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Letra del Prólogo

                                            Hoy cumplo aquí
          lo que ofrecí.
   Dispénsame mi san fason
por si cometo alguna indiscreción.
   Miré tus FUEGOS ARTIFICIALES
y entusiasmado dije al final:
-No hay en el mundo otro Felipe
con tanta chispa, con tanta sal.
   �Qué galanura la de tu estilo!
�Qué de ocurrencias! �Cómo a granel
has derramado �la mar� de chistes
y de bellezas sobre el papel!
          �Qué modo de escribir!
          �Con qué facilidad
divierte tu gentil FOGOSA inspiración
          a media humanidad!
   Se ve bien claro que has estudiado,
la �pirotecnia� con interés,
porque tus FUEGOS los ve con gusto
lo mismo el ruso que el portugués;
y por si alguno creyó un instante
que a ti la pólvora se te mojó
con estos FUEGOS le has demostrado
          que se halla errado
          en su opinión.
   No se me olvida tan fácilmente
          el sitio y día
que tuve el gusto de escuchar
          aquel libreto
          de LA GRAN VÍA
que ha dado luego tanto que hablar.
   Creo, Felipe, que el prologuito
se te va haciendo pesado ya;
dispensa, chico, pues ya no falta
más que un momento de canturrear.
   Tú me quisiste de prologuista;
pues si a tu gusto no lo hago bien,
tú lo quisiste, no es culpa mía.
�Tú lo quisiste! �Tú te lo ten!
   Debe el Municipio hoy,
porque es lógico, acordar
que se ofrezcan estos FUEGOS por festejo
en cualquier solemnidad.
   Y se lo ha de agradecer
de verdad la población;
porque así con buen deseo
          unirá el recreo
          con la ilustración.
   (Éste es un intermedio que se hace siempre
          para volver a repetir el �tema�, que es ya �manía�
          más de una vez.)
   Debe el Municipio hoy, etc.
____
 
   Llegó la hora, llegó el momento
de que te deje, Felipe, en paz,
pues sólo faltan doce compases,
doce tan sólo, para el final.
   Adiós, Felipe, que te conserves
siempre FOGOSO, contento y bien;
y el cielo quiera que con tu libro
logres a un tiempo gloria y parné.
          �Adiós Felipe, adiós!
          No tengo más que hablar.
          Ya sabes que soy yo
          tu amigo de verdad.
                                 Federico Chueca.


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Servidor de ustedes

                                     Este apunte -y Dios me libre
de equívocos maliciosos-
obra de Alfredo Perea,
retrata el cuerpo y el rostro
del autor de este librejo, cuyo título �vistoso�
de FUEGOS ARTIFICIALES
no puse por más �sonoro
y brillante y llamativo�,
sino por ser el más propio.
 
   Los artículos y versos,
que verá el lector piadoso,
son fuegos artificiales,
que un rato alegran el ocio;
mas que si lucen y suenan
se apagan y mueren pronto
sin dejar recuerdo alguno,
tras el momentáneo gozo,
sin despertar entusiasmo
y sin producir asombro.
 
   Y así como cuando hay fiestas
y popular alborozo
y fuegos artificiales
lo mismo aquí que en Logroño,
lo mismo en París que en Londres,
y en Pinto que en Valdemoro
los �amenizan� con músicas,
que son el mejor holgorio,
Chueca �ameniza� mis FUEGOS
con una mazurca-prólogo
digna del nombre y la gracia
del compositor famoso,
y que es, sin disputa alguna,
lo único bueno del tomo,
aunque, en la letra, el afecto
le obligó a echarme piropos,
que me han puesto colorado
porque soy muy ruboroso,
muy cándido, muy modesto,
muy sencillote... y muy �corto�.
 
Ya que hablo de �mis virtudes�
ahora vendría a propósito
seguir la moda, cogiendo
a la ocasión por el moño
y hacer mi auto-biografía
y mi �semblanza� de modo
que física y moralmente
me muestre y diga: �Ecce homo!
Pero ya hace tiempo dije
esto que repito y copio,
porque viene a pelo y sirve
de introducción para el tomo.
 
   �Hay algo que es más difícil
que conocerse a sí propio,
el haberlo conseguido
y decir: Ya me conozco
y voy descaradamente
a declarar coram pópulo
mis defectos y bondades,
mis excelencias y oprobios,
con merecidas censuras,
y legítimos elogios.
 
   El hacer mi biografía
no es cosa fácil tampoco,
porque en mi vida no tengo
hecho notable, y supongo
que al público no le importa
de fijo, mucho ni poco,
que haya nacido en Sevilla
o que naciera en el Congo,
que fuera el cincuenta y cuatro
o fuera el sesenta y ocho,
que echase pronto los dientes
o no los echara pronto,
que de chico fuera un lince
o que pareciera un topo,
que me haya criado enclenque
o saludable y rechoncho,
que me gustaran las chicas
lo mismo que a cualquier prójimo,
y que haya tenido chicos
lo mismo... que cualquier otro;
que haya estudiado Derecho
para dedicarme �al foro�
y que después... �me torciera�
para �meterme� a autor cómico
y dedicarme �al proscenio�
con peligro de ir �al foso�.
 
   Eso... �qué le importa a nadie?
Si yo, andando el tiempo, logro
ser �hombre célebre�, entonces
no han de faltarme biógrafos,
españoles o extranjeros,
sean cristianos o sean moros,
Cide-Hamete-Benengelis
o Plutarcos... u Homobonos,
que revuelvan los archivos
para sacar de entre el polvo
de legajos y papeles
los datos más minuciosos
y poder decir �al mundo!
si fui flaco o si fui gordo,
si fui guapo o si fui feo,
si fui listo o si fui tonto,
si me �libré del servicio�
o si �cargué con el chopo�,
si iba de fraque y chistera
o de americana y hongo,
si me mordía las uñas
o me comía los codos,
si me dejaba melena
o llevaba el pelo corto,
si me gustaban las trufas,
si tomaba el café solo,
si era alegre o taciturno,
si era amable o si era hosco,
si escribí aquella GRAN VÍA,
que corrió de �polo a polo�
por antojos de la suerte,
�benditísimos antojos!
Si escribí piezas, artículos
y muchos renglones cortos
y, en fin, si en mi vida hice
esto... y aquello... y lo otro...
 
   Pero si, por mi desgracia,
nunca llego a ser famoso,
�qué le han de importar al mundo,
mis actos?... (Y aquí entran todos;
los que �hago� y los que �escribo�.
para Lara y para Apolo,
para Eslava y para Price
y para el Príncipe Alfonso.)
 
   Mas ya que de mi persona,
esta vez a hablar me pongo,
una cosa �interesante�
quiero hacer constar tan sólo.
Por qué escribo diariamente
sin descanso ni reposo
para todos los teatros
y en revistas y en periódicos,
dando ocasión a que digan
muchos lectores a coro:
�Escribe más que El Tostado�,
y a que le repliquen otros:
�Pues no vemos la tostada,
porque es abuso y no flojo�.
 
   No es que me guste el trabajo,
porque a mí me encanta el ocio;
no es que �bulla� en mi cerebro
la inspiración de tal modo,
que tenga que dar al grifo
a fin de que salga el chorro,
y no se me rompa el cráneo,
desbordándose el meollo...
Es porque soy de Sevilla
y soy muy supersticioso,
y pienso que mi apellido
me pusieron a propósito
para obligarme al trabajo,
si he de evitar el sonrojo,
siendo Pérez, de que puedan
decir que soy Pérez-oso.



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Mis declaraciones íntimas

A D. CARLOS FRONTAURA                                  

                                         Como ahora se dedica ya la gente
a hacer Declaraciones
y es moda confesar públicamente
los gustos y caprichos y aficiones,
echándolas de franco o de modesto
(con reservas mentales, por supuesto),
yo no quiero que pasen ya más días
sin hacer coram pópulo las mías,
porque voy sospechando que estarán
esperándolas todos con afán.
   �Cómo podrán vivir ya mis lectores
muy especialmente mis lectoras,
sin saber si distingo de colores,
si gusto de judías o de moras,
(de moras y judías comestibles)
si tengo rasgos buenos o terribles,
si el vino lo prefiero nuevo o rancio,
si soy admirador de Don Venancio,
si me quiero morir de gusto o risa
y si me encanta el nombre de Artemisa?
   Dejarlos en tan fiera incertidumbre
me causaba espantosa pesadumbre;
mas ya, �gracias al cielo!
puedo satisfacer aquel anhelo,
y ahí, lectoras curiosas,
van mis Declaraciones... no amorosas.
 
DECLARACIONES ÍNTIMAS
Felipe Pérez y González.
   El rasgo principal
de mi carácter... Escribir muy mal,
porque tengo, y lo digo con rubor,
un carácter... de letra que da horror.
Cualidad que en el hombre yo prefiero.
La que más me conviene,
y yo mejor por tanto considero:
no ser reventador... cuando yo estrene.
Cualidad que prefiero en la mujer.
Ya la pueden ustedes suponer:
no ser reventadora
ni cuando estrene ni a ninguna hora.
Mi principal defecto.
El confesarlo cáusame molestia.
�Ser probo, digno, sabio, noble y recto!...
(Así lo dicen todos con modestia).
Ocupación que, a no dudar, me agrada.
La que a todos les gusta. No hacer nada.
Sueño dorado mío... Como un leño
con frecuencia me suelo yo quedar;
pero confieso a ustedes que mi sueño
lo tengo todavía sin dorar.
Lo que sería mi mayor desgracia.
Que estas �declaraciones� no hagan gracia,
y debo confesar si se me apura
que es desgracia que tengo por segura.
Lo que quisiera ser. Ministerial,
porque así nada encontraría mal,
(sin contar, por supuesto,
con que algo iba a sacar del presupuesto).
País en que quisiera yo vivir.
Pues... �Jauja!... Eso ni tiene qué decir,
El color que prefiero yo... Cualquiera,
no siendo el lila, que es el que me altera.
Flor que prefiero. Estando constipado
la �flor de malva� siempre... y es probado.
Animal que prefiero. Don... �Qué aprieto!
A poco digo el nombre de un sujeto.
Mis poetas favoritos. Lo declaro,
aunque me tachen por el gusto raro.
Los dos que meten, con razón, más bulla:
Felipe Pérez y José Carulla.
(De prosistas, pintores
y de compositores
nada quiero decir, y es lo oportuno.
Así no me disgusto con ninguno.)
Mis políticos... Sólo los que son
políticos... por buena educación.
Héroes que en la novela admiro más.
Lo dirá en confianza
para no parecerme a los demás.
El insigne escudero Sancho Panza.
Héroes que admiro, de manera igual,
en la vida real.
Todos los españoles que en el día
soportan al Gobierno... y compañía,
Manjares y bebidas que prefiero.
Yo como el general(1) digo: Cualquiera.
Lo que yo más detesto... Mi casero,
que a principios de mes es una fiera.
Hecho histórico que es en mi opinión
el digno de mayor admiración.
�La creación del mundo!
(Éste es un rasgo nuevo y muy profundo).
Reforma que yo juzgo más precisa.
La del mundo, que corre mucha prisa.
El don que yo quisiera... Sin ser ruin,
yo, como otros el �don�, prefiero el �din�.
Cómo quiero morirme... �Caracoles!
El declararlo tiene tres bemoles;
mas si es cosa precisa
el perder el pellejo,
yo, plagiando a un autor, diré: -�De viejo
y de gusto y de risa!
Estado de mi espíritu. Tranquilo.
(No es cosa de decir que está uno inquieto
con el alma en un hilo,
por causa de un apuro o de un aprieto.)
Faltas para que soy más indulgente.
Las mías, como ocurre a mucha gente,
aunque hay alguna grave, soy sincero;
verbi gratia, �la falta... de dinero!
                                                   Felipe Pérez y González
   de Octubre de 1893.
 
   Ya estas Declaraciones
han dejado tranquila mi conciencia.
Pido a ustedes, lectores, mil perdones
si juzgan que abusé de su paciencia,
pero, al fin, es la moda de estos días
y es vicio general seguir las modas,
y estas Declaraciones... con ser mías,
a la postre y al fin... �son como todas!




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Uno de tantos

A D. MANUEL DEL PALACIO                                            

                             
   Pretendí de la patria ser �papá�
y mi constancia, al fin, lo consiguió:
cuanto he gastado y he sufrido yo
lo olvido al verme diputado ya.
 
Con el acta querida llegué acá
y un susto cruel la comisión me dio;
la declararon grave y dije: -�Oh!
mas la aprobaron luego y dije: -�Ah!
 
Cierto es que mi fortuna malgaste,
que disgustos y pérdidas sufrí,
que desaires y befas soporté;
 
pero, al cabo, mi anhelo conseguí
y cien veces impreso encontraré:
Don Inocencio Badulaque: SÍ



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Hombres y animales

(Estudio zoo-ilógico)

A LUIS MOROTE                                              

     -�De manera que el lance tuvo por origen?...

     -El que D. Lucas me llamó �animal!

     -�Y qué? �No lo es usted?

     D. León me dirigió una mirada centelleante, en que a la vez se reflejaba el asombro y la cólera.

     Antes que pudiera reponerse del primero, y antes que la segunda le incitase a proferir alguna inconveniencia o a intentar la provocación de otro lance conmigo, le dije sonriendo:

     -No se altere usted, amigo D. León; pero como cada día vamos desconociendo más el valor de las palabras, tergiversando su sentido y alterando su significación, no es extraño que concluyamos por no entender a los demás, empezando por no entendernos a nosotros mismos. Animales son, y usted lo sabe bien, todos los seres animados, desde el microscópico, que ocupa el último peldaño en la escala zoológica, hasta el hombre, que enfáticamente se apellida �rey de la creación�, y no faltan, por cierto, sabios y filólogos para asegurar que a él, mejor que a ningún otro, cuadra y corresponde el nombre de animal, precisamente por ser el único que se supone dotado de ánima o alma.

     Pero después de todo, y aun aceptando que el fundamento de la querella no haya sido la palabra en su sentido propio y en su acepción etimológica, y sí la intención de comparar a usted con esas criaturas, que los hombres, en nuestro necio orgullo, llamamos inferiores, dispénseme usted si le digo que tampoco veo motivo para su arrebato, ni razón para el duelo. Supongamos, si no, que D. Lucas, en vez de llamar a usted �animal! le hubiera llamado �hombre! �Se hubiera usted enfadado por eso?

     -�Vaya! �Qué tontería! De ningún modo.

     -Pues bien; ahí tiene usted ya palmaria la contradicción y evidenciado el contrasentido. Usted, a cada momento, a cada paso, dice y no le falta razón para ello que los hombres son malísimos, perversos, crueles, feroces; en fin, lo peorcito de este pícaro mundo. Es verdad que hay algunas honrosas excepciones. Ciertamente. �Y cuáles son? Fulano, que es leal como un Perro; Mengano, que es cándido como una paloma, Perengano, que es laborioso como una abeja. Es decir, tres hombres a los cuales, para enaltecerlos, ha tenido usted que comparar con tres animales.

     Y no es sólo esto. Si quiere usted elogiar la viveza de uno, dice usted que es una ardilla; si desea usted ponderar la sagacidad de otro, le llama usted lince; si pretende encomiar el arrojo de éste, se ve obligado a decir que es un león; si procura ensalzar la pulcritud de aquél, no encuentra frase más adecuada que ésta: �Es limpio como el armiño�. En cambio, si ve usted o si tiene un animal en que están reunidas todas esas hermosas cualidades, nunca se le ocurrirá decir que es leal, vivo, laborioso, sagaz o valiente como un hombre.

     Usted mismo, cuando quiere exagerar su actividad y su eficacia, demostrando el deseo de cumplir con prontitud cualquier encargo de un amigo o cualquier orden de un superior, �que dice? �Iré a escape�, es decir, como los caballos; �lo haré volando�, esto es, como los pájaros. Pocas veces se le ocurre a usted decir que irá o lo hará deprisa, sin perder el tiempo �vamos! como los hombres.

     �Y si fuera esto sólo! Usted, que ha perdido los estribos porque D. Lucas le ha llamado �animal!, que se ha enfurecido hasta el punto de provocar un lance de honor y de convertirse en adversario del que poco antes llamaba su amigo; usted, que ha llegado por eso al violento extremo de dirigir contra otro hombre un arma homicida escribía, momentos antes del desafío una tristísima carta de despedida a la mujer que ama, por si tenía la desdicha de sucumbir en el lance. En esa carta la llamaba usted cándida paloma, tórtola viuda, y entre otras lindezas por el estilo le decía usted �mona!

     �No es así? Pues bien; su enamorada Dulcinea derramó lágrimas de dolor pensando en el peligro a que se hallaba expuesta la preciosa vida de usted, y agradeció con toda su alma aquellas frases, que eran para ella dulcísimas ternezas y gratísimos piropos. Sin embargo, no me negará usted que la había llamado �animal! por partida triple.

     Y en cuanto a lo de �mona!... Usted es incapaz de llamar a su novia �fea�; en primer lugar, porque no lo es; en segundo, porque aunque lo fuera, �al que feo ama hermoso le parece�, que dice el refrán, y en último caso, aun cuando pudiera parecerle horrible, porque es usted hombre bastante bien educado para no ofender a una mujer con impertinencias de ese género. Y, no obstante, se permite usted llamarla mona, es decir, el animal más feo, más asqueroso, más repugnante y menos ideal que conozco.

     Usted sabe que cuando se quiere ridiculizar a una mujer fea por usar adornos, afeites y composturas para encubrir su fealdad, se dice que �aunque la mona se vista de seda, mona se queda�. Usted no ignora que para dar precisa idea del estado de embrutecimiento, de abyección y, de torpeza a que llega un hombre beodo, se dice que tiene �una mona�. Y usted, a pesar de eso, llama �mona! a su novia y se ofende, se enfurece y se bate, porque le llaman a usted �animal!

     Cierto es que, después de todo, no es usted el único a quien tal cosa sucede. La inmensa mayoría de los hombres adolecen del propio defecto, incurren en igual contradicción y cometen la misma injusticia.

     Todos reconocemos, por ejemplo, la nobleza y la lealtad del perro; todos referimos los actos heroicos, sublimes, de esos animales, que en tantas ocasiones han salvado la hacienda y han defendido la vida de sus amos, con riesgo y aun con sacrificio de la suya, mereciendo por ello los expresivos dictados de �guardián de la casa� y de �fiel compañero del hombre�.

     Todos nos hemos conmovido oyendo referir las proezas insignes de los famosos perros del monte de San Bernardo, y sin embargo, cuando somos víctimas de un engaño o de una perfidia, decimos que nos han hecho una perrería; para indicar que durante la noche hemos estado en constante inquietud o en doloroso malestar, decimos que hemos pasado una noche de perros, y para dar a entender que uno se ha envilecido, entregándose a todos los vicios, no encontramos frase más propia que ésta: se ha echado a los perros. Yo conocí a un realista que tenía por su perro verdadera adoración, y no encontraba insulto más grave y humillante para zaherir a los liberales que llamarles �perros!

     �De dónde vienen todos esos lujosos carruajes, atestados de elegantes damas, de distinguidos caballeros, en cuyos rostros se refleja la mayor alegría? De las carreras de caballos. Un cuadrúpedo, es el objeto de sus animadas conversaciones y de sus envidiables simpatías. Con la extraordinaria ligereza de sus patas ha conquistado ante aquel numerosísimo y selecto concurso un disputado, premio, concedido por el Estado o por algún ilustre personaje, premio que es cien veces, mil veces mayor que esos mezquinos o insignificantes que de tarde en tarde y como de limosna y a regañadientes suelen conceder al artista por su genio, al poeta por su inspiración, al hombre honrado que expuso su vida por salvar la de sus semejantes, al soldado valeroso que derramó su sangre por defender su patria y su bandera.

     Aquella elegante multitud, aquel ilustrado ministro, aquel elevado personaje, han considerado a un caballo que corre mucho, cien veces, mil veces superior al artista, al poeta, al inventor, al héroe sublime, y, sin embargo, llame usted a cualquiera de ellos caballo... Calígula concedió al suyo los ambicionados honores del consulado romano; hoy hacemos más, arrojamos a manos llenas, bajo las patas de algunos, los codiciados caudales de Creso.

     Para elegir a un senador, a un diputado, a un simple concejal, es necesario el voto de miles de hombres que han de reunir determinadas condiciones: para hacer rey, �nada menos que rey!, a Darío, bastó el relincho de su caballo. Y, no obstante, el último de los ciudadanos incapacitados para votar, votaría... como un carretero si se oyera llamar �caballo! por alguno.

     Al graznido de los gansos del Capitolio debió Roma su salvación cuando los bárbaros llegaron a sus puertas. Llame usted hoy gansos, siquiera sea en sentido figurado, a los que suponen que los bárbaros están, no a las puertas, sino dentro de la Ciudad Eterna, y pretenden salvarla con sus clamores... y ya verá usted lo que le sucede.

     Una humilde pollina, inspirada por Dios, apartó a Balahám de la torcida senda que seguía, dándole oportunos y saludables consejos. No intente usted siquiera la más discreta alusión a aquel animal privilegiado cuando se dirija usted a esos moralistas severos, que uno y otro día procuran apartarnos con sus amonestaciones del camino de perdición, que, según ellos dicen, seguimos, porque se expone usted a sufrir un disgusto.

     Desengáñese usted, amigo D. León; los hombres somos injustos y caprichosos. Reconocemos, a pesar nuestro, la superioridad de esos que llamamos �seres inferiores�, nos vemos sujetos a males y contrariedades que ellos nunca sufren; los vemos cuando nacen, comer y andar sin necesidad de niñeras ni de amas para casa de los padres; cuando crecen, libres de caseros, de prestamistas, de sastres y de patronas; comparamos nuestras obligaciones, nuestras necesidades diarias con las de esos animales, y nos sentimos humillados y envidiosos.

     Por eso los perseguimos, por eso los esclavizamos, por eso los maltratamos. Por eso, aun cuando algunas veces nos vemos obligados a confesar su superioridad, acaso sin darnos cuenta, sentimos después enojo invencible al vernos comparados con ellos.

     Levantose de su asiento D. León al concluir yo de decir las anteriores palabras y, abrazándome cariñosa y entusiastamente, exclamó con acento grave y con tono solemne:

     -Me ha convencido usted, amigo mío. He sido injusto con D. Lucas, y aun más injusto con los animales. A uno y otros debo una cumplida reparación. Desde hoy diré en todas partes, con verdadero orgullo, �que soy un animal!

     Y yo, levantándome también y correspondiendo con igual afecto a sus manifestaciones, no pude menos que decirle, aparentando seriedad y conteniendo la risa:

      �Hombre, por Dios! �Mire usted que yo no lo he dicho para tanto!

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