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Juegos de los niños en las escuelas y colegios

P. Santos Hernández



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[Indicaciones de paginación en nota.1 ]



  —VII→  

ArribaAbajoA los niños


- I -

niños jugando

El libro que hoy os dedico, amadísimos niños, carece de todas aquellas prendas que hacen estimables las obras a los amigos de la ciencia o de las bellas letras. ¿Hay asunto tan baladí como los juegos de la infancia? ¿Qué novedad puede tener la descripción de esos entretenimientos, gustosos sin duda a vuestra edad, pero sólo por el encanto con que los reviste la fantasía de los pocos años?

Con todo, este libro debe tener un singularísimo mérito a vuestros ojos. Si os habéis parado a considerar cómo las personas encargadas de educaros sacrifican ocupaciones de mayor importancia por asistir a vuestros recreos y alegrarse con vuestras alegrías, tomando frecuentemente parte en vuestros juegos cual si fuesen niños de vuestra edad, más de una vez no habréis podido menos de reconocer que aquel recrearse y aquel gozar es un dulce martirio, testimonio irrefragable de que os aman con el más puro y ardiente de los cariños. Y si la falta de reflexión no os ha permitido descorrer todavía ese velo que oculta la causa de sus sacrificios, más tarde, cuando volváis los ojos a los alegres años de la infancia, conoceréis que el amor de vuestros maestros e inspectores, al esforzarse por entreteneros en horas de solaz, era acendrado; como encendido en sus pechos por el mismo Dios al concederles esa vocación singularísima de formar a los tiernos niños que han de ser los hombres de mañana. He aquí, mis amados niños, el único mérito de estas páginas, escritas a no poca costa en medio de ocupaciones muy diferentes: el amor que las ha inspirado, el deseo de haceros más gratas esas horas de recreo que por causa de los estudios pasáis lejos de vuestra casa, privados de las caricias de   —VIII→   vuestros padres, del cariño de vuestros hermanos y del calor bendito del hogar doméstico.

Es un hecho bien confirmado por la experiencia que allí donde los niños juegan con entusiasmo, estudian también con empeño y sin detrimento alguno de la salud; y, al contrario, donde los juegos faltan las horas de descanso se convierten en ratos de ocioso fastidio que indisponen cada día más para el estudio y desarrollan con ímpetu violento los gérmenes de muchos vicios. Esta es la razón sencillísima de esa costumbre, para muchos inexplicable, en los colegios bien ordenados y sabiamente dirigidos de exigir a los alumnos tanta diligencia en el recreo como en el estudio, y castigar la falta de puntualidad en los juegos lo mismo que en las lecciones. A esto obedece también ese laudabilísimo empeño de muchos señores directores y maestros para proporcionar a sus discípulos variedad de entretenimientos en todas las épocas del año, ese revestirlos de exterior atractivo y fomentarlos con premios, nuevas invenciones y fiestas extraordinarias. Esa es también una de las principales razones que me han impulsado a formar esta colección, con el fin de que vuestro natural instable encuentre siempre en la variedad motivos de estímulo y animación para las horas de recreo.

¡Felices horas! ¡Felices placeres, los más puros de la vida, los que más hondamente se grabarán en vuestra alma, perfumando los recuerdos de la infancia con los suaves aromas de la inocencia y de la virtud! ¡Felices vosotros cuando bajo la paternal mirada de vuestros maestros o inspectores os entregáis a los inocentes pasatiempos de vuestra tierna edad! ¡Felices también aquellos a cuya custodia habéis sido confiados si con las industrias de su cariño logran haceros pasar santamente esas horas que tan poderoso influjo ejercen en vuestra educación física, intelectual, social y religiosa!




- II -

Pero son tantos los riesgos que corréis en ellas por vuestra irreflexión, tantos los peligros en que el ardor juvenil y la poca experiencia pueden poneros, que el amor más acendrado y la vigilancia más exquisita no bastan por sí solas para libraros de frecuentes y lamentables caídas. Hay, sin embargo, otro amparo más poderoso y otra más previsora solicitud que puede poneros siempre a cubierto de toda clase de peligros; la de aquel dulcísimo y celestial compañero a cuya custodia la Divina Providencia os ha confiado: el Santo Ángel de la Guarda. Por eso a él principalmente dedico esta obrita, y quisiera que le ofrecieseis vosotros la utilidad que de ella saquéis. ¡Oh; si se dignase bendecir sus páginas y hacer fecundos los intentos que la han inspirado! No solamente conseguiría con ellas aumentar ahora vuestro bienestar en la escuela o en el colegio,   —IX→   sino que más adelante, cuando en las tempestuosas borrascas de la vida busquéis una tabla salvadora a que asiros, los felices recuerdos de la infancia, las horas de purísimo contento que en ella gozasteis, os llevarán con dulce violencia al puerto de la paz y de la dicha perdidas.

No os entreguéis, queridos niños, ni una vez siquiera a las delicias del juego sin invocar en lo íntimo del corazón su patrocinio con la jaculatoria tan conocida: «Ángel de Dios que por la misericordia divina me fuisteis dado para mi guarda, iluminadme, guardadme, dirigidme y gobernadme. Amén». Porque si esta santa costumbre llega a arraigar en vuestro pecho, su mano cariñosa apartará de vuestro lado la funesta compañía de amigos perversos, ahuyentará de vuestro corazón las sugestiones del ángel malo, santificará con sus inspiraciones vuestros pensamientos, y os guardará de toda suerte de peligros.




- III -

Pero al manejar este librito es necesario que fijéis vuestra atención, sobre todo los que vivís en colegios, en un punto de suma trascendencia. No es el colegio una reunión momentánea de niños que se juntan al acaso para jugar un rato satisfaciendo su propio gusto sin cuidarse de los demás, sino una verdadera familia de íntimos amigos, y, más que de amigos, casi de hermanos. ¿No vivís años enteros bajo el mismo techo, no gozáis de las mismas alegrías, no participáis de los mismos pesares, y vuestra vida toda no se desliza como las aguas de un río por un mismo cauce? Y si el juego principalmente ha de ser acomodado a todos, ¿cómo podréis vosotros haceros cargo de todas las condiciones del local y de los jugadores, tan distintos en edad, fuerzas y carácter, que es necesario tener en cuenta para establecer, mudar o modificar los juegos? ¿Cómo prever las muchas dificultades prácticas que ocurren a cada instante, de las cuales depende casi siempre el interés y el buen éxito de las diversiones?

Teniendo, pues, en cuenta estas y otras razones, ahora y frecuentemente en el curso del libro os recomiendo que, si no queréis exponeros a perder el fruto de vuestros afanes, nunca intentéis cambiar, sin el consejo de vuestros superiores, los juegos establecidos por otros acaso desconocidos que aquí encontréis. Al contrario, bajo su dirección no solamente podréis organizar con éxito feliz los juegos generales más complicados, sino que tendréis siempre juegos útiles en los cuales podáis tomar parte todos, según la medida de vuestras fuerzas, ocuparéis cada uno el puesto más conveniente sin impedir a los demás, y con los premios, triunfos y fiestas extraordinarias reinarán entre vosotros la animación y la alegría.



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- IV -

No debo terminar estas notas sin hacer una reflexión, en la cual debéis de fijaros, amados niños, aunque os parezca superior a vuestros pocos años. Toda la educación de un colegio recta y cristianamente organizado, está enderezada a la formación moral de los niños. Por eso, los que tengáis la dicha de estar confiados a directores celosos de vuestro verdadero bien, repararéis que toda vuestra vida de colegio está ennoblecida por un suave y frecuente trato con Dios. Para Él es la primera aspiración y ofrecimiento; a Él se le pide en la santa Misa la primera bendición; a Él se eleva el corazón en la clase, en el estudio, en la comida, pidiéndole su favor y dándole gracias. Por la noche se cierra el día con el Rosario de la Santísima Virgen, con la bendición del Santo Ángel, con el Acto de Contrición por las faltas diarias: en una palabra, todas las ocupaciones del día van como engarzadas en la piedad.

Por consiguiente, no puede faltar en los juegos ese espíritu vivificador que los convierte en perpetua gimnasia moral donde las almas se robustecen con el ejercicio continuo de sólidas virtudes individuales y sociales. Allí el frecuente vencimiento de vuestra voluntad caprichosa en mil incidentes al parecer insignificantes, pero para vosotros de valor extraordinario, la constante lealtad y nobleza en observar las leyes del juego, la delicadeza en ceder cuando surge una disputa, la generosidad en repartir los premios con los mismos adversarios que un momento antes os los disputaban, la fortaleza en sobreponerse a las humillaciones de la derrota y ofreceros al peligro por libertar a vuestros compañeros, la caridad en alegraros de los triunfos del adversario y prescindir tantas veces de vuestro gusto para no menoscabar la alegría general, y tantos otros actos de virtud como se ofrecen a cada paso en esos infantiles simulacros que tan al vivo representan las luchas de la vida, ¿no convertirán vuestros recreos, ya de suyo necesarios para el cuerpo, en ejercicios provechosos aun en más alto grado para el alma?

Ejemplos bien prácticos para santificarlos os dejó vuestro angelical protector San Juan Berchmans. Dice así un historiador de su vida: «Si los días de campo le invitaban a jugar al billar o a la paleta, aceptaba con mucho agrado y se entregaba al juego con el mismo empeño que si se tratase de defender una tesis filosófica o de conseguir la práctica de una virtud. Aunque era muy hábil en todos los juegos, nunca rehusaba tomar por compañero a cualquiera que quisiese jugar con él, aunque previese que por esta causa había de perder. Antes de comenzar hacía, como en todas las demás ocupaciones, la señal de la cruz; durante el juego no se le veía   —XI→   disputar, ni alzar la voz, ni renegar cuando erraba el golpe, o saltar de alegría cuando acertaba. Si perdía se ponía luego a rezar un Avemaría, que entraba siempre en las condiciones del juego; si, por el contrario, ganaba, no decía una palabra ni hacía un gesto que pudiera humillar a sus adversarios. Así que era un verdadero placer jugar con él, y el juego, indiferente de suyo, se convertía de esta manera en un ejercicio de virtud».

El ejercicio de las mismas virtudes puede llevaros, mis amados niños, a la misma santidad. Cuando al comenzar vuestros recreos hacéis la señal de la cruz, cuando con santo ardid mortificáis vuestro ímpetu, cedéis el mejor puesto a los demás y hacéis otros muchos actos, inadvertidos tal vez a los ojos de vuestros compañeros, pero no a los de aquellos que con tanto amor se desvelan por vuestro bien; convertís, no lo dudéis, vuestros recreos en jardín ameno de fragantísimas flores espirituales. Siempre que he tenido el consuelo de contemplaros cuando al escuchar la primera campanada de la hora transformáis aquel teatro de animación en campo de religioso silencio y con infantil fervor brota de vuestros labios la salutación angélica, no he podido menos de figurarme a los Ángeles de Guarda recogiendo solícitos tan precioso obsequio, y volando presurosos a depositarlo en el seno de María Inmaculada, vuestra Madre cariñosa, para traeros en recompensa fecunda lluvia de bendiciones celestiales.

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juegos






ArribaAbajoObservaciones


1.ª Los juegos

Varias cosas conviene tener en cuenta acerca de los juegos.

1.ª No todos pueden organizarse en todas partes ni en todas ocasiones. -Estos juegos y cuantos se pueden escribir para escuelas y colegios2 sólo pueden tener un valor muy relativo, que depende de muchas circunstancias, ya del local, ya de la diversidad de los jugadores, a las cuales es necesario acomodarse en cada caso particular para conseguir el resultado apetecido.

2.ª Los juegos han de ser para los niños, y no los niños para los juegos. -En cada región predomina un gusto especial por algunos determinados, a los cuales se entregan siempre los niños con placer, y por propia iniciativa los revisten de mil formas y variedades que evitan el fastidio. Querer suprimirlos o sustituirlos con juegos exóticos, por excelentes que sean, si no se hace con las debidas precauciones es contraproducente.

Partiendo de ellos como de un centro fijo puede más fácilmente mantenerse el entusiasmo organizando algún juego nuevo; pero no tal como se describe en este o en otros libros, sino del modo más adecuado en cada caso particular. Por eso las reglas que aquí propongo no pueden ser absolutas, ni tan generales que hayan de observarse dondequiera sin hacer en ellas modificación alguna, y mucho menos si se tiene en cuenta que cada juego puede recibir una multitud de variedades, y que para describirlo hay que fijarse en alguna de ellas más conocida o menos complicada.

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3.ª Los juegos generales, tan recomendados, no serán de utilidad alguna si no se organizan de manera que todos los niños puedan tomar en ellos una parte proporcionada a sus fuerzas. -Cierto que el carácter de lucha con que se presentan, las peripecias y pruebas de valor a que dan lugar, las exhibiciones extraordinarias a que se prestan en ocasiones más solemnes y el aparato exterior con que se los reviste despierta siempre en los niños un interés extraordinario; pero se extingue luego en la mayor parte si no se evitan cuidadosamente los abusos de la superioridad. Mas esto exige un detenido estudio del juego y de las muchas dificultades prácticas con que a veces se tropieza, y por la falta de él tienen muchos que desistir de su empeño. Con todo, por experiencia propia y ajena puedo asegurar que se dan por muy bien empleados los trabajos y molestias cuando a fuerza de tiempo y paciencia se logra ver coronados los esfuerzos con el éxito más satisfactorio.




2.ª Los jugadores

Elección de bandos. -En los juegos generales, sobre todo cuando se organizan concursos o partidas, conviene igualar en cuantos es posible las fuerzas de los bandos conforme a las exigencias del juego. Uno de los medios más prácticos para conseguirlo es el siguiente: cuatro o seis de los principales jugadores se dividen en dos grupos, y después van eligiendo alternativamente uno por uno a los demás. El Sr. Inspector se reserva siempre la facultad de modificar las listas formadas, por si acaso al jugar resultase diferencia notable.

Para evitar la confusión que muchas veces se produce por ignorar los jugadores quiénes son de su partido y quiénes del contrario, conviene que los de un bando lleven la gorra vuelta o se pongan un pañuelo al cuello, una cinta al brazo, etc.

Orden de los jugadores. -A menudo ocurre también tener que designar por suerte cuál de los bandos es el primero en elegir o jugar, o el sitio en que deben colocarse. Hay varios modos de hacerlo propios de algunos juegos, que se describirán en el lugar correspondiente; otros son de aplicación universal. Los más conocidos son 1.º A cara o cruz, tirando al alto una moneda, tejuela o cosa plana. 2.º A pares o nones, ocultando en las manos algunas piedrecillas. 3.º Esconder algo en la mano y presentar las dos cerradas al adversario para que designe en cuál de ellas está. 4.º Se separan los dos jugadores un par de metros, y puestos de frente van adelantando alternativamente los pies, y el que primero toque al del contrario es el designado.

Para señalar entre varios niños el puesto de cada uno los medios más expeditos son: 1.º Desde un punto convenido cada uno tira una piedrecilla hacia una raya o meta, y el orden de distancia en que queden con respecto a ella marca el de los jugadores. 2.º Toma uno varias pajitas o tiras de papel desiguales, y ocultándolas por un extremo se las presenta por el otro a los demás, y los tamaños de ellas designan el orden. 3.º Escribir una serie de números en las tiras de papel, y cada cual ocupa el lugar que designe el número que haya sacado, etcétera.

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Cargos. -Con frecuencia se encarga a uno de los niños más hábiles la dirección del juego en cada bando. Pero aunque esta distinción sea honrosa, no siempre es apetecible para el elegido, ya por tener que privarse muchas veces de tomar parte activa, ya por cargar con la responsabilidad de las derrotas y con las tumultuosas recriminaciones de sus subordinados. Por eso y por otros inconvenientes que se encuentran en la práctica, como regla general es preferible que dirijan por turno varios niños, ayudados, si es preciso, de un consejo de consultores Para resolver en los casos más difíciles.

Los niños que por enfermos o por otra causa no pueden tomar parte en el juego se encargan con gusto de llevar cuenta de los tantos, de formar el tribunal de jueces y de otras ocupaciones accesorias que son necesarias en la mayor parte de los juegos.




3.ª El local

Los árboles y columnas que a veces hay en los patios y sitios de recreo apenas impiden juego alguno, y muchas veces les dan interés y variedad. Si alguna vez fuesen obstáculo, v. gr., para la formación de las cadenas, fácilmente se obvia esta dificultad estableciendo como ley general que puedan romperse en el momento de salvar esos obstáculos, pero no hacer presa alguna mientras estén rotas.

Cuando se juega fuera de casa, o por otra causa cualquiera no haya a mano las banderas necesarias en algunos juegos, se improvisan fácilmente con papeles, y mejor aun con pañuelos, para que no se rompan al correr con ellas.




4.ª Advertencia final

He omitido la descripción de algunos juegos que apenas tienen interés para niños ya mayores, Muchos más sin duda habré omitido por no tener noticia de ellos, y agradecería muy de veras a las personas interesadas por el bien de los niños que me diesen a conocer cuantos echen de menos en esta colección.

Algunas cosas, especialmente en los últimos capítulos, he omitido de intento por creer que solamente deben ponerse a disposición de los señores Maestros e Inspectores como recursos especiales de que poder echar mano en determinadas ocasiones. Más adelante, si otras ocupaciones más urgentes no me le impiden, publicaré, Dios mediante, las que con este fin tengo ya coleccionadas y las que tengan a bien enviarme cuantos deseen ver pronto terminada obra tan útil, obsequio por el cual les anticipa cordialísimamente las gracias.

El autor.





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