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José Asunción Silva: «Poesías», Ed. de Rocío Oviedo Pérez de Tudela

Luis Sáinz de Medrano Arce





José Asunción Silva. Poesías, Edición, introducción y notas de Rocío Oviedo y Pérez de Tudela, Madrid, Castalia, 1997.


El «boom» retrospectivo de las letras de América, fue una de las consecuencias más positivas del «boom» oficial de los años 60. Ha permitido hasta la recuperación, para el lector medio español, de los cronistas de Indias, a través de ediciones accesibles, sin mengua de su rigor que las hace también indispensables para el especialista. A partir de ahí se van cubriendo, por ese estimulante procedimiento, muchos de los inmensos huecos que existían, con beneficio también, por supuesto, para el mercado intelectual hispanoamericano.

A medida que esto sucede, crece también la sorpresa de ese lector medio que va descubriendo obras literarias que nunca debieron estar apartadas de los circuitos editoriales. Pero la extrañeza es mayor cuando se advierte que tal situación todavía afecta en buena parte a ciclos tan decisivos como el modernista. Cierto que en las últimas décadas se ha avanzado notablemente en este último terreno, y se ha podido actualizar la imagen, sin abandonar los sólidos presupuestos marcados por los criterios clásicos -Salinas, Marasso, Jiménez, Gullón, Faurie, Mapes, Fogelquist, etc.- del movimiento y de muchos de sus integrantes. Entre éstos se encuentra José Asunción Silva, bien atendido en su Colombia natal y países aledaños, sobre todo a partir de los 50, cuya obra completa ya recibió un buen impulso en el plano internacional en 1990, en lo que a su análisis y proyección se refiere, al ser editada en «Archivos», y que, con motivo del centenario de su muerte, ha sido traída de nuevo a un primer piano. Bienvenidas sean las provechosas consecuencias de estos «fastos».

La última edición española de su poesía ha corrido a cargo de Rocío Oviedo y Pérez de Tudela, una de las investigadoras que ha hecho, con muy buena fortuna, del modernismo uno de sus temas de constante seguimiento a lo largo de los últimos años, de lo que da constancia un buen número de trabajos académicos de primer orden y una ejemplar actividad pedagógica universitaria. Con estos buenos auspicios, era previsible que la edición a la que nos referimos constituyera una contribución sobresaliente a la recuperación del sentido y el alcance de la compleja obra del poeta suicida, desaparecido en los albores de la nueva corriente que puso a las letras americanas en una órbita cosmopolita, para reforzar prodigiosamente, a partir de ahí, su identidad y su modernidad.

Tras una imprescindible nota biográfica, orientada hacia los aspectos realmente significativos de su etopeya, algo que nos adentra en la Bogotá finisecular, retraída y conservadora en muchos sentidos pero ávidamente abierta a cualquier destello de las primicias culturales europeas, y en el drama de un poeta angustiado por precariedades materiales -lo que Darío llamó los «cuidados pequeños»- y también por vastos dolores del espíritu, Rocío Oviedo, que naturalmente, ha tomado muy en cuenta la especial relevancia del periplo de Silva por el Viejo Mundo y la etapa diplomática en Caracas, aborda los problemas que su obra ofrece.

Obra manifiestamente malograda, por el brusco acabamiento de la existencia de Silva en plena juventud y por la pérdida de manuscritos, es lícito considerarla, incluyendo en ella la extraordinaria novela De sobremesa, no sólo como un hecho tan promisorio como se quiera sino como una realidad cargada de valores en sí misma.

Rocío Oviedo analiza el acento becqueriano de Intimidades, y marca con justicia el valor determinante del sevillano en los inicios del modernismo, y, a partir de ahí los ecos múltiples en los poemas de Silva -Bartrina, Núñez de Arce, Campoamor, pero también Heine, Hugo, Swinburne, Leopardi, Rossetti, Huysmans, Rimbaud, Baudelaire, Mallarmé, Poe y tantos más- que hacen de la escritura del bogotano un depósito de los más singulares y diversos registros. Sigue una valoración de contenidos, aspecto en el que destaca la función de los objetos, más vivos a veces que el hombre; la oscilación entre lo armónico y lo inarmónico, nunca resuelta en el reino de este mundo, la incidencia en lo fantasmagórico, y, ya entrando en El libro de versos, la añoranza de la infancia, el misterio de las cosas, la afirmación del fracaso humano ante una naturaleza muda; el nihilismo, especialmente en Gotas amargas, la muerte. Hay entre tanto un análisis paralelo de estructuras formales que tiene especial interés en el acercamiento al famoso «Nocturno III», donde la base tripartita y los ritmos tri y tretasilábicos acompasan una concepción neoplatónica de la belleza en búsqueda de la siempre deseada armonía, sólo posible «gracias a la muerte igualadora». Y en torno a la muerte, importan las sugerentes propuestas sobre coincidencias de decadentismo y expresionismo. También, en seguida, otra interesante visión de la modernidad de Silva: su utilización de lo paródico.

La relación entre música y poesía en los versos de Silva, partiendo de la observación de Unamuno, su admirador y prologuista, merece igualmente un acertado análisis por parte de Oviedo, que toma aquí muy en consideración el modelo de Poe, muy de la predilección del colombiano.

Entre los maestros que Silva, motivaciones personales aparte, tuvo en el terreno del pesimismo, destaca la crítica y profesora la importancia, junto a Byron, Wilde y Heine, de Nietszche, padre de nihilistas americanos. Incapaz de solventar dudas y de lograr conciliaciones en asuntos de gravedad, Silva apenas pudo apurar las dulzuras que otros modernistas encontraron en el arte, aunque lo defendió y lo sublimó hasta donde pudo. Prueba de ello es «Un poema», donde, como señala Oviedo, toda la exposición metapoética de los más brillantes recursos modernistas está herida por la burla y la incomprensión del «crítico estupendo».

Tras la justa «Noticia bibliográfica» en la que se da cumplida información de las ediciones de la obra de Silva, la «Bibliografía selecta» ofrece lo sustancial de los estudios críticos. Una «Nota previa» precisa los problemas que ofrece la dispersión de la obra de Silva. La utilización en esta edición -sólo en ciertos apartados antológica, por razones convincentes- de la de «Archivos» no ha dispensado a Rocío Oviedo de cotejar las variantes que muestran las más importantes a partir de la prologada por Unamuno, Poesías (1908). Toda una paciente y rigurosa labor que avala el decoro filológico del libro presentado. Por último, las profusas notas a pie de página no se limitan a aclarar datos textuales sino que completan, a veces muy generosamente, el análisis ofrecido en la «Introducción».

Quien firma estas escasas líneas, parco en el cultivo de tan azarosa tarea, se ha reservado siempre el derecho a no reseñar, dada esa circunstancia, sino estudios que le alienten. Debe decir que en esta oportunidad la compensación ha sido extrema.





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