Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

  —17→  
Antonio Moreno

Antonio Moreno (Alicante, 1964). Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Alicante. Ha publicado los libros de poesía Libro del yermo (1993 y 1996), Solar antiguo (1996), Visión del humo (1998), Metafísicas (2001) y Polvareda (2003), así como los libros de prosas Alrededores (1995) y Partes de un todo (1999). Ha traducido al castellano El primer llibre de les èglogues (2002), de Vicent Andrés Estellés.

La prosa «Canto y pensamiento» es inédita.

  —18→  

ArribaAbajoCanto y pensamiento

Antonio Moreno


Dos son las puertas del insomnio. La primera se franquea durante las primeras horas que le corresponden al sueño, cuando los minutos le arrastran a uno y le obligan a probar diferentes posturas en la cama. La segunda se abre más bruscamente, en mitad de la noche, tras despertar de pronto azorado por una obsesiva alarma o sin motivo alguno. Ambas pueden conducir a situaciones de desvarío y desesperado abatimiento, aunque algunas veces, como hoy, llevan a una ventura imprevista, a una claridad del corazón que es una gracia venida desde no se sabe dónde.

Faltaba todavía para que despuntase el alba. Salí, como acostumbro, al balconcillo y, ya al correr el cristal de la puerta, entró en la sala el cántico desleído de un ruiseñor. No me paré a pensar en lo impropio que es oír por aquí ese pájaro, sino a sentirlo cautivado, como quien escucha por primera vez una música para él destinada. Los semáforos de la esquina cambiaban de color en la avenida desierta, y el canto cesaba y resurgía, se extinguía y regresaba del silencio una y otra vez. Llegaba de los pinos del cauce próximo, recogido en el tiempo esquivo de su propia melodía. Lo era todo para mí. Si de verdad vivimos el presente, mientras dura, cuanto en él sucede lo es todo. Y ahí estuvo conforme avanzaba la madrugada y se acercaba el despertar de las calles con su ruido. Pasé de nuevo adentro y cerré la puerta. No tardó en aparecer la primera luz solar, una luz muy cobriza que tras cada amanecer toca durante un breve término los estantes de madera y los lomos de los libros en un ángulo del cuarto. Ahí realzaba el brillo de los tejuelos, el color de los cartones y de las telas, y después se desplazaba hasta la pared con un resplandor cada vez más deslumbrante que siempre obliga a bajar la persiana hasta más allá del mediodía.

Cuánto pueden favorecer toda una jornada instantes que son un soplo al lado de las largas horas de la rutina, que no son nada para nadie, pero que valen por todo un día porque nos bendicen con su divino vuelo. Un semicírculo de tornadiza luz es el espacio de tiempo que media desde el orto hasta el ocaso, y bajo esa extraña bóveda celeste sólo nos alcanza ese fuego, si es que nos toca, durante el escaso margen que ilumina nuestro ángulo. Pensaba en el canto del ruiseñor y en la condición del humano pensamiento, siempre errático, anhelante, excluido en su intento de apropiarse del mundo. Pero pensaba también que tal vez ése haya sido el singular arbitrio tomado por la naturaleza con nuestra especie, una caprichosa forma de canto a partir de dudas, rebuscas, tanteos y dicciones, un canto cuyo momento más prodigioso tiene lugar cuando se detiene un instante, escucha un pájaro en la noche y calla.