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Se publicó en Alicante, Imprenta y Litografía de Tomás Muñoz, 1901. Se trata de un ejemplar de suma rareza bibliográfica. Afortunadamente el artículo de Miró ha sido reproducido por Edmund L. King en su monografía Sigüenza y el Mirador Azul y Prosas de El Ibero, el último escrito (inédito) y algunos de los primeros de Gabriel Miró, Madrid, Ediciones de la Torre, 1982, pp. 79-81.

El ejemplar utilizado pertenece a la Biblioteca Gabriel Miró de Alicante y forma parte del legado de don Francisco Figueras Pacheco. El artículo de Miró figura, precisamente, tras el realizado por el propio Figueras Pacheco sobre su persona (pp. 46-49).

 

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Miró al referirse a Domingo Carratalá manifiesta su admiración por la novela realista perediana: «[...] Pereda dice de la experiencia "que no consiste en el número de cosas que se han visto, sino en el número de cosas sobre que se ha reflexionado". Y yo, copiando del insigne autor de El sabor de la tierruca, diré de la erudición que no estriba ni consiste en el número de libros que se han leído, sino en el número de libros que se han estudiado o sobre que se ha reflexionado y meditado» (ibid., p. 47).

 

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Tanto en los escritos inéditos como en los dados a la prensa, Figueras Pacheco advierte la influencia de los grandes maestros de la novela española de la segunda mitad del siglo XIX en la temprana obra literaria mironiana. La bibliografía principal del material existente es la siguiente: «Don Gabriel Miró Ferrer», De mi barrio, Alicante, Imprenta y Litografía de Tomás Muñoz, 1901, pp. 43-45; «Sobre del vivir», Diario de Alicante, 9 de marzo de 1908 [Reimpreso en Revista Latina, 30 de abril de 1908]; «Gabriel Miró y el barrio de Benalúa», La Voz de Levante, 28 de junio de 1930; «Alicante y Miró», Diario de Alicante, 22 de enero de 1931; «Orto Literario de Gabriel Miró», Sigüenza: Arte y Letras, Alicante, 27 de mayo de 1945, pp. 2-4, passim; «Aportación de Alicante a la cultura española: Gabriel Miró. Carlos Arniches, Rafael Altamira», Anales del Centro de Cultura Valenciana, Valencia, XIII, 1952, pp. 5-22; «La escuela ginerista», Sigüenza, Alicante, abril, 1953. Vid. también los manuscritos sobre Gabriel Miró custodiados en la «Biblioteca Gabriel Miró» de la Caja de Ahorros del Mediterráneo.

Figueras Pacheco en Orto Literario nos informa de la compra de libros realizada por Miró en el año 1900. Respecto a Menéndez Pelayo se señala que el propio Miró adquirió cuatro volúmenes de la Historia de las Ideas Estéticas en España. De igual forma se constata en los escritos de Figueras la temprana y meditada lectura de las novelas debidas, especialmente, a Pereda, Valera, Alarcón y Galdós. La crítica actual ha insistido en la importancia que tuvo en su momento la obra erudita y crítica de Menéndez Pelayo. Las anotaciones y subrayados que figuran en el ejemplar Historia de las ideas estéticas en España dan probada cuenta del interés de Miró por específicos temas. En este sentido las palabras de Edmund L. King son harto reveladoras: «[...] Es que nada en la Historia parece haber sido una mera curiosidad. Unos pocos títulos de los mencionados por Menéndez Pelayo están subrayados como obras que el joven Miró esperaba estudiar más tarde: Del único principio que despierta y forma la razón, el buen gusto y la virtud de la educación literaria (Joaquín Millas); Investigaciones filosóficas sobre la belleza ideal, considerada como objeto de todas las artes de imitación (Estevan de Arteaga); La Florida (Muñoz Capilla); Del origen y reglas de la música (Eximeno); Polymetis (Spence); Laoconte o de los límites de la poesía (Lessing); Dramaturgia hamburguesa (Lessing); Nathan el sabio (Lessing). No hay un grano de evidencia de que Miró haya adquirido ni siquiera una de estas obras o que hubiera leído más de ellas que las partes citadas o resumidas por Menéndez Pelayo. Pero el subrayado, en verdad, todo el complicado sistema, demuestra la seriedad con que Miró a los veintiún años emprendía su autoeducación, y los títulos dan alguna indicación del rumbo en que movían sus intereses» (op. cit., pp. 72-73). No menos profunda es la lectura por parte de Miró de las Ideas estéticas, en especial los temas o asuntos relacionados con los valores plásticos, el lenguaje, la independencia artística y las diversas formas existentes entre lo material y lo espiritual.

 

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En la biblioteca personal de Miró figuran los ejemplares de nuestros clásicos del Siglo de Oro. Vid. a tal respecto Ian R. Macdonald, Catálogo de los fondos de la biblioteca personal de Gabriel Miró, Alicante, Caja de Ahorros del Mediterráneo, 1992.

Una vez más el propio Figueras Pacheco ilustra al lector sobre estas iniciales y profundas lecturas realizadas por Miró: «De las literaturas contemporáneas, le atraían especialmente la francesa y la rusa. Algo de ésta se refleja en los primeros trabajos breves de nuestro amigo [...] En cuanto a las letras castellanas, sabido es que se entregó de lleno a su estudio desde los primeros momentos. Con un fervor sin ejemplo dedicó a ellas la mayor parte de su atención y de su tiempo, leyendo y analizando las producciones más salientes de todos los periodos, desde aquellos en que balbucía el castellano Gonzalo de Berceo hasta los más recientes en que empezaba a destacarse la prosa rancia y concisa de nuestro coterráneo Martínez Ruiz [...] Como es de suponer sus autores favoritos eran los de los siglos XVI y XVII. Los libros de Santa Teresa y de Cervantes, de Fray Luis de León y de Quevedo, de Garcilaso y de Lope de Vega, estaban constantemente sobre su mesa. Los de los dos primeros casi no se cerraban nunca. Los novelistas modernos que leía con preferencia eran Alarcón, Pérez Galdós, Valera y Pereda [...]», en «Aportación de Alicante a la cultura española: Gabriel Miró, Carlos Arniches y Rafael Altamira», art. cit., pp. 14-15.

 

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La mujer de Ojeda (ensayo de novela), Alicante, Imprenta de Juan José Carratalá, 1901, 8.°, 304 pp.

La bibliografía específica sobre La mujer de Ojeda hasta el momento presente es, por orden de aparición, la siguiente: Enrique Rubio Cremades, «Primeros ensayos novelísticos de Gabriel Miró: La mujer de Ojeda e Hilván de escenas», en Homenaje a Gabriel Miró, Alicante, Publicaciones de la Caja de Ahorros Provincial, 1979, pp. 75-100, y «La inicial formación literaria e intelectual de Gabriel Miró: La mujer de Ojeda», en Actas del I Simposio Internacional «Gabriel Miró», Alicante, Caja de Ahorros del Mediterráneo, 1997, pp. 125-134; Carlos Ruiz Silva, «Un ensayo de novela: La mujer de Ojeda de Gabriel Miró», Castilla, 2-3 (1981), pp. 147-160 y «Los comienzos novelísticos de Gabriel Miró», en La novelística de Gabriel Miró. Nuevas perspectivas, Alicante, Instituto de Cultura «Juan Gil-Albert» (Diputación de Alicante), 1993, pp. 11-25; Vicente Ramos, «Las antinomias del amor, en los primeros escritos de Gabriel Miró», en Actas, op. cit., pp. 111-123.

 

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Hilván de escenas, Alicante, Imprenta de Luis Esplá, 1903, 8.°, 251 pp.

 

7

Edición Conmemorativa, Barcelona, Altés, I, p. X.

 

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Ian R. Macdonald señala al respecto que el «Rivadeneyra [Biblioteca de Autores Españoles] forma la piedra angular de la lectura de Miró. Es la sección de su biblioteca más intensamente leída. Pero siendo una colección completa nos permite descubrir, a través de las anotaciones, papeles, estampas y tarjetas, qué leía y qué es lo que dejó a un lado. Sobre todo le gustaban la ficción y las obras religiosas y filosóficas. El teatro le interesaba algo menos en cuanto lectura, y en poesía prefería la de antes del siglo de oro [...] Otro grupo de libros que nos deja entrever la vida intelectual de Miró es el de los libros encuadernados en tela con G. M. o G. MIRO en el lomo. Ninguno de estos libros se editó después del año 1901, de modo que podemos decir que entraron en la biblioteca casi al mismo tiempo que el Rivadeneyra. Entre el centenar de títulos en este grupo hay una treintena que forma parte de la Biblioteca Clásica. Abarcan una serie de autores clásicos impresionante, con unos cincuenta escritores presentes. Representan otro elemento básico de su cultura, pero con la diferencia de que esto era entusiasmo de juventud: después de estos tomos casi no adquirió textos del mundo clásico, aunque los resultados de su lectura perduraron. Entre todos es tal vez Séneca el más interesante: sus Tratados Filosóficos tienen más anotaciones que cualquier otro título en la biblioteca con la excepción de Santa Teresa» (op. cit., pp. 14-15).

 

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Serían los volúmenes adquiridos por Miró en su primera época literaria, como, por ejemplo, los debidos a Carlos Albert, El amor libre, Madrid, B. Rodríguez Serra, 1900 y Pablo Mantegazza, Fisiología del amor. Traducción de Antonio Guerra y Alarcón, Madrid, Imprenta de Ricardo Fe, 1899.

 

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En la biblioteca personal de Gabriel Miró figuran varios ejemplares de la Biblia. El que sirvió de apoyatura de texto en los escritos iniciales -La mujer de Ojeda e Hilván de escenas- fue el publicado por el conocido editor Gaspar y Roig, Madrid, 1852-1869.

Respecto a San Agustín cabe señalar que son dos los libros que figuran en su biblioteca: La ciudad de Dios, Madrid, Librería Viuda de Hernando y Cía., 1893, y Les Confessions de Saint Agustín. Traduction par Paul Jenet, Paris, Bibliothèque-Charpentier [s. f.].