« ...que Dido fue antes que Eneas trescientos años, porque Cartago fue fundada antes del advenimiento de Nuestro Señor mil treinta y siete años, y Roma después, antes del setecientos y treinta y siete, en lo que a Eneas no
dio tampoco mucha honra Virgilio con hacerle burlador y engañador de una mujer y falto de palabra...» Zapata, Miscelánea, p. 337.
1322
Hállase inserta en las hojas 142-198 de la Primera Parte del Romancero y Tragedias, que vio la luz pública en Alcalá, en 1587, esto es, dos años antes de que se publicase la Tercera Parte de La Araucana, en que aparece incluido aquel episodio.
En las páginas que a modo de argumento preceden a la tragedia misma, Lasso refiere lo que consideraba la verdadera historia de aquella infeliz reina, que es, en resumen, la misma que da Ercilla.
«Esta es la verdadera, dice al final y el suceso de su muerte, y no el que cuenta Virgilio por Eneas, que es falso», tal como lo que hubo de expresar también el continuador de Ercilla; Santisteban Osorio, en el canto XXI de su Quarta y Quinta Parte:
...la fenisa Dido
A quien Virgilio injustamente infama.
Lasso, en apoyo de sus dictados, invoca la opinión de Trogo y otros autores latinos, y entre ellos, Sabellico en el libro IX de la primera Eneada; y al final de su tragedia pone todavía en boca de uno de los interlocutores los siguientes comprobantes:
Aunque un Virgilio hará
en su Eneida artificiosa
falsa relación ociosa
con que a Dido agraviará,
diciendo que Dido fue
con un Eneas liviana,
que de la guerra troyana
se escapó y su amante fue;
contra lo cual un Justino
e un Tito Livio hablará,
a quien Trogo seguirá
y Apiano Alexandrino,
Sabéllico y un Sagrado
Doctor Sancto, que reprueba
del Marón la falsa prueba
de su invectiva causado.
No hay para qué hacer un paralelo de la relación de ambos poetas, sobre todo cuando ha sido desarrollada de tan diversa manera por ambos; contentémonos, al menos, con ver cómo a los conceptos de Ercilla, al hablar de la despedida de Dido, en la estrofa que comienza «Adiós, adiós, amigos», responden los de Lasso:
Yo parto, mi Siqueo, aguarda, aguarda,
aguarda que ya voy, mas ya te veo
como en llegar a ti mi alma tarda:
Bien parece no sigue a mi deseo,
de que mi flaco brazo se acobarda
en no acabarme presto, torpe y reo:
Mas ya abrazo a Siqueo cual solía,
¡ay! dulces prendas cuando Dios quería!
1323
«Eneas, observaba Tiknor (III, 162) a quien parece que los poetas y cronistas españoles miraron siempre de mal ojo»: aserto que dio margen a la siguiente nota de los traductores españoles: «Es digno de averiguarse qué motivos pudo haber para que los poetas, entre los cuales no fue el primero Ercilla, se apartasen de la tradición histórica, conservada por Virgilio, y se hiciesen partidarios celosos de la reina Dido, o Elisa Dido, como la llaman. Apenas conocemos uno de cuantos han tratado el asunto, que no haya pintado a lineas bajo los más negros colores, y echádole en cara su alevosa perfidia y negra ingratitud. Quizá el origen de tan marcada simpatía haya de bastarse en la manera harto romántica y a guisa de libro de caballerías, con que el asunto está tratado en la Crónica del Rey Sabio. Un poeta del tiempo de Felipe IV, el padre maestro fray Tomás de Avellaneda, escribió un poema burlesco y en extremo gracioso, con el título de Fábula de Dido y Eneas, en el que ingirió trozos de antiguos romances y canciones, en todos los cuales se acusa a Eneas de aleve y traidor. Henríquez de Calatayud, que tradujo en octavas el poema de Carlo Dolce, dice en su
dedicatoria a Felipe III, que Virgilio, acusándole la conciencia de haber levantado un falso testimonio a Eneas, mandó en su testamento quemar la Eneida, pero que Augusto no lo quiso nunca consentir».
1324
De las cinco comedias que nos quedan de Virués, que se suponen escritas entre los años de 1579 a 1581, pero que no se imprimieron hasta 1609, es, a nuestro entender, la mejor la de Elisa Dido, dividida en cinco actos, y que, según Ticknor (II, 156), puede ser considerada como una de las tentativas más felices para dar elevación e interés al drama, y cuyo argumento, de pura invención del autor, no tiene nada que ver con el relato de Virgilio; pero el desenlace parece calcado sobre los versos de Ercilla, pues Dido se mata con sus propias manos para sustraerse a su casamiento con Yarbas y conservar intacta la fe jurada a su esposo Siqueo.
1325
Con vista de estos antecedentes, nos atreveríamos a emitir la idea de que en una futura edición del poema se colocasen esos dos cantos como obra diversa, sin interrumpir así la narración, que en la forma actual aparece cortada, poniendo en nota las cuatro estrofas a que hemos hecho referencia.
1326
Correo del Domingo, pág. 6.
1327
Antología de poetas hispano-americanos, t. IV, p. XVIII.
1328
Fernández de Oviedo; Las Quinqvagenas, etc., p. 429.
1329
Las obras en verso, Madrid, 4.º «El príncipe a su libro», a modo de prólogo.