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ArribaAbajoCanto Undécimo

173-primera línea del sumario:

En el cual se acaban las fiestas y diferencias.


Baralt se manifestó dudoso de si esta voz diferencia, en la acepción de desavenencia en que aquí se la ve empleada, tenía sabor galicado. Nos parece que no hay tal razón de dudar. El Diccionario de Autoridades la define diciendo que se llaman frecuentemente así las «controversias, contrariedades y oposiciones de las personas entre sí», y los clásicos la emplearon en tal acepción. Ejemplos: «Podremos acabar nuestra antigua diferencia [...]». Galatea, libro III; y muchos otros que pueden verse en Mir, Hispanismo y Barb., t. I, pp. 605-606, a los que añadiremos el siguiente, tomado de un escritor chileno:


Hacen tan fiera y tanta resistencia
que vuelven, vencedores y vencidos,
la prueba siempre a nueva diferencia [...]


Monteagudo, Guerras de Chile, C. I, p. 14.                


Cuervo cita también varios ejemplos en apoyo de esta acepción, que define: «causa de discordancia o desunión entre dos o más personas, controversia, disputa».



  —290→  

174-2-2:


Y hubiera alguna brega en aquel llano [...]


«Brega, vale en la significación común y recebida, quistión o alboroto entre gentes que se han ayuntado en plaza o en otro lugar común». Covarrubias.

Cuervo trae sólo ejemplos de bregar: «luchar, reñir, ponerse a brazos»; pero se encuentran algunos de este sustantivo en el Diccionario de Autoridades.



174-2-5:


Que de Caupolicán traía la vara [...]


Vara está tomado en el sentido de insignia de mando, según se dijo ya de muy antiguo. A cada paso se encuentra en nuestros antiguos documentos la expresión de traer la vara, como la del alcalde, la del corregidor. «[...] hicieron uno alcalde, tomó la vara y murió [...]». «Salió de la corte don Gonzalo Chacón, por un casamiento que hizo, de que el Rey, nuestro señor, estaba muy enfadado, y todas las varas de justicia lo andaban buscando [...]». Zapata, Miscelánea, pp. 41 y 114.



174-3-6:


Ni la plaza de gente despojada.


Entre las variantes apuntamos esta de despejada por despojada, que traen las ediciones de Salamanca y la de Madrid, 1578, 8.º, y que conservaron Sancha y Rosell en las suyas, y de la de este último la trascribió Cuervo para presentarla como ejemplo en su Diccionario, t. II, p. 1135.

Despejo de la plaza, se dice hoy: operación que se practica conforme a ciertas reglas por los encargados de ella, alguaciles o soldados; pero en aquel palenque improvisado no pudo mediar tal cosa, pues debió quedar simplemente despojado de gente, conforme al valor que a esa palabra concede el léxico.

Ejemplo de esta acepción de despojar hallaremos en este tan justamente celebrado pasaje de la égloga I de Garcilaso:


Cual suele el ruiseñor con triste canto
quejarse, entre las hojas escondido,
del duro labrador, que cautamente
le despojó su caro y lindo nido
de los tiernos hijuelos, entre tanto
que del amado ramo estaba ausente.




174-4-3:


Viendo que Leucotón ya mantenía [...]


«Ya mantenía», subentendido el premio, pudiera pensarse, esto es, lo que conservaba en su poder; pero en este caso nos parece que mantener, está usado en la acepción especialísima, contemplada por el léxico, de «sostener un torneo, justa, etc.»; de donde proviene mantenedor, aplicado casi exclusivamente hoy día al que desempeña el principal papel en los juegos florales; sobre lo cual el Diccionario de Autoridades trae el siguiente ejemplo del Bachiller de Ciudad Real: «E el Rey de Navarra, con seis caballeros, se puso a mantener la tela».



174-5-1; 218-5-2:


La trápala y murmurio en el momento [...]



El grande estruendo y trápala crecía [...]


Según el Vocabulario de Juan Hidalgo (apud Mayans y Siscar, Orígenes, p. 265), trápala y trapana son voces de germanía, que valían por cárcel, y Covarrubias opinaba que aquella respondía, conforme a su significado de «ruido de voces o movimiento descompasado de los pies», a una onomatopeya... Rodríguez Marín (Don Quijote, VIII, p. 128) cita el segundo de estos versos de Ercilla para decir esto mismo.

He aquí algunos ejemplos del uso de esa voz, que lo tuvo también entre nosotros, según se verá:

«Fuera de que, por la mayor parte de la muchedumbre se derivan desavenencias, trápalas, libertadas y jatanciosas vocerías». Suárez de Figueroa, El Pasajero, hoja 316 v.


Codiciosos del saco y la partija,
con trápala, alarido y alboroto
quedó al primer asalto el francés roto.


Valbuena, El Bernardo, p. 149.                


En el Arauco domado de Pedro de Oña se encuentra esa voz trápala no menos de cuatro veces:


En esa gran ciudad que Dido funda
para su albergue y último recurso
no suena tal estrépito y concurso
tal trápala, tropel y barahunda [...]


Canto I, p. 19.                



Mas luego con la trápala y ruido [...]


Canto XII, p. 314.                



Adonde con la trápala y ruido [...]


Canto XVI, p. 418.                



La trápala del vulgo removido [...]


Canto XVIII, p. 477.                


Mendoza Monteagudo, Guerras de Chile, canto III, p. 48:


Con el contento va del hecho insulto
que la sigura presa les ponía
en trápala marchaban [...]



Que con las voces, trápala y ruïdo
me han de turbar la lengua y el sentido [...]



Mas luengo, con la trápala y ruïdo
debió de despachar, según sospecho,
aviso a los purenes en secreto [...]


Álvarez de Toledo, Purén Indómito, pp. 31 y 84.                


Pues tan desconocida como es hoy entre nosotros trápala, resulta corriente su aumentativo trapalón, aunque relegado, figurada y familiarmente, para designar a una persona falsa y embustera.



174-5-2:


Creció, porque parando el pueblo en ello [...]


Parar, por reparar, o parar mientes. Observa el léxico que parar, «junto con algunos verbos que significan acción del entendimiento» vale «ejecutar dicha acción con atención y sosiego», como «parar la consideración en una cosa».



174-5-7:


Antes la plaza libre los dejaron [...]


Ejemplo del adverbio antes significando preferencia   —291→   y de que Cervantes nos ofrece infinidad de ellos, ya notados por Cuervo, (Dicc., II, 489, 3 a): «De esto tiene la culpa algún amigo de los muchos que en el discurso de mi vida he granjeado, antes con mi condición que con mi ingenio». Prólogo de las Novelas. «Las feridas que se reciben en las batallas antes dan honra que la quitan». Don Quijote, P. I, c. XV.

Los por les, que ya se observó antes.



175-2-1:


Juzgan ser desconformes los presentes [...]


Desconforme y disconforme valen lo mismo, pero antaño, a la inversa de lo que hoy ocurre, sólo se usaba la primera de esas formas.



175-2-4:


Niervos, edad perfeta y experiencia [...]


¿Qué es lo que el poeta quiso dar a entender por edad perfeta? Sin duda, aquella en que, al par del desarrollo físico, el hombre ha adquirido la experiencia necesaria para juzgar las cosas de la vida sin los dorados espejismos de la juventud y sin los forzosos desengaños que acarrean los años.



175-3-8:


Y está para arrojarse de la mano [...]


Alude a que, según se practicaba en la caza con halcón, el cazador lo llevaba en la mano para hacerlo volar al tiempo oportuno en persecución de la presa señalada.



175-5-2:


En medio de la plaza, mano a mano [...]


Mano a mano, modismo adverbial figurado, de todos conocido, que se emplea especialmente en los juegos y se dice de los adversarios que no se llevan ventaja el uno al otro. Ercilla lo empleó no menos de seis veces. Se halla también en Don Quijote (II, 279): «[...] bien puedo a mi salvo satisfacerme del agravio que me ha hecho, peleando con él mano a mano [...]».

Es también frecuente hallarlo empleado en poesía, de lo cual Garcilaso nos ofrece estos dos ejemplos:


Contigo, mano a mano,
busquemos otro llano [...]



Miraba otra figura de un mancebo,
el cual venía con Febo mano a mano


Églogas I y II.                


En Chile lo vemos empleado por el obispo Villarroel:

«Ahuyentó las guardas, cayéronsele las prisiones, y saliose con el preso mano a mano parlando con él como con un amigo [...]». Historias sagradas, t. I, hoja 99 f.

Véase Román, Dicc. de Chilenismos, t. III, art. mano.



175-4-7:


Yertos los cerros y ojos encendidos [...]


Comparación tomada del hecho de erizárseles, como diríamos hoy, los pelos del lomo (que tal es el significado de cerros en este caso, según notamos ya) a los perros cuando quieren trabar pelea.


Poníanseme yertos los cabellos
de temor no encontrase algún poeta
de tantos que no pude conocellos.


Viaje al Parnaso, cap. VII.                


Comparación ya usada por Ariosto y que su traductor Urrea (Canto II, p. 11) vertió en términos idénticos a los que después emplearon Ercilla y Castellanos:


Como suelen dos canes muy mordientes [...]
con gran ferocidad, de rabia ardientes,
se muerden con los cerros erizados [...]



Bien ansí como dos feroces perros,
de natural furor estimulados
o ya con las carlancas o sin hierros
sobre los pies traseros levantados,
erizados los pelos de los cerros,
dándose cruelísimos bocados [...]


Castellanos, Elegías, p. 138.                




176-1-1:


De tal modo los dos amordazados [...]


Amordazado es el que tiene puesta mordaza, que no la había en el caso a que alude el poeta: se trata, pues, de una simple figura de retórica, para extremar el hecho de que se veían contenidos, impedidos.



178-1-6:


[...] «Yo prometo
que por temor no baje del partido [...]


«Este empleo del subjuntivo en un juramento, nota Ducamin, es verdaderamente embarazoso; pero es un idiotismo de la lengua española que Cuervo ha puesto de manifiesto, pár. 463».



178-3-2:


Se mueve a Tucapel determinado [...]


Ninguno de los diccionarios castellanos que conocernos da a moverse el significado de encaminarse, dirigirse a, que tiene en el verso de Ercilla, bien propia, por cierto.



178-4-2; 562-3-1:


Mira que están los más ya diferentes [...]



El cual, viendo en el pueblo diferente [...]


Queda ya (173) indicado el valor que tiene diferencias. Apuntaremos ahora algún ejemplo de diferentes.


Tras éste, luego siento otro accidente,
y es ver que si de vida desespero,
yo pierdo cuánto bien viéndonos espero;
y así estoy en mis males diferente.


Garcilaso, Sonetos.                


«Martín de Robles se ofresció de hacerlo, porque estaba diferente con el Visorey, aunque era capitán suyo [...]». Zárate, Conquista del Perú, p. 517.



176-4-7:


Que Leucotón arrodilló en el llano [...]


Aunque el léxico enseña que arrodillar es activo   —292→   y neutro, advierte también que se usa más como reflexivo; y, de seguro, que hoy diríamos se arrodilló.



178-5-3:


Puesto que sobre fijo fundamento [...]


Puesto que, vale aquí puesto caso que, como se halla en Don Quijote, o en el supuesto que, según más de ordinario se dice hoy.



179-3-3:


Lo que el mundo universo no pudiera [...]


Era muy corriente antaño decir el universo mundo, palabras que el poeta se vio obligado a trasponer por la medida del verso.



179-4-3:


Y una cuera de malla guarnecida [...]


Cuera, «el sayete corto de cuero». Covarrubias.



179-5-8:


Atento a no mover nuevas quistiones [...]


Esta voz quistión es una de aquellas que en La Araucana ofrecen la particularidad de que en las primeras ediciones, hasta las de Madrid, 1578, salieron en la forma más moderna de questión; siendo todavía de notar que de las siete veces en que aparece empleada en el poema, cinco de ellas está en la antigua y sólo dos en la que se emplea hoy. Sin atinar de manera precisa a qué obedezca esta anomalía, que daría por lo menos a entender que su uso era indistinto; lo cierto es que quistión es más antigua. En el paso de Las aceitunas de Lope de Rueda, aparece así:

TORUVIO.-   [...] yo que no, y ella que sí, y sobre esto ha sido la quistión.

ALOJA.-   ¡Oh!, ¡qué graciosa quistión! [...]


Cristóbal de Castillejo, en su Diálogo y discurso de la vida de Corte:


No mováis esa quistión,
Lucrecio, que es odïosa [...]


Baltasar del Alcázar, Poesías, p. 178:


De una quistión, que sobre un caso avino
salió descalabrado aquí un serrano,
tan mal, que el ser dichoso le convino.


En nota puesta a esta voz por el más notable de los humanistas españoles que hoy viven, nuestro amigo don Francisco Rodríguez Marín, dice: «Por lo general, siempre se escribió así esta palabra hasta muy adelantado el siglo XVII. En el acto III, escena I de la Comedia de Eufrosina (fol. 112):

»SILVIA.-   Aora, señora, no hablemos más en eso, y se quitarán quistiones.


»Lope de Vega, a cada paso; verbigracia, en Los ramilletes de Madrid, acto I (Biblioteca de Rivad., t. LII, p. 304 a):

»MARCELO
El verte, no el ver mi tierra,
me trajo de aquesta suerte.
Y una bien necia quistión
que con un alférez tuve,
donde sospecho que anduve
como era mi obligación.
»BELISA
¿Quistión con alférez? [...]

»Y Correas en su Vocabulario de refranes, p. 348 b: "Kirie eleisón, Kirie eleisón, daca la oblada y quita quistión". Sospecho que aún escrita así tal palabra, pronunciarían qüistión, no sólo por su origen latino, quaestio, sino también porque los campesinos andaluces suelen decir custión». Y también los de Chile.

Volviendo a ocuparse de esta voz, en nota a la página 177, t. IV de Don Quijote, el insigne crítico trae en apoyo de esa opinión, la de Cuervo, Apuntaciones, § 766, quien afirma que así también se pronuncia en Colombia y concluye: «Paréceme que debiera incluirse en los Diccionarios, pues la usaron con mucho frecuencia nuestros autores del mejor tiempo de nuestras letras».

Cervantes, en varios pasajes de Don Quijote, usó también quistión: «Vínosele a la memoria a Cardenio, como por sueños, la pendencia que con don Quijote había tenido, y contola a los demás mas no supo decir por qué causa fue su quistión». III, 83. «Oyendo esto uno de los cuadrilleros que habían entrado, que había oído la pendencia y quistión, lleno de cólera y de enfado, dijo [...]». IV, 177.



180-3-3:


Mozos gallardos, de la vida airada [...]


Dice Cuervo: «Vida airada: vida desordenada y viciosa». Y cita varios ejemplos, entre ellos el siguiente de Ruiz de Alarcón:


Ya se salen de Segovia
cuatro de la vida airada,
todos cuatro matasietes,
valentones de la fama.


El Tejedor de Segovia, II Parte.                


«Es de creerse, añade nuestro lexicógrafo, que esta expresión tuvo su origen en la germanía. (Véase Rom. de Germ., pp. 41, 42, 43; ahí se halla también trato airado; pero su sentido es obscuro. Puede ser vida de gente airada o encantada (véanse los ejemplos anteclásicos), o si es derivado de aire (como se dice en el Diccionario portugués de Vieira), significaría vida al aire, libre y suelta; en este caso la formación caprichosa probaría el origen germanesco».



180-3-8:


A no exceder la copia en otros ciento.


Queda ya indicado (37-1-3) el valor de copia por número, cantidad.



180-4-8:


Ladrones, bandoleros y cosarios.


Cosario, pudiera creerse que está tomado aquí en la acepción, corriente aún en Andalucía, de aquel que es muy versado en ir de una parte a otra llevando encargos o encomiendas, como si dijéramos prácticos, en el caso de que se trata; pero su propia significado es el que tiene en estos versos (392-5-3 y 402-5-1):


Con Mehemetbey, cosario y gran maestro [...]


  —293→  

Pero el virrey de Argel, cosario experto [...]


«el que anda a robar por la mar, pirata», como dice Covarrubias.

En la ley 18, título 14, partida 7, hablando de los ladrones, se lee que el que «manifiestamente toviese caminos, o que robase otros en la mar, con navíos armados, a quien dizen cursarios [...]» tengan pena de muerte.

Cosario, dijo Cervantes (Don Quijote, III, 328): «[...] se despejan los mares de cosarios [...]». «Ninguno responda; porque éstos, sin duda, son cosarios franceses, que hacen a toda ropa» (IV, 89).

Y Pedro de Oña, varias veces en el Canto XIX de su Arauco domado:


De cómo había el cosario parecido
mostrando sobre Arica su potencia [...]



Y gente de a caballo por la playa,
que es la que a los cosarios más demaya [...]


Si no podemos, pues, aplicar este significado del que roba por la mar a los araucanos, tendremos que reducirlo al de simple ladrón, como bien se ve en este ejemplo del P. Ovalle (II, 62), en el que aparece todavía bajo la forma cosario: «[...] solicitando a esto el gran cosario y rebelde enemigo de los cristianos Pailamacho [...]».



180-5-1:


Con esta buena gente caminaba [...]


Buena gente, dicho por ironía, acepción de ese adjetivo que vemos emplear también a Cervantes cuando dijo, por ejemplo, que la comida de don Quijote en la venta había sido buena (III, 154), o cuando una de las heroínas refiere: «[...] así me sucedió a mí, porque mi buen criado, hasta entonces fiel y seguro, así como me vio en esta soledad, incitado de su misma bellaquería, etc.» (Id., p. 74).

Es sabido que en no pocas exclamaciones se concede tal valor a bueno.

En el Coloquio de los perros, cuenta Berganza:

BERGANZA.-   Digo que en las cuatro camas que están al cabo desta enfermería, en la una estaba un alquimista, en la otra un poeta, en la otra un matemático y en la otra uno de los que llaman arbitristas.

CIPIÓN.-   Ya me acuerdo haber visto a esa buena gente.


(Ed. Amezúa, p. 358).                


Téngase presente lo dicho en 65-2-1 a propósito de buen.



180-5-8:


Servicio, armas, comida, ropa y gente.


Servicio, subentendido aquí el calificativo de personal, de que el poeta había hablado antes (5-3-2):


Servicio personal de sus vasallos [...]


y que después (283-5-3) califica de indebido por boca de Millalauco.

Llamábase en Chile en general a los indios encomendados gente de servicio. Así dijo Álvarez de Toledo:


Andaban los contrarios derramados,
las casas y los templos saqueando;
otros más vengativos y arriscados
la gente de servicio degollando.


Purén indómito, Canto XII, p. 233.                


Recuérdese lo que el poeta dijo a este respecto al definir en su «Declaración» que precede a la obra, la voz yanacona.

Al hablar (5-4-2), en la parte histórica, del servicio personal de los indígenas vimos ya en qué consistía, y de tal manera conocido entre los españoles, que los historiadores de América escriben de él como de cosa tan vulgar y sabida que creían ser comprendidos con sólo expresar esa voz, tal como lo hace nuestro poeta. Véase este otro ejemplo de Francisco de Jerez (Conquista del Perú, p. 324, ed. Rivad.): «[...] y entendiéndolo ellos por sus lenguas, dijeron que querían ser sus vasallos [...] y dieron servicio y mantenimientos».



181-1-1:


Así que por los pueblos y ciudades [...]


«Así que: "por lo cual, de suerte que". Significó en su origen "hasta tal punto que", "de tal modo que". Es menos común hoy que en épocas anteriores». Cuervo, Dicc., II , 697. Y un poco antes había dicho también: «Así, contrapuesto a que. La frase encabezada por así es ponderativa, y la otra denota el resultado o consecuencia (tiene poco uso hoy)».

Véanse estos ejemplos de Don Quijote: «Así que para conmigo no es menester gastar más palabras en declararme su hermosura [...]». I, cap. XXIV. «Sé más de libros de caballerías que de las súmulas de Villalpando; así que, si no está más que en esto, podéis comunicar conmigo lo que quisiéredes». I, c. 47.



181-2-4:


Llevan a la ciudad la triste nueva [...]


Alude en ese ciudad a Santiago, y como si ya no lo supiéramos por la historia, se deduce de los versos de la estrofa siguiente:


Y más contra ciudad tan eminente,
y lejos de su tierra y apartada [...]




181-3-2:


Pensar que así una escuadra desmandada [...]


Desmandar en su acepción de «desordenarse; apartarse de la compañía con que se va», mucho menos frecuente que la de «descomedirse o propasarse», de la que también se encuentra algún ejemplo en el poema. Léase el siguiente párrafo del Desengaño de González Nájera, que servirá para aclarar el valor de la primera: «[...] con cuantas diligencias hacían para hacerme en mi gente algún daño, nunca hallaban alguna descuidada, apartada o desmembrada para ejecutar su intento, determinaron darme ocasión para que algunos soldados se desmandasen a donde sus emboscadas tuviesen en qué cebarse». Pág. 194.



181-3-8:


Tienen por más el daño que el ruïdo.


  —294→  

He aquí cuatro ejemplos de esta acepción de tener, que nos ofrece Pedro Cieza de León en su Crónica del Perú, pp. 384, 415, 420 y 441:

«[...] y algunos tienen (según a mí me informaron) que las ánimas de los que mueren entran en los cuerpos de los que nascen [...]».

«Pues conté en el capítulo pasado lo que se tiene destos indios en lo tocante a lo que creen de la inmortalidad del ánima [...]».

«De manera que se podrá tener que los españoles vecinos de esta ciudad son de todos proveídos [...]».

«De las provincias de los Canas y de los que dicen de Ayavire, que en tiempo de los ingas fue, a lo que se tiene, gran cosa».

«Mas, el ejercicio más tenido de los mexicanos es el solemne mitote [...]». Acosta, II, 145.


Mas, si piedra he de ser, de mármol sea,
o diáspero me vuelva o diamante,
que del avaro vulgo es tan tenido.


Garcés, Sonetos de Petrarca, n. 41.                




182-1-1:


Por no haber caso en esto señalado [...]


Caso tomado aquí como hecho, acontecimiento, hazaña, pero dependiente del azar, de la suerte, o de la fortuna, como dijo Cervantes (Galatea, lib. IV, p. 143): «[...] porque las extrañas conocida cosa es que están siempre debajo del arbitrio de la que llamamos fortuna y caso [...]».

Y como había dicho antes Urrea, traduciendo al Ariosto, Canto I:


Por caso se le fue de entre la mano.




182-1-4:


Sobre el campo enemigo amanecieron [...]


Habla Cuervo, Apuntaciones, p. 242: «De contrarias a la lógica han sido motejadas estas frases: amanecí jugando, amaneció muerto, yo anochecía y amanecía estudiando; porque, se dice, amanecer es empezar la luz del sol a alumbrar».

»Estos verbos significan propiamente empezar a ser mañana, empezar a ser noche, y en atención a esto, sólo podrían usarse como impersonales ("cuando amaneció, salimos"), o con el sujeto día, v. gr.: "Amaneció el día que se siguió a la ronda de la noche del Gobernador" (Cervantes, Quijote, P. II, cap. LI). Por una transición naturalísima se dijo luego: "el sol amanece" (Fr. Luis de León); "el alba amanece" (Calderón), y en elegante metáfora "supliquemos a la luz divina que nos amanezca". Una vez admitida la acepción de aparecer, dejar ver, hablándose del sol, la luz, no hubo sino un paso que dar para venir a los modos de decir impugnados. Por más que se alegue, siempre quedarán en pie estos hechos: las frases censuradas se hallan a cada paso en las obras clásicas; hay infinitos casos en que no es dable la admisión del giro "me amaneció jugando", u otros análogos que se proponen como corrección, a no ser que se emplee un largo y enojoso rodeo en que sin duda se sacrifica la animación y viveza del estilo; y, por último, si se sigue siempre el significado radical como razón potentísima para decidir; aun en contra del uso universal de la gente docta, de la propiedad de las voces, será menester rechazar muchas sobre cuya legitimidad nadie se atrevería hoy a suscitar disputas».

Cita, desde luego, este verso de Ercilla, y algunos otros ejemplos, como los siguientes:

«Día vendrá en que amanezcas y no anochezcas, o anochezcas y no amanezcas». Fray Luis de Granada, Guía de pecadores, lib. I, cap. VII. «Los bajeles de cosarios de Tetuán anochecen en Berbería y amanecen en las costas de España». Cervantes, Quijote, Parte I, cap. XLI.

«El existir en castellano, añade, verbos que como amanecer, anochecer, expresan la idea de existencia o situación asociada a una circunstancia de tiempo, no es un fenómeno aislado en la lingüística: en árabe hay varios ejemplos de esto, y son los verbos llamados por los gramáticos de esa lengua hermanas del verbo Käna (ser.



184-1-2:


Que dio más fuerza al arma y mayor fuego [...]


En sentido de «tocar al arma, dar señal de que han sobrevenido enemigos» (Covarrubias); como más claramente se indica en la misma estrofa:


De ver que un animal de tal manera
en arma y alboroto los pusiera [...]


En otro pasaje (310-3-6) el poeta se vale del grito de guerra usado en la milicia española: ¡Arma, arma!

«Moros, moros hay en la tierra! ¡Moros, moros! ¡Arma, arma. Don Quijote, IV, 94. Y en el mismo libro (V, 28): «[...] y con este temor, con que casi cada año nos toca arma, estaba puesta en ella la cristiandad [...]».

Varios otros pasajes a este tenor, cita también Cuervo, Apuntaciones, p. 93, pero en ninguno empleado con más donaire que en el siguiente, que vamos a añadir nosotros:


Alzan los nuestros al momento un grito
alegre, y no medroso, y gritan, ¡arma!
¡Arma! resuena todo aquel distrito;
y aunque mueran, correr quieren al arma.


Viaje al Parnaso, última estrofa del cap. VI.                


Calderón de la Barca en La vida es sueño:


Tocad al arma, que presto
veréis mi inmenso valor [...]


«[...] y con su gente hacía muchos alardes y daba armas fingidas para ver cómo acudía la gente [...]». Zárate, Conquista del Perú, p. 512.

Pedro de Oña (Canto IX, 221, y XV, 402):


Tocan al arma, al arma, y a sus puestos
acuden animosos y dispuestos.



Tocando al arma, al arma libremente.


Y, por fin, en una estrofa de un poeta de la colonia en Chile, que es bastante hermosa:


Con un alto temor, con un acento
que va la confusión multiplicando,
¡Al arma!, ¡al arma! gritan ya un momento;
—295→
¡Al arma!, ¡al arma! todo está sonando;
¡Arma! las tropas dicen por el viento [...]
Y ¡arma! responde el eco resonando:
las cajas de ¡arma! dan los retintines,
y ¡al arma! dicen claro los clarines.


Monteagudo, Guerras de Chile, C. VI, p. 129.                


De ahí el origen de nuestro actual «grito de alarma».

Queda por saber el género que corresponde a esta voz. Cuervo, Apuntaciones, p. 93, expresa, asimismo, lo que acabamos de decir, esto es, que alarma, vale como el grito que se da para llamar a las armas; por tanto, concluye el sabio lexicógrafo, «creemos puesto en razón el darle el género masculino, como lo hace la Academia; no obstante, es de advertir que otros Diccionarios, acordes con un uso bastante general, lo hacen femenino: en Martínez de la Rosa se nos ofrece por el pronto el siguiente ejemplo: "Un déficit de cincuenta y seis millones causó vivas alarmas". Espíritu del siglo, lib. I, cap. 4, en una nota».

En Chile, el femenino de alarma ha pasado a cosa juzgada y seguramente haría reír quien dijera el alarma. En su forma primitiva lo hallamos todavía en Ovalle (I, 335): «[...] tocaron apriesa al arma [...]».

El P. Mir en su Hispanismo y Barbarismo, t. I, p. 109, trae muchos ejemplos diversos de los que citamos en apoyo de que los clásicos nunca usaron la voz alarmar: «sólo alarma, dice, suena en sus labios, voz militar, de sentido bullanguero, propio de la soldadesca. De alarmar no hay nuevas en todo el siglo XVII».



184-4-1:


Del muro estaba el bárbaro cubierto [...]


Y más adelante (288-2-4; 496-5-4):


Cubiertos de la noche se acercaban [...]



Cubierto de la noche y sombra escura [...]


Este participio cubierto cuando significa que alguien se vale de la obscuridad, como resguardo, observa Cuervo que se usa con de o con, pero que es preferible aquella primera preposición, según lo acredita con varios ejemplos, y, entre ellos, con el del segundo verso que copiamos.

En una composición del Conde de Salinas que citamos ya en nota a la página 131, dijo en forma semejante:


Bien cubierto de aparencia.


Y en estos versos del Arauco domado, p. 403:


Subieron por el cuarto en que vivía,
cubiertos de la media noche fría.




184-4-3:


Quiere que su partido sea más cierto [...]


Partido, en su acepción de «medio apto y proporcionado para conseguir una cosa en la precisión de ejecutarla».



184-5-8:


Antes que los cristianos se advirtiesen [...]


Advertir, usado como reflexivo, y que vale «recapacitar, caer en la cuenta». En esta acepción, según lo notó Cuervo, es anticuado.



185-3-4:


Pensando de allanar la fuerte y plaza [...]


Una de las veces en que aparece ese de redundante.

La fuerte y plaza. Parece que redundara, asimismo, esa y, y, en efecto, se suprimió en la edición de Madrid, 1597, y en las de Sancha y Rosell, si bien resulta que, conservándola, reviste más vigor el concepto.



185-4-3:


Pónenle el rostro, y sin torcer, derecho [...]


Poner el rostro, tal como decimos hoy poner el hombro, tomar una resolución, adoptar el propósito firme; acepción de poner no registrada en el léxico.



186-3-4, 8:


Salta el contrario Coro repentino [...]



Al tempestuoso Coro van siguiendo [...]


«Coro. s. m. Viento que corre de la parte donde se pone el sol en el solsticio de Junio, que antiguamente colocaban así los que dividían los vientos en doce. Ya no tiene uso». Dicc. de Autoridades.



186-5-1:


Mas como un caudaloso río de fama [...]


Nota el léxico como acepción de fama la «opinión común de la excelencia de un sujeto en su profesión o arte: predicador de fama». Por extensión, ¿podrá decirse otro tanto de un río, cual es el presente caso?



186-5-5; 497-5-3:


Cuando con desfrenado curso brama [...]



Desta ambiciosa gente desfrenada [...]


Cita el Diccionario de Autoridades el primero de estos versos para decirnos que desfrenado es participio pasivo del verbo desfrenar, y que vale lo mismo que desenfrenado, como hoy decimos. Cuervo no considera aquella forma.



187-1-2:


Los indios a los nuestros arrancaron [...]


Arrancar, usado aquí y cuando Caupolicán increpaba a los españoles de que


No hubiera alguna espada aquí de cuantas
contra mí se arrancaron a porfía [...],


en la acepción que define Covarrubias: «arrancar el caballo, partir en la carrera». Así dijo Oviedo (Historia de las Indias, t. II, p. 70): «[...] e Diego Márquez fuese de arrancada e llevó su mujer consigo [...]».



187-5-5:


Viendo el poco sustén del mal regido [...]


  —296→  

No trae el léxico de la Academia este sustantivo sustén, y sólo la forma analógica de sustenido, por sostenido en el valor que le corresponde en Música. Zerolo registra a sustener, empleado por Pedro de Rúa en una de sus cartas al Obispo de Mondoñedo.

Rico, como muy bueno y excelente en su línea.



188-1-6:


Salir un paso fuera de la cava [...]


«Alrededor de las fuerzas [fuertes] suelen hacer unas cavas, o fosas hondas, y en muchas partes las hinchen de agua para más seguridad, y lo que está de la otra parte de la dicha cava o foso hacia el campo, llaman carcava [...]». Covarrubias.

Foso, como diríamos hoy en día.

Voz anticuada, según el léxico.


Esta pequeña ciudad
con fuerza tan limitada,
al fin Scipión tanto hizo
que con una honda cava
la cercó por todas partes [...]
la gente de la ciudad,
atravesando la cava
aunque con dificultad,
con Scipión vino a batalla [...]


Lasso de la Vega, Romancero, hoja 15 frente.                



No cercado de muro o baluarte,
de hondo foso o espaciosa cava [...]


Rufo, La Austriada, Canto XXIII, hoja 421 v.                


«Así podréis aprender el modo de fortificar, de minar y contraminar, de hacer cavas y trincheras, de plantar artillería, de batir y combatir con ella [...]». Suárez de Figueroa, El Pasagero, hoja 327.

«[...] luego que vio la venta se le representó que era un castillo con tres torres y chapiteles de luciente plata, sin faltarle su puente levadizo y honda cava, con todos aquellos adherentes que semejantes castillos se pintan». Cervantes, Don Quijote, I, 76.



188-5-1:


El hijo de Pillán esto decía [...]


Así como vimos antes al «hijo de Leocán», por Caupolicán, así también el poeta designa ahora con esa perífrasis a Lautaro, de acuerdo con lo que dejó advertido en la Declaración que precede a La Araucana: nuevo argumento para condenar la supresión de esa pieza, que no debieron hacer algunos editores del poema.



188-5-4:


Quiere probar segunda vez la mano [...]


Ejemplo de este modismo hallamos en el Guzmán de Alfarache (p. 74): «los dos enamorados amigos acordaron probar la mano y su buena ventura, caminando a ver a sus damas [...]».

Y en Don Quijote (IV, 184): «[...] acordó de probar otra vez la mano, resucitando antiguas pendencias y desasosiegos».

Probar la mano, dice el léxico es frase figurada: «intentar una cosa para ver si conviene proseguirla».



189-1-6:


La pica, el cuerpo esento en la muralla [...]


En todas las ediciones antiguas se halla escrita así esa voz, que, conforme a la ortografía de la Academia, debe leerse exento. En el verso copiado vale tanto como decir descubierto, a la vista de todos. No es corriente, al menos entre nosotros, usarlo en ese sentido, acostumbrados como estamos a añadirle un complemento y refiriéndolo a las cualidades morales; pero se halla en Cervantes, como en estos ejemplos: «Hiciéronlo así, y ella recogiéndose encima del lecho, y abrigándose bien con las faldas del vestido, dejó descolgar por las espaldas un velo que a la cabeza traía, dejando el rostro exento y descubierto [...]». La señora Cornelia, p. 214, ed. Rivadeneyra. «[...] y llegaron a Luca, ciudad pequeña, pero hermosa y libre, que debajo de alas del imperio y de España se descuella y mira exenta a las ciudades (sic, errata, ¿por miradas?) de los príncipes que la desean [...]». Persiles y Sigismunda, p. 658, ed. citada.


Derribaste su torre, y esparcidas
por varias partes de la tierra, esentas
y en diferentes lenguas divididas,
a falsos dioses han estado atentas.


Hojeda, La Cristiada, h. 329.                



Tengo una torre esenta a toda parte,
de a do se mira en torno el mar sereno [...]


Mexía, Parnaso Antártico, hoja 74.                


Véase este otro de Suárez de Figueroa (El Pasagero, hoja 180): «¡Oh! cuán aviesas salen algunas el día de hoy: potros desenfrenados, libres, esentos, con quien es vano cualquier castigo [...]».

Ercilla empleó esta voz con no poca frecuencia, cuyos ejemplos damos en el glosario.



189-3-8:


Confuso al son que en torno ribombaba [...]


Que vuelve a emplear en el Canto XXXIV (561-1-7):


En sordo son confuso ribombaba [...]


Así en todas las ediciones, inclusa la de la Real Academia, que en su léxico trae rimbombar, como parece debe de escribirse, puesto que viene del italiano rimbombare, retumbar, sonar mucho, haciendo eco.

En Chile la empleó en su forma autorizada Pedro de Oña, ya como verbo (Arauco domado, C. VI, p. 150), ya como adjetivo (C. I, p. 17):


Aquel tumulto bárbaro y estruendo
que bajo de las ondas rimbombaba [...]



De aquellos instrumentos rimbombantes [...]


Así también Álvarez de Toledo:


El furibundo mar brama y rimbomba [...]



Estruendo de los tiros rimbombantes [...]


Purén Indómito, Cantos XIII y XXXIII, páginas 256 y 468.                




190-3-2:


Antes que va en furioso crecimiento [...]


Por efecto de un hipérbaton, aparece que después de antes, cuyo valor de conjunción adversativa   —297→   que le corresponde en este verso, quedó ya notado más atrás.



190-4-2:


Sufrir el gran trabajo incomportable [...]


adjetivo que vuelve a emplear el poeta (572-5-1):


Y demás del trabajo incomportable [...],


y cuyo valor es enteramente como insoportable, insufrible, intolerable.

En La Cristiada lo hallamos usado dos veces (pp. 121 v. y 230):


Y en los días de invierno incomportables [...]



Puso el pie con despecho imcomportable [...]