Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice


 

1

El texto clásico a este respecto es el discurso de contestación de Marcelino Menéndez Pelayo al de don Benito en el acto de la recepción pública de éste en la Real Academia Española. Véase en el tomo Discursos (Madrid, Espasa-Calpe, 1956), del polígrafo santanderino.

 

2

Consúltese Cartas a Galdós, edición de Soledad Ortega, Madrid, Revista de Occidente, 1964.

 

3

La reseña de La desheredada enuncia mejor que ningún otro texto clariniano esa postura. Se puede consultar en Leopoldo Alas: Teoría y crítica de la novela española, edición de Sergio Beser, Barcelona, Laia, 1972.

 

4

Paul de Man, Blindness and Insight: Essays in the Rhetoric of Contemporary Criticism (1971), Minneapolis, University of Minnesota Press, 1983.

 

5

Cito de la «Nota preliminar» de Galdós, 1 (Madrid, Castalia, 1968), XX: «Un ser humano, por vil que sea, ofrece complejidades que dificultan las condenaciones absolutas. Galdós ya no puede ver simplemente en blanco o negro. Este enriquecimiento de su visión pone en la novela un interés nuevo de infinita variedad. Todo se engrandece de manera sorprendente porque, multiplicados los puntos de vista, el autor logra descubrimientos insospechados. Los personajes que nunca olvidamos -protagonistas, figuras secundarias, no importa- que tratan de realizarse en un mundillo menguado y sucumben en esa empresa por haber cometido un error inicial -los errores en Galdós como en Cervantes son mortales-, y seguimos el curso de sus vidas con el corazón encogido, pues el error suele estar a la vista y tenemos una premonición del fracaso, pero ya no provocan el sentimiento a que nos obligan las gestas de Pepe Rey o de León Roch, porque ahora todo ¡es tan verdad! ¡O merece tanto serlo! Ni Benina ni Nazarín son seres que encontremos todos los días por esas calles; los ha inventado el novelista, pero al inventarlos ha hecho de ellos la verdad misma». Hoy en día tenemos dificultades con estigmatizar a los personajes galdosianos con eso de la vileza. Este tipo de apreciaciones referidas a los personajes desequilibrados (mentalmente, por herencia familiar, a causa del medio social) pertenece a esa corriente condescendiente de que vengo hablando. Y Montesinos al aceptar el multiperspectivismo galdosiano y la bondad galdosiana hacia los «viles» supone el zenit de este tipo de interpretación moderna cruzada con lo tradicional, y que ha quedado monumentalizada en los tres tomos de su libro.

 

6

Les ofrezco una muestra de Gustavo Correa: «el arte de Galdós presenta una diversidad de perspectivas que imprimen un sello particular a los supuestos comunes de la escuela realista», en Realidad, ficción y símbolo en las novelas de Pérez Galdós: Ensayo de estética realista, Madrid, Gredos, 1977, p. 11.

 

7

Marcelino Menéndez y Pelayo, Discursos, pp. 99-100.

 

8

Incluso la reciente biografía de Alfonso Armas Ayala, Galdós, lectura de una vida (Santa Cruz de Tenerife, Caja General de Ahorros de Canarias, 1989), suscribe esta idea como un principio de conducta vital galdosiano.

 

9

Joaquín Casalduero dice: «El escritor es siempre discreto, y en toda ocasión muestra la magnanimidad de su espíritu y la nobleza de su carácter». Cito por Madrid, Gredos, 1961, p. 25.

 

10

Danny J. Anderson, «Deconstruction: Critical Strategy/Strategic Criticism», en Contemporary Literary Theory, editado por G. Douglas Atkins & Laura Morrow, Amherst, The University of Massachusetts Press, 1989, p. 148.

Indice