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Inscripción histórica de Sagunto, anterior á la época del Imperio Romano

Emilio Hübner





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La primera cosa que llamó mi atención, cuando subí, por segunda vez en mi vida, al siempre célebre castillo de Sagunto, hace pocos días, el 4 del mes corriente, fué la mitad de una lápida romana, metida en la parte baja de la muralla, que sirve de cerca á un jardincito delante de la morada del Gobernador. No bien hubo copiado y calcado, operación que ejecutaron con mucha facilidad algunos militares que puso á mi disposición la hidalga complacencia del Sr. Gobernador, luego, al punto, ví que la otra mitad de aquella misma lápida ya era conocida desde el siglo XVI, si bien á principios de este había desaparecido lastimosamente. Tráela, en efecto, el viajero veneciano Juan Bembo, que estuvo en Sagunto año de 1505; pero no la vió él por sí mismo, porque dice expresamente datum mihi fuit Sagunti. La copia que le dieron es, no obstante, la más completa y la más fiel de todas. La sacó á luz, un siglo más tarde, el cronista valenciano Escolano; pero con poco acertada interpolación, debida, como tantas otras, al prurito de interpretar y suplir abreviaturas y palabras cortadas. Últimamente la dibujó y expuso el Príncipe Pío, que entonces   —261→   era Conde de Lumiares, en su importante obra sobre las antigüedades romanas del reino de Valencia, cuya publicación esmerada, en el volumen VIII de las Memorias de esta Real Academia, debemos al inolvidable amigo y compañero D. Antonio Delgado. El Conde estimó ser la piedra muy antigua, en razón de su estilo y forma de caracteres, mármol negro de un pié y seis pulgadas de alto, y un pié y tres pulgadas de largo. Dícenos juntamente que la vió «en el lindar de la puerta antigua del castillo que mira á San Salvador, llamada la de los tres castellets.» Apunto esto, porque cabalmente en este mismo sitio, según me lo aseguraron los moradores del castillo, salió á luz, hace pocos años, la otra mitad. De los autores arriba indicados y de los apuntes del docto Amati, á quien la había remitido, con otras no pocas de Sagunto, algún erudito de Valencia, cuyo nombre ignoramos, he podido sacar la copia de la parte que ya no existe, y que publiqué en el Corpus inscriptionum Latinarum, bajo el número 3861. Reunidas las dos mitades, que se juntan perfectamente, sin añadir ni quitar ni una línea, ni un solo punto, resulta el texto, que de hoy más será capital en los fastos de la antigua historia de la ciudad Saguntina.

Inscripción



Grande y hermoso es el carácter de las letras. Las de los cuatro primeros renglones tienen de altura 8 centímetros, las del último 6½; los puntos forma triangular muy pronunciada. El mismo estilo breve y castizo de la inscripción, y sobre todo la última palabra, conservada solo en parte, pero de segura é indudable restitución, prueban que el título pertenece á la última época de la república.

El primer renglón de la parte antigua lo han conservado solo   —262→   las copias de Bembo y de Amati; el amigo de Bembo leyó ..FVI...., el de Amati ..F·C.... Creo que hay que seguir el ejemplar más antiguo y más completo, que es el de Bembo; y por eso restituyo, como lo indiqué en el texto arriba puesto con letras menores, los nombres de Gaius Fulvius Gai filius, con los cuales se combina muy bien el tercer nombre, existente en la mitad conservada, y que es claramente Titinianus. Gayo Fulvio Titiniano se nombró, pues, el primero de los dos magistrados, mencionados en la lápida. Los nombres del otro, Gaius Lucilius Gai filius, están perfectamente conservados; carecía de tercer nombre, como muchas personas, aun entre los senadores romanos, en la época de la república. El mismo poeta satírico Gayo Lucilio, de cuya familia tal vez el duumvir saguntino deriva su apellido, no llevaba más que estos dos nombres. Los dos renglones, que siguen, tampoco ofrecen dificultad alguna en su lectura ó interpretación. En el cuarto, la palabra mur[o]s, á pesar del hueco existente en la superficie inferior de la piedra, causado tal vez por habérsela metido en la obra de la puerta de los tres castellets, se lee con toda certeza. Este mismo hueco originó que esté cortado, en su remate, el último renglón. Pero el CO..., que se descubre con toda claridad, no admite en manera alguna otro suplemento que el de co[eraverunt], escrito, como el refic(iendum) que precede, en abreviación (COER.). Esta forma arcáica de coeraverunt, en lugar de la posterior y común de curaverunt, es la que nos hace atribuir la inscripción de Sagunto con certeza á la época de la república, porque en el imperio de Augusto ya desapareció. Y así queda todavía lugar suficiente para suponer, en el final del renglón, las tres letras I · Q · P, siglas bien conocidas, que suelen terminar la clase de títulos de obras públicas, á quien pertenece el de Sagunto. Dicen idemque probaverunt; y significan que los mismos magistrados, á cuyo cuidado se había remitido la ejecución de la obra de restauración de torres y murallas, la habían también aprobado. No de otro modo vemos campear esta fórmula en muchas inscripciones antiguas de Roma y otras ciudades, y singularmente dentro de España, en lápidas de Cartagena y Elche, también pertenecientes á la época de la república.

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Queda, pues, averiguado, salvo en algunos escasos suplementos arbitrarios, que no alteran el sentido general, el texto siguiente de la inscripción:

Gaius (ú otro prenombre) Fulvius Gai filius Titinianus, Gaius Lucilius Luci filius, duumviri, ex decreto decurionum turris et muros reficienda coeraverunt idemque probaverunt.

Es la primera inscripción de época indudablemente republicana que se ha encontrado en Sagunto. Aprendemos de ella que ya en esta época los duumviros, por encargo de los decuriones ó del Concejo de la ciudad, tuvieron que cuidarse de la restauración de las famosas murallas y de los torreones del municipio, que, por supuesto, desde la época de los Escipiones, en la cual se construyeron sobre los fundamentos antiguos de la obra ibérica, habían padecido deterioro, tal vez no tanto por guerras y sitios, cuanto por la edad y la intemperie.

Incluye, pues, la inscripción, felizmente recuperada por la unión de las dos mitades, la memoria de un hecho histórico interesante; y crece de punto su valor, porque es muy corto el número de epígrafes republicanos que han quedado en la Península.





Madrid 24 de Setiembre de 1886.



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