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Procuremos interpretar otros nombres.

Chordeleg. Este nombre se descompondría así: Chob-or-he-zek. Chob en quiché significa encaminar, ponerse en camino. He es partícula de plural, que significa ellos. Zek, entre otros significados, tiene el de sollozar, gemir. La partícula or pospuesta al verbo, basta para transformarlo de activo en neutro; de donde se deduce la circunlocución siguiente: Ellos se ponen en camino, gimiendo. ¿Tendremos, por ventura, en nuestro Chordeleg de ahora, el Huacay-ñan, de que hace mención la leyenda relativa al origen de los Cañaris?... Pudiera aventurarse otra explicación. Choh en quiché es horno, como hoyo, bajo de tierra. Zep, significa fundar, asentar un pueblo, poner plan, juntar; pero en este caso la partícula pospositiva or no puede ser convenientemente interpretada, porque no estaría bien convertido el término sustantivo choh en un verbo neutro; a no ser que se tome por verbo ella misma, y entonces significaría agujerear, y la otra palabra no sería he, sino, a la inversa, eh, para denotar plural. En este supuesto Choh-or-eh-zep, sería lo mismo que agujerear hoyos como hornos y arreglarlos en el suelo. Acaso ésta podría ser la interpretación menos aventurada, teniendo en cuenta que Chordeleg fue el sitio; donde se descubrieron los sepulcros, cavados en tierra y dispuestos con cierto plan y orden determinado.

Patecte equivaldría a Pa-tec-zec. Pa preposición, sobre; encima: tec, amontonar; zec, cosa escondida debajo de tierra, tesoros. En el sitio denominado ahora Patecte fue donde se encontró la huaca más rica entre las huacas ricas, descubiertas en el famoso Chordeleg.

La lengua quiché abunda en aspiraciones y tiene algunas letras de sonido muy gutural; en cuanto a la acentuación de las palabras, predominan las agudas sobre las graves, y sucede con frecuencia que, a causa de la síncope y de la rapidez de la pronunciación, los elementos componentes quedan como absorbidos unos en otros, siendo difícil interpretarlos con seguridad. En el Atlas arqueológico, que acompaña a este tomo de la historia del Ecuador, volvemos a ocuparnos en este asunto, ofreciendo la interpretación de otras varias palabras, en apoyo de nuestra conjetura respecto al origen o procedencia nahual de los antiguos cañaris. No hemos de olvidar finalmente los cambios que sufren los idiomas, a consecuencia de la facilidad, con que en la pronunciación se truecan unas por otras varias letras, así vocales como consonantes, verbi gratia la b, d, f y t y la e y la i.

En cuanto a la etimología del nombre Cañari, Pacheco Zegarra dice simplemente, que aquel era el nombre de una tribu del distrito de Antisuyo, que ahora es de la provincia del Azuay en la República del Ecuador. Nodal lo interpreta deduciéndolo del verbo activo quichua cañariny, que significa incendiar, quemar deliberadamente alguna cosa; así es que Cañari equivale a incendiario. Apoya esta interpretación en lo que la Historia nos cuenta acerca de los cañaris, los que se manifestaron muy astutos y crueles, desempeñando el oficio de espías, tanto en las guerras civiles de los incas, como en las de la conquista, en las que sirvieron de poderosos auxiliares a los españoles.

Nosotros conjeturamos que el apellido de Cañari no pertenece ni a la lengua quichua ni a la aymará, y lo interpretamos como un vocablo compuesto, propio del idioma quiché; en cuyo supuesto, Cañari sería lo mismo que Can-ah-ri, que significa «estos son los de la culebra», suprimiendo el verbo sustántico, según la índole del idioma quiché, tan amigo de la elipsis. Ah es partícula que puesta antes o después del nombre significa posesión: Ri es pronombre demostrativo; de donde Canahri podría interpretarse en latín diciendo isti (sunt) filii serpentis. Nuestra interpretación concuerda con las tradiciones de los quichés, en las cuales a cada paso ellos se daban a sí mismos el nombre de hijos de la culebra.

Pacheco Zegarra, Ollantai (Traducción francesa y comentario del drama quichua titulado Ollantai).

Nodal, Traducción castellana del mismo drama. Bien sabido es que en esa célebre pieza dramática en lengua quichua figuran los cañaris como personajes del drama.

Pí y Margall, Historia general de América (Volumen segundo del Tomo primero. Epílogo. Números 56 y 142-149).

 

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Prescott, Historia de la conquista del Perú (Libro primero, capítulo primero).

Entre los escritores antiguos:

Cieza de León, Crónica del Perú (Segunda parte, Capítulo sexto).

Betanzos, Suma y narración de los Incas (Capítulos tercero y cuarto).

Cabello Balboa, Historia del Perú (Capítulo primero).

Garcilaso, Comentarios reales de los Incas del Perú (Parte primera, Libro primero, Capítulo decimoctavo).

Montesinos, Memorias antiguas del Perú (Libro segundo, Capítulo primero).

Acosta, Historia natural y moral de las Indias (Libro sexto, Capítulo decimonono).

 

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López, Las razas aryanas del Perú. Su lengua. Su religión. Su historia (Parte segunda, capítulo segundo). Esta obra está escrita en francés, aunque su autor es hispanoamericano. Consecuente con su sistema el escritor argentino, y apoyado en consideraciones históricas y filológicas, opina que la raíz del nombre de Quito se ha de tomar del griego, y la deduce de Ku/toj, que significa la bóveda del cielo. Pero, el nombre de Quito, ¿pertenece, en verdad, a la lengua quichua? ¿No será más bien palabra de otro idioma diferente? Además, el vocablo griego Ku/toj no significa rigurosamente la bóveda del cielo, sino lo que cubre, lo que circunda; envoltorio, piel, cutis. Müller, Diccionario griego-italiano.

 

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Montesinos, Memorias antiguas del Perú (Capítulo XXV). Ya hemos indicado en otro lugar por qué juzgamos que la conquista de Quito fue llevada a cabo por Tupac Yupanqui y no por el inca Huira-Cocha, como lo sostiene Montesinos.

 

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El punto denominado Dunji en la lengua materna de los puruhaes corresponde a lo que ahora es territorio de las parroquias de Guano y San Andrés. Dunji en la lengua de los puruhaes quiere decir: enviemos (Relación del padre Maldonado).

 

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Fernández de Oviedo, Gonzalo, Historia general y natural de las Indias (Libro cuarenta y seis, Capítulo veinte de la tercera parte). «Toda la gente de aquella tierra [de Riobamba], es de las provincias de Collao é Condesuyo, que la trujo Guaynacava, quando la conquistó, porque no se le alzasen, é la gente de allí natural llevola a donde sacó esotra».

 

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Llactata cunani. Os encomiendo, os encargo este hogar, es decir, este territorio, esta provincia. Tal es la traducción que nos parece más fiel de las célebres palabras del Inca.

 

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Cabello Balboa, Historia del Perú (Capítulo trece).

 

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Creemos necesario exponer aquí nuestra opinión relativamente a un punto, que podrá parecer, tal vez, una novedad infundada.

La llama es animal indígena de la América Meridional: pertenece a los rumiantes y está clasificado entre los camélidos. Conócense cuatro variedades distintas, las que se designan en Zoología con los nombres siguientes: Auchenia-Guanaco, Auchenia-Vicunna, Auchenia-Lama y Auchenia-Paco. Cuvier los denominó simplemente Lama; pero el naturalista Illiger, en 1811, les cambió el nombre zoológico dándoles el de Auchenia, a causa de su cuello largo.

De estas cuatro variedades o especies diversas, conjeturamos que ninguna existía en el Ecuador antes de la dominación de los incas en nuestras provincias. En efecto, en las tierras de Loja y del Azuay no las han tenido jamás: en la provincia de Pichincha y en el territorio de Otavalo parece que tuvieron una o, acaso, dos, a saber, la llama y el paco, según se colige de un pasaje de la primera parte de la Crónica del Perú de Cieza de León: más allá de la línea equinoccial no se han propagado estos animales, ni hay prueba alguna de que los hayan tenido las tribus indígenas antes ni después de la conquista de los españoles. ¿Dónde los encontramos en el Ecuador? ¿En qué punto se han aclimatado? Precisamente en la provincia del Chimborazo, poblada casi toda ella por colonias de quichuas y de aymaraes.

El padre Velasco dice terminantemente que todas, cuatro variedades o especies, son indígenas del Ecuador, y añade que la vicuña había desaparecido ya casi completamente, a con secuencia de la persecución que le hacían los cazadores. Respetamos la autoridad del padre Velasco, tan conocedor de nuestro país, pero no dejamos de opinar que en el Ecuador no existieron estos animales, a lo menos en gran número, antes de la conquista de los incas. Por lo que respecta al huanaco, tal vez, no ha vivido nunca en el Ecuador ni en estado salvaje ni en estado doméstico. Las llamas serán, sin duda, descendientes de las que a la provincia del Chimborazo hicieron traer los incas, con los mitimaes del Cuzco y del Collao.

Ninguna de estas cuatro especies ha pasado la línea equinoccial, y su zona geográfica natural se extiende al sur de la América en las altas mesetas de los Andes, desde el centro del Perú hasta las breñas destempladas de la Patagonia. Los paleontólogos han descubierto estas especies en el Asia y aun en Europa, y sus fósiles manifiestan que en la última edad geológica vivían no sólo en América sino también en otros puntos del globo.

Según refiere Cieza de León, los indios de Otavalo dieron una sorpresa a sus rivales los de Caranqui fingiendo una partida de conquistadores; para lo cual reemplazaron los caballos cabalgando en pacos. ¿Habría sido tan fácil a los de Otavalo dar esta sorpresa a los de Caranqui, si éstos hubieran conocido bien a los pacos? ¿los habrían confundido o equivocado tan fácilmente? Nuestra opinión nos parece fundada, pero no tenemos empeño decidido en sostenerla.

 

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Cuando Huayna Capac bajó a la costa, mandó trabajar una calzada de piedra, a la orilla derecha de la ría de Guayaquil. Esto fue después del castigo que ejecutó en los indios de la Puná.

Construyose, en efecto, la calzada, que se hallaba en el punto donde más tarde se edificó la ciudad de Guayaquil, la cual, por esto, se dice que estaba fundada en el sitio denominado El paso de Huayna Capac; pero no se ha de confundir esta calzada con el camino de los llanos, el cual no se trabajó en el litoral ecuatoriano.