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Isabel Oyarzábal Smith, editora y redactora: «La Dama» y «La Dama y la vida ilustrada» (1907-1911)

Concepción Bados Ciria





Desde que Beatriz Cienfuegos se iniciara en el periodismo con la publicación del semanario La pensadora gaditana (cincuenta y dos números entre 1763 y 1764), las mujeres han contribuido a la prensa española con numerosas y valiosas aportaciones desde mediados del siglo XVIII y a lo largo del siglo XIX, según señalan Esperanza Mó Romero (2007), Juan Cantavella (2000), Carmen Servén Díez (2008) y Carmen Simón Palmer (2008)1. Es, sin embargo, con la llegada del siglo XX, cuando la presencia femenina se asienta con fuerza decisiva y notoria en las redacciones de los periódicos españoles más importantes2. Como muestra, la tarea periodística desempeñada entre 1907 y 1936 por la malagueña Isabel Oyarzábal Smith, a cuya labor como redactora y editora de dos revistas publicadas entre 1907 y 1911, La Dama y La Dama y la vida ilustrada, me referiré en las páginas que siguen.

Para conocer mejor la posición de Isabel en el contexto en que desarrolló su quehacer como redactora de revistas, creo conveniente mencionar algunos datos de su biografía. Isabel había nacido en Málaga, en 1898, en el seno de una familia acomodada y este hecho la destinaba a formar parte de un grupo social conservador y tradicional. Sin embargo, como asegura en su autobiografía publicada en 1940, desde muy joven se sintió inclinada a la defensa de los marginados y desfavorecidos:

En mi último año de escuela, se me pidió que ayudara a la escuela de pobres. Cerca de las puertas del convento las monjas habían establecido una pequeña escuela para algunos chiquillos harapientos que vivían en cuevas en las colinas. No había escuelas primarias en esa parte de la ciudad. De hecho, el 85% de la población de Málaga era analfabeta por entonces3.



Isabel dejó la escuela religiosa a la que asistía como interna a los catorce años porque «las monjas no podían enseñarme nada más»4. De regreso a la casa familiar se encontró rodeada de hermanos, pero demasiado joven para «salir sola», en opinión de su madre, por lo que se dedicó con fervor a la lectura. De esta época recuerda la «purga de libros» llevada a cabo por su padre, un católico estricto, que había quemado los libros de Pérez Galdós, pero no los de Alejandro Dumas ni los de Charles Dickens, cuyas obras Isabel -reconoce- sabía de memoria. Por entonces, según afirma en sus memorias:

descubrí una divertida colección de libros de caballería que habían escapado a la purga. He olvidado los nombres de los autores. Mi cerebro se nutría de las narraciones de valientes caballeros y bellas damas y de fiestas y torneos. Me imaginé que un día tendría un caballero a mi servicio y que el blanco y el rojo carmesí serían mis colores5.



Sin embargo, reconoce que a los 15 años estaba llena de dudas e inseguridad en relación con su apariencia física, pues todo el mundo se fijaba en su palidez, al tiempo que confiesa que «no recibía ningún cumplido», de manera que sentía envidia de las mujeres que tenían «buen color»6. Una hermana de su padre, Amalia, le fue de gran ayuda para salir de Málaga, donde «no había sitio para mí»7. En efecto, Amalia se trasladó a Madrid cuando una de sus hijas se casó con Francisco Silvela, un hecho que introdujo a Isabel en los ambientes de la alta sociedad madrileña, de la aristocracia e incluso de la monarquía, cuando Isabel, en 1906, se trasladó a la capital de España con la intención de trabajar como actriz en la compañía de María Tubau8.

En su autobiografía, publicada en el exilio mexicano sufrido por nuestra autora tras la derrota de la II República en España, Isabel declara que comenzó a escribir «para pasar el tiempo» en aquellos primeros meses en Madrid, alojada en compañía de su madre en una pensión y a la espera de debutar en la escena madrileña. Sin complejos confiesa que, en esos días, su habitación estaba llena de hojas escritas que no permitía leer a nadie, mientras esperaba con ansiedad actuar en la gala que iba a tener lugar en el Palacio de El Pardo con motivo de la boda del rey Alfonso XIII y la princesa inglesa Ena de Battemberg. Recuerda con nostalgia esa noche delante de los grandes y nobles de España, la cual podía haber terminado en tragedia, con estas palabras:

se descubrió que el anarquista que lanzó la bomba contra el carruaje real después de la boda, causando la muerte de diversas personas aunque evitando la de la pareja real, había sido visto merodeando alrededor de El Pardo con la esperanza de entrar en el teatro la noche de la gala. La historia de Europa podía haber cambiado esa noche si hubiera llevado a término sus planes9.



Tras convencerse de que no tenía una verdadera vocación para la escena, regresó a Málaga y el mismo verano de 1907 su preocupación por la escasa educación lectora de las mujeres la impulsó a crear, junto a su hermana Anita, la revista La Dama, dirigida exclusivamente a las féminas, y cuyo primer número salió en diciembre del mismo año10. Respecto al proyecto de editar una revista femenina declara:

Sería la primera de este tipo que se publicaría en España. Estaba segura de que se necesitaba una revista así. Las mujeres en nuestro país leían poco porque no tenían nada para leer. Con la excepción de un número limitado que podían suscribirse a revistas de moda inglesas y francesas, ninguna mujer se atrevía ni siquiera a hojear los periódicos locales. Se pensaba que solamente interesaban a los hombres11.



Resulta conmovedor -teniendo en cuenta el compromiso social y político que Isabel desarrollaría a lo largo de su vida- conocer los intereses, un tanto conservadores, que la movieron en esos años a sacar a la luz esta revista:

La Dama, como decidimos llamar la revista, debería ser suficientemente frívola como para ser atractiva, suficientemente profunda como para conseguir ciertos objetivos y suficientemente subordinada a las tradiciones para no provocar las críticas12.



Confiesa que no se atrevió a pedirle dinero a su madre para tal empresa y que su amiga Raimunda Avecilla le prestó 2000 pesetas, con las cuales se puso en marcha la edición, en la que su hermana Anita ocupaba el cargo de secretaria general y ella misma escribía prácticamente todos los contenidos, «aunque con distintos nombres»13. Según evoca en sus memorias:

El primer número de La Dama, tenía 28 páginas impresas y -a nuestro parecer- una bella portada en color azul verdoso en la que una reproducción del cuadro de Sir Joshua Reynolds, el retrato de la actriz inglesa Mrs. Siddons, aparecía de lo más impresionante14.



Más adelante afirma que este primer trabajo periodístico le sirvió de gran ayuda en su labor como corresponsal y colaboradora de distintas revistas inglesas, como Laftan News Burean, The Standard y el Illustrated London News para el que contribuyó con un dibujo de la apertura del parlamento, el cual incluía a la familia real y a los delegados británicos. De su arrojo e inquietudes, además de su deseo de trabajar en el ámbito periodístico, da cuenta en sus memorias cuando declara:

Poco después de la aparición de La Dama, un amigo en Inglaterra me pidió si estaba dispuesta a ser la corresponsal en España para el Laffan News Bureau. Era una agencia londinense que requería información de todo tipo. No lo dudé y, con el atrevimiento propio de la ignorancia, me ofrecí para cubrir todos los campos, desde la alta política hasta los crímenes más vulgares o los eventos más pintorescos15.



La Dama se ofrecía, en sus inicios, como una revista quincenal ilustrada, e incluía el subtítulo de «Mundo, Música, Modas». En efecto, una primera sección se ocupaba de crónicas de tipo social; otra, la más amplia, de moda, labores, asuntos del hogar relativos a las mujeres; la tercera y última presentaba una partitura musical de un compositor famoso, además de la biografía del mismo y unos comentarios adyacentes, que ilustraban sobre aspectos musicales, firmados bajo el seudónimo de Siegfried. La sección dedicada a la música se fue ampliando con el fin de informar de los últimos espectáculos acontecidos en Madrid en materia de música clásica, algo novedoso, de alto valor cultural y que constituía un notable avance social, teniendo en cuenta que las revistas iban dirigidas, en principio, exclusivamente al público femenino. Sin duda alguna, esta sección venía a mostrar el, hasta cierto punto, grado de sofisticación y exquisitez de la revista, enfocada en autores y partituras de música al más alto nivel. No cabe duda de que Isabel propugnaba una innovación en asuntos dirigidos a la formación de las mujeres españolas.

De los contenidos y el formato se deduce que La Dama pretendía entretener e informar de las últimas novedades en moda femenina, sobre todo la que provenía de París y Londres. Obvia precisar que estas revistas eran adquiridas por la clase alta y pudiente de la sociedad española, algo que nunca dejó de inquietar a su editora y redactora, que siempre luchó por una edición más popular y democrática, al alcance de todas las mujeres. No obstante, la complicada situación económica en la que se hallaba Isabel hizo fracasar, en cierto modo, las expectativas puestas en sus revistas en lo que se refiere a una mayor difusión y accesibilidad por parte de las clases populares. Es obvio que este objetivo era inalcanzable en las fechas en que se publicaron, dada la difícil situación socioeconómica del país. Resultado de los múltiples problemas económicos fue que La Dama, de ser una revista quincenal, pasó a ser mensual a partir de febrero de 1908. Desde esta fecha y hasta marzo de 1911, en que tiene lugar la publicación del último número, se edita bajo el nombre de La Dama y la vida ilustrada. En total son 38 revistas las editadas y publicadas, escritas prácticamente en su totalidad por Isabel Oyarzábal, como hemos dicho, entre diciembre de 1907 y marzo de 191116.

Recién llegada de Málaga, Isabel emprendió con ilusión, en diciembre de 1907, una tarea que llevaría a cabo durante cuatro años sin escatimar esfuerzos. La dirección de La Dama, refiriéndose al subtítulo de «Mundo, Música, Modas», presentaba la revista en su primer número en estos términos:

En estas tres palabras se comprende nuestro plan de campaña. Notas del mundo social, deportivo y artístico; piezas y biografías de célebres compositores de música clásica, unas veces y las de nuestros maestros modernos otras; novedades salientes de la temporada en modas y labores; en una palabra, todo cuanto creemos ha de interesar y distraer a la mujer, lo mismo a la aficionada al arte o a la música, como a la que siente predilección por las cosas de su casa o que tiene especial interés en saber lo que ocurre en la esfera deportiva, deseamos incorporar en nuestra revista de todo lujo, que con especial placer dedicamos a la dama española17.



En febrero de 1908, la dirección se congratula de la buena acogida de la revista tanto en España como en el extranjero, y aclara que ha decidido darle mayor amplitud para permitir un desarrollo más generoso de los temas a tratar, añadiendo, entre otras cosas:

En esta nueva forma, con una revista de más páginas, más información y mayor interés, podremos disponer de más espacio y dar la atención que merecen a los interesantes temas de literatura y arte; tendremos mayores facilidades para la publicación de los fotograbados de modas, y más tiempo para recibir las noticias y fotografías de nuestros corresponsales de Londres, París, Berlín y otras partes del mundo, que contribuyen no poco al excelente resultado de La Dama. Tendremos, además, lugar para los concursos que desde el comienzo deseamos organizar y para ampliar la sección de «Preguntas y Respuestas», que ya resulta limitada para el objeto a que está destinada18.



Está claro que el proyecto era ciertamente ambicioso y pretendía los mejores resultados. De su difusión en Europa dan cuenta las direcciones y teléfonos de París y Londres, los cuales figuran en la primera página de la revista, junto a la dirección de la redacción y administración de la misma, situada en la calle Serrano 53, de Madrid. Hay que tener en cuenta que Isabel dominaba el inglés y el francés, había vivido en el Reino Unido y viajado a París, donde había hecho buenas amistades en los medios intelectuales más modernos, si bien todavía de clara tendencia conservadora. Todo ello contribuyó a que sus revistas tuvieran una amplia difusión en Gran Bretaña y Francia, principalmente, a la vez que recogían, para proyectarla, la información más relevante de todo lo que acontecía en ambas naciones en asuntos femeninos, es decir, los relacionados con el hogar y la moda.

La Dama presenta -como no podría ser de otra manera- una evidente preocupación por la salud de las mujeres en relación a la moda, un asunto candente en la época. De ello son muestra los numerosos anuncios publicitarios que llenan algunas páginas de la revista, con el fin, sin duda, de cubrir el dispendio económico, pero, también, con el parejo de aconsejar a las lectoras en materia de moda y salud acordes a las más novedosas y saludables aportaciones. En octubre de 1909, Isabel, como editora y redactora, se hace eco de una preocupación femenina notable: la aceptación del corsé anatómico y científico de la academia de París. Una página muestra los beneficios de esta prenda con sendas ilustraciones y fotografías, reproduciendo, además, los consejos de su creadora Mademoiselle Agier. En la sección Frivolidades la firmante bajo el seudónimo Helya d'Arvel, propone la moda de París como la más adecuada para la mujer moderna:

Sabido es que toda mujer que no lleva un buen corsé tiene movimientos duros, que le hacen perder toda su gracia. Nuestras parisinas de hoy día, lo mismo cuando andan que cuando bailan o patinan, se mueven con ondulaciones de un perfecto bienestar. El corsé Agier, perfectamente ajustado al cuerpo de la mujer, no le hace, sin embargo, perder su flexibilidad, habiendo obtenido el sufragio de todas las notabilidades médicas, así como el de todas las elegantes; tanto que Mlle Agier ocupa desde hace tiempo un lugar prominente entre las artistas que se preocupan de la forma y la línea y, como ellas, tiene la satisfacción de oír unánimes murmullos de admiración y elogio. Ha creado, en efecto, una novedad: el corsé sin ballenas, cuyo éxito cada día se afirma más19.



Otra muestra de la inquietud por el bienestar femenino en materia de vestimenta, es la respuesta ofrecida en marzo de 1911 acerca del uso de la falda pantalón en la sección Frivolidades. Helya d'Arvel responde de manera contundente a la pregunta de una lectora asidua:

Mi contestación es que se impondrán, desde luego; y ¿por qué no? Al fin y al cabo, de las faldas estrechas que ahora llevamos a la falda pantalón el paso es casi insignificante, y nadie hubiera dado al asunto más importancia de la que realmente tiene si la Prensa, falta de sucesos que comentar, no la hubiera cogido por su cuenta. Pero dejémonos de digresiones y vamos al grano: la falda pantalón tiene derecho a imponerse porque la acompaña el visto bueno del sentido común. No creo que para trajes de visita ni para los de ceremonias se utilice; pero para las faldas tailleur, para compras y paseos, si no se generalizan deben generalizarse, por ser más cómodas, más prácticas y más higiénicas20.



A continuación pasa a dar la dirección de la calle Montera 53, donde asegura se encuentra el modelo que ha sido aceptado sin protestas, e invita a las lectoras a que vayan a verlo en los escaparates. De esta información y de otras muchas relacionadas con la decoración de la casa, las recetas de cocina, la educación y el cuidado de los bebés, se desprende que la revista sigue fiel a sus secciones a lo largo de sus cuatro años de edición. Es preciso señalar, en este sentido, la preocupación de nuestra autora porque las mujeres españolas se aficionaran al ejercicio físico y a los más diversos deportes, siguiendo las tendencias que llegaban desde Europa. En febrero de 1911, la sección titulada La higiene y la moda, aconseja a las lectoras en estos términos:

¿Quién os ha dicho queridas lectoras, que la higiene está reñida con la moda? Todo lo contrario; ambas cosas pueden compaginarse y hasta completarse perfectamente, siempre que no se deje llevar la mujer por la exageración. Si esto no fuera cierto, ¿Creéis que los fervientes defensores de la higiene habrían conseguido los triunfos que hoy en día logran en todo lo referente a la toilette femenina?21



En la misma sección, se anotan consejos relativos a la ropa interior de las mujeres, indicando lo beneficioso del uso de ajustadores y brassières llegados de París a la capital de España -se pueden adquirir en una tienda de la calle Fuencarral 15- para sustituir el incómodo corsé. Asimismo, puntualiza lo saludable de los zapatos sin tacón:

Ya sabéis lo que hemos hablado acerca de lo nocivo que es para la mujer el uso de esos zapatos de tacón alto que antes se llevaban. Pues bien; ya hemos conseguido que llevéis zapatos de punta ancha y forma holgada y de tacón razonable. ¿Que se volverá a imponer la moda? Pues también nosotros volveremos a la defensa22.



A tenor de estas líneas, no cabe duda de las ideas progresistas e innovadoras de Isabel, unas ideas que se concretarían, pasados unos años, en un compromiso sociopolítico reconocido por las más altas instancias de la II República Española. Como señalamos más arriba, el hecho de hablar inglés y francés le abrió las puertas de la política internacional a Isabel, pero también la llevó a vivir los días más amargos de su vida. Uno de ellos es el 18 de julio de 1936, cuando los acontecimientos la convierten en corresponsal de guerra en Europa, pero también en portavoz de la España republicana en diferentes foros internacionales23.

Prosiguiendo con La Dama, de acuerdo a lo que se suponía debía ser una revista femenina, se fueron añadiendo páginas de consejos para el mantenimiento del hogar, el cuidado de los niños y, muy especialmente, la página titulada La Toilette, en la que, bajo la firma de My Lady, se daba respuesta a numerosas cartas de lectoras a las que previamente se les había exigido que escribieran adoptando seudónimos. En efecto, en el inicio de esta página se anunciaba lo siguiente:

Atendiendo al ruego que al efecto se nos ha hecho, tendremos un verdadero gusto en contestar en estas columnas a las preguntas que referentes a la toilette nos hagan nuestras lectoras, siempre que todas las que deseen obtener información sobre esta materia se dirijan a My Lady. Redacción de La Dama, Serrano 53. Todos los corresponsales deberán adoptar un seudónimo24.



En esta página se apuntan consejos a las consultas sobre el uso del encaje Richelieu, las nuevas medias que se avecinan, el uso de cremas para el cutis o las manos ante el crudo invierno, la elección de un buen corsé, los trajes princesa para la noche, la blancura de los dientes, entre otros. Al leer estas breves misivas, se tiene la impresión de que Isabel Oyarzábal escribía las respuestas a unas preguntas ficticias, todo ello con el fin de rellenar y completar la revista. Así responde My Lady a Marta:

Permanecer joven y bella, y desafiar los años es posible en toda mujer. Los principales requisitos son limpieza absoluta de la persona y de la indumentaria, comida alimenticia y sana, mucho ejercicio y una vida influida por un carácter alegre y poco egoísta. Sin estas condiciones, el cutis más perfecto y las facciones más regulares son como si no existieran; en cambio, una vez logradas, la mujer menos guapa puede resultar de un charme y un atractivo singular. Por lo tanto, antes que del físico hay que cuidar de la moral, y, una vez segura sobre este punto, puede permitirse que el rostro -no solo los ojos- sea el espejo del alma25.



My Lady responde de esta guisa a Luisa:

El remedio más eficaz es seguir un tratamiento de respiración. En Francia e Inglaterra son innumerables las personas que han logrado curarse por este método. Por lo general son muy pocas, contadas, las personas que respiran como es debido, y el descuido de cosa de tanta importancia puede traer consigo males gravísimos. Hay especialistas que se dedican a ello; pero caso de no desear seguir un tratamiento demasiado severo, puede aprovechar los consejos que sobre este asunto publica Mrs. Aadir, de Londres, o los de cualquier especialista francés26.



A la remitente que firma con el seudónimo Clotilde, My Lady le sugiere:

Le es absolutamente necesaria una transformación. Los rellenos que de algún tiempo a esta parte se vienen usando, van quedando completamente en desuso a causa de los inconvenientes que en sí llevan. En primer lugar, ha quedado definitivamente probado que son en extremos perjudiciales al cabello. Con una transformación buena estará usted siempre perfectamente arreglada, y nada necesita temer de su uso, pues son lo más limpio, lo más higiénico y lo más recomendable que hay. Para su segunda pregunta, yo le recomendaría que viese a un especialista; con el ungüento Cyclas, sin embargo, se suelen obtener resultados muy satisfactorios; creo lo encontrará en toda buena perfumería de Madrid27.



A la vista de estas cartas, directas, escuetas, y sobre todo inocuas, pero que responden a las preocupaciones de cualquier mujer en materia de salud, belleza y moda, no me parece una presunción asegurar que constituyen un artificio retórico propio del periodismo que Isabel conocía muy bien. Más aún, las cartas ficticias eran imprescindibles para una redactora y escritora diletante y con escasos medios económicos, si bien con gran empeño por hacerse un lugar en el mundo editorial. Talento y arrojo no le faltaron a Isabel, amén de una impresionante formación intelectual y de un talante liberal y abierto a las innovaciones provenientes de Francia o Inglaterra, en materia de moda, belleza e higiene.

Isabel sintió desde jovencita un profundo amor por el teatro y, en este sentido, no podía faltar en sus revistas la más amplia información relacionada con un espectáculo tan enraizado en la sociedad madrileña de las primeras décadas del siglo XX. Su pasión y conocimiento de la escena española y europea se hace notar desde el primer número de la revista La Dama, en la que destaca una sección de varias páginas dedicadas al teatro en España, Reino Unido y Francia. Bajo el seudónimo Thalie, Isabel elabora crónicas admirables sobre distintas actrices de la época: María Guerrero, María Tubau, Julia Martínez, Conchita Oria en España, Sarah Bernhardt y Ellen Terry en Inglaterra. Asimismo, elogia a las actrices españolas por su habilidad en expresar las emociones y hasta pretende que sean modelos para las actrices extranjeras. Del mismo modo, elogia los cambios acontecidos en los teatros madrileños, que sitúa al mismo nivel que los de Londres y París:

Nuestros teatros son también mucho más confortables que lo eran antes. Los palcos y butacas, y por lo general, toda la parte dedicada al público, está ahora en mejores condiciones que hace algunos años. Sin embargo, en esto se podrían introducir pequeñas mejoras, que seguramente habrían de apreciar los espaciadores. Los periódicos no se deben vender dentro de la sala, como si estuviéramos en la misma Puerta del Sol. Los vendedores de bombones podrían ofrecer sus mercancías con menor estrépito que ahora y sería una bonita innovación que muchachas lindas repartieran programas, los cuales podrían venderse por un precio módico, como se hace en teatros de otras capitales28.



De otra parte, en la revista informa puntualmente de los distintos estrenos que acontecen en los diferentes teatros de Madrid, entre los que destacan el Comedia, el Lara, el Apolo, la Zarzuela, Cómico, Princesa y Español. En octubre de 1909 puntualiza:

Con la admirable obra de Jacinto Benavente La escuela de las princesas abrió sus puertas este teatro, obteniendo extraordinario éxito autor y artistas. En verdad, el triunfo obtenido por el insigne dramaturgo es, tal vez, uno de los más merecidos en su gloriosa carrera artística, no sólo por la exquisitísima elegancia del diálogo, propio del gran siglo, sino también por la consoladora tesis que informa la comedia toda. La escuela de las Princesas debiera llamarse la escuela de las mujeres, y mejor aún, la escuela de la vida. La interpretación, como del teatro de la Comedia29.



Con tales informaciones, la revista mantiene a sus lectores al corriente de los acontecimientos teatrales, muy abundantes, por cierto, en esa década30. Si en los primeros números de la revista se centraba en descubrir a las actrices, más adelante pasa a informar sobre los actores. Ricardo Calvo es el que ocupa amplias páginas en 1909, y también son objetivo de sus elogios los dramaturgos más conocidos de la época, entre ellos Gregorio Martínez Sierra. Refiriéndose al último estreno en el teatro Princesa en marzo de 1911, escribe:

Primavera en otoño pone de realce las indiscutibles condiciones de artista del señor Martínez Sierra y su múltiple talento como literato, talento en el que se aprecian distintos aspectos iguales en mérito. Indudablemente, Canción de cuna es superior como obra teatral; ésta sea, quizás, la obra del Sr. Martínez Sierra; pero en Primavera en otoño, se aprecian grandemente, volvemos a repetirlo, las cualidades superiores del artista refinado que supo crear bellísimas obras. Huelga decir que la obra fue puesta con el cuidadoso detalle que la Empresa Guerrero-Mendoza brinda a los autores de la casa31.



Como especialista en materia teatral, Isabel no podía dejar de aludir al teatro japonés, muy influyente por esos años en París. Con motivo de la estancia en la capital francesa de la actriz Sada Yacco -la Sarah Bernhardt japonesa en palabras de Isabel- señala:

Vista en la calle la célebre actriz japonesa, parece reducida a las proporciones de una muñeca; resulta un tipo extraño en su traje gris y curioso sombrero; pero en la escena un genio la transforma: su voz vibra musical como las cañas mecidas por la brisa; su talle se cimbrea como hierba cortada32.



Isabel explica, a continuación, las características del teatro japonés, partiendo de las ilustraciones de unas mascarillas propias a este tipo de representaciones, tan diferentes a las europeas. Concluye diciendo:

Las piezas de teatro japonés están desde luego basadas en asuntos trágicos, como podrá apreciarse por las temibles mascarillas que aquí publicamos, entre las cuales no se encuentra ni una sola cómica o risible; el drama es lo que mejor encaja en los gustos del país, y así, en el drama es donde la célebre actriz puede hacer mayor gala de sus maravillosas facultades y desarrollar con más lucimiento toda la fuerza y seducción de su arte incomparable33.



En sucesivos números de la revista, Isabel siguió informando detalladamente de los cambios y evoluciones de la escena teatral española y europea, hasta convertirse en una crítica muy solicitada por distintos periódicos y revistas entre 1920 y 1930, como puntualizaré más adelante. Por lo que respecta al formato y los contenidos de las revistas, cabría decir que se mantuvieron sin grandes cambios a lo largo de los, casi, cinco años, si bien la vida y las ideas de Isabel iban madurando y evolucionando, sobre todo al contacto con las ideas socialistas que se afianzaban paulatinamente en los ambientes intelectuales y artísticos del Madrid de las primeras décadas del siglo XX.

En su vida personal, su matrimonio, en julio de 1909, con el pintor Ceferino Palencia, propició que Isabel reflexionara sobre el papel de las españolas como esposas y madres, lo cual le hizo tomar medidas drásticas en su vida al tiempo que cambió su, hasta entonces, conservador modo de pensar. Sus estancias veraniegas en Escocia, así como sus lecturas de periódicos en inglés y francés, le habían hecho tomar contacto con el incipiente feminismo europeo, que respetaba y admiraba, de manera que la revista pasa a hacerse eco, aunque de manera ambigua, de esta materia candente en Europa en noviembre de 190834. En la sección Ecos de acá y de allá se anota una columna titulada Las que quieren votar, que, curiosamente, parece estar en contra de este derecho femenino al confirmar que la causa de las sufragistas ha dado mucho que hablar en los últimos tiempos, al tiempo que anota la división existente entre las mujeres que apoyan el sufragio y las que lo rechazan. Concluye en estos términos:

Sin embargo, hay que reconocer que el voto de la mujer es hoy en día algo más que una probabilidad; es una cuestión amenazadora a la que muchas personalidades políticas ven un fin próximo y decisivo35.



Unos meses después, en la sección Rincón de las lectoras, se incluye un reportaje que anota una columna titulada «Feminismo». Ilustrado con varias fotografías, el reportaje tiene como finalidad dar cuenta de la situación de las mujeres en diferentes partes del mundo. Andante, el seudónimo que lo firma, se expresa en estos términos:

He aquí dos fotografías feministas de un género completamente distinto: la una viene del centro de África y nos hace lamentar la suerte de esa pobre mujer de Bambana, tratada brutalmente y con extraordinaria amalgama de carga. Esa pobre no conoce aún los beneficios del feminismo, y no creo le llegue jamás el día de reclamar sus derechos al voto, como las inglesas, ni el acceso a las carreras profesionales, como sus colegas francesas. La otra fotografía viene en línea recta de París, y representa a una mujer «fijadora de carteles». En efecto, el industrial parisino no ha encontrado cosa mejor que embaucar a un grupo de mujeres, con el encargo de fijar en los muros el reclamo del último chocolate y el mejor café hasta aquí conocido36.



Tras estas opiniones, queda claro que Isabel conoce los avances en materia social de las mujeres inglesas y francesas, a las que apunta como paradigmas de lo que para ella es el feminismo en 1909. No cabe duda de que ella misma, en España, se siente víctima de la resistencia del sistema patriarcal a la apertura de los espacios públicos a las mujeres. No de otra manera pueden interpretarse las líneas que siguen:

No sin dificultad han logrado las mujeres entrar en el sagrado círculo de carreras profesionales, que hasta aquí parecían ser propiedad exclusiva del hombre, y a veces ha sido preciso por parte de los apóstoles del feminismo de un valor inmenso para alcanzar las plazas deseadas y uno no menos grande para retenerlas una vez obtenidas37.



A tenor de estas declaraciones, es obvio el interés de Isabel Oyarzábal por hacerse eco de los avances y consecuciones en materia social de las mujeres europeas. Sin embargo, tendrían que pasar algunos años más para que se comprometiera en materia política y social y pasara a ocupar cargos relevantes en la II República, los cuales la destinaron a trabajar a favor de las causas de los desfavorecidos en distintos foros internacionales.

Lo cierto es que la revista se va adaptando y renovando al paso de los años, lo mismo que las ideas de Isabel, quien, para 1911, había roto con la tendencia conservadora y se iba inclinando hacia las ideas progresistas que preconizaban conflictos sociales y políticos en territorio español. De manera que, el término «lectoras» a las que la revista se dirigía en un principio, se abre al de «lectores», lo cual indica que, si bien los asuntos y temas a tratar iban dirigidos casi exclusivamente a las féminas, también se invitaba a los varones a que leyeran la revista. Prueba de esta apertura es que en 1909 se ofrece una sección que informa sobre los actores españoles, los soberanos europeos, los pintores reconocidos (Goya entre ellos) y, principalmente, se incluye una sección dedicada a los escritores españoles (Armando Palacio Valdés ocupa la de octubre de 1909). Asimismo, desde esta fecha se abre una sección bibliográfica «con objeto de tener al corriente a nuestros lectores de cuantos libros se publiquen en España y en el extranjero». Como muestra se ofrecen reseñas de la traducción de Albert Savine de Los nuevos misterios y aventuras de Conan Doyle, editada por Stock, y de la nueva serie de novelas cortas de Rudyard Kipling, Los Deodars. Ambas son fervorosamente recomendadas por la revista La Dama, tanto por su calidad como por la excelente traducción. De su admiración y conocimiento de la literatura inglesa, en la que había sido educada, se desprende que se incluyera en las revistas una novela inglesa, Dafne, de corte victoriano y romántico, traducida por la propia Isabel38. La novela fue publicada en capítulos (salieron 36 en total), siguiendo una corriente muy común en la época, pero puesto que la revista desapareció en marzo de 1911, la novela concluyó sin el capítulo final.

Isabel confiesa en su autobiografía que fue muy difícil mantener viva la revista a lo largo de cuatro años, sobre todo porque ella buscaba una línea más progresista e innovadora en materia social, según sus propias palabras:

Algunas veces pretendimos introducir una línea diferente pero nuestras jóvenes lectoras o sus mamás protestaban inmediatamente. A ellas les encantaban la fotos de las mujeres de una sociedad encantadora, las novias bonitas y las descripciones de los bailes y fiestas, así como las enfermizas novelas sentimentales británicas, por lo general, traducciones del periodo Victoriano. Habíamos introducido cuatro páginas de música clásica y ocasionales reproducciones de pintores famosos para elevar el material mediocre, pero ni esto había conseguido estimular la curiosidad de las lectoras. Los desnudos, aunque fueran famosos, estaban, por supuesto, escrupulosamente prohibidos39.



De manera que llegó el día en que La Dama tuvo que dejar de publicarse, presionada su editora y redactora por problemas económicos, pero también por la necesidad de cambiar los contenidos y el talante de la revista. Reconoce con nostalgia en su autobiografía:

Si hubiéramos tenido dinero, habríamos comenzado con un proyecto totalmente renovado pues había por entonces algunos grupos de mujeres inteligentes que habrían recibido con los brazos abiertos una revista a la altura de sus expectativas. Pero tal paso era imposible para nosotras40.



Dada su preparación intelectual, además de ser una trabajadora innata, Isabel emprendió la traducción al español de los volúmenes V y VI de la obra de Havelock Ellis en materia de psicología sexual. Como asegura en sus memorias, este trabajo no solamente le sirvió para mantener su hogar, mientras Ceferino se ejercía como pintor en el taller de Chicharro, sino también para conocer aspectos de una faceta, la sexual, en la que «Como a la mayoría de las mujeres de España por entonces, se me había mantenido en la más completa ignorancia, incluso hasta el día de mi matrimonio»41. De estos años de trabajo solitario es la obra El alma del niño. Ensayos de psicología infantil (1921), un trabajo que prosiguió en los años del exilio mexicano con la publicación de una serie de cuentos infantiles.

En su autobiografía, Isabel reconoce que desde su matrimonio con Ceferino Palencia, en 1909, muchas cosas cambiaron en su vida, tanto en lo personal como en lo profesional. La temprana llegada de sus dos hijos, Juan y Marisa, la obligaron a posponer su plena dedicación al feminismo incipiente por aquellos años en España. Así, cuando en 1915 fue requerida para formar parte del grupo de mujeres intelectuales que luchaban por el derecho al sufragio en España, se negó a adherirse al proyecto. Como ella misma declara, en ese momento se sentía presionada por sus problemas familiares, aunque más tarde, en 1926, se asoció en el Lyceum Club e incluso fue nombrada vicepresidenta de esta reputada asociación. Por esta época, además, se inició como conferenciante en el Ateneo madrileño hablando de la influencia de Sir Henry Irving en el teatro inglés y crecieron sus colaboraciones en las revistas españolas Cosmópolis, El Heraldo, Nuevo Mundo, El Sol, y Blanco y Negro, entre otras42. Particularmente orgullosa se muestra cuando confiesa que, mientras su marido se angustiaba por ser un pintor reconocido, ella contribuía al mantenimiento del hogar con la publicación de un artículo diario en el recién inaugurado periódico El Sol, entre cuyos colaboradores menciona a Ramón Pérez de Ayala, Salvador de Madariaga, Gregorio Marañón, José Ortega y Gasset y Emilia Pardo Bazán43. Además de escribir las columnas mencionadas, Isabel era la encargada de realizar para este periódico las crónicas teatrales, lo que la obligaba a asistir a todos los estrenos de Madrid y a acostarse muy tarde, pues escribía sus crónicas en un café, para llevarlas al periódico antes de regresar, ya de madrugada, a su casa a descansar. Escribe:

Como había gran cantidad de teatros y los productores estaban renovando constantemente sus programas, mi trabajo era muy gratificante en todos los sentidos. Los teatros de Madrid ofrecían dos sesiones diarias. La que se llama matinée, comenzaba las seis de la tarde. La segunda sesión, a las 10.45 de la noche y raramente concluía antes de la una de la madrugada. Los estrenos solían darse en la última sesión y como se suponía que las reseñas sobre las nuevas obras tenían que aparecer en la edición de la mañana, tenía que escribir mi comentario esa misma noche, después de asistir a la representación44.



Sin duda alguna, Isabel disfrutaba de este quehacer que, además, la mantenía en contacto con los medios intelectuales y artísticos más notables de Madrid. De hecho, en 1926, Isabel de Palencia y su marido se implican de lleno en «El mirlo blanco», un teatro de cámara instalado en la casa de los Baroja y dirigido por Cipriano Rivas Cherif. Ella misma actuó como actriz en la representación de alguna de sus obras en este teatro de cámara y también en el teatro instalado en el Lyceum Club, fundado en 1926 por Carmen Baroja y Nessi. Cabría anotar que Isabel fue vicepresidenta del Lyceum Club, mientras Victoria Kent ocupaba la presidencia de esta asociación tan decisiva en la lucha de las mujeres por la igualdad social y el prestigio intelectual en suelo español. Muchas de las obras dramáticas de Isabel fueron traducidas al inglés, al sueco y al alemán por la propia autora y representadas en los años 30 en distintos teatros europeos de Londres y Estocolmo.

La labor periodística de Isabel durante la década del veinte merece un comentario aparte a la hora de esclarecer su personalidad. María Luisa Mateos Ruiz realiza un estudio detallado de los artículos publicados por Isabel de Palencia en la revista Blanco y Negro, entre los años de 1925 y 192845. Escribió un total de 35 artículos, que son de interés por las ideas avanzadas, liberales y progresistas que contienen, acordes con la ideología de la autora, para entonces convertida al feminismo de la época. Todos ellos plantean situaciones y asuntos relacionados con el mundo de las mujeres, muy particularmente los que conciernen a su emancipación, a la educación y a lo que hoy se conoce como conciliación de la vida profesional y familiar. Algunos de estos artículos mencionan los temas que trata en sus obras dramáticas que, por cierto, se representaron en distintos teatros de Madrid en esos años46. Parece claro que Isabel se mostraba en la revista Blanco y Negro como correspondía a una periodista avezada, una intelectual ecléctica, interesada en miles de asuntos, todos ellos en relación con una evidente amplitud de miras en lo concerniente a la cultura de las mujeres.

En definitiva, Isabel se convirtió en una mujer independiente económicamente gracias a sus trabajos periodísticos pero, además, ello le permitió situarse a la altura de sus compañeros varones, de tratarlos como «camaradas», algo que ella misma reconoce en sus memorias como único y valioso en una época donde la misoginia brillaba por doquier en la sociedad española. Poco a poco, en parte gracias a su carácter aventurero, pero sobre todo gracias a su preparación e inteligencia, Isabel fue despertando a las inquietudes sociales y políticas promovidas desde la izquierda republicana española, a pesar de que cambió su apellido por el de su esposo a la hora de firmar sus obras literarias y sus colaboraciones periodísticas. En mi opinión, no podemos calibrar las actuaciones personales de esta mujer con los avances y conocimientos de hoy día, porque como queda bien demostrado, sus posibles contradicciones -católica convencida y ferviente socialista- no le impidieron un compromiso social muy fuerte, el cual se hace visible tanto en sus escritos de todo tipo, como en su carrera política.

Otro eslabón notable en relación con la labor periodística de Isabel Oyarzábal en los albores del siglo XX en Madrid, son sus colaboraciones para la revista Cosmópolis entre 1927 y 193047. Isabel firmaba dos páginas en la Sección Femenina de la revista: la primera titulada «Entre nosotras», era una crónica de modas escrita bajo el seudónimo de «CIL» y la segunda titulada «De Claudia a Leonor», era firmada bajo el nombre de Isabel de Palencia. Esta sección consistía en una serie de cartas ficticias escritas y enviadas a Leonor, una joven residente en París, de unos 16 años, por su tía Claudia, una mujer soltera de unos cuarenta años y residente en España. La tía Claudia es para Leonor -ante la imposibilidad de su madre, seriamente enferma- no solo una consejera sentimental, sino también la maestra y la guía experimentada que la introduce en todos los asuntos relevantes -las últimas novedades en música, moda, literatura, arte, y todo lo relacionado con cultura general- que se supone deben ser familiares a una joven moderna dispuesta a entrar en el gran mundo, es decir en la vida pública.

El género epistolar es un artificio narrativo para insertar un relato sentimental a los que Isabel era adicta desde muy temprana edad, como hemos mencionado en las páginas anteriores, además de haber sido traductora de distintas novelas inglesas de corte romántico y sentimental del siglo XIX. Pero la carta, además, es un recurso literario muy versátil y eficaz ya que mantiene la intriga, un elemento narrativo que Isabel enfatiza con artificios retóricos propios del género epistolar. De esta manera, las cartas ficticias se ofrecen como una posibilidad de continuidad, no solo en la relación entre Claudia y Leonor, sino también en la evolución de distintos acontecimientos que afectan a estas dos mujeres y a los lectores en general. La carta, inscrita históricamente como un género literario femenino y degradada oficialmente, por ser portadora de discursos amorosos y privados, se convierte en un recurso literario alternativo, que posibilita el intercambio de opiniones en materia amorosa, sobre todo, pero también en asuntos de la vida cotidiana y de la época a la que las cartas hacen referencia: los años 20. El repetitivo apóstrofe del comienzo de las cartas -imprescindible en el género epistolar- no sólo permite la interpelación directa a un receptor ausente haciéndolo presencia en el discurso; también, inscribe una suerte de ventrilocuismo a través del cual la escritora otorga voz, vida y forma humana al destinatario, tornando su silencio en una presencia física.

De modo que, como señalé más arriba, las cartas ficticias cumplen el cometido cercano a los objetivos de la prensa escrita de esos años: atraer a los lectores mediante la inserción de capítulos seriados de diferentes géneros narrativos y literarios, lo cual mantenía abierta la posibilidad de seguimiento y de adquisición que se pretendía de parte de los editores y redactores. Por otro lado, las cartas ficticias, le permitían a esta autora, aportar distintas opiniones en relación con variados asuntos de actualidad.

Para concluir: he pretendido en estas páginas sacar a la luz la tarea llevada a cabo por Isabel Oyarzábal como redactora y periodista en la primera década del siglo XX en España. Sin duda alguna, la publicación de La Dama y La Dama y la vida ilustrada supuso una contribución importante en la prensa española destinada a la formación y al entretenimiento de las mujeres. Ambas revistas, de corte tradicional, con contenidos centrados en hogar, moda y música, reproducían, muy a pesar de su creadora, los estereotipos de las mujeres de clase alta, al tiempo que silenciaban a las mujeres de clases populares. No obstante, cabe señalar que anotaron y suscitaron no pocas subversiones cercanas a múltiples reivindicaciones femeninas propias de la época, las cuales preconizaban la escritura más militante y comprometida de Isabel Oyarzábal, es decir, la que salió a la luz en los años de la II República y continuó, luego, en el exilio en México. De lo que no cabe duda alguna es del empeño de esta malagueña por sacar a la luz unas revistas de impronta europea y cosmopolita, de alto nivel cultural, en unos años, los comprendidos entre 1907 y 1911, en que resultaba casi una hazaña -por lo difícil de la situación política y económica del país- poner en circulación publicaciones femeninas bien escritas y mejor presentadas, variadas en contenidos y en ilustraciones, redactadas y organizadas, en suma, casi en su totalidad por una sola persona. Isabel de Oyarzábal merece, por esta encomiable tarea, un puesto destacado entre las decanas del periodismo femenino en España.






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