moguel





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La poesía épica italiana de fines del siglo XV y principios del XVI influyó mucho más que la anterior en las literaturas europeas. Los Pulcis y Boyardos, los Ariostos y Dolces, con sus poemas caballerescos, tenían forzosamente que hablar á la imaginación de manera más viva y elocuente que los Dantes, Petrarcas y Boccacios con sus alegorías didácticas.

En parte alguna como en nuestra Península, en la tierra de las grandes empresas y aventuras, en el país de los libros de caballerías, fueron tan conocidos y admirados los Orlandos y Morgantes,   —116→   las Angélicas y los Rodamontes; en ninguna tampoco despertaron tan fecunda actividad épica, como la que dió por frutos monumentos originales de tan subido precio como Os Lusiadas, de Camoens, y La Araucana, de Ercilla.

La imitación de los líricos de Italia, precedió y allanó el camino á la imitación de los épicos. Garcilaso y Boscán, proyectaban ya la aclimatación definitiva de los metros y géneros líricos italianos, en 1524, cabalmente, el año mismo en que nació Camoens. El gran épico cultivó antes que la epopeya la lírica de la nueva escuela, é, indistintamente, en portugués y en castellano. Tan íntima y sustancial era la comunión de los ingenios españoles y portugueses en el cultivo de la lírica como lo fue luego en el de la épica, pudiendo decirse igualmente de ambas que si hablaron dos lenguas en las dos nos dejaron indestructibles y eternos testimonios de la unión intelectual y estética que entonces existía entre las dos naciones peninsulares. Lo extraño es que se reconozca esta verdad en lo tocante á la poesía lírica, y que se ignore y que no haya sido estudiada hasta ahora, ni en Portugal ni en España, en lo que respecta á la poesía épica, que es lo que nos proponemos ensayar en el presente trabajo.

Como Petrarca de los líricos, fue Ariosto el principal modelo de los nuevos épicos, algunos de los cuales añadieron á la imitación de los modelos italianos, la de los clásicos latinos, si bien en mucha menor escala. Mientras que de La Eneida, con anterioridad á Camoens y Ercilla, únicamente corría impresa en castellano una traducción completa, la de Hernández de Velasco, Orlando Furioso, en el simple transcurso de un año de 1549 á 1550 fue traducido dos veces al castellano, la primera por Jerónimo de Urrea y la segunda por Hernando de Alcocer. Posterior á esta es la versión en prosa de Vázquez de Contreras. A siete ascendían las ediciones de la traducción de Urrea, solamente de 1549 á 1550. Anterior á la última es la Segunda parte del Orlando Furioso, de Nicolás de Espinosa, tres veces impresa con anterioridad á la publicación de Os Lusiadas. Estas cifras prueban por sí solas lo mucho que fué difundido el poema de Ariosto en España, y también en Portugal, donde el conocimiento del castellano y el gusto de los libros españoles era verdaderamente extraordinario en   —117→   aquellos días, como lo prueban los ejemplares que guardan las bibliotecas públicas y particulares.

Importa añadir que no conocemos versiones portuguesas especiales ni del Orlando Furioso de Ariosto, ni del Orlando enamorado de Boyardo. Este último, traducido al castellano diferentes veces, en prosa, de 1533 á 1550, corrió como libro de caballerías. La traducción en verso, de Garrido de Villena, data de 1577, y la continuación, también en verso, de Abarca de Bolea, en su Orlando determinado, de 1578, posteriores todas á las traducciones é imitaciones del Orlando furioso, predilecto amor de los españoles como lo fué de los mismos italianos, según lo acredita la bibliografía de Italia correspondiente á aquellos tiempos.

No podía la poesía épica de nuestra Península reducirse á la mera traducción ni á la simple imitación de la italiana. Natural era que los nuevos épicos se ejercitasen en la composición de poemas á imagen y semejanza de los modelos de Italia, pero con savia y alientos propios como hicieron Boyardo y Ariosto al inspirarse para sus Orlandos en las gestas y crónicas francesas. Orlando, ya enamorado, ya furioso, no es ya el Roland de las epopeyas carolingias, ni tampoco el Roldán, rival de Bernardo del Carpio, de nuestros romances; es, simplemente, un personaje fabuloso, un Amadis, un Palmerin y los poemas de Boyardo y Ariosto, novelas, libros de caballerías en verso. Los épicos italianos, en suma, conservando las formas narrativas populares, les dieron por fondo las aventuras caballerescas de la épica francesa, idealizándolas y transformándolas con la riqueza de su ingenio; nunca los hechos de la historia italiana. El mismo Trissino, en su Italia liberata (1527-48), con escoger asunto histórico para su obra, no pudo desprenderse del influjo caballeresco, componiendo más bien que un poema histórico un libro de andante caballería, exornado de eruditas imitaciones de los clásicos, señaladamente Virgilio.

Por el contrario, los épicos españoles y portugueses, recibiendo y adoptando las formas italianas, les dieron, en cambio, nuevo contenido, fondo propio: las glorias nacionales, señaladamente los hechos recientes y contemporáneos, que nunca habían considerado los italianos como asuntos dignos de la Musa épica. El   —118→   poema histórico, en la literatura moderna, obra fué de nuestra poesía peninsular, correspondiendo en absoluto la gloria de haber sido los primeros que vieron la luz pública, por escasos que sean sus merecimientos artísticos, á los poemas La Carolea, de Jerónimo Sempere (1560), y el Carlo famoso, de Luis Zapata (1565), fundados ambos en las hazañas de Carlos V.

En nuestra Península, en la cual la poesía épica, como la dramática, no han olvidado nunca la historia propia; en la Península, cuyos hechos gloriosos compiten en magnitud y abundancia con los mayores de las invenciones novelescas; en la Península donde las aventuras tenían ya su literatura propia en los libros de caballerías, podía preferirse el endecasílabo y la octava rima á los metros populares; podía creerse más adecuada á la grandeza de la epopeya las formas del Orlando furioso, que la de las viejas narraciones peninsulares, pero no podía llegarse nunca á la proscripción de las acciones heroicas de nuestros padres, siempre cantadas en la poesía épica anterior, y menos aún en días en que aquellas acciones llenaban con su gloria los ámbitos de la tierra.

Si los primeros ensayos impresos no pasaron de tales, poetas más grandes, y con mayores asuntos, dotarían á las letras peninsulares de epopeyas verdaderamente dignas de la admiración y el aplauso. Y este día venturoso llegó á un tiempo para la lengua castellana y para la lengua portuguesa, cuando poetas como Camoens y Ercilla, animados del mismo impulso, por íntimo consorcio de sus almas, ofrecieron á la Península y al mundo el magnífico espectáculo de consagrar su inteligencia y patriotismo al enaltecimiento de dos episodios admirables de la empresa más grande de los tiempos modernos, gloria común de portugueses y españoles, la de llevar la civilización de la Península á todos los confines de la tierra,

por mares nunca de antes navegados.



Ni el uno ni el otro escogieron por asuntos de sus poemas héroes particulares al modo clásico: en Os Lusiadas y en La Araucana no hay Aquiles, Eneas ni Orlandos, sino el heroísmo de sus respectivas naciones, ya en el descubrimiento de las Indias Orientales por los portugueses, ya en el de las Occidentales por   —119→   los españoles. El viaje de Vasco de Gama, página capital de las hazañas de los primeros en Asia, y la conquista del Arauco, página heroica de los segundos en América, nada tienen de común ni semejante con los fantásticos asuntos de la épica italiana. Ercilla y Camoens desdeñan igualmente.


le donne, i cavalier, l'arme, gli amori,
le cortesie; l'audaci imprese



que inspiraron el Orlando furioso. Oigamos á Ercilla:


No las damas, amor, no gentilezas
De caballeros canto enamorados,
Ni las muestras, regalos ni ternezas
De amorosos afectos y cuidados:
Mas el valor, los hechos, las proezas
De aquellos españoles esforzados,
Que á la cerviz de Arauco, no domada,
Pusieron duro yugo por la espada.



Y Camoens, al propio tiempo, decía:


Ouvi; que não vereis com vãas façanhas,
Phantasticas, fingidas, mentirosas,
Louvar os vossos, como nas estranhas
Musas, de engrandecer-se desejosas:
As verdadeiras vossos são tamanhas,
Que excedem as sonhadas, fabulosas;
Que excedem Rodamonte, e o vão Rugeiro,
E Orlando, indaque fora verdadeiro.



Compuso Ercilla La Araucana de 1555 á 1360, «en la mismo guerra y en los mismos pasos y sitios, escribiendo muchas veces en cuero por falta de papel, y en pedazos de cartas, algunos tan pequeños, que apenas cabían seis versos, que no me costó después poco trabajo juntarlos»; como el propio Ercilla nos refiere: ¡Lástima grande que no nos hubiera dejado dicho Camoens también cuándo y cómo fué componiendo sus Lusiadas! ¡Lástima, igualmente, que sus contemporáneos no hubiesen llenado este vacío con veraces y sólidos testimonios! El de mayor autoridad corresponde á 1569, fecha en que Diego de Couto lo halló en Mozambique, acabando «de aperfeiçoar as suas Lusiadas.» En   —120→   el año anterior había solicitado Ercilla autorización para publicar La Araucana, como lo prueba la Real licencia, que data de 23 de Diciembre de 1568. En 2 de Marzo siguiente está fechada la dedicatoria á Felipe II, monarca que fué también gran admirador del épico portugués, como lo prueba, aparte de las Glosas de versos de Camoens que se le atribuyen, y de que trataremos en otra ocasión, el hecho, que Faria y Sousa y Nicolás Antonio nos cuentan como cosa sabida, esto es, que cuando entró en Lisboa el año de 1580, deseoso de ver á Camoens, «mandó que se lo truxesen, y se mostró pesaroso de oír que pocos meses antes era fallecido.»

Prescindo aquí, porque carecen de pruebas fehacientes, de las diversas y contradictorias especies sustentadas por algunos críticos de la nación vecina respecto á la fecha en que Camoens dio principio á su epopeya. El primer canto existía ya en 1557, fecha, en que lo copió Luiz Franco Correia, cuya copia se guarda en la Biblioteca Nacional de Lisboa. Con mil trabajos compuso otros más, que estuvo á punto de perder, como es sabido. Terminó los últimos en Lisboa, después de su venida de la India en 1570. Un año antes, en 1569, fué publicada La Araucana. Hasta la segunda mitad de 1572 no salieron á luz Os Lusiadas.

¡Singular coincidencia! Camoens, como Ercilla, contaban igualmente, al solicitar los privilegios de impresión de sus poemas, con aumentarlos con nuevos cantos. En el de Os Lusiadas se dice que «se o dito Luiz de Camões tiver accrescentado mais alguns cantos, tambem se imprimirão.» Camoens no compuso ninguno más, que sepamos, ni antes ni después de la impresión de su poema; por el contrario, Ercilla escribió, no sólo nuevos cantos, sino dos nuevas partes de La Araucana, publicadas mucho más tarde, la segunda en 1578, y la tercera en 1590. De este modo, La Araucana, tal y como vino á quedar con dichas partes, vio la luz pública después de Os Lusiadas en la primitiva y única forma en que los dejó el poeta.

Ercilla, pues, precedió á Camoens en más de tres años en la publicación de su primitiva Araucana; pero carecemos de datos positivos que nos permitan establecer fundadamente la precedencia histórica de ninguno de los épicos en lo tocante á los comienzos de sus respectivos poemas. Cuestión sería ésta en todo caso de   —121→   subalterna importancia, ante la verdaderamente capital en la materia, esto es, que ni Camoens influyó en Ercilla lo más mínimo, ni Ercilla en Camoens; que sus poemas son absolutamente originales y que los vínculos que enlazan los nombres de Ercilla y Camoens, á pesar de las diferencias de asuntos particulares de La Araucana y Os Lusiadas, y de las que respectan á las cualidades y merecimientos artísticos de uno y otro poeta, que otra vez, comparativamente examinaremos, se fundan esencialmente en que Os Lusiadas, como La Araucana, son de igual modo frutos de una misma escuela, los primeros que cantan las empresas ultramarinas y los más valiosos que en el orden histórico y artístico la representan en la historia literaria de la Península.

En España, Camoens, su magistral poema y sus obras líricas, disfrutaron siempre la admiración y las alabanzas merecidas. Cervantes, en La Galatea, califica Os Lusiadas de singular tesoro, al encomiar la versión castellana de Caldera, y en Don Quijote nos cuenta cuando en la nueva y pastoril Arcadia dijeron las zagalas á Don Quijote «que traían estudiadas dos églogas, una del famoso poeta Garcilaso y otra del excelentísimo Camoens, en su propia lengua portuguesa.» Herrera, en sus Comentarios á Garcilaso, habla de Camoens con especial admiración, alabando «aquella hermosa y elegante obra de sus Lusiadas.» Y Lope, en su Laurel de Apolo, veía al gran poema


Postrando Eneidas y venciendo Iliadas.



En un mismo año, el de 1580, fué traducido dos veces al castellano, una por Benito Caldera, y otra por Luís López de Tapia. En la Biblioteca Nacional de Lisboa, se guarda un ejemplar de esta última versión, que perteneció á Camoens y que tiene en la portada su nombre de puño y letra del gran épico. Estas versiones precedieron en mucho á las primeras que conocemos en los demás idiomas, como la inglesa, de Fanshaw (1655), la italiana de Paggi (1658), la francesa de Duperron de Castera (1735) y las restantes. A ocho asciende hoy el número de las traducciones castellanas, mayor que en ninguna otra lengua.

Once veces, durante el reinado de los Felipes en Portugal, fué   —122→   dada á la estampa la magnifica epopeya, una de estas en Madrid, en 1639, comentada en castellano por Manuel de Faria y Sousa. Al frente de la mayor parte de las ediciones de Os Lusiadas, hasta la de Lisboa de 1782, se da á Camoens el título de Príncipe dos poetas de Hespanha.

En el mismo período de los Felipes, recibió también grande, impulso la historia de Portugal con publicaciones, tan valiosas como los primeros volúmenes de la Monarchia Lusitana, dedicados por los Britos y Brandaons á aquellos Reyes y bajo sus auspicios publicados. Asimismo, por encargo de estos monarcas dió á luz Lavanha, en Madrid, 1615, la Quarta decada, de Juan de Barros, y compuso y publicó de 1602 á 1616 la Quarta, Quinta, Sexta y Séptima, el cronista Diogo de Couto. Por último, en 1628, salió á luz en Madrid, en castellano, el Libro nono de la Tercera Década, de Barros, dedicado por el Conde de Ericeira al Conde-Duque de Olivares. ¿Se quieren mayores pruebas del favor dispensado por los Felipes á la historia portuguesa, y del interés que ésta inspiraba en España?

Después de lo dicho, no hay que recurrir á otras pruebas para evidenciar lo que tan claro resulta, á saber, que ni Camoens fue jamás extranjero en España, ni el gran poema portugués mirado nunca como suele mirarlo la novísima é insipiente patriotería de algunos portugueses, esto es, como bandera de odios ni de aislamientos, sino por el contrario, como enseña de paz y de concordia entre las dos naciones hermanas.

España no fue nunca para Camoens un pedazo mayor ó menor de la Península, sino la Península entera:


Eis-aquí se descubre a nobre Hespanha,
Como cabeça alli de Europa toda,
Em cujó senhorio, e gloria estranha
Multas voltas tem dado a fatal roda:
Mas nunca poderá com força, ou manha
A fortuna inquieta por-lhe noda,
Que lha não tire o esforço, e ousadia
Dos bellicosos peitos, que em si cría.



Esta Hespanha


Com nações differentes se engrandece.



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Portugal es:


Huma gente fortísima de Hespanha.



Y si ve


..... quasi sume da cabeça
De Europa toda, o reino Lusitano,
Onde a terra se acaba, e o mar começa,



si se deleita en su amor y en su alabanza desde el principio hasta el fin del poema, no es nunca para menospreciar, ni menos aborrecer, los demás pueblos de la Península. Al referir las guerras que turbaron, por veces, la paz y la armonía de portugueses y castellanos, habla el portugués, más en términos parecidos á los que hablaron en casos semejantes castellanos, aragoneses y navarros, al tratar de las que yo llamo guerras civiles de la Península; sin predicar jamás indignamente odios eternos, aislamientos absurdos ni vejatorios protectorados, y lo que es más alto y más noble todavía, sin incurrir nunca en injusticias y ruindades, ajenas en un todo á la grandeza de su alma. Por el contrario, Castilla, en su poema, es un pueblo grande, raro, temido, soberbo, potente, ingente, sublime, a quien llega á llamar, tan admirablemente que ningún castellano podría superarlo,


Restituidor de Hespanha, e senhor della.



En política europea, nuestros enemigos entonces son los de Camoens. La solidaridad peninsular es tan viva en su corazón, tan idénticas son sus aversiones y simpatías con las nuestras, que ningún español podría aventajarle en el pesar con que dice á Italia que la ve sumergida


en vicios mil o de ti misma adversa;



en el menosprecio con que llama á los alemanes ganado soberbio (soberbo gado); en la repugnancia con que mira al duro inglez, que


nova maneira faz de Christandade;



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ni en la indignación con que, encarándose con Francia, le dice:


Pois de ti, Gallo indigno que direi?
Que o nome Christianissimo quizeste,
Não para defendel-o, nem guardal-o,
Mas para ser contra elle, e derribal-o!



¿A qué alargarnos más con nuevas demostraciones? Camoens, portugués, pero oriundo de hidalga familia española, como sus biógrafos portugueses reconocen, amante fervorosísimo de la independencia de su Portugal, y enaltecedor de él cual ninguno, que pensaba y sentía en todo lo esencial como sus Hermanos de la Península; que cultivó y fué maestro de la lengua castellana; que colaboró con los ingenios de Castilla en el florecimiento artístico de la Península, debió seguramente parte de su grandeza á esta complejidad admirable, á esta amplitud de su pensamiento y su corazón, que lo permitía amar á un tiempo á la tierra portuguesa y á la tierra española, amores nunca es esencialmente antitéticos, sino perfectamente armónicos por ley de la naturaleza y de la historia.





Madrid, 7 de Enero de 1891.



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