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ArribaAbajoCapítulo XVI. Diversiones del campo


ArribaAbajoPaseos

niños jugando

Por regla general los alumnos salen a dar un paseo fuera del colegio dos días a la semana si el mal tiempo no lo impide. Una de las maneras de amenizarlos es proponer materia de conversación en que todos puedan tomar parte con interés. Cuando hay que organizar concursos de juegos, exposiciones u otros festejos, como los descritos en los tres capítulos anteriores, en los paseos es donde principalmente se nombran las Comisiones encargadas de su inmediata organización, se discuten los festejos que han de exhibirse y la redacción de los programas, se designan los jugadores, etcétera, etc. Cada asunto de éstos origina multitud de alegres y animadas discusiones sobre las fiestas pasadas, méritos contraídos y hazañas llevadas a cabo; se hacen conjeturas del éxito, combinaciones y apuestas, y surgen otros mil curiosos incidentes que alegran el paseo en sumo grado.

Otras veces, cuando se sale inmediatamente después de un estudio libre en el cual se propusieron entretenimientos generales cuyas soluciones escribieron en papeletas, la lectura de éstas da también ocasión de pasar buenos ratos celebrando las acertadas o disparatadas soluciones que contienen, adivinando los autores, etcétera. También se puede acabar de resolver alguna cosa pendiente, explicar el secreto de algunos experimentos o juegos que se hayan hecho o proponer algo nuevo, cuya solución discute cada terna de por sí, con la esperanza muchas veces de encontrar alguna grata sorpresa al tiempo de merendar.

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El término suele ser con frecuencia alguna fuentecilla, sobre todo si sacan la merienda para tomarla en el paseo. Otras veces se va a un monte u otro sitio que ocupe todo el tiempo, o también se elige paraje a propósito para jugar. En las praderas y arenales, se organizan siempre con animación los juegos de salto, los que se hacen con los ojos vendados, El milano, El director de orquesta y otros parecidos. Si el sitio es espacioso, los juegos generales sin instrumentos o con pelotas entretienen sobremanera, no viéndose los jugadores coartados, como en los patios del colegio, por la estrechez de los límites. Cuando se acercan los concursos se pueden aprovechar estas ocasiones para ensayar las carreras, corridas y juegos que hayan de exhibirse.

En los paseos también recogen las hojas o plantas para las colecciones botánicas y los insectos para las zoológicas, de que hablamos en el capítulo XIII.




ArribaAbajoDías de campo

¡Qué larga se hace la noche que precede al día de campo! Contra su costumbre, el sueño tarda en visitar a los niños, y cuando, por fin han cerrado sus ojos la imaginación exaltada comienza a pintar con fantásticos colores el panorama del día siguiente. Aunque apenas brillen los primeros albores de la mañana cuando suena la campanilla para levantarse, todos al punto, como impelidos por un resorte, saltan de la cama, se visten y arreglan como por encanto. ¡A misa! ¡Con qué fervor se hace el ofrecimiento de obras! ¡Al desayuno! ¿Qué hacemos? ¿Adónde vamos? Esta es la materia de todas las conversaciones y las preguntas que en mil tonos diversos se dirigen a los señores Inspectores.

Así como los días de campo son días extraordinarios, así también las diversiones son especiales, y aun a las ordinarias se les da más amenidad y atractivo. Si los niños pasan en casa la mañana o la tarde, entonces es cuando con más ardor y con mayor aparato de banderas, condecoraciones, músicas y bombas se organizan los grandes juegos generales, como Leoneses y castellanos, La batalla de las Navas, La toma de Granada, El castillo, etc., y algunas diversiones extraordinarias, sobre todo las que hayan de exhibirse en los concursos. Otras veces prefieren ir a un campo o pradera dilatada donde pueden jugar con entera libertad al marro, las filas, al pájaro viejo y otros juegos generales con pelotas, y muy particularmente a los juegos con porras, como El Vilorto, Criquet, Bale, Pentágono y Croquet, o un buen partido de balón.

Los paseos, otra de las ocupaciones principales, se convierten en largas excursiones a un monte, un sitio pintoresco, etc. ¡Cuánto   —341→   no gozan los alumnos al contemplar la admiración que produce en los pueblecitos por donde pasan verlos llegar tan alegres y oírles cantar en la iglesia las Letanías, alguna letrilla a la Santísima Virgen y otras canciones, agradables sobre todo a los sencillos campesinos que no las han oído!

El tiempo restante se emplea muy gustosamente con los entretenimientos que describimos a continuación y con otros juegos de prendas, de chasco, de ingenio, etc., que cautiven suavemente la atención de todos mientras descansan de los juegos o excursiones para regresar con más ánimo comentando las peripecias ocurridas.

De esta manera al continuo trajinar del día sucede un profundísimo sueño, bien difícil de interrumpir a la mañana siguiente para emprender las tareas cotidianas del estudio.




ArribaAbajoAbejorros

Estos insectos, llamados también zumbones, jorges, cochorros, etc., por lo mismo que son tan inofensivos, suelen ser víctimas de los niños en sus diversiones. Pero los que se precien de bien educados no deben usar las que apenas tienen otro atractivo que martirizar sin piedad a los abejorros, sobre todo pudiendo divertirse más sin causarles ningún daño, con las siguientes:

Echarlos a volar. Suele hacerse de dos maneras: 1.ª Se les ata un hilo a una pata o alrededor del cuerpo por debajo de las alas, y se lanzan al aire todos a la par, teniendo el otro cabo del hilo en la mano. Gana el premio o las apuestas el dueño del que resiste más tiempo en el aire. Suelen cansarse pronto por los esfuerzos que hacen para soltarse y volar libremente.

2.ª Del extremo del hilo se suspenden tiras largas de papel, iguales para que todos tengan el mismo impedimento. Conviene escribir en ellas el nombre o hacer una señal, porque si hay árboles los cochorros vuelan alrededor de él o giran unos en torno de otros confundiéndose, y a veces enredan los hilos y caen al suelo en pelotón.

Durante el vuelo los niños pueden espantarlos para que continúen volando, pero sin tocarlos con la mano. Cuando hay pocos los jugadores forman varios grupos, y cada grupo se encarga de uno o dos. Si quiere conservarlos para otro día, se ponen en botes de hojalata agujereados, con algunas hojas verdes.

Molinos de viento. También se hacen de dos maneras: 1.ª Se coge una tira de papel de 10 a 20 centímetros de largo y se unen los extremos con hilo o un alfiler, atando a la par al cochorro. Por la lazada que forma la tira de papel se meten y juntan las puntas de   —342→   los dedos índices, y, sobre ellos, como eje, se balancea un poco el cochorro hasta que empieza a volar, girando con el papel alrededor del dedo.

2.ª Se corta una cruz de brazos iguales en papel fuerte o cartulina, y en dos extremos opuestos o en los cuatro se atan los zumbones, todos en la misma dirección, dejándoles libres las alas. Por el centro de la cruz se pasa un alfiler o clavito delgado para fijarla en un palo, y dándole un ligero impulso para que gire, los jorges se encargan de continuar la faena con el ruido consiguiente.

La cruz puede hacerse también con dos pajas, y colocarse horizontal o verticalmente.

Luchas y carreras. Es la diversión más entretenida. Se ata un cochorro a cada extremo de una paja o tira de papel, y se ponen en terreno liso donde no haya estorbos. Al dar la señal se les hace caminar picándolos las patas con una paja: el que arrastre a su contrario cierto espacio convenido gana el triunfo.

Para las carreras se arrolla una tira estrecha de papel para que resbale fácilmente por el suelo y se atraviesa por ella una paja o un hilo, al cual se engancha uno o más jorges a modo de caballos. Pero como son indómitos y con frecuencia se les antoja hacer una pirueta y dar al traste con el carro, conviene sujetarles las alas, o dar al carro un peso tal que no puedan levantarlo del suelo. Cuando se trata de carreras de competencia se ha de procurar que todos lleven el mismo peso. Dada la señal, los cocheros hacen andar a sus caballos picándolos con una pajita. Los gritos de los cocheros, las peripecias del viaje cuando los caballos se encabritan o se niegan a tirar, las contorsiones de los jorges, etc., dan no poco que reír a los jugadores.




ArribaAbajoCarreras de grillos

Los grillos tienen más aceptación que los abejorros, pues abundan mucho más y se cogen más fácilmente. Por otra parte, a pesar de verse cautivos conservan excelente apetito, y son tan fáciles de contentar, que se dan por satisfechos con un poco de lechuga, hojas de rosa, etc.

Para las carreras son inmejorables: tiran con grande ahínco de los carros y resisten mucho más tiempo. A veces causan también buenos sustos a los carreteros cuando se empeñan en no tirar o en hacer cabriolas para librarse del trabajo.

La diversión se ameniza mucho más, no sólo con los nombres   —343→   que les ponen, sino también con los arreos de hilos y papeles de colores con que los engalanan. Algunos carreteros de genio más artístico cogen tiritas de papel muy delgado, hacen en ellas un agujero para pasar la cabeza del grillo, y se las ponen a modo de poncho, ciñéndolas al cuerpo con tilo, pero dejándoles libres las patas. Les atan después una o las dos patas delanteras a la parte más alta del carro, obligándolos de este modo a ir de pie, haciendo gestos y contorsiones sumamente cómicas.

Los grillos tienen además la ventaja de que, encontrándose con abundancia por todas partes, pueden los niños proveerse de ellos fácilmente, aun en los paseos ordinarios. Además, cada niño puede conservarlos fácilmente en un botecito de lata que guardan en el sitio donde están los instrumentos de juego, y de este modo organizar con ellos luchas o carreras algún día festivo o cuando el mal tiempo no les permita salir a paseo.




ArribaAbajoLa fotografía

Amena, instructiva y sobremanera delicada diversión, que contribuye a desarrollar en el alma el instinto de la belleza. Para el afortunado niño propietario de una cámara fotográfica parece que el mundo sensible renace a nueva vida y despierta en el corazón gratísimas impresiones.

En varios colegios se permite a los que estudian o han estudiado Física tener alguna maquinita, tan fácil hoy de adquirir en todas partes. ¡Qué afán los días de campo por encontrar puntos magníficos de vista, paisajes interesantes, conjuntos artísticos! ¿Cuánto no se distraen y recrean al formar los grupos de sus compañeros, al sorprender en una instantánea la escena más animada de un combate al marro o de otros juegos mayores? ¿Cuántas discusiones no suscitan las posturas de unos, los gestos de otros, el empeño de todos por salir en el sitio más importante, etc.?

¡Qué ansiedad la del incipiente artista al revelar los días siguientes sus negativas! ¡Qué satisfacción y qué aplausos si ha conseguido su intento, y qué chubasco de bromas si, por el contrario, el éxito ha sido desgraciado! Los compañeros gozan también mucho al verse tal como habían pretendido y al contemplar el variado conjunto de gestos y posiciones. Ni termina con esto el entretenimiento: se renueva después al obtener las positivas; al colocar una de las mejores en el álbum de la división con la fecha, el sitio, el asunto y el nombre del autor; al revisar después en los estudios libres la colección de escenas, vistas, etc., y recordar las peripecias que precedieron y acompañaron a cada fotografía.

A esto hay que añadir todavía la satisfacción de enviar a sus   —344→   padres y hermanitos una positiva y enseñarles después en las vacaciones toda la serie, explicando por menudo los detalles de cada vista y otras mil circunstancias de las excursiones y paseos.

En una palabra, desde que se abre la caja de placas para cargar el chassis hasta hojear mucho tiempo después el álbum formado con las positivas, la fotografía ofrece muy gratas distracciones. Y el día de mañana, ¿qué riqueza de sentimientos puros e inocentes no atesora uno de estos álbumes, donde al par que las facciones se conservan retratados los recuerdos de los más sinceros y amorosos amigos, los amigos de la infancia?

No es necesario detenernos a dar instrucciones prácticas sobre esta materia. Todos los niños pueden hallar las suficientes para obtener buenas negativas y positivas en los catálogos de objetos fotográficos, y las dudas que al principio encuentren en la ejecución se la resolverán con más claridad los señores Profesores de Física y los Inspectores.




ArribaAbajoCánticos

Sin duda cuantos han tratado algún tiempo con niños habrán observado el mágico influjo que sobre ellos ejerce la música, y las impresiones, alegres o tristes, suaves o enérgicas que según su género, excita en ellos, sobre todo cuando la letra, acomodada a los mismos efectos, está al alcance de su comprensión. Por otra parte, todos reconocen también cuánto contribuye a formar el buen gusto y completar la educación estética, sobre todo tratándose de niños que la toman, no sólo como elemento útil para animar los juegos, sino además como un arte, puesto que muchos estudian la teoría y ejercitan la práctica vocal o instrumental.

Y ciertamente, prescindiendo ahora de los actos públicos, religiosos o literarios, que tanto esplendor adquieren cuando son amenizados con cánticos por los niños, y concretándonos al objeto exclusivo de este libro, ¿quién puede poner en duda el extraordinario realce que el canto comunica a los juegos? ¿Cuánto más espléndido y brillante no resulta, por ejemplo, el triunfo que se organiza al terminar el reñido combate de las Cruzadas con esas tan armoniosas como bélicas notas del himno de victoria (pág. 19), tan hábilmente acomodadas al carácter del juego por el distinguido maestro de capilla Rdo. Sr. Vila de Forns? Y los enérgicos y marciales períodos del himno de guerra del P. J. J. Arámburu, ¿con cuánta vehemencia no excitan el ardor bélico de los niños para trabar las batallas de los escudos descritas en el capítulo VII?

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Más claramente aún se reconoce este valor de la música en los otros juegos de menor interés, algunos de los cuales gracias a ella son los predilectos durante largas temporadas. El milano, por ejemplo (pág. 27), hará siempre las delicias de los niños desde que el Rdo. Sr. Vila de Forns ha tenido la habilidad de realzar tanto su mérito con aquellas tres graciosísimas variaciones musicales. Las elegantes notas del eminente profesor y clasicista don Nazario Mendiola han conseguido que la gallina quieta (pág. 53) se juegue tardes enteras sin fastidio. El ciego y el lazarillo (pág. 56) y El anillo (pág. 63) se juegan con placer en todos los recreos, debido solamente a las composiciones del mismo Sr. Vila y del P. Arámburu, que, en medio de la sencillez, ponen de relieve el profundo conocimiento que sus autores tienen del gusto y capacidad de los niños.

Pero acaso donde más útilmente puede explotarse esta eficaz influencia del canto en los niños es en las excursiones que se hacen los días de vacación o de campo, siempre gustosas y animadas, pero mucho más cuando alegres canciones deleitan los ánimos y ayudan a llevar un paso constante y sostenido, sobre todo a la vuelta cuando, desvanecidas ya las ilusiones, el calor, el cansancio, o los dos a la vez, hacen decaer el entusiasmo y producen el desaliento, la música viene a ser tan indispensable, que los mismos niños, aun sin darse cuenta muchas veces, se valen de ella para caminar animosos y sin sentir apenas la fatiga. Un cántico nuevo, alguna letra compuesta en los estudios libres y alusiva a peripecias o percances ocurridos, y sobre todo las charangas y mirlitones, de que hablamos más arriba, son siempre recursos eficacísimos para reanimar la alegría y evitar no pocos inconvenientes en esas ocasiones tan expuestas al desorden.

Sin embargo, en la práctica ocurren dos dificultades que hacen a muchos renunciar a tan conocidas ventajas. La primera es conseguir que los niños lleguen a tomar gusto a los cánticos de modo que se sujeten a aprenderlos con orden y método, sin lo cual apenas darán resultados de provecho. Pero a nuestro parecer, esto no es más costoso que la organización de los grandes juegos generales descritos en los capítulos precedentes, y sin duda se consigue con tiempo, y sobre todo con paciencia y constancia. Generalmente hablando, con la esperanza de poder divertirse mejor los niños, fácilmente ponen empeño en aprender los cánticos de los juegos; comiéncese, pues, por ellos, y al poco tiempo los cantarán al compás de sus saltos con relativa perfección.

Persuadidos los niños de su utilidad, no es mucho más difícil conseguir después que aprendan otras canciones alegres y de su gusto, sobre todo si se tiene cuidado de que las letras sean compuestas por ellos mismos o a lo menos estén aplicadas a sucesos y aventuras en que han tomado parte, cuidando de exigirles en cada una de ellas una ejecución tanto más esmerada cuanto más facilidad   —346→   van adquiriendo o muestran mayores deseos de saberla. A pocas piezas que hayan dominado de este modo, estamos seguros de que ellos mismos han de hacer instancias para conocer otras nuevas y perfeccionar las ya sabidas.

Para obtener más pronto tan feliz resultado, cuando entre los niños hay algunos que saben música, es muy conveniente hacer a éstos aprender de antemano las piezas que han de enseñarse. Porque el oírselas después cantar con perfección y gusto entre los plácemes de los señores Inspectores y los aplausos de los compañeros estimula extraordinariamente en los demás el deseo de saberlas.

La segunda dificultad es no encontrar canciones a propósito ciertamente, no falta música que pudiera servir al intento; pero, está diseminada en mil partes, sin formar una colección ajustada a las necesidades de los colegios y escuelas, de modo que es preciso reunir una multitud de piezas innecesarias o inútiles por su dificultad, para poder entresacar un mediano repertorio. Aun entre las útiles no pocas llevan letra insulsa, vacía de sentido, y a veces de moralidad harto problemática, con lo cual para muchos resultan también inútiles. Para remediar en parte este grave inconveniente pensábamos publicar en este párrafo algunas composiciones experimentadas con buen éxito; pero acrecentarían demasiado el volumen de este libro sin resolver la dificultad. Ojalá que alguna persona inteligente e interesada por el bien de los niños se mueva a formar una escogida colección de los cantos más necesarios para los diversos actos del colegio. Estamos bien persuadidos de que haría una obra de gran utilidad, agradable a los niños, y mucho más a los señores Maestros e Inspectores.




ArribaAbajoGlobos

Elevar globos es de las principales diversiones en los días de campo, y aun en los de fiestas extraordinarias. Suelen encontrarse globos bonitos a precios módicos en los comercios de juguetes de las grandes poblaciones; pero no todos los niños pueden acudir a ellos para comprarlos, y los que acuden no siempre los hallan a medida de sus deseos. Por nuestra parte, persuadiríamos a los niños a que los fabricasen por su cuenta. Sólo se necesita un poco de paciencia y buena voluntad; en cambio, pasarían muy bien entretenidos, no solamente algunos tiempos libres en el colegio, sino largas horas durante las vacaciones, y sentirían mucha más satisfacción al elevarlos. Con este intento vamos a darles instrucciones prácticas sobre el modo de hacerlos bien y fácilmente.

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Después de construir algunos pueden cortarse a ojo los gajos o cuchillas con la precisión suficiente para obtener buen resultado. Pero para hacerlos perfectos, y sobre todo a los principios, aconsejamos a los niños que se sujeten a medidas fijas, pues son fáciles de entender. Comiéncese por trazar el globo, sea en el suelo, del tamaño que se le quiera dar, o sobre un papel en escala reducida. Para esto se describe la circunferencia a n a' o', cuyo diámetro a a' sea igual a la anchura del globo. Tomando después como diámetro el radio a o, y haciendo centro en la línea de la circunferencia trazada, se describe otra o'. La recta n n' será la altura correspondiente, y la s s' el diámetro de la boca, que suele ser, poco más o menos, la cuarta parte de la altura n n'.

semicircunferencias

Las dimensiones de los gajos se determinan también fácilmente; la longitud es la misma o muy poco más que la de la semicircunferencia n a o'. La anchura depende del número de ellos que se quieran poner: averiguada la longitud de la circunferencia, se divide por el número que sea. En general, aun en los globos de grandes dimensiones no conviene que exceda de 50 a 60 centímetros. Determinada también la longitud de la circunferencia que forma la boca, se divide por el número de gajos, para averiguar las dimensiones que en este extremo deben tener.

Conocidas ya todas las medidas, se escoge papel muy delgado, pero a la par resistente y tupido, para que no deje escapar el aire caliente, y, pegando unos pliegos con otros, se unen tantas tiras como gajos y de las dimensiones suficientes para que cada cuchilla conste de una sola pieza. Por el centro se traza la línea de su longitud; perpendiculares a ésta se trazan las dos correspondientes a la anchura en la parte media y en el extremo inferior, y marcando el contorno con lápiz, se cortan los gajos necesarios.

El contorno puede también determinarse con precisión muy fácilmente, y a los que no tengan mucha práctica les aconsejamos hacerlo para obtener mejores resultados. Trácese la recta o r, igual a la mitad de la longitud de los gajos; divídase en cierto número de partes iguales, y por esos puntos o, a, b, etc., levántense perpendiculares n n', x x', v v'... En la perpendicular n n' tómese o n, igual a la mitad de la anchura, y con ella como radio se traza el arco n m, que se divide en el mismo número de partes que a la recta o r, y por esos puntos 1, 2 se trazan paralelas a la misma o r.

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Únanse los puntos de intersección de estas paralelas con las perpendiculares anteriores respectivamente, y la línea quebrada r s t u forma el contorno de la cuchilla. Doblando el papel por la recta o r obtendremos la línea quebrada r s' t' u', simétrica de la anterior y con las dos la mitad del gajo. Doblando esta mitad por la línea n-n', nos dará del mismo modo el contorno de la segunda mitad. Para determinar el extremo inferior tómese r r', igual a la mitad de la anchura del gajo, y únase r' con la línea del contorno como indican las líneas de puntos.

Obtenidos ya los gajos, se procede a unirlos entre sí: es la operación más delicada y de la que más depende el buen éxito de la construcción. Superpuestas dos cuchillas de modo que coincidan, se pegan en todo el contorno de una mitad: para esto unos untan con engrudo los bordes en una extensión de un centímetro; otros unen los bordes de las dos con tiras de papel de dos o tres centímetros de anchura. De cualquier modo que se haga, cuídese mucho de que se adhieran bien y no queden partes sin unir. Después se dobla por el medio la que está encima, según su longitud, y poniendo otra tercera, se pega con ella lo mismo que las anteriores. Se dobla también ésta y se pone otra, y así sucesivamente hasta terminar la construcción.

puntos de intersección

Otros siguen diverso sistema: unen primero los gajos dos a dos; después de secos los vuelven en sentido inverso para que las pegaduras queden en el interior, y van uniendo los pares unos con otros por las mitades libres lo mismo que antes hasta terminar, y así quedan también todas las pegaduras en la misma dirección.

Hay que cuidar sobre todo de ajustar muy bien las puntas de las cuchillas en el polo superior del globo donde concurren, y no estará de más poner en el cierre bandas de papel, como suele hacerse en los balones. Cuando son de grandes dimensiones, algunos suelen pegar varias cintas o tiras de tela delgada, cruzadas en diversos sentidos para darles más consistencia, a la par que le sirven   —349→   de adorno. En cada cuchilla se puede pintar un mascarón y otras figuras.

También puede dárseles varias formas. Si hecho el cálculo se pone el número de cuchillas debido, queda esférico, como en la figura antes indicada. Pero si, conservando las mismas medidas, se ponen un par de cuchillas más, aumenta la anchura y resulta achatado; si, por el contrario, se quitan, disminuye la anchura con la misma longitud, y resulta ovalado. Estos últimos suben balanceándose graciosamente, pero con manifiesto peligro de quemarse, sobre todo si corre algo de viento.

Para terminar la construcción se prepara de antemano un aro de alambre algo grueso que tenga las mismas dimensiones de la boca del globo. Este aro suele llevar dos alambres delgados, como dos diámetros perpendiculares, aunque colocados de muy diversas maneras. Porque unos los ponen enteramente rectos, atravesándolos por un pedazo de guata, de esponja, de algodón en rama, etc.; otros los ponen formando una curva más o menos grande, hacia abajo, fuera del globo, o hacia arriba y dentro de él, atravesándolos por la esponja, o suspendiendo ésta del punto del cruce por medio de un ganchito.

Sucede con harta frecuencia que después de haberse esmerado en fabricar los globos con tanto trabajo, al querer elevarlos se queman al mejor tiempo, con harto sentimiento de los niños, y mucho más de los constructores; tanto, que muchos por esta causa se desalientan y desisten de fabricarlos de nuevo. Estamos convencidos de que la mayor parte de esos fracasos suceden por la impaciencia en lanzarlos antes de que hayan adquirido la fuerza impulsiva necesaria para mantenerse nivelados en el aire. He aquí un modo práctico de soltarlos, que evitará muchos de esos inconvenientes:

En el polo superior del globo se pega un hilo algo fuerte, por medio del cual se le mantiene en el aire a la altura proporcionada. Se abren los pliegues con cuidado y se le echa dentro algo de aire con un cartón o un sombrero; después se enciende debajo de la boca paja húmeda u otra materia que dé mucho humo, procurando que entre dentro del globo, y abriendo los pliegues a medida que se hincha. Cuando los gajos están completamente estirados y el globo tienda de suyo a elevarse, se empapa la esponja en alcohol o en petróleo, y se le prende fuego.

Entonces se le deja libre por la parte superior, soltando el hilo; pero conviene aún cogerlo por la inferior y mantenerlo en las manos hasta que se ponga bien recto y tenga más fuerza ascensional. Entonces se le deja en libertad, y subirá majestuosamente por los   —350→   aires sin peligro de quemarse, al menos en un buen trecho. Es negocio de paciencia, como casi todos los entretenimientos más importantes de los niños. Por este procedimiento hemos visto elevar felizmente muchos globos, algunos de ellos cautivos, que han subido sin novedad dos y tres veces.




ArribaCometas

cometa

Este precioso juguete, conocido también con los nombres de panderos, sierpes, armazones, papelotes y otros muchos, es de los más aceptados por los niños de todos los países, y sin duda el más estimable para divertirse en los paseos y días de campo. Su construcción no ofrece dificultades especiales, y los elementos necesarios están al alcance de todos. Por eso muchos niños pasan las vacaciones sumamente entretenidos fabricando cometas, lanzándolas a volar y organizando interesantes combates y apuestas con sus compañeros. En el colegio es también uno de los objetos que más les entretiene en el estudio libre, cuando corren ellos con este cuidado o ayudan al encargado de hacerlas.

Sin embargo, muchos no sacan tanto partido como pudieran de esta diversión porque no conocen más que una sola forma o porque ignoran los juegos que con ellas pueden hacerse. Vamos, pues, a terminar el libro describiendo las diversas cometas y los juegos que con ellas hemos visto hacer, con el intento de proporcionar a los niños materia de entretenimiento para el campo, como en los capítulos anteriores se la hemos proporcionado para el colegio, en cuanto nuestras fuerzas lo han permitido.

Esqueletos

Antes de describir las diversas clases de cometas conviene decir algunas palabras sobre los elementos necesarios para construirlas. El primero y más principal es el esqueleto; así suele llamarse la armazón que sirve de base a las cometas.

Ordinariamente se hace con cañas finas muy bien secas, gruesas a lo más como un dedo; cuando son de mayor diámetro, y aun esas mismas, suelen hendirse a lo largo en dos partes o tres, para que aun tengan menos   —351→   peso. Se les quitan las hojas, y si tienen alguna joroba que no permita emplearlas para las armazones, póngase la parte convexa de la curva al calor de un quinqué o de una brasa: a medida que se calienta se la puede volver en sentido opuesto hasta que quede enteramente recta.

Al cortarlas para hacer la cometa conviene dejar un nudo en cada extremo, aunque para hacerlo sea menester aumentar o disminuir algo las dimensiones, porque así son mucho más resistentes. Donde no tengan cañas a mano pueden emplear varitas bien secas y del menor peso posible.

Cuerdas

Tres clases de cuerdas necesita cada cometa.

La primera, algo más gruesa que las otras, pasa de una punta a otra de las cañas limitando los contornos de la armazón y dándoles a la par mayor resistencia. Conviene emplear cuerda ya usada, o, si es nueva, estirarla muy bien antes de ponerla, para que no se afloje después.

La segunda es los tirantes, cuerdas bastantes fuertes que después de cubiertos los esqueletos se atan en diversos puntos según la forma de las cometas, y sirven para hacerla guardar mejor el equilibrio cuando está en el aire.

La tercera es la cuerda general con que se eleva la cometa: suele ser guita o bramante bien torcido, y mide ciento, doscientos y más metros. Por un extremo se ata a los tirantes, por el otro se ata y arrolla en un palo del grueso de la muñeca y de 30 a 40 centímetros de longitud para sostenerla en la mano. Dándole vueltas en un sentido o en otro, se da o se recoge la cuerda necesaria cuando la cometa está en el aire.

Manta

Con este nombre se designa el papel o tela que cubre la armazón. Si se emplea papel, escójase delgadito, resistente y tupido: se unen varios pliegos con engrudo hasta que tenga las dimensiones necesarias. Extendido en el suelo o sobre una mesa, se coloca encima el esqueleto, y las partes sobrantes del papel se pegan volviéndolas sobre la cuerda y las cañas. Estas cometas tienen el inconveniente de rasgarse al menor descuido, de modo que no se puedan componer, y, sobre todo, el de no poder desarmarse para llevarlas de un lado a otro.

Cubriéndolas con tela se evitan las dos cosas. Conviene emplear   —352→   tela ya muy usada para que no se estire con la fuerza del viento; si es nueva, se moja primero en agua, y así mojada se coloca en el suelo o sobre la mesa con el revés hacia arriba, bien estirada y sujeta con chinches o tachuelas. Después de seca se pone el esqueleto encima, y se corta de modo que sobre poco más de un dedo todo alrededor de él. En esta parte sobrante se dan cortes de trecho en trecho, y doblando los pedazos sobre el cordel, estirando a la par la tela para que no queden arrugas, se fijan con tachuelas o chinches.

Doblados ya todos y quitadas las arrugas se levantan uno por uno y se pegan con buen engrudo; al pegarlos se sujetan de nuevo, y se dejan fijos hasta que estén completamente pegados y secos. Entonces puede ya usarse sin cuidado. Si para guardar la cometa o llevarla se quiere tenerla desarmada, no hay más que soltar el nudo de la cuerda, sacarla de las ranuras de las cañas y plegar la tela. Para armarla de nuevo basta pasar otra vez la cuerda por los extremos de las cañas y atar los cabos, procurando dejar la tela bien estirada.

Cola y alas

cola y alas

Si fabricada la cometa se echara a volar sin más precauciones, pronto comenzaría a dar cabezadas describiendo grandes curvas o a girar en redondo con gran rapidez. Para que se mantenga en posición vertical necesita lastre, y por eso se pone la cola, cuyas dimensiones varían según la forma de las cometas y la intensidad del viento. Cuando se eleva con pesadez, es que tiene demasiado lastre, y hay que disminuir la cola; cuando, por el contrario, se eleva con grandes oscilaciones, es que necesita aún más.

En vez de aumentar la cola se ponen alas a los dos lados. Dan a las cometas aspecto muy gracioso, y las impiden cabecear manteniéndolas en equilibrio; pero como aumentan mucho el peso, tienen que ser muy cortas para que no impidan la subida. También pueden fabricarse con papel o con tela. En el primer caso se toman hojas del tamaño de los cuadernos ordinarios de escribir, y con unas tijeras se dividen en tiras como de dos centímetros de ancho, pero sin cortarlas del todo, sino de modo que permanezcan unidas por un extremo. Cada hoja o cada dos se arrollan bien apretadas, y las tiras formarán una como borla; éstas van colocándose bien sujetas en una hebra de bramante, separadas entre sí como diez o doce centímetros. Agitadas por el viento cuando la cometa se eleva, hacen bastante ruido.

Si se quiere hacer cola duradera se compra un par de metros   —353→   de percalina barata, se divide en tiras de dos centímetros de ancho, y cada tira en pedazos de 10 o 20 centímetros. Estos se colocan en el bramante, destorciéndolo lo suficiente para que pasen por él y quede la mitad a cada lado, y torciéndolo de nuevo para que permanezcan fijos. Algunos niños ponen bramante doble. Puesto un pedazo entre las dos hebras mojadas, las retuercen hasta el sitio donde corresponda poner otro, y así continúan hasta ponerlos todos. La distancia entre unos y otros suele ser colocar el siguiente en el punto adonde llegan los extremos del anterior, poco más o menos.

cola

A veces, para más variedad, los pedazos son mayores a medida que se alejan de la cometa: en tal caso se cortan, por ejemplo, 50 pedazos de tres centímetros de longitud, y se colocan en la cuerda sencilla o doble como hemos dicho; después, 45 de cuatro centímetros, y luego 40 de cinco, y así sucesivamente; aumentando la longitud y disminuyendo el número hasta que la cola tenga las dimensiones necesarias.

Al terminar se pone siempre un gran borlón hecho con tiras de medio metro o mayores. Si al retorcer las cuerdas se tiene cuidado de que los pedazos de tela se inclinen hacia abajo como cubriendo la cuerda, que es de la manera que hace mejor efecto, la cola se llama abarquillada, y espeluznada cuando quedan inclinadas de cualquier modo en todas direcciones.

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