Gabriela Mistral: Premio Nobel de Literatura 1945 (a sesenta años)
Pedro Pablo Zegers Blachet
La candidatura de Gabriela Mistral al Premio Nobel de Literatura data de 1939, año en el que surge un movimiento de opinión, que nació en el Ecuador y que se propagó por toda América, reclamando el premio para la escritora chilena. Fue apoyado por la prensa de todo el continente y por las instituciones literarias de Chile y de la casi totalidad de los países americanos. Se adscriben a este llamado, las Academias de Letras oficiales, entre ellas la española.
(Entrevista concedida por Gabriela Mistral a la United Press, Río de Janeiro, 1945) |
Norberto Pinilla, estudioso de la obra de Gabriela, observa que en realidad quien tuvo la primera iniciativa fue Virgilio Figueroa en su obra La divina Gabriela, publicada en 1933, y cuyo pedido, quejumbroso y altisonante, como todo su libro, no tuvo eco alguno en su momento.
Pero no bastaba el
apoyo de las instituciones culturales de América. Era
indispensable cumplir ciertos requisitos exigidos por la Academia
Sueca en su reglamento. En primer lugar, los académicos
debían conocer al autor, por lo tanto éste
debía tener obras traducidas al sueco o, por lo menos, al
inglés y al francés. De modo que el camino no era
fácil y ofrecía muchas dificultades porque como bien
lo había señalado la propia Gabriela «el poeta es la persona literaria menos traducida
en el mundo en forma de libro»
.
Gabriela
conocía los requisitos. Desde Niza, en 1939, se los
comunicó a su comprovinciano Gabriel González Videla,
en aquel entonces Ministro de Chile en Francia. La escritora
proporcionó todos los datos que se le pedían,
añadiendo: «Yo... no me doy ninguna
diligencia en ayudarlos, aunque agradezco mucho su generosidad.
Jamás haré el papel de vocero de mi nombre literario
ni de mi obra misma»
. Lo anterior, porque creía
firmemente que eran varios los literatos de América que
podían ser distinguidos, como el venezolano Rómulo
Gallegos, el mexicano Alfonso Reyes y el brasileño Casiano
Ricardo. Lamentando que el premio no le hubiese sido concedido a
Leopoldo Lugones, agregando que «nuestra
literatura hispanoamericana es conocida en Europa sólo por
los especialistas y por los que leen español»
.
Pese a todos los
obstáculos, la campaña continuó impulsada por
el propio Pedro Aguirre Cerda. Sus poemas comenzaron a ser
traducidos al francés por Francis de Miomandre, Georges
Pillement, Mathilde Pomes y Max Daireaux. Gabriel González
Videla planeó la publicación de estas traducciones
para la cual obtuvo un prólogo de Paul Valéry.
Trabajo que Gabriela rechazó y no precisamente por falta de
aprecio al autor. «Yo tengo por Valery
-señala Gabriela en carta a Matilde Pomes- la más
cabal y subida admiración en cuanto a capacidad intelectual
y a una fineza tan extremada, que tal vez nadie posee en Europa, es
decir, en el mundo»
. Lo que ocurría, en
opinión de Gabriela es que Valéry no poseía un
cabal conocimiento del español y, por tanto, «no podía juzgar con efectividad sus
versos»
.
Sí aceptó un prólogo de Francis de Miomadre, poeta de menor altura que Valéry, pero mayormente conocido como traductor del español.
La irrupción de la guerra impide la aparición del libro, y frente al conflicto, la Academia decide suspender a partir de 1940 la concesión de sus premios, la que sólo se reanuda en 1944. La suspensión del premio, no impide la continua llegada a Estocolmo de peticiones provenientes de las más diversas instituciones y personalidades a favor de la candidatura de Gabriela Mistral. Tanto interés despertó la curiosidad del entonces secretario de la Academia Sueca, el académico Hjalmar Gullberg, quien tradujo al sueco muchas poesías de Gabriela, tomando de Desolación: «Balada», «Los huesos de los muertos», «Poema del hijo», «El niño solo», «El corro luminoso» y «Meciendo». De su libro Tala: «Adiós», «La copa» y «Beber», traducciones que dieron origen a una pequeña antología que fue publicada en 1941, bajo el título de Poema del hijo, en Bonniers Littera Magasin. La poesía de Gabriela comenzó a ser conocida por los suecos y la meta para la obtención del galardón se hacía cada vez más cercana.
Recibida oficialmente la noticia de la adjudicación del premio Nobel, Gabriela comienza sus preparativos para viajar a Suecia. La premiación se iba a realizar el 10 de diciembre y su partida había sido fijada para el día 18 de noviembre. Tenía poco tiempo para los preparativos del viaje y su preocupación se centraba en el vestido que usaría para la ceremonia y en el frío que reinaba en los países nórdicos. Fue asesorada por la esposa del ministro de Suecia quien la obligó a aceptar en préstamo su abrigo de pieles.
La acompaña
en este viaje María Ana de Terra, -como lo certifica el
pasaporte con el cual viajan a Estocolmo- esposa del sobrino del ex
presidente Terra del Uruguay. Gabriela se encontraba en muy mal
estado de salud. El 18 de noviembre, ambas se embarcan en el vapor
Ecuador. Acuden a despedirla numerosas autoridades. Entre los
presentes se encontraba el embajador de Chile, doctor Beltrami
Morales, y el ministro plenipotenciario de Suecia, señor
Ragnar Kamlin. Antes de partir, Gabriela declara a un periodista de
la Agencia Reuter: «El nuevo mundo ha
sido honrado en mi persona. Por lo tanto mi victoria no es
mía, sino de América»
.
El Ecuador arriba al puerto de Göteborg el 8 de diciembre y al día siguiente, Gabriela Mistral y María Ana de Terra toman el tren con destino a Estocolmo. A su llegada, la esperaban el ministro de Chile, Enrique Gajardo Villarroel, el presidente de la Fundación Nobel, Ragnar Sohlman y el secretario de la cancillería sueca, Bill Hagen.
La ceremonia se realizaría el 10 de diciembre a las 17:00 horas en el «Konserthuset» (Palacio de la Filarmónica) de Estocolmo. Asistirían más de tres mil invitados, entre los que se contaban los miembros de la familia real, el cuerpo diplomático, el primer ministro sueco, entre otras personalidades. La entrega del premio la haría el rey Gustavo V.
Entre los
testimonios de esta ceremonia cabe rescatar los del entonces
ministro de Chile en Suecia, Enrique Gajardo Villarroel y el del
escritor argentino Manuel Mujica Láinez, enviado especial
del diario La Nación para cubrir esta noticia.
Cuenta Mujica Láinez que se encontró con Gabriela
Mistral en el hotel a su llegada de Göteborg: «Los periodistas la asediaban y ella
accedía a sus solicitudes con la graciosa hidalguía
que le es propia, dejándose retratar con el enorme abrigo
que ha traído del Brasil, y que le prestó allí
la esposa del ministro de Suecia, pues la poetisa no ha tenido
tiempo materialmente para preparar un ajuar adecuado a los rigores
de este clima»
.
El mismo Mujica Láinez nos entrega, a su vez, una viva descripción de la ceremonia del día 10 de diciembre:
La presentación estuvo a cargo de Hjalmar Gullberg, quien luego de hablar en sueco a la concurrencia, se dirigió en español a la escritora:
El mismo año en que estallaba la Primera Guerra Mundial, un nuevo Mistral se presentaba, desde el otro extremo del mundo, a los Juegos Florales de Santiago de Chile y obtenía el laurel con algunos poemas de amor dedicados a un muerto.
La historia de Gabriela Mistral es tan conocida de los pueblos de la América del Sur que, transmitiéndose de país en país, ha llegado a convertirse casi en una leyenda. Y ahora, cuando por encima de las crestas de la Cordillera de los Andes y a través de las inmensidades del Atlántico, se nos brinda el honor, finalmente, de que volvamos a contarla en esta sala, hela, pues, aquí, simplemente.
En una pequeña aldea del valle de Elqui nació, hace algunas decenas de años, una joven maestra rural cuyo nombre era Lucila Godoy Alcayaga. Godoy era el nombre paterno, Alcayaga el materno, uno y otro de origen vasco. El padre, que había sido maestro, improvisaba versos con alguna facilidad. Este talento parece haber estado unido en él con la inquietud y la inestabilidad habituales de los poetas. Abandonó su familia cuando su hija, para la cual había construido un pequeño jardín, era todavía una niña. La joven madre, que debería vivir largamente, ha contado que a veces sorprendía a su pequeña hija solitaria trabada en conversaciones íntimas con los pájaros y las flores del huerto. Según una versión de la leyenda, fue rechazada de la escuela. Aparentemente, se la consideró poco dotada para desperdiciar en ella las horas de la enseñanza. Se instruyó por sus propios medios y llegó tan lejos que ocupó el puesto de maestra rural en la pequeña aldea de La Cantera. Fue allí que se cumplió su destino, cuando llegaba a los veinte años. Un empleado de ferrocarriles trabajaba en la misma aldea y entre ellos nació un amor apasionado.
Conocemos pocos detalles de esta historia. Sabemos solamente que él la traicionó. Un día de noviembre de 1909, se atravesó las sienes de un balazo.
La muchacha fue presa de una desesperación sin límites. Como Job, elevó sus clamores al Cielo, que había permitido tal cosa. Desde el valle perdido en las montañas desérticas y requemadas de Chile se levantó una voz que los hombres en torno escucharon hasta muy lejos. Una banal tragedia cuotidiana perdía así su carácter privado y entraba en la literatura universal. Fue entonces que Lucila Godoy Alcayaga se convirtió en Gabriela Mistral. La pequeña maestra rural de provincia, esta joven colega de mademoiselle Lagerlöf, de Marbacka, llegaría a ser la reina espiritual de toda la América Latina.
En cuanto los poemas escritos en recuerdo del muerto dieron a conocer el nombre del nuevo poeta, la poesía sombría y apasionada de Gabriela Mistral comenzó a propagarse por toda la América del Sur. Sin embargo, fue sólo en 1922 que ella hizo imprimir en Nueva York su grandioso conjunto de poemas, Desolación. Son lágrimas maternales las que estallan en mitad del libro, en el decimoquinto poema, lágrimas vertidas por el hijo del muerto, este hijo que ya no debía nacer jamás.
Decía:
Gabriela Mistral proyectó su amor maternal sobre los niños a los cuales instruía. Para ellos había escrito sus sencillas canciones y esas rondas reunidas en Madrid en 1924 bajo el título de Ternura. En honor suyo, cuatro mil niños mexicanos cantaron una vez esas rondas. Gabriela Mistral se convirtió en el poeta de la maternidad de adopción.
Recién en 1938 apareció en Buenos Aires y para beneficio de los niños víctimas de la Guerra Civil de España, su tercer gran volumen, Tala, título que puede traducirse por Devastación, pero que también designa un juego infantil.
Contrastando con la patética emoción de Desolación, Tala expresa la calma cósmica que envuelve a la tierra de Sudamérica, cuyo aroma llega hasta nosotros. Henos aquí de nuevo en el huerto de la infancia, de nuevo los íntimos diálogos con la naturaleza y las cosas. En una mezcla curiosa de himno sagrado y de ingenua canción para niños, estos poemas sobre el pan y el vino, la sal, el maíz, el agua, ¡esta agua que puede entregarse de diversas maneras al hombre conturbado, cantan los alimentos primordiales de la vida humana!
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Esta poetisa nos ofrece ella misma en propia mano maternal su brebaje, que tiene el gusto de la tierra y que apacigua la sed del corazón. Ha surgido de la fuente que manaba para Safo en una isla de Grecia y para Gabriela Mistral en el valle de Elqui, la fuente de la poesía, que no se agotará jamás sobre la tierra.
«Señora Gabriela Mistral: Habéis hecho un viaje demasiado largo para un discurso tan corto. En el espacio de algunos minutos, he contado, como un cuento, a los compatriotas de Selma Lagerlöf, la extraordinaria peregrinación que habéis realizado para pasar de la cátedra de maestra de escuela al trono de la poesía. Para rendir homenaje a la rica literatura iberoamericana es que hoy nos dirigimos muy especialmente a su reina, la poetisa de Desolación, que se ha convertido en la grande cantadora de la misericordia y la maternidad. Os suplico, señora, tengáis a bien recibir de manos de Su Majestad real el premio Nobel de Literatura que la Academia Sueca os ha otorgado». |
«¡Con qué señorío
calmo bajó los escalones ella, a quien yo había visto
poco antes tan inquieta! ¡Qué apropiada justeza hubo
en su leve inclinación delante del Rey y en el lento
movimiento de la mano con que agradeció la ovación
del público!»
. Así comentaba Mujica
Láinez el momento en el que Gabriela Mistral recibía
el premio.
Esa misma noche, en el Palacio del Ayuntamiento se debía realizar el banquete de honor para 610 invitados. Allí los premiados fueron presentados al príncipe heredero, quien iba a presidir la fiesta. Fue él quien condujo del brazo a Gabriela Mistral hasta el asiento que le correspondía, a su derecha.
Luego de un resumido discurso en inglés, donde se elogiaba a los premiados, estos últimos se dirigieron a los presentes en su propio idioma. Gabriela Mistral, pronunció las siguientes palabras de agradecimiento:
«Tengo la honra de saludar a sus Altezas Reales los Príncipes Herederos, a los Honorables Miembros del Cuerpo Diplomático, a los componentes de la Academia Sueca y a la Fundación Nobel, a las eminentes personalidades del Gobierno y de la Sociedad aquí presentes. Hoy Suecia se vuelve hacia la lejana América Ibera para honrarla en uno de los muchos trabajadores de su cultura. El espíritu universalista de Alfredo Nobel estaría contento de incluir en el radio de su obra protectora de la vida cultural al hemisferio sur del Continente Americano tan poco y tan mal conocido. Hija de la Democracia chilena, me conmueve tener delante de mí a uno de los representantes de la tradición democrática de Suecia, cuya originalidad consiste en rejuvenecerse constantemente por las creaciones sociales más valerosas. La operación admirable de expurgar una tradición de materiales muertos conservándole íntegro el núcleo de las viejas virtudes, la aceptación del presente y la anticipación del futuro que se llaman Suecia, son una honra europea y significan para el Continente Americano un ejemplo magistral. Hija de un pueblo nuevo, saludo a Suecia en sus pioneros espirituales por quienes fui ayudada más de una vez. Hago memoria de sus hombres de ciencia, enriquecedores el cuerpo y del alma nacionales. Recuerdo la legión de profesores y maestros que muestran al extranjero sus escuelas sencillamente ejemplares y miro con leal amor hacia los otros miembros del pueblo sueco: campesinos, artesanos y obreros. Por una venturanza que me sobrepasa, soy en este momento la voz directa de los poetas de mi raza y la indirecta de las muy nobles lenguas española y portuguesa. Ambas se alegran de haber sido invitadas al convivio de la vida nórdica, toda ella asistida por su folclor y su poesía milenarios. Dios guarde intacta a la Nación ejemplar su herencia y sus creaciones, su hazaña de conservar los imponderables del pasado y de cruzar el presente con la confianza de las razas marítimas, vencedoras de todo. Mi patria, representada aquí por nuestro culto Ministro Gajardo, respeta y ama a Suecia y yo he sido enviada aquí con el fin de agradecer la gracia especial que le ha sido dispensada. Chile guardará la generosidad vuestra entre sus memorias más puras». |
«Cuando me encontré con Gabriela Mistral -recuerda Mujica Láinez-, vi que sus ojos brillaban de lágrimas retenidas, y con el solo título, en este caso sobrado, de ser un argentino que la conoció hace años y que volvía a encontrarla por gracia de la casualidad en este país hospitalario, pero tan distinto, tan remoto de todo lo nuestro, la abracé y le dije: 'Señora, considere usted que es el abrazo de nuestra América'». |
Años
más tarde, ya en Chile, el propio ministro Gajardo
Villarroel, recordaría esta ceremonia como sigue: «Gabriela Mistral fue la tercera en ser llamada.
Acto seguido, se levantó de su asiento y, lentamente, con
esa majestad de sacerdotisa antigua, atravesó el proscenio y
ascendió la pequeña escalera para ir a presencia del
Rey. Todo el teatro se puso de pie. Resonaron las trompetas,
llenando el ambiente de dulces armonías. El Rey
saludó con mucho afecto a Gabriela, cuyo rostro se
iluminó con esa suave sonrisa, que encantaba a los que la
conocían. Sus ojos brillaban con una mirada afable y
humilde, como si no fuera para ella el premio que en esos momentos
se le entregaba. Mi emoción fue intensa. Un
escalofrío recorrió todo mi cuerpo y sentí que
mis ojos se humedecían. Veía frente al anciano
monarca a Lucila Godoy Alcayaga. La pobre profesora rural de los
pequeñuelos del valle de Elqui. La campesina, la mestiza
aimará que por su talento, sus virtudes, su exquisita
sensibilidad, recibía el más alto galardón a
que puede aspirar un escritor. Veía, también, a una
chilena, genuina representante de nuestro pueblo, de nuestra
raza»
.
Gabriela Mistral permaneció un mes en Suecia, donde se le rindieron toda clase de homenajes. Se gana rápidamente la simpatía del pueblo sueco, que vio en ella a otra Selma Lagerlöf. Aunque se la invitó a quedarse en el país el tiempo que deseara, Gabriela continúa viaje a Francia, Italia y Gran Bretaña, países que no visitaba desde antes de la guerra.