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81

Véanse en mi artículo «El Barroco de la contra-conquista...» (núm. 1), nota 3, explicaciones más detalladas sobre este asunto.

 

82

La navegación como tal tiene orígenes remotos. Rostovtzeff (cap. XII, 177) menciona que el imperio marítimo de Creta había alcanzado su más alto nivel ya para el tercero y segundo milenio antes de Cristo; se había disuelto para el siglo 1400 transfiriéndose su sistema político y cultural hacia los pequeños reinos del mar Egeo que se habían desarrollado en las costas de Grecia y Asia Menor. Añade más adelante: «The old routes to the sources of this wealth were never forgotten: the Greeks inherited this knowledge from the Aegeans. From the same source they learned the art of navigation, the tradition of which had never died out in that sea» (187). Véanse también a Hammond, la introducción y los capítulos 2 y 3 (1-60); y a Fine: «The Early Aegan World», 1-25.

 

83

Véase en la sección «El gongorismo de Domínguez Camargo» de la edición de Meo Zilio, el estudio de varias fuentes gongorinas en las que se basó el colombiano para la elaboración de algunos de sus textos (LXV-XCV).

 

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Para más ejemplos sobre estos temas: codicia, navíos, véase a Pellicer, 448. María Rosa Lida da cuenta de «metáforas náuticas» en la página 337 aumentando, con referencia a Curtius, el número que éste tiene en su libro. Véanse también el libro de Beverley sobre Góngora y su interpretación de condena al imperio de ultramar, y el artículo de Maurer que trata los temas mencionados en su aspecto moralizante en relación con la obra de Quevedo.

 

85

Véase lo que dice Carilla (1948): «pudiera pensarse a través de su obra más considerable (Poema heroico de San Ignacio de Loyola), que Domínguez Camargo es poeta épico. Sin embargo el poema nos muestra, por encima de imprecisas y vagas distinciones de géneros literarios, que su valor es más lírico que épico», 11.

 

86

Véanse los comentarios sobre la haya que hace Vilanova en pp. 639 a 641. Para el cotejo de los versos de Góngora y del colombiano, véase el apéndice.

 

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El Istmo de Panamá queda muy cerca de donde comienza el territorio de lo que es hoy Colombia; seguramente durante la Colonia las delimitaciones establecidas posteriormente no existían: llegar al Istmo era llegar a la Nueva Granada, lugar donde desembarcó Colón en 1502 durante su cuarto viaje en el cual reconoció el río Magdalena. Anteriormente, Alonso de Hojeda había llegado, por primera vez, a las costas de Colombia en 1499; dos años más tarde Rodrigo de Bastidas exploró la costa desde el río Hacha hasta el Istmo. En 1533 fue fundada, por el gobernador Pedro de Heredia, la ciudad costera de Cartagena de Indias, a la cual Domínguez Camargo le dedicó un poema que comentaremos después.

 

88

Tampoco aparece en Domínguez Camargo la mención, generalmente de carácter triunfalista, de la nave Victoria, que aparece en Góngora en los versos que siguen, los cuales, como hemos dicho antes, son también recreados por el neo-granadino en su poema. Los versos del cordobés (466-480) más o menos corresponden a la estrofa 41 del mismo «libro» que hemos indicado para los últimos versos señalados del colombiano; en ella hallamos una mención al aljófar, gotas de agua, que le hace pensar en las perlas del cuello de «augusta Coya». Véase Maravall sobre la nave Victoria (445-446).

 

89

Véase a José Juan Arrom en el capítulo «Criollo: definición y matices» (11-26). Sobre el papel de los jesuitas relacionado con el sincretismo y la Nueva España, que puede aplicarse al resto de América, véase a Octavio Paz, 56-64. Trato estos temas, con referencia a Balbuena y a Domínguez Camargo en mi artículo «El Barroco de la contraconquista...» (notas 16 y 17) que se publicará en una colección de ensayos titulada: Relecturas del Barroco de Indias, coordina Mabel Moraña. Es aquí el n.º 1.

 

90

Véase la gran dificultad de la estrofa en la que Domínguez Camargo se ocupa de estas cosas. Se halla en el contexto de la descripción de flores que adornan el día del bautizo de Ignacio (Libro I, canto i, estrofa 39):


El que América en una y otra mina
hijo engendra del sol, oro luciente,
indiana se vistió la clavellina,
y al pie torcido, su natal serpiente
(talar su mejor hoja) se destina:
Mercurio de los huertos que, elocuente
(si el caduceo, el pie le dio y la copa)
del Inca embajador, voló a la Europa.



Intentemos una prosificación: Del [color] del hijo que América, en una y otra mina, engendra del sol, hijo que es el oro luciente, se vistió la clavellina indiana (siendo talar [larga] su mejor hoja), y a su pie torcido [la forma sinuosa de la raíz de la flor y de las venas de las minas] su natal serpiente se destina [se apunta, por comparación]: [el oro] es el Mercurio de los huertos que, si elocuente embajador del Inca, voló a la Europa.

Es decir, el oro, la clavellina indiana de color amarillo y la serpiente se comparan por su color, forma o movimientos «torcidos». Esos tres vocablos nombrados se refieren a un metal, una planta y un animal que se hallan en «los huertos» americanos. La palabra «talar» creemos que es adjetivo; hoja talar quiere decir hoja larga, que, como ropa talar, le llega a la flor hasta los pies. (Puede haber contaminación con la acción del verbo talar; era frecuente en el barroco la asimilación de más de un significado). En los tres últimos versos de la estrofa, se toma aisladamente al oro y se elucubra sobre la posibilidad de que Mercurio, el dios volante y mercader, le haya prestado no sólo su pie volador (Mercurio usa sandalias que tienen alas) sino también sus otros atributos (el caduceo y la copa), y así de esta manera, el oro, como elocuente embajador del inca (Mercurio era el mensajero de los dioses del Olimpo), voló a Europa. Tengamos en cuenta la enorme complejidad de Mercurio: dios relacionado con el aire, dios de la riqueza, del comercio, de los viajeros, de la oratoria y de la elocuencia, entre otros, y, -conviene notarlo en este caso-, de los ladrones. Estos atributos de Mercurio, a los que Domínguez Camargo parece referirse en esta estrofa son: la rapidez con la que podía moverse en el aire, la elocuencia, la riqueza y el robo, todo con referencia al oro de América. Señalemos también que el caduceo que lleva en la mano, el símbolo de los médicos, tiene entrelazadas en la vara dos serpientes, que quizá fue lo que llevó al poeta a pensar en su «natal serpiente». Hemos cambiado la puntuación de esta estrofa de acuerdo con nuestra interpretación.