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Isabel II : Poema

José Mor de Fuentes



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Poema

                                                             Auspice venturo laetentur ut omnia saeclo.
VIRGIL.
Ved como España el día vitorea
Que, con ayes tristísimos, desea.


I.

                                  Vuela, pasado Tiempo, vuela, vuela;
Y con la aurora del ansiado plazo
La llorosa nación al fin consuela;
Con redoblado afán bate las alas;
Ea, vuela veloz, y esa Discordia,
Siempre tenaz, y siempre asoladora,
Con tu inmenso poder trueca, ya es hora,
En halagüeña y celestial Concordia;
Anuda en mutuo y entrañable lazo
La patria en pugna... y flores, frutos, galas
Brota sin fin de tu feliz regazo.
 
II.
   Arde en amor leal Iberia toda,
Y adora más y más tu alcurnia goda,
Anhelada ISABEL; cual un amante
De día sin cesar, de noche en sueño,
En pos se afana de su dulce dueño
Y acá y allá solícito y constante,
         Menospreciando el oro,
Cifra su dicha en el feliz instante
Que le afianze su ínclito tesoro:
O cual caudillo de ciudad sitiada
Que con vista intensísima, y clavada
         En el confuso monte
Que corona lejano el horizonte,
Está anhelando su caterva amiga;
Y al descubrir, no mas, hueste enemiga
         Ufana y reforzada,
Contra la suerte bárbara se enoja,
Y con dolor profundo, se acongoja:
Así también con desconsuelo amargo,
En medio de su lánguido letargo,
De confín a confín la España entera,
Con vivas muestras de impaciencia ansiosa,
         Zozobra pavorosa
Y agonía mortal se desespera.
 
III.
   Sacrosanta Verdad, augusto Numen,
Entona, ven, mi justiciera lira,
Ven, tu denuedo triunfador me inspira,
Y haz que mis rasgos, en audaz resumen,
Tras tanto pavoroso desenfreno,
En alas de la cándida Esperanza,
Cual entre galas de pensil ameno,
Canten mil himnos de feliz bonanza.
 
IV.
   Yo en el ceñudo cerro con enfado
Vi ya el volcán, de atrocidad preñado.
Y al par de su esplosión atronadora,
Con alta faz, con saña justiciera,
Y ansias y estremos de furor sagrado,
Por el blasón hispano derrocado,
Miré la bomba atroz y asoladora,
Entre lejano y bárbaro alborozo
Rechinando, subir al sumo cielo,
Y caer y estallar con vil destrozo
Del incendiado y pavoroso suelo...
Y en medio de catástrofe tan fiera,
         Que allá en inmensa hoguera
         Con furia atronadora
         Ostenta de repente
De polo a polo en combustión la esfera
         Vuelvo mi erguida frente
Y viendo estoy la imajen salvadora
De la tierna ISABEL, y ufano siento
En mi ser palpitante fausto aliento...
Mas ¡ay! ¡qué miro al contrapuesto lado
El vil ahínco del Inglés malvado
Que, en jentil ademán, con voz gozosa,
         Al salvarse cobarde,
         Sumo y feroz alarde
Haciendo está de esplendidez pomposa!...
         Y su diestra oficiosa,
         En cúmulos a miles
Brinda con incendiarios proyectiles
(Patria de mis entrañas, ahora mismo
Lo recuerdo con yerto parasismo)
Y ansia de la opulenta Barcelona
La activa industria y gloria esclarecida
Que el orbe todo por do quier pregona,
Ver en ceniza inmunda convertida;
Y clama: «con su fama voladora
Húndase Barcelona, en sacrificio
Al gran dios Algodón, Númen propicio
Que de rodillas la Inglaterra adora...»
 

V.

   No será, no, desaforado Isleño,
No triunfará tan infernal empeño.
         Que la ciudad suntuosa
Renace, crece y con audaz pujanza
En alas de su intrépida esperanza,
A pesar de la Envidia venenosa,
Con su feliz prosperidad relumbra,
Y hasta lo sumo del blasón se encumbra.
 

VI.

   La vividora Industria catalana
         Día y noche se afana
         Y su ímpetu violento,
Con redoblado arrollador fomento,
Rechazará la usurpación inglesa;
Sí, sí; la grande esclarecida empresa,
         Por el nativo suelo
Y hasta el confín del contrapuesto cielo,
Por el inmenso piélago descuella,
Y escollos salva y riesgos atropella.
 

VII.

   Y entretanto ISABEL al solio augusto,
Al arrimo magnánimo y robusto
         De la nación gloriosa,
Ufana trepará, con la esperanza
De sublimar la hispana bienandanza;
Ya más y más su candidez ansiosa
         Se azora, se desvela,
Nuestra dicha común labrar anhela;
Y blandiendo su anjélica inocencia,
         Por eficaz instinto,
En tan arduo intrincado laberinto,
La antorcha fiel de la ínclita esperiencia,
Desempeña con tino consumado
El escelso gobierno del Estado.
 

VIII.

   Alza arrogante, erguida y majestuosa
Su mazorca magnífica y pomposa
         La ajigantada palma,
         Que ora en inmoble calma
A la atónita vista se presenta
Y el rico don de su racimo ostenta,
Ora, al vaivén del zéfiro movida,
El reino vejetal ya señorea
Y en mil redobles su ramaje arquea,
Dándole en triunfo movimiento y vida,
Y allá desdeña en su rejión del cielo
Las plantas todas del humilde suelo
Tal ISABEL desde su escelsa esfera,
No con frente ceñuda y altanera,
Sino con tierno y espresivo agrado,
         Sobre su pueblo amado
Con su entrañable compasión impera.
La adusta y dolorosa Desventura,
         Consumada maestra
De la infeliz humana criatura,
         La asió con firme diestra,
Y por carrera enhiesta y escabrosa
La fue guiando, en horfandad llorosa.
 

IX.

   En su niñez el Desamparo amargo,
Robusteciendo su tesón brioso,
No fue jamás exánime letargo,
Que fue tan solo Zelador ansioso.
Su corazón al par escelso y fuerte,
Arrostrará las iras de la suerte,
Y al vaivén de sus ínclitos pendones,
Con trémulo pavor de afrenta y muerte
Desmayarán las bárbaras naciones;
Y muda, yerta la ambición inglesa
Orillará la criminal empresa,
Aquel intento pérfido y bastardo,
De avasallar el orbe a su leopardo.
 

X.

   Entretanto las Artes vividoras,
Ufanas más y más y encantadoras,
En su feliz y espléndido reinado,
         Con afán porfiado,
Al fiel arrimo de la ley sagrada,
Por el Congreso nacional dictada,
Con noble lauro ceñirán sus sienes
Y entonarán sublimes parabienes.
 

XI.

   O España mía, Madre idolatrada,
¡Ay cual te veo trémula y llorosa!
Dime ¿qué fue de tu brillante Armada?
¿Qué fue de esa opulencia tan colmada
         Que el inmenso tesoro
Hundía al peso de tu plata y oro?
¿Qué fue de tantos ínclitos varones,
         En sucesión gloriosa,
Pasmo, envidia y pavor de mil naciones?...
Ya Lerma, ya Olivares,
Ya Godoy, ya José, mil viles entes
De nombres y de bandos diferentes,
Con signo atroz de trájicos azares,
Tu lozana pujanza mancillaron
Y tu fecundo seno desgarraron.
¡Ay exánime esclava, en paz y en guerra,
De la insaciable y bárbara Inglaterra,
Tras ensayos sin fin, nunca el sendero,
Sabes bollar de tu nivel certero!
En perpetuo vaivén, víctima ansiosa
De sed avara o de ambición rabiosa,
         En jiro sempiterno
De loco, absurdo y ciego desgobierno,
La vocinglera y criminal comparsa
Pregonando sin fin felicidades
De bárbaras soñadas teorías,
Y en tropel redoblando realidades
De incesantes y horrendas demasías...
         Fuera, fuera, ya es hora,
         Con su monstruosa farsa
         La grey desangradora:
Fuera por siempre... En la triunfal morada
De la ínclita ISABEL tan suspirada
         En su palacio augusto,
Alcázar sacrosanto, digno y justo
De aquel escelso pundonor hispano.
De la pujanza audaz y arrolladora,
Del brio incontrastable y sobrehumano
Que hiciera A la nación, en otros días,
Con fausto aplauso, albricias y alegrías,
Del universo atónito señora.
 

XII.

   Arrebolada con celeste lumbre,
Trepa ISABEL a la eminente cumbre
Inflama ya la antorcha centellante,
Que, cual propicio y plácido lucero
Franquea el rumbo al grato marinero,
Y en tormenta feroz y bramadora,
Ríe la fausta inesperada hora,
Y salva al fin la nave zozobrante.
 

XIII.

   Tú reinarás.... tus ínclitos primores
Merecerán magníficos loores;
Tú reinarás, y a tu imperante ceño,
Cual allá de Medusa las miradas,
         En matador beleño
Y en transparente tósigo empapadas,
Yacerá la maldad en yerto sueño;
Tú reinarás, y en solio centellante,
Como de Temis el celeste escaño,
Serás de gloria manantial constante,
Anjélica ISABEL, y de año en año
Colmando tus escelsos atributos,
Derramarás sin fin opimos frutos;
Y entonces ya nuestro fecundo suelo,
Bajo brillante y bonancible cielo,
Será aquel paraíso esclarecido
Que más y más, con insaciable anhelo,
Ansiará el estranjero enmudecido.

XIV.

   El acendrado Pundonor, huido
Con lloro amargo del hispano suelo,
         Desde la etérea cumbre
Baja, a tu escelso ejemplo, en raudo vuelo:
         Cual, en veloz carrera,
Al asomar el astro esclarecido,
Desaparece la tiniebla fiera,
A los destellos de tu fausta lumbre,
La bárbara alevosa tiranía,
Aborto vil de indómita Anarquía,
Que a nuestra patria exánime destroza,
En el profundo piélago se empoza.
 

XV.

   En trance dilatado y pavoroso
Que el clarín de la Fama aun hoy pregona
Holló la Iberia la triunfal corona
De aquel Corzo imperante y alevoso,
Sumo adalid de veterana tropa,
Que a sus plantas miró yerta la Europa;
Y nadie, nadie en su conflicto ahora
Socorre a la infeliz que jime y llora,
Al ver que en torpe lid de bando a bando,
         A fuer de los bravíos,
Habitantes de selvas, lagos, ríos,
Sus vitales conatos estragando,
Bastardea su prole exhausta y ciega;
         Y en sangrienta refriega,
Su jenial heroísmo descarría...
         Ven, ISABEL ansiada, llega, llega.;
Cada cual en tu libre monarquía,
Ya en el soto se embosque, o trepe al monte;
O ya se afane en su taller humoso;
O en grato albergue con jenial reposo
         Absorto noche y día,
En alas de su ardiente fantasía,
Sobre el escelso empíreo se remonte,
Rebose todo en cándidos amores,
Y esa trasformación esclarecida
Sea el gran timbre de tu fausta vida,
Y al contemplar el reverente pasmo
De España toda, (en raptos de entusiasmo
Fogoso y puro), armónicos acentos
Tributaré a tus ínclitos portentos.



HIMNO

                                            Suenan albricias
Con mil delicias,
El Tiempo llega
Que soberano
De la soñada
Y desalmada
Fuerza prescinde,
Y con su mano
El mando entrega
Y el cetro rinde
A la jurada
Reina y señora
Que entusiasmada
De confín a confín la España adora.
   Maldad sañuda
Que guerra cruda
Al ínclito dechado
De peregrinas prendas,
Al objeto endiosado
De entrañables ofrendas,
Al ángel humanado,
Estás haciendo,
Y prescindiendo
Del pundonor
¡O atroz horror!
Ya te aparatas
Y allá dilatas
El plazo ansiado,
Para traerlo,
Con mil ardides
Y horrendas lides
Siempre atrasado
Y al fin hollado
Desvanecerlo;
Empedernida
En tu delirio,
Te das martirio,
Sin ver la Europa
Que, enfurecida,
Arde y galopa
Al escarmiento
Del viI intento,
Del atentado
Desenfrenado,
Infernal,
Sin igual...
   Mas no, que sola
Nuestra española,
Fiel hidalguía,
En armonía,
Corre inflamada,
Y a su justicia
La atroz malicia
Yace en la nada...
Y todo es gozo,
Todo alborozo.
   Suenan albricias,
Con mil delicias,
El Tiempo llega
Que soberano
De la soñada
Y desalmada
Fuerza prescinde,
Y con su mano
El mando entrega,
Y el cetro rinde
A la jurada
REINA y señora
Que, entusiasmada,
De confín a confín la España adora.
 

FIN.

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