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Imaginación lúcida, fino humor

Daniel Moyano






Una muñeca rusa

Adolfo Bioy Casares


Ed. Tusquets, 179 páginas, 1300 pts.


En estos nuevos cuentos de Bioy el verdadero protagonista es su voz de narrador, que ha alcanzado unas alturas y unos timbres de maravilla. Como esos violinistas que además de tocar bien poseen un Stradivarius. Una vez más su mirada sobre la realidad busca su «inquietante extrañeza», impecablemente comunicada al lector a través de una técnica perfecta, donde todo conduce a lo que Poe llamaba «el efecto único». Y una vez más el trasfondo de muchas de sus historias es el amor, especialmente el amor imposible.

En el relato titulado «Encuentro en Rauch», un extraño pasajero acompaña por unas pampas desoladas y bajo la lluvia a un viajante solitario. El acompañante produce inquietud desde su aparición, y sobre todo cuando habla de lo que puede aparecer en el cielo entre relámpago y relámpago, el rostro de Dios o de un ángel por ejemplo.

El tono de este cuento es una especie de armónico de los relatos orales pampeanos, de «aparecidos», que sonaron durante generaciones en los fogones de las casas de campo.

Y tiene un final magistral, un final de esos que sólo consiguen a veces los grandes maestros: la naturaleza del acompañante, que no es igual a la nuestra, no se revela a través de datos o acciones sino mediante la descripción serena de un paisaje pampeano, los colores después de la lluvia, un paisaje desnudo donde todo cuanto aparece semeja de «otro mundo».

Además de su voz de narrador, revelada por la escritura, otro elemento de la narrativa de Bioy, el humor, aparece patentizado en este libro. Especialmente en «Bajo el agua», donde el autor se burla incluso de algunos temas de la literatura llamada fantástica, como las metamorfosis o los médicos neuróticos, y en «Una muñeca rusa», donde la acción del cuento parece identificarse paso a paso con la acción de ir abriendo una muñeca rusa, mientras cuenta con ironía divertida las peripecias de un trepador argentino y mundano. Una muñeca rusa que aparece como esa escopeta que mencionaba Chejov: «Si dices que hay una escopeta colgada en la pared, entonces en el cuento tiene que haber un tiro».

Otro dato que me ha revelado la lectura de este libro: Bioy escribe con alegría, y la comunica. Mejor dicho, la transfiere. Es eso lo que uno finalmente recibe a través de su admirable técnica.

Su imaginación lúcida, su humor inteligente y su perfección formal nos permiten descubrir, con él, que «la vida es una partida de ajedrez y nunca sabe uno a ciencia cierta cuándo está ganando o perdiendo».





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