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No debemos dar remate a la biografía de Ercilla sin apuntar someramente siquiera las que hasta ahora se habían publicado, o aquellos trabajos encaminados a estudiar algunos de sus hechos.

No cabe vacilación posible al afirmar que el primer biógrafo de Ercilla fue él mismo. Ya en la Primera Parte de su poema, a contar desde la dedicatoria, se encuentran diseminados en ella rasgos de su persona, y aun puede decirse que algunos de sus más íntimos, y no pocos de sus peregrinaciones, en la Tercera; tanto, que durante siglos esa fue, como ha tenido que continuar siendo, la base para historiar su vida. El hecho no hay necesidad de probarlo, porque está a la vista para quienquiera que haya leído La Araucana.

Después del poeta, el licenciado Cristóbal Mosquera de Figueroa, que le había conocido en la campaña de Portugal y particularmente, según lo dejamos indicado, en la jornada naval de las Azores, escribió, en 1585, el Elogio que se insertó por primera vez en la edición príncipe de la Tercera Parte del poema ercillano, salida a luz en Madrid, en 1589, y que, acaso, estuvo destinado a ser incorporado en la de aquel año, cuya impresión no pasó de la Primera Parte: elogio que es, más que otra cosa, una pieza académica de lenguaje altisonante, con repetidas alusiones a los autores y héroes de la antigüedad clásica, pero con tan cortas noticias biográficas, que todas ellas pueden resumirse en unas cuantas líneas, sin un solo dato que no esté tomado del poema, a no ser la descripción de la figura de Ercilla tal como se la observaba en el retrato que Mosquera tenía a la vista577.

Alguna luz para el conocimiento de la estancia de Ercilla en Chile aportó el doctor Cristóbal Suárez de Figueroa con la publicación que hizo en Madrid, en 1613, de los Hechos de don García Hurtado de Mendoza, obra que, junto con el Arauco domado de Pedro de Oña, había de servir de norma y guía, en parte también con la misma Araucana de Ercilla y la de su continuador Santisteban Osorio, a las varias comedias famosas que tuvieron por tema las hazañas de los españoles y araucanos en Chile.

En las cortas líneas que Nicolás Antonio le dedicó en su Bibliotheca Hispana nova nada adelantó la biografía del poeta, limitándose para su redacción a la lectura del Elogio de Mosquera de Figueroa.

Algo de interés, sobre todo por lo relativo a la familia de Ercilla, pudo dar a conocer don Luis de Salazar y Castro en sus Advertencias históricas, impresas en 1688, a intento de rectificar y completar lo que respecto a ella, como de otras, había escrito don José Pellicer de Tovar en su Genealogía de la Casa de Cabeza de Vaca, dada a luz en 1652, en las que tomó por fuente la obra inédita de Esteban de Garibay, de capital importancia para el conocimiento de la vida de Ercilla y de toda su familia; con la cual le habían ligado estrechas relaciones de amistad durante largos años, pues, cómo sabemos, en su casa de Mondragón hospedó al poeta y a su hermana doña María Magdalena cuando volvían de Viena a Madrid, y un cuarto de siglo más tarde Ercilla y su mujer servían de padrinos de bautizo a un hijo del célebre cronista. Cuando tal sabemos, ya se comprenderá la importancia que asumen los datos consignados por Garibay en cuanto se refieren a Ercilla, que ha debido en gran, parte saberlos de sus propios labios, y en cuya relación llegó hasta el año de 1589, pero que habían quedado inéditos, aunque no desconocidos, hasta que los dimos a luz en nuestro tomo de Documentos.

Pero, en verdad, hasta el último tercio del siglo XVIII no había salido a luz nada que se asemejara siquiera a una biografía del poeta, si exceptuamos las cuatro páginas en que se compendió su vida y el juicio crítico de su obra en el tomo II del Parnaso Español conocido con el nombre de López de Sedano, impreso en Madrid en 1770, cuando seis años más tarde el celebrado impresor don Antonio de Sancha publicaba su edición del poema haciéndola preceder de la primera noticia ordenada de la vida de Ercilla, aprovechándose para ella de los datos dispersos en La Araucana y de algunas fuentes de información ajenas a ella: biografía que se cree haber sido obra de don Francisco Cerdá y Rico y que generalmente siguió después sirviendo de base y modelo a cuantas ediciones se hicieron del poema.

A este tiempo debemos referir también otra bastante compendiosa que se imprimió para servir de ilustración al retrato del poeta, que debió figurar en la colección de los de ilustres españoles que se   —213→   comenzó a editar en Madrid, de que damos noticia en otro lugar de esta obra, donde, por ser tan rara la hoja en que salió a luz, la reproducimos.

Algo más adelantó las noticias de Ercilla don José Antonio Álvarez y Baena en las páginas que le consagra en sus Hijos ilustres de Madrid (t. I, pp. 32-35), salvando especialmente el error en que había incurrido Cerdá y Rico al suponer que doña María Magdalena de Zúñiga, la hermana del poeta, era hija suya.

Nada de nuevo agregó don Cayetano Rosell en la nota biográfica con que hizo preceder el poema en el tomo XVII de la Colección de Autores Españoles de Rivadeneyra, impreso en 1851, año en que salía también a luz en Madrid, ya muerto su autor, la Biblioteca Marítima de don Martín Fernández de Navarrete, en cuyo tomo I, pp. 17-22, pudo señalar la verdadera fecha de la muerte de Ercilla, que hasta entonces sólo se tenía, aunque equivocada, por conjeturas, merced, sin duda, a haber conocido el trabajo que por encargo de la Real Academia estuvo preparando Vargas Ponce, otro marino tan distinguido cómo aquél, y de que hablaremos inmediatamente después de mencionar el recuerdo biográfico y, más que eso, literario, que se halla en la Historia descriptiva, artística y pintoresca del Real Monasterio de San Lorenzo comúnmente llamado del Escorial, por don Antonio Rotondo, Madrid, 1862, folio doble, p. 127, que merece recordarse por estar escrito con tal desconocimiento de la geografía, que supone que Ercilla «atravesaba el Estrecho de Magallanes internándose en el valle de Chiloé», para grabar su conocida estrofa «Aquí llegó...».

Pues, Vargas Ponce tomó el encargo académico con toda buena voluntad y se empeñó luego en él con verdadero entusiasmo, de lo que buena muestra nos ofrece el mismo Fernández de Navarrete en la carta que escribía desde Madrid a don Tomás González, archivero de Simancas, el 25 de septiembre de 1819, diciéndole: «Vargas me escribe muy contento con las noticias que v. m. le da, y desea rectificar aquella noticia de la comisión que tuvo su poeta Ercilla á Zaragoza á cumplimentar una alemana». Révue Hispanique, t. VI, p. 95. A su muerte, ocurrida en febrero de 1821, dejó su empresa literaria bastante adelantada, añadiendo también a la vida de Ercilla alguna ilustración y un análisis del poema, todo lo cual quedó en borrador, hasta que la Real Academia lo dio a luz en las primeras 135 páginas del tomo VIII de sus Memorias; Madrid, 1902.

Ese borrador fue el que sirvió a Ferrer del Río para la biografía del poeta que se imprimió al frente de la edición académica del poema hecha en 1866, que completó ilustrándola con algunos documentos, y que hasta ahora había estado sirviendo de base única a cuantos intentaron más tarde bosquejar la vida del cantor de Arauco. De ellas tomaron sus datos, Medina en su Historia de la literatura colonial de Chile, König para la noticia biográfica que precede a su edición chilena, y Ducamin para la suya.

El trabajo de Ferrer había quedado, así, hasta hoy como fundamental para el estudio de la vida de Ercilla, y una parte importantísima a su conocimiento se debió a la publicación que don Francisco de Uhagón -hoy el excelentísimo Marqués de Laurencín, a cuya bondadosa influencia debimos el haber logrado la entrada al Archivo Notarial de Madrid, que nunca podrá agradecérsele lo bastante, -hizo de las pruebas de Ercilla para armarse caballero de Santiago en las pp. 65-520 del tomo XXXI del Boletín de la Real Academia de la Historia (1897). Y aquí debiéramos terminar esta nota, si no fuera que la bibliografía exige que apuntemos también otros que completan lo dicho por el docto académico, principiando por los publicados en España, para continuar con los de autores extranjeros y luego con los americanos. Veamos los primeros, que no son muchos, en verdad.

Libro del principio de la orden de la cavallería de S. Tiago del Espada..., por Diego de la Mota, Valencia, 1599, 4.º, p. 282, al final: «D. Alonso de Ercilla y Çunniga, hijo de Fortunio Garcia, de Arcilla, Cavallero aƒsi miƒmo deƒta Ordē, ƒirvio en las jornadas, que hizo el Rey Felipe 2 y aviendo corrido muchas provincias de la Europa. Fue a la conquista de las Indias. Y entro, en el indomito estado de Arauco. Y se hallo en 7 batallas y otras muchas ocaƒiones en aquellas Provincias: con deƒeo de hallar otro nuevo Mundo. Abriendo para ello nuevos caminos. Y se puso quasi debaxo del Antartico, passando por llegar alli grandes trabaxos, y regiones como lo significa en su famosa obra de Arauco, 3, p. can. 35, f. 435.

Historia de la Marina Real Española, por don José March y Labores, Madrid, 1854, t. II, en las pp. 452-454 se ha insertado el romance de Ercilla sobre el combate naval de las Azores, con dos notas en que se pretende rectificar la fecha del 22 de julio indicada en el primer verso por la del 23, y el número de las naves españolas, que fueron, se dice, 36 y no 25, como lo observa el poeta.

Y pues nos olvidamos de poner esta anotación en el lugar oportuno, debemos completarla ahora diciendo que el romance los reprodujeron también Fernández Duro en La Conquista de las Azores, Madrid, 1886; y don Eduardo de Navascues, Coronas heráldicas era loor de don Álvaro de Bazán, Madrid, 1808, pp. 377-378.

Documentos inéditos para la historia de España, t. CIX, p. 61: ligeras noticias biográficas de Rodríguez de Arellano, erradas en parte y deficientes.

Milá y Fontanals. Juicio crítico de la edición del poema hecha por Ferrer del Río, reimpreso en las pp. 245-249 del tomo V de sus Obras.

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Catálogo de las colecciones de la Duquesa de Berwick y de Alba, pp. 188-189: noticia anónima, en la que su autor se manifiesta aún ignorante de la fecha de la muerte del poeta.

Historia de la villa de Ocaña, de don Miguel Díaz Ballesteros y don Benito de Láriz, Ocaña, 1878, t. I, pp. 341-350, que ofrece interés en cuanto trata de la traslación de las cenizas de Ercilla y de la fundación del monasterio de carmelitas de aquel pueblo por doña María de Bazán.

Almanaque de la Ilustración española y americana de 1882, pp. 58-68: artículo de don Luis Vidart, que conocemos por cita de Ducamin.

«Ercilla era vizcaíno». Artículo de don Ángel Allende Salazar en el número III del tomo III de la revista Euskal-Erria, mayo de 1881, pp. 53-58; y volvió a sostener tal aserto en la Biblioteca del Bascófilo, (1887) p. 418.

«España y Camoens», por don Antonio Sánchez Moguel, artículo con interesantes y atinadas observaciones sobre la ninguna influencia de aquel poeta sobre Ercilla. Boletín de la Real Academia la Historia, 1894, t. XXIV, pp. 115-129.

La partida de bautismo de Ercilla. Artículo del padre Fidel Fita en el Boletín de la Real Academia de la Historia, t. XII, p. 448.

Anónimo. «El poeta más arrogante de la España: un guerrero cantor condenado a la horca». En Alrededor del Mundo, 27 de julio de 1910, n. 582.

Y, finalmente, en la Unión Ibero-Americana, de 29 de febrero de 1912, ¡ya se ve que el salto es grande! don Francisco Rodríguez Marín insertó con el rubro de «Un escrito inédito de don Alonso de Ercilla» el parecer de éste acerca de la perpetuidad de las encomiendas de indios (nuestro número 393 de los Documentos); ofreciendo estudiarlo en un próximo número de aquel periódico, promesa que no ha sido cumplida, según creemos.

Debemos exceptuar de esta nómina la enunciación de los tratadistas de literatura, españoles y extranjeros, que de paso han debido señalar algunos rasgos biográficos del poeta, y cuyos nombres, por ser de todos conocidos, apenas tenemos que apuntar aquí: el abate Batteux, Carlos Andrés, Lampillas, Masdeu, Bouterweck, Sismondi, Hallam, Blair, Viardot, Ticknor, Fitzmaurice-Kelly, Martínez de la Rosa, Quintana, Gil y Zárate, Menéndez y Pelayo (Antología de poetas hispanoamericanos, t. IV, 1895), Revilla y Alcántara García, Cejador, etc., etc.; pero no queremos prescindir de recordar en este orden, por ser el último que de nuestro poeta ha escrito, a don Ángel Salcedo Ruiz, quien en las pp. 295-297 del tomo II de su Literatura Española, Madrid, 1916, 4.º, ha reunido en muy pocas líneas tan crasos errores de hecho que abisma, y manifestado tal juicio crítico de la obra de Ercilla, que se pregunta «¿quién será el valiente que se lea de punta a punta La Araucana? ¿Quién no preferiría guerrear un par de años con indios feroces a ese castigo?». Diríamos en respuesta que ciertamente nadie que no sea un asno, pues para ellos no se ha hecho la miel, como ya lo decía Sancho.

Si de tantas inexactitudes y hasta errores de bulto adolecen las noticias biográficas que se han dado de Ercilla por los escritores de habla castellana, ya se comprenderá a qué extremos habrán llegado en ese orden los biógrafos extranjeros. Apenas tenemos que observar que en las enciclopedias y diccionarios biográficos de Francia e Inglaterra, para no hablar de los de otras naciones, que no conocemos (si exceptuamos por lo que toca a Alemania, lo que consigna Winterling en la traducción del poema, y el juicio crítico de Meinhard, recordado por Ducamin, p. VIII), se encuentran noticias de la vida de Ercilla, de las cuales hay que prescindir en absoluto: ¡tan malas son! Respecto a las de origen francés, he aquí el concepto que algunos de esos libros merecieron a Ducamin:

La Grande Encyclopedie, t. XVI, año 1892 ó 93; pp. 166-167, por L. Dollfus: «noticia deficiente y que no está del todo al corriente».

Encyclopedie de Larousse, t. VII (a. 1870) p. 790: «el autor de la noticia parece desconocer en absoluto á Ferrer, Baena y Sancha, y aun La Araucana. Su biografía está tan notablemente mal escrita y de pura fantasía, que llega á ser divertido leerla».

Biographie, etc., de Michaud, t. XIII, año 1815, pp. 239-242. «No conoce tampoco á Sancha y Baena y su noticia biográfica es un tejido de errores».

Con todo, don Andrés Bello, juzgaba tan benignamente el artículo de la Biographie Universelle, escrito por M. Bocous, al menos en su apreciación crítica del poema, que «nos ha parecido, decía, un inteligente y justo apreciador de La Araucana».

Vapereau, Dictionnaire des littératures, 1876: «conoce á Baena y Ticknor, pero da la biografía en diez ó doce líneas».

Por nuestra parte añadiremos que en el artículo que consagra a Ercilla la Nouvelle biographie genérale, publicada por los hermanos Didot, bajo la dirección del doctor Hoeffer, que está firmado por Alfred de Lacaze, se dice que el poeta se halló presente en la batalla de San Quintín. Da como fuente: A. Duponchet, Collection choisie des. Voyages autour du monde, Introduction, p. 63.

Moreri en su célebre Diccionario (traducción castellana, t. IV, p. 981) comienza por llamarle Erzila, resumiendo sus hechos en términos tan vagos como éstos: «Pasó peligros extremos é indecibles, ejecutó las operaciones más asombrosas, cuya recompensa fué la gloria que le resultó de conquistar rocas y   —215→   reducir algunas comarcas ocultas á la obediencia del Rey Católico». Y añade, no sin razón: «Durante el curso de esta guerra, formó Alfonso el designio de inmortalizar á sus enemigos, inmortalizándose á sí propio».

De los que en Francia han estudiado a Ercilla en el siglo pasado, no hay que hablar de Gilibert de Merlhiac, de Rainouard (Journal des Savants, septiembre de 1824, pp. 526-538) de Nicolas, ni de Royer y Quinet (Les Révolulions d'Italie, pp. 402-403), traductores y críticos que nada dicen de la persona del poeta; pero no así de la biografía escrita por J. Ducamin puesta al frente de la colección de trozos escogidos del poema (cuya descripción damos en otro lugar de esta obra), en la que se manifiesta conocedor de todas las fuentes dadas a luz hasta su tiempo y guiándose especialmente por la de Ferrer y en la parte relativa a Chile por la de König, discutiéndolas y ampliándolas en ocasiones con disquisiciones de su cosecha y aquilatándolas siempre, ha logrado formar una biografía de Ercilla sin duda superior a todas, en verdad no sin que alguna vez trepide sobre hechos bien conocidos; por ejemplo, cuando no atina a explicarse cómo pudo morir Jerónimo de Alderete en Taboga, suponiendo que la expedición en que iba hubiese podido atravesar el estrecho de Magallanes, ideando, envista de que tal no pudo ser, que mediase una errata en los documentos y que donde éstos dicen Taboga, pudiera leerse Tabago.

En Inglaterra no sabemos que se hayan publicado otras biografías de Ercilla que la brevísima que dio Hayley, el artículo de Alejandro Chalmer, inserto en The general biographical dictionary, London, 1814, vol. XIII, p. 282, dando en él como fuentes al mismo Hayley, a Moreri y Letters from an English traveller in Spain, 1781, 8.º, y así no resulta extraño que afirme haber peleado Ercilla en San Quintín. También se registra otra corta biografía de nuestro poeta, escrita por James Montgomery, en el Cabinet Cyclopedia de Lardner, London, 1833-37, en 12.º; y a este tenor alguna más, aun de menor importancia.

Veamos lo que se había hecho hasta ahora en América.

No debemos olvidar, desde luego, que en Estados Unidos se publicó en 1808 una corta biografía de Ercilla al frente de los fragmentos de la traducción del poema hecha por Boyd, de que en otro lugar tratamos; y que John Russell Bartlett, al describir (A Catalogue of books, etc., I, pp. 271-272) la edición del poema de 1578, copió varios extractos de juicios críticos y algunas noticias de la vida del poeta.

De Ercilla habló Vergara y Vergara en la Historia de la literatura en Nueva Granada, p. 246, y harto cegado por un mal entendido amor patrio, juzga malamente que en ocasiones Juan de Castellano superó al poeta madrileño: apreciación que motivó el justísimo anatema de Menéndez y Pelayo.

«De Ercilla y su poema. Discurso que leyó el señor don José Joaquín Ortiz en sesión inaugural de la Academia Colombiana el día 6 de agosto del corriente año» (1878). Hállase en las pp. 202-212 del Repertorio Colombiano, tomo I, Bogotá, 1878, 8.º.

El autor puede decirse que se limita a presentar algunas de las observaciones de Martínez de la Rosa, sin nombrarlo, pero es sentida su admiración por el poeta, a cuya obra, leída de joven, vuelve en la edad madura, «como se torna á la conversación gustosa de viejo amigo, compañero perenne que fué de nuestras horas de afán...».

Mendiburu, Diccionario histórico-biográfico del Perú, t. III, pp. 45-46, Lima, 1878. Manifiéstase todavía ignorante de la fecha de la muerte de Ercilla, pero esa su obra reviste algún interés en cuanto trata de don Juan de Pineda, el adversario de Ercilla en la Imperial.

Y pasando ahora a Chile, donde, como es natural, la persona de Ercilla estaba destinada a revestir en interés muy superior, tenemos:

Amunátegui (Miguel Luis). «Don Alonso de Ercilla y Zúñiga». Biografía inserta en el diario de Santiago «El Ferrocarril», 22 de mayo de 1857.

-Descubrimiento y conquista de Chile, Santiago. Imprenta Chilena; 1862, 4.º. En la segunda edición hecha en Leipzig (aunque en la portada se lee Santiago de Chile) 1885, 8.º, dedica especialmente a Ercilla las pp. 357-364: edición en la que bien pudo haberse corregido el párrafo de la primera relativo a la fecha de la muerte del poeta, «que se presume ocurrió allá por el año de 1596...».

-«Don García Hurtado de Mendoza y don Alonso de Ercilla y Zúñiga». Revista de Santiago, 1872, t. I, pp. 248-262.

Reproducido en Ensayos biográficos, t. IV, Santiago de Chile, Imprenta Nacional, 1896, 4.º, pp. 39-68.

Amunátegui Solar (Domingo). La Araucana. En el diario de Santiago «La Libertad Electoral», 14 de febrero de 1899.

Barros Arana (Diego). «El historiador más antiguo de Chile don Alonso de Ercilla y Zúñiga». En el periódico La Lectura, Santiago, 1884, t. I, pp. 9-12.

Reproducción hecha en este semanario, con ligeras variantes, de lo que el autor había escrito en las pp. 265-278 del tomo II de su Historia General de Chile, Santiago, 1884, 4.º. En esta obra se ha insertado también un retrato de Ercilla y el facsímil de una de sus firmas.

-Una nueva edición de La Araucana y una nueva biografía de Ercilla. En la revista Sud-América. Santiago, 1873, t. I, pp. 368-376.

Reproducido en las pp. 174-184 de las Obras completas de..., Santiago, Imprenta Cervantes, 1910, 4.º.

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Barros Méndez (Luis): «La partida de bautismo de don Alonso de Ercilla y Zúñiga». Revista de Artes y Letras, t. XIII, pp. 481-485.

Bello (Andrés). La Araucana. Juicio crítico inserto en «El Araucano» de 5 de febrero de 1841, núm. 545.

Observaba entonces Bello en su artículo: «es innegable que los españoles no han hecho hasta ahora de la obra de Ercilla todo el aprecio que merece; pero la posteridad empieza ya á ser justa con ella)».

-Reproducido en el tomo XXI de los Anales de la Universidad de Chile, pp. 3-11 (Julio de 1862); en el tomo IV de la Revista del Río de la Plata, pp. 65-80; y en las pp. 459-470 del tomo VI de las Obras completas de don Andrés Bello.

Bórquez Solar (Antonio). La epopeya de Chile La Araucana de Ercilla. Anales de la Universidad de Chile, 1911, t. CXXVIII, pp. 309-338.

Se hizo tirada por separado por la misma Imprenta Cervantes, 1911, 52 pp. en 8.º, y se reimprimió en las pp. 5-55 de Dialectos decires del mismo autor, París, sin fecha, en 8.º.

Discursos del Duque de Arcos, del Ministro de Instrucción Pública don Carlos Balmaceda, de don Ignacio Balcells y don Juan Agustín Barriga en la fiesta de la inauguración de la estatua de Ercilla, publicados en «El Mercurio» de Santiago del 20 de septiembre de 1910.

Edwards (Alberto). El Itinerario de don García Hurtado de Mendoza en su viaje a los archipiélagos de Ancud, pp. 301-322 del tomo VII (1913) de la Revista Chilena de Historia y Geografía.

Errázuriz (Crescente). La expedición austral de don García de Mendoza. Revista Chilena de Historia y Geografía, t. VII, pp. 382-424.

Sacado de Don García de Mendoza. (Capítulos XVI-XVIII). Santiago, 1914. El capítulo XX de esta obra está consagrado al «Lance de don Alonso de Ercilla».

Los dos precedentes artículos y el del señor Thayer Ojeda sobre el mismo tema, que va anotado más adelante, fueron consagrados a estudiar la ruta que siguió Ercilla en su viaje a Chiloé.

Guevara (Tomás). Elementos extraños al araucano en el poema de Ercilla. Forma el capítulo V (pp. 159-208) del Folklore araucano, Santiago, 1911.

Medina (José Toribio). Ercilla juzgado por La Araucana. En El Correo del Perú. Lima, 1876.

-Historia de la literatura colonial de Chile. Santiago, 1878, 4.º. En las pp. 1-117 del tomo I se halla un estudio biográfico y crítico de Ercilla y su obra.

-Una nueva edición de La Araucana. En la Revista Nueva, pp. 169-173, agosto de 1900. Juicio crítico de la edición hecha por Ducamin.

-El viaje de Ercilla al Estrecho de Magallanes. pp. 343-395 del tomo VI de la Revista Chilena de Historia y Geografía (1913).

-Pruebas de don Alonso de Ercilla para armarse caballero de Santiago. Publicáronse las piezas principales en las pp. 22-26 del tomo I de la Biblioteca hispano-chilena; 1897, fol.

Thayer Ojeda (Tomás). Observaciones acerca del viaje de don García Hurtado de Mendoza a las provincias de los Coronados y Ancud, pp. 323-381 del tomo VII de la citada Revista. Se hizo tirada por separado.

-Los héroes indígenas de La Araucana. En la dicha Revista, t. XV, (1915) pp. 306-365.

Unamuno (Miguel de). Don Alonso de Ercilla y Zúñiga. Vasco, español y chileno. Para El Diario Ilustrado de Santiago de Chile, 19 de junio de 1910.

Vicuña Mackenna (Benjamín). Los cuatro poemas épicos de Chile. El Independiente, diario de Santiago, 22 de octubre de 1876.

Reproducido por nosotros en el tomo III de la Historia de la literatura colonial de Chile, pp. 183-191.

Por estas notas es fácil descubrir cuál era el estado de lo que se sabía o se había dicho de los hechos; de Ercilla cuando en 1896 salió a luz el tomo X de nuestra Colección de documentos inéditos para la historia de Chile, y sucesivamente los que llevan los números XIX, XXIII, XXV, XXVIII y XXIX, en los que insertamos varias declaraciones del poeta en las informaciones de servicios de algunos de sus compañeros en la guerra de Chile y la parte pertinente de los autos del pleito que tuvieron los licenciados Santillán y Ramírez de Cartagena, en la que se halla el curioso incidente del intento de desafío que Ercilla tuvo en Panamá cuando regresaba a España: piezas todas que habíamos descubierto en el Archivo de Indias de Sevilla, junto con su Parecer sobre la perpetuidad de las encomiendas inserta en el tomo de Documentos, la carta que va reproducida en facsímil, y su respuesta al interrogatorio de Diego de Lira que está más adelante incluida como apéndice a la biografía de aquel soldado.

Grande era, sin duda, el valor de tales documentos para estudiar la carrera militar de Ercilla en Chile, pero por su número poca cosa en comparación de la multitud de escrituras públicas emanadas del poeta o relativas a él y a su familia que copiamos en el Archivo Notarial de Madrid y que en su totalidad hemos dado a luz en el tomo de Documentos de esta obra, quitadas las cláusulas de formulismo escribanil, que se repiten una y otra vez sin provecho alguno para el investigador, tal como lo hacía notar que debiera hacerse aún respecto de las cartas don Luis Zapata en el siguiente sabroso párrafo de su Miscelánea (p. 139): «envióme un hidalgo á decir: "escríbame, don Luis, llamándome, que con solas dos letras suyas, yo iré luego"; y así yo le escribí, después de la cruz de la carta, en todo un pliego de papel   —217→   blanco, "ea", y el sobrescrito como siempre solía; y así vino al momento por dos letras mías, excusando yo los preámbulos, principio y fin de las cartas, que quitados los tarazones de los cabos, queda una carta en lo sustancial...».

Hubimos para ello de registrar los protocolos de los 252 escribanos que actuaron en Madrid durante los años de 1564-1595, número que hoy nos parece exorbitante cuando sabemos, según lo que refiere el mismo Zapata, que a fines del siglo XVI, «el mayor concurso de gente de confesión que en aquella ciudad se halló, siendo allí corregidor el claro y honrado caballero don Alonso de Cárdenas», fue de noventa mil personas legas; pero que se explica cuando consta que los derechos notariales eran insignificantes, y tanta la práctica de reducirlo todo a escritura pública, que las hay hasta por valor de un ducado.

Con tal acopio de materiales hemos podido escudriñar hasta en sus pormenores más íntimos la vida de Ercilla, aunque no siempre, como lo hubiéramos deseado, para presentarlo a la altura moral correspondiente al vuelo de su ejecutoria de inspirado poeta y de escrupulosísimo cronista de la historia de este país. Y por más que con ello pueda parecer que se habría agotado toda investigación relativa a su persona, ya dijimos en el prólogo del tomo de Documentos que andan perdidas la carta que escribió desde Chile a Felipe II y la información de sus servicios levantada en Lima, y en el orden de escrituras públicas emanadas de él añadiremos ahora, que siendo tan numerosas como son, faltan todavía que conocer, no diremos las probables que pudo extender en Lima y alguna de las que seguramente firmó en Lisboa, sino también otras que han llegado a nuestra noticia por referencias contenidas en piezas de esa índole y cuya compendiosa nómina apuntaremos aquí:

  • Escritura otorgada ante Juan Montero, año de 1570, cuyo protocolo falta, así como todos los siguientes:
  • Ante Gregorio Flores del Busto, 15 de mayo de 1578, y otra de 1586.
  • Ante Melchor Ruiz, 11 de agosto de 1581; 5 de agosto de 1587; 7 de marzo y 20 de junio de 1592.
  • Lucas González de León, 15 de febrero de 1582.
  • Baltasar de Santisteban, 20 de abril de 1582.
  • Diego González de Villarroel, 8 de junio de 1592.
  • Juan de Zamora, año de 1594. Escribano del cual se conservan papeles de ese año, pero no la escritura citada.
  • Alonso Hurtado de Andrade, 3 de enero de 1595.
  • Agustín del Castillo, 25 de agosto de 1595.
  • Ante Francisco de Cuéllar, expediente de partición de los bienes del poeta, que no aparece tampoco.

Con excepción, quizás, de esta última, las restantes que permanecen desconocidas no pueden ser, en realidad, de grande importancia, tanto más, cuanto que es posible suplirlas en mucha parte por las referencias a su contenido que se hallan en otras.

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