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Esta obra es nuestro Mes de María o Explicación de la Salutación Angélica.

 

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Del clima, de la configuración física, de las producciones y demás circunstancias naturales del territorio ecuatoriano han hablado muchos autores, así antiguos como modernos. Citaremos algunos.

Entre los antiguos,

Cieza de León, Crónica del Perú (Primera parte, Capítulos 36, 40, 46, 56 y 57).

Ulloa, Relación histórica del viaje a la América meridional (Primera parte, Libros 4.º, 5.º y 6.º).

——, Noticias americanas (Entretenimientos 2.º, 3.º, 4.º y 5.º).

Velasco, Historia del Reino de Quito (Primera parte, Historia natural).

Bouguer, Figura de la Tierra (Párrafos 1.º, 2.º y 3.º de la Introducción, en francés).

La Condamine, Diario del viaje al Ecuador, en francés.

Entre los modernos,

Caldas, Estado de la Geografía del virreinato de Bogotá (En el Semanario del Nuevo Reino de Granada).

Humboldt, Miscelánea de Geología y de Física general (Traducción francesa de Galuski).

——, Cuadros de la naturaleza (Libro 4.º).

——, Cosmos (Tomo 4, Parte segunda, de la misma traducción francesa, aprobada por el autor).

Boussingault, Viajes a los Andes: Memoria agrícola sobre la temperatura y la vegetación (Tomo 3.º de su Química agrícola).

Grisebach, Vegetación del Globo (Tomo 2.º, Número XX, Traducción francesa de Tchihatchef).

Scrope, Los volcanes (Volcanes del Hemisferio occidental).

Wolf, Viajes científicos a las provincias del Azuay, Loja y Esmeraldas.

El reverendo padre Luis Sodiro de la Compañía de Jesús ha publicado estudios notabilísimos sobre varias secciones de la flora ecuatoriana; y éstos y los del doctor Jameson servirán algún día para darnos a conocer las riquezas inagotables que en el reino vegetal poseen las provincias del Ecuador. Por lo demás, nadie llevará a mal que confesemos que, hasta ahora, no se ha estudiado, con la debida prolijidad, ninguno de los ramos o secciones de la Historia natural ecuatoriana. Nuestra fauna está intacta: la sola sección de la Entomología o de la Herpetología daría materia abundantísima para amenos, dilatados y extensos estudios: ¿qué diremos de nuestra Paleontología zoológica? ¿qué de la misma Geología andina?... Ancho es el campo abierto a las ciencias en el Ecuador.

 

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Según las medidas trigonométricas practicadas últimamente por los sabios viajeros alemanes W. Rèiss y A. Stübel, se halla Quito a 2850 metros sobre el nivel del mar;

  • Cajabamba; a 3205;
  • Cuenca, a 2581.

La cúspide oriental del Chimborazo mide 6310 metros de altura.

La temperatura media, tomada según el método de Boussingault, y expresada en grados del termómetro centígrado, es en

  • Quito de 13º 2.
  • Riobamba, 13º 7.
  • Cuenca, 14º 6.

La temperatura media en los bosques orientales sube a 20 y 21º: en las costas de Occidente es mucho más elevada. Pueden consultarse con provecho los cuadros de las «Observaciones meteorológicas» publicados en el Boletín del Observatorio de Quito en los años de 1878, 1879, 1880, 1881 y 1882; y también las que dio a luz el padre Federico Aguilar, jesuita, en su Boletín meteorológico del año de 1865 y 1866; y téngase presente que éstas fueron las primeras observaciones que de ese género se practicaron sistemáticamente en Quito, y que el primer observatorio meteorológico que ha habido en nuestra República fue el que establecieron los padres jesuitas, bajo la dirección de aquel inteligente sacerdote.

 

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Sensible y hasta vergonzoso nos es confesarlo, pero así es la verdad, hasta ahora no tenemos una buena Geografía del Ecuador: la de Villavicencio es obra imperfecta, llena de vacíos y plagada de errores; escrita en lenguaje incorrecto y sin los debidos conocimientos, para que la parte científica corresponda al estado de la ciencia geográfica en nuestra época. El único libro sobre el particular es el Catecismo de Geografía escrito por el señor don Juan León Mera para las escuelas primarias de la República. Más bien en el Diccionario geográfico de Alcedo, y en el que con idéntico título publicó el padre José Coleti, jesuita italiano (Venecia, 1771), se encuentran algunas nociones geográficas apreciables relativamente al Ecuador.

Si todavía no poseemos una Geografía, menos poseeremos un mapa: los que existen no son buenos. El de Villavicencio es muy defectuoso e inexacto; los de los antiguos misioneros jesuitas pueden estimarse apenas como bosquejos, delineados a tientas, sin prolijidad ni exactitud matemática; el que corre con el nombre de Mapa de Maldonado es actualmente, el menos imperfecto. Para las escuelas cristianas se ha publicado uno nuevo, grabado en París, en el cual se han recogido los errores e inexactitudes de los anteriores.

Al señor Wolf se le deben los tres pequeños mapas de las provincias de Loja, Cuenca y Esmeraldas, y uno mayor de la provincia de Guayaquil. Los trabajos científicos del señor doctor don Teodoro Wolf sobre la Geografía del Ecuador son los más notables que hasta ahora poseemos en semejante materia. Después de la obra de Darwin, o mejor dicho, después de los datos que aquel por demás famoso naturalista y viajero inglés publicó respecto a las islas de Galápagos, creemos que el trabajo más completo sobre nuestro archipiélago es el que dio a luz el expresado señor Wolf.

 

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No se sabe cuál sea el origen del nombre Quito, ni si esa palabra haya sido verdaderamente el término, con que era apellidado el último de los régulos de este lugar, vencido por los scyris. Herrera dice que el propio nombre no era Quito, sino Tito, y que los conquistadores fueron los primeros que dijeron y pronunciaron Quito en vez de Tito. Habla de Tupac Yupanqui y dice: «De Tacunga pasó al Tito, y a la población que hizo dio este nombre, aunque los castellanos dicen Quito». (Historia de las Indias Occidentales, Década quinta, Libro tercero, Capítulo catorce).

 

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Entre los autores, que han tratado acerca de las antiguas naciones o razas indígenas que poblaban el territorio ecuatoriano antes de la conquista, ninguno es más completo ni más prolijo que el padre Velasco. En efecto, nuestro compatriota, en su Historia antigua del Reino de Quito, hace una enumeración esmerada de cada una de las antiguas naciones, y de cada una de las tribus de que éstas se hallaban formadas; pero es muy fácil notar que el padre Velasco distingue sistemáticamente la nación de la raza: no duda ni un instante de la unidad de la raza indígena, y juzga que las naciones eran varias, y que estaban compuestas cada una de parcialidades diversas. Mas ¿cuáles el fundamento en que se apoya para distinguir una tribu de otra? El fundamento en que se apoya es únicamente la división de los pueblos, tales como se encontraban en el siglo pasado y como los conoció entonces el autor. Ya se ve que este fundamento no tiene nada de científico, y que, por tanto, no puede aceptarse la división o clasificación etnográfica, si tal merece llamarse, que hace el padre Velasco. La división o clasificación científica tiene otros fundamentos. Sobre este punto hablaremos de propósito más detenidamente en otro lugar.

 

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Garcilaso de la Vega, Comentarios reales de los Incas (Primera parte, Libro octavo, Capítulo tercero).

 

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Montesinos, Memorias antiguas historiales y políticas del Perú (Capítulo 24, Madrid, 1882). Tenemos a la vista la edición castellana hecha últimamente en Madrid, bajo la dirección del muy entendido americanista señor Espada.

 

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Cabello Balboa, Historia del Perú (Capítulo 6.º, traducción francesa). Según este autor, los generales del ejército del Inca Tupac Yupanqui se llamaban Topa Capac, hermano del Inca, y Auqui Yupanqui y Tillca Yupanqui.

 

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  • Cieza de León, Crónica del Perú (Segunda parte, Capítulo 56).
  • Montesinos, Memorias antiguas, etc.
  • Garcilaso, Comentarios reales, etc.
  • Cabello Balboa, Historia del Perú.

Montesinos hace mención especial de los caciques de Macas, de Quizna y de Pumallacta; pero no da los nombres propios de ellos. El territorio de Macas es lo que ahora se conoce con el nombre de Gualaquiza: Quizna podría ser, tal vez, Quimiac, o algún nombre que con el tiempo se haya perdido en el territorio del Azuay.

Cabello Balboa cita los nombres de tres caciques de los cañaris, a saber: Pizar Capac, Cañar Capac y Chica Capac. Éstos, dice, que eran los caudillos de una conjuración que se tramaba contra el Inca, la cual fue descubierta y los caciques llevados presos al Cuzco. Añade también que se mandó construir una fortaleza en Quichicaja. La obra original de cabello Balboa en castellano se ha perdido, y lo único que de ella tenemos actualmente es una traducción francesa, hecha por Ternaux Compans, en la cual los nombres y palabras quichuas nos parecen muy desfigurados. Acaso, ese Pizar Capac sea Paucar Capac.