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291

Se hallan en Ob. Comp. 4, 516-518, 518-519, 520-521. Estos títulos o epígrafes, en tercera persona, obviamente no se los dio Sor Juana, sino el editor (o editores) de la primera edición del Tomo III póstumo de sus obras antiguas, donde se publicaron estos escritos religiosos.

 

292

La Docta explicación del misterio... está fechada el 17 de febrero de 1694, la Protesta... el 5 de marzo del mismo año y la Petición... no tiene fecha. De los tres documentos del convento, pasaremos por alto el de la profesión de la monja en San Jerónimo (24 de febrero de 1669); tendremos en cuenta la ratificación de esa profesión, fumada con su sangre, el día 8 de febrero de 1694 y el pequeño escrito, sin fecha, donde dice: «que he sido y soy la peor que ha habido» y «la peor del mundo» y donde pide que «aquí arriba» se anote el día de su muerte. La secuencia, siguiendo las fechas y el tono progresivamente más contrito o angustioso de estos documentos, sería 1) el del 8 de febrero, 2) el del 17, 3) el de la Petición... sin fecha, 4) el del 5 de marzo y 5) el de la petición de que se anote su muerte (sin fecha), todos del mismo año 1694. Esto apoya la tesis de que la decisión de retiro de las letras no se produjo en seguida después del asunto de las cartas (incluida la Respuesta), ni en el mismo año en que se escribió ésta (1691), ni en el año y pico que siguió. Recordemos que los villancicos de Santa Catarina, lo más agresivamente «feminista» de la obra de Sor Juana, se escribieron y se cantaron en Oaxaca (1691; existe edición mexicana suelta de ese año, Ob. comp. 2, 431) obviamente para la fiesta de Santa Catarina que se celebra el 25 de noviembre; se escribirían dentro de los seis meses anteriores. Es decir, Sor Juana no sólo defendió en la Respuesta su derecho, y el de toda mujer, a escribir y disentir de los grandes varones de su tiempo, sino que, en la práctica, remachó ese derecho al escribir y cantarse, meses más tarde tales villancicos. Estos serían de las «otras cosillas [que] escribiere» que había prometido enviar al obispo de Puebla hacia el final de la Respuesta. De todos, los de santa Catarina son los únicos villancicos que se cantaron fuera de México y Puebla. Esto, creo, debe decirnos algo: el obispo de Puebla, Fernández de Santa Cruz, después del apoyo (ambiguo si se quiere) prestado en la cuestión de las cartas, no estimaría oportuno y sí comprometedor dejar que se cantaran esos villancicos en su catedral, pero buscaría la ayuda de algún amigo de otra diócesis y ese sería el obispo Sariñana de Oaxaca. Recordemos que, en todo caso, se publicaron en Puebla, probablemente promocionados por Fernández de Santa Cruz (en Oaxaca no había aún imprenta). Calleja está en lo cierto al darnos la fecha de 1693 para el cambio de vida de la Fénix. Creo que esta crisis de la monja debe situarse hacia finales del año 1693; a principios del 94 es cuando intensifica lo de hurgar en su conciencia y se ve compelida, por algún motivo que desconocemos, a patentizar explícitamente por escrito estas preocupaciones. Es por entonces que debe colocarse, también, la llamada al padre Núñez de Miranda y su período ascético, aquello que se ha dicho expresó éste: que Juana Inés no corría en la virtud, sino que volaba. La muerte la esperaba sólo un año y pico después. La «conversión» de Sor Juana debe colocarse a finales de 1693, aunque, naturalmente, es difícil determinar los comienzos de estados relacionados con lo espiritual-psicológico. Agradezco a Antonio Alatorre su crítica sobre esta nota particularmente.

 

293

Sor Juana profesó «especial devoción a María», no sólo a partir de la Docta explicación como señala Octavio Paz (565), sino desde antes, como lo atestiguan estos escritos. Véase la nota 16.

 

294

Alberto G. Salceda (Ob. comp. 4, 663) dice que se escribirían entre 1684-1688, fechas que acepta Josefina Muriel.

Los Ejercicios de la Encarnación aparecen en todas las ediciones pertenecientes al Tomo II: Madrid, 1700; Lisboa, 1701; Barcelona, 1701; Madrid, 1714 y Madrid, 1725.

 

295

Menéndez y Pelayo, 280. Véase ahí mismo 264-272. Véase también a Sainz Rodríguez, Introducción, 100-105, e Historia de la teología española 2, 255-256.

 

296

Sainz Rodríguez, Introducción, 20. Las cursivas son del autor. Véase también en la misma obra 26-27. He utilizado así mismo, Historia de España, vol. 16, «El siglo del Quijote»; Historia de la espiritualidad; la Enciclopedia Espasa-Calpe y la New Catholic Encyclopedia, para cuestiones relacionadas con esta parte.

 

297

Sainz Rodríguez, Espiritualidad, 225-230. Referencia al antifeminismo de Melchor Cano: Historia de la teología española, I: 672.

 

298

Sainz Rodríguez, Introducción, 242. Véase lo que dice San Ignacio en sus Ejercicios: «Contemplación para alcanzar amor. Nota. Primero conviene advertir en dos cosas. La primera es que el amor se debe poner más en las obras que en las palabras».

 

299

Las novenas son oraciones que se rezan durante nueve días, privada o públicamente, generalmente antes de una fiesta religiosa, para obtener gracias o favores especiales. Se diferencian de la octava, que son los ocho días que siguen a una fiesta y forman parte de la liturgia. Según los diccionarios consultados, se pueden considerar un triple triduum. Se ha sugerido que los nueve días que los Apóstoles estuvieron en Jerusalén en espera de la venida del Espíritu Santo, pudieron servir como prototipo escritural de la novena, pero, por otra parte, se dice que esta devoción fue primero introducida, no como preparación para una ocasión significativa, sino como observancia de un periodo de duelo según hacían los griegos y los romanos (novendialia), así como otros pueblos antiguos. En la Iglesia Católica todavía se observa esta tradición en el duelo de nueve días que se guarda al Papa al morir.

 

300

Véase por ejemplo, Historia de la teología española, 2, 28, 56-58 y los Ejercicios: «El primer día y primera contemplación es de la Encarnación...» (45-46). Se resume así en una cita de Juan de los Angeles: «Al fin es admirable cópula la que se hace de lo alto de Dios y de la nada del hombre» (Menéndez y Pelayo 284). Con todo, Sor Juana no sólo se aprovecha de la tradición mariana, sino que tenía base eclesiástica para dedicar a María la meditación esencial de sus oraciones. Véase una pequeña muestra en Vida del espíritu para tener oración y unión con Dios, Madrid 1649, Lisboa, 1645 (donde se publicó por primera vez «No me mueve, mi Dios...»), parte tercera, cap. XIII: «De la manera que la alta contemplación se ha de tener con los misterios de Cristo y con nuestra gran Señora... También de aquesta manera, cuando nuestro entendimiento se volviere a la fuente de piedad por quien Dios nos redimió, conviene a saber, a la Universal Señora de todo cuanto no es de Dios, no ha de pensar...» (Sainz Rodríguez, Espiritualidad, 178). La Encarnación se celebra o celebraba el 25 de marzo.