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La boda de Quevedo

Comedia en tres actos y en verso

Narciso Serra

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Al eminente actos D. Julián Romea, dedica esta comedia, como una débil prueba del más sincero cariño, su leal amigo.

El Autor.

PERSONAJES

ACTORES

DOÑA ESPERANZA DE ARAGÓN, señora de Cetina.DOÑA CARMEN CARRASCO.
DOÑA GAITANA, dueña.DOÑA CONC. SAMPELAYO.
D. FRANCISCO DE QUEVEDO VILLEGAS D. JULIÁN ROMEA.
D. MARCIAL DE PACHECOD. ANTONIO PIZARROSO.
D. JUAN ADÁN DE LA PARRA,Inquisidor ordinario.D. ANTONIO DE GUZMÁN.
D. ANDRÉS DE BARRIZALESD. ELÍAS AGUIRRE.
MATEO,valiente.D. LÁZARO PÉREZ.
LEONARDO,criado.D. JOSÉ SINEO.
GINÉS,criado.D. FERNANDO GUERBA.
UN ESCUDERO D. GERÓNIMO GONZÁLEZ.
Esbirros.

La acción es en Madrid, año de 1634. Comienza de día y concluye a las tres de la madrugada.

Acto primero

Sala de paso en una casa de posada: a la derecha, en primer término, el cuarto de QUEVEDO: a la izquierda el de D. MARCIAL: sobre esta última puerta habrá una ventana; puerta al foro.

Escena primera

QUEVEDO y DON MARCIAL.

QUEVEDO va a entrar en su cuarto. DON MARCIAL sale del suyo.

MARCIAL
Tal vez irá a San Gerónimo.

(Ap.)

¡Don Francisco!

(Viéndole)

QUEVEDO
¡Don Marcial!
¿Pues desde cuándo en la corte?
MARCIAL
Muy pocas horas hará.
QUEVEDO
¿Vivís aquí?
MARCIAL
Sí.
QUEVEDO
Me honra
5
vecino tan principal.
MARCIAL
Yo bendigo de encontraros
la feliz casualidad,
pues tal vez vuestros consejos
me libren de algún azar.
10
QUEVEDO
¡Pues qué! ¿Jugáis a las pintas?
MARCIAL
Arriesgo mi capital
al juego mas peligroso
de todos los juegos que hay;
juego con amor...
QUEVEDO
Bien hecho,
15
si no hacéis más que jugar;
pero si pasa de juego,
¡pobre de vos!
MARCIAL
Escuchad.
Al señor don Luis Pacheco
Narváez, mi tío carnal,
20
plugo mandarme a Cetina
para ir a representar
su persona, en unas bodas
de un deudo que casó allá.
Hubo, motes, danzas, músicas,
25
e hizo la fatalidad
que entre otros varios festejos
quisieran también probar
a presencia de las damas,
con armas su habilidad
30
los galanes: ya veis, yo
no me podía excusar;
sobrino y a más discípulo
del tirador sin igual
don Luis Pacheco.
QUEVEDO
Está claro.
35
MARCIAL
En una ancha sala, ya
entarimada al efeto,
con gradas donde mirar,
y cuajadas todas ellas
de la gente principal,
40
esgrimieron unos diestros,
harto torpes en verdad.
Yo también cogí un estoque,
y me coloqué en mitad
de la sala, no creyendo
45
que hubiese nadie capaz
de disputar a un Pacheco
la ventaja en pelear,
cuando un hidalguillo bizco,
más feo que un alacrán,
50
saluda, y se pone en guardia,
cubriendo la diagonal:
yo dije, «aquí de mi tío,
tercera y quinta, cis, zas
Domeño el último tercio,
55
apoyando el gavilán;
pero el hidalgo maldito,
(confúndale Satanás)
cuando esto estaba pensando
sin saber cómo, me da
60
una estocada tan recia,
que hubiera sido mortal,
a no tener zapatilla
el arma: salí de allá
renegando del descuido,
65
y me decidí a tornar
a Madrid: en la posada,
y en llora avanzada ya,
oigo pronunciar mi nombre
y hablar del lance fatal.
70
Era el hidalgo: mi sangre
hervía como un volcán;
lanceme del aposento
diciendo: «Sálgase acá:
y haciendo juego de puntas
75
veremos si es tan locuaz,
como esgrimiendo de burlas,
esgrimiendo de verdad.»
Salimos todos al patio,
y hace la casualidad
80
que tenga el mismo descuido,
y el mismo golpe me da.
Sin doctor y sin botica
lo hubiera pasado mal,
a no llegar a la venta
85
una dama... una deidad,
que dolida de mi estado
humana y traidora al par,
bálsamo aplicó a la herida
y al alma dardo mortal.
90
Curé; pero con mirarla,
perdida mi libertad,
vanos fueron para ella
mi gemir, mi suplicar:
anoche llegué a la corte,
95
y a nadie he visto en mi afán:
me instalé en esta posada
por huir de visitar;
no sé si he perdido el juicio,
o si le tengo cabal...
100
QUEVEDO
Es decir, que fue el remedio
peor que la enfermedad.
Don Marcial, no lo extrañéis;
no lo extrañéis, don Marcial,
que la hembra que es mejor hembra
105
es una calamidad:
por ellas todo lo malo,
por Eva perdiose Adán,
cuando por ella hincó el diente
al prohibido vegetal.
110
Dalila esquiló a Sansón
el pelo y la dignidad,
y por ella despechado,
cuando tornó a pelechar,
desquició una sinagoga
115
mayor que una catedral.
Por los ojuelos de Iole
Hércules se puso a hilar,
trocada la maza en rueca
y en mujercilla el jayán.
120
Anduvo con cola y cuernos
Júpiter, la alta deidad,
porque el amor por Europa
le estaba haciendo bramar.
Y si una hembra hace de un Dios
125
un toro, sin más ni más,
pensando piadosamente,
con el que no es Dios, ¿qué hará?
La Cava, por poco acaba
con toda la cristiandad.
130
Por tentar a San Antón
(que no se dejó tentar)
tomó cuerpo de hembra el diablo,
y es cosa muy natural;
pues todas las hembras tienen
135
en el cuerpo a Satanás.
Ellas hacen al que es célibe
combatir y trasnochar;
ellas hacen al casado,
aunque sea viejo ya,
140
en la estatura crecer,
en las haciendas menguar.
Y frailes y mercaderes
se pierden por ellas más,
que necedades han dicho,
145
queriéndome censurar,
Alarcón, Pacheco, Góngora
y Pérez de Montalván.
MARCIAL
Mordaz como siempre...
QUEVEDO
Y gracias
que he sabido ser mordaz,
150
que a no ser porque mordía,
me hubieran comido ya.
Veintidós pleitos me cuesta
mi torre de Juan Abad,
y pago más en derechos
155
que de derecho me da.
Siendo propietario, no
puedo en mi casa habitar,
porque dicen que conspiro
contra el ministro, y jamás
160
me han visitado personas
de descompuesto genial,
a no ser las nueve musas,
y esas son gente de paz.
No tengo hermana que ver
165
ni privanza que prestar;
de un desengaño del mundo
me consuela un madrigal;
y aun así tengo enemigos
que me han hecho transformar
170
en agresivo lo afable,
lo pichón en gavilán.
MARCIAL
Aunque con don Luis, mi tío,
sustentáis enemistad,
yo nunca os ofendí.
QUEVEDO
Cierto.
175
MARCIAL
Y os quisiera demandar
un favor.
QUEVEDO
Decid cuál es.
MARCIAL
Me convencen por demás
vuestros ejemplos, Quevedo;
pero la fatalidad
180
hacia esa mujer me arrastra,
sin poderlo remediar;
y es...
QUEVEDO
Porque a los hijos de Eva
gustan las hijas de Adán.
MARCIAL
Porque estoy enamorado,
185
Quevedo, a no poder más.
Esa mujer o morir...
Conozco mi natural;
soy de fuego.
QUEVEDO
Pues debéis
iros a un puerto de mar.
190
MARCIAL
Dadme un medio, si algo os mueve
a hacer mi felicidad,
para que pueda el amor
de esa mujer conquistar.
QUEVEDO
Dádivas quebrantan peñas,
195
dice un antiguo refrán:
dadla joyas.
MARCIAL
La ofendéis.
QUEVEDO
Dadla doble.
MARCIAL
La injuriáis.
QUEVEDO
Libradla de un gran peligro.
MARCIAL
Y ese peligro...
QUEVEDO
Escuchad.
200
¿No habéis visto en las comedias
que cuando la dama va
a paseo, sale un toro,
y tras el toro un galán,
que a fuer de toreador
205
consigue matrimoniar?
MARCIAL
Sí, luego...
QUEVEDO
Inventado el riesgo
os es fácil lo demás.
La gratitud es la puerta
por donde amor suele entrar.
210
MARCIAL
¡Oh! Gracias, gracias, Quevedo.

Escena II

QUEVEDO, DON MARCIAL, DON ANDRÉS.

ANDRÉS
¡Don Francisco!

(Entrando.)

QUEVEDO
¡Oh! Que aquí está
el galán más atildado
de los galanes. Pasad.
MARCIAL
Con él os dejo. Salud.
215

(A DON ANDRÉS.)

QUEVEDO
Infeliz! Se casará.

(Ap.)

Escena III

QUEVEDO, DON ANDRÉS.

ANDRÉS
Huélgome a solas hallaros,
don Francisco, porque vengo
del grave dolor que tengo
el remedio a consultaros.
220
QUEVEDO
¿Qué dolor es?
ANDRÉS
Honda pena
en el alma.
QUEVEDO
Calma, calma;
no curan males del alma
Hipócrates ni Avicena,
cuanto más yo.
ANDRÉS
Vos podéis
225
alumbrar mi entendimiento,
que se halla en este momento
sin luz.
QUEVEDO
¿Si?... ¿Pues qué tenéis?
ANDRÉS
Don Francisco amigo, oid.
Todos por galán me aclaman,
230
y por apodo me llaman
el burlador de Madrid.
Pues cuentan que en esta villa
más mujeres burlé infiel
que el don Juan de fray Gabriel,
235
el burlador de Sevilla.
Es lo cierto que mi talle,
(sin alabarme...)
QUEVEDO
Se entiende.
ANDRÉS
Muchas hermosuras prende
en el paseo y la calle.
240
Que al mirarme los maridos
con barras su puerta aferran,
y las mujeres no cierran
los ojos ni los oídos.
Pero de cuanto pequé
245
en el mundo estoy purgado,
porque estoy enamorado,
Quevedo, de buena fe.
Y tan triste y abatido
me encontráis en este punto,
250
que he de ser presto difunto,
si no soy presto marido.
Alma que a tantas rindió
tiene una mujer cautiva,
y es para mí tan esquiva
255
como esquivo he sido yo.
Dando, de piedad ejemplo
la hallé en el templo, ay de mí,
que mi corazón perdí
desde que la vi en el templo.
260
Seguila: no reparaba
en mí, y ya cansado en suma,
quise fiar a la pluma
lo que en el alma pasaba.
Gané la dueña, y la di
265
un billete asaz discreto,
por lo moral del conceto
y lo breve. Dice así:
«Hijo de amor verdadero,
señora, santo es mi fin:
270
haceros mi esposa quiero,
que por vos de amores muero
desde que os vi en San Martín.»
QUEVEDO
¿Contestó al billete?
ANDRÉS
Sí.
QUEVEDO
¿No acepta el bodorrio?
ANDRÉS
No.
275
Adivinad...
QUEVEDO
Qué, sé yo.
ANDRÉS
Se trata de vos.
QUEVEDO
¿De mí?...
¡Por Cristo, que es singular!
ANDRÉS
Quevedo, como os lo digo.
QUEVEDO
Si supo que sois mi amigo,
280
os diría, a no dudar:
Don Francisco es basilisco,
con las hembras descortés
y los ministros arisco:
no he de ser yo de quien es
285
amigo de don Francisco.
¿Me equivoco?
ANDRÉS
¡Sí, por Dios!
Bien su carta me embaraza;
nos emplaza.
QUEVEDO
¿A mí me emplaza?
ANDRÉS
A ella y a nosotros dos.
290
Hoy mismo en la iglesia vi
a la dueña: hízome seña;
la respuesta que la dueña
me entregó, miradla aquí.
«Tanto amor como me envía
295

(Leyendo.)

estimo en cortesanía,
aunque pagarle no puedo;
yo no me caso hasta el día
en que se case Quevedo,»
QUEVEDO
Ingeniosa traza urdió
300
para calabacear,
si no promete casar
hasta que me case yo.
ANDRÉS
Que se ha vuelto loca infiero,
o quiere volverme loco.
305
Si no os casáis, yo tampoco.
QUEVEDO
Pues os moriréis soltero.
ANDRÉS
¡Eso decís!
QUEVEDO
¡Por Dios santo!
¿Queréis que otra cosa diga?
Mucho la amistad obliga,
310
don Andrés, pero no tanto.
Bueno es que el amor yo deje
por no sufrir sus afanes,
y que vengan los galanes
a que yo los aconseje.
315
Yo, que la dulce poesía
sólo cultivo con gozo,
y que ya paso de mozo,
y no soy dueña ni tía.
ANDRÉS
Aun sois joven.
QUEVEDO
Ojalá;
320
mas no me convenzo de ello.
ANDRÉS
Tiñéndoos algo el cabello...
QUEVEDO
Bien sin teñirse se está.
«El viejo que con destreza
se ilumina, tiñe y pinta,
325
echa borrones de tinta
al papel de su cabeza»1.
Ir de Caribdis a Scila
es el tal remojo infiero.
«No es buen Jordán el tintero
330
al que envejece la pila»2.
ANDRÉS
Es que no os mueve el afán...
QUEVEDO
Es que el empeño me arredra.
ANDRÉS
Tenéis corazón de piedra.
QUEVEDO
Y cara de cordobán.
335
Y en amores, don Andrés,
nunca hiciera una conquista
quien es tan corto de vista,
siendo tan largo de pies.
Devaneos, a fe mía
340
que tuve mil, se comprende;
pero el amor que se vende,
no es amor, es mercancía.
Al mirarme en el espejo
en tan feo desaliño,
345
sin amores desde niño
he ido llegando hasta viejo;
con fealdad y poca hacienda
fuera loca presunción
el buscar un corazón
350
que este corazón comprenda.
Por eso cejé en mi empeño.
ANDRÉS
¿Y no amasteis nunca?
QUEVEDO
Sí.
Una vez pienso que vi,
un serafín en un sueño.
355
Mas porque la realidad
no deshiciera el encanto,
o diese a correr de espanto
al mirar mi fealdad,
esfuerzo, estudio y ausencia,
360
y guerras y desengaños,
lograron, a fuerza de años,
mitigarme la dolencia.
ANDRÉS
Pudiéndole contener
no fue grande amor, señor
365
QUEVEDO
Es que yo amo al amor,
pero temo a la mujer.
Aunque soy de vista corto,
os aseguro, por Cristo,
que tales casos he visto,
370
que verlos me dejó absorto.
Vi casadas con afán
arriesgar vida y reposo
por un amante giboso,
siendo el marido galán.
375
Damas de muy noble porte
he visto, ya más de tres,
prendarse de un ginovés,
pastelero de la corte.
He visto en amargos duelos
380
a una mujer, que gemía
porque no la sacudía
su galán, teniendo celos.
Y he visto (será quizás
que mis ojos no son buenos)
385
que todas tienen en menos
a aquel que las tiene en más.
¿Quién da reglas al amor?
Muchos se hicieron querer
porque se hicieron temer.
390
ANDRÉS
Brava idea es el temor.
Si eso mi triunfo asegura,
discurriré... Adiós, Quevedo.
Me ha de tener tanto miedo,
que me ha de amar con locura.
395
QUEVEDO
Un buen medio discurrid...
ANDRÉS
Muy pronto os vendré a contar,
que no hay quien pueda burlar
al burlador de Madrid.

Escena IV

QUEVEDO

Si los matrimonios son
400
para los hombres funestos,
siendo los hombres como estos,
las hembras tienen razón.
En justa compensación
del malo y del iracundo,
405
Dios, en su saber profundo,
mandó a esos entes piadoso
hacer papel de gracioso
en la comedia del mundo.
Don Marcial sólo ha querido
410
hacerme su consejero,
pero el otro majadero
pretende hacerme marido,
¡a mí! que nunca he tenido
duda para un galanteo;
415
porque siendo cojo y feo,
claro está, que en el asunto
cualquiera mujer, al punto,
sabe del pie que cojeo.
El mal es, que por su empeño
420
de relatarme su historia,
me han traído a la memoria
el serafín de mi sueño.
Ya no puedo estar risueño
por más que lo quiero estar:
425
el recuerdo de un pesar
que el corazon supo herir,
tarda en volverse a dormir
si se llega a despertar.
Pensamiento, déjame...
430
¿No quieres? Pues en castigo,
a puro tontos me obligo
que el buen humor te daré:
ireme a palacio a pie;
y caminando despacio
435
ya los habrá en este espacio;
y aunque bastantes no halle,
los que no encuentre en la calle
me sobrarán en palacio.

(Va a salir y le detiene DON JUAN ADÁN DE LA PARRA, embozado.)

Escena V

QUEVEDO, ADÁN.

ADÁN
Deteneos.
QUEVEDO
¿Quién me agarra?
440
¿Si será otro don Andrés?

(Ap.)

ADÁN
Soy yo, Quevedo.
QUEVEDO
¡¡Si es
don Juan Adán de la Parra!!
Pase el buen inquisidor.
ADÁN
Hablad mas bajo, Quevedo.
445
Me estoy muriendo de miedo.
QUEVEDO
Pues es la muerte peor:
tenedlo por cosa cierta.
Tiempo ha no os cuidáis de mí.
¿Qué buen viento os trae aquí?
450
Decidme.
ADÁN
Cerrad la puerta.
QUEVEDO
Asustado estáis, por Dios,
y haréis que me ponga serio:
aclarad, pues, el misterio.
¿Corréis algún riesgo?
ADÁN
Vos.
455
QUEVEDO
¿Que yo corro riesgo?
ADÁN
Sí.
QUEVEDO
¿Es cosa de pleito?
ADÁN
No.
QUEVEDO
¿Quién me lo asegura?
ADÁN
Yo.
QUEVEDO
¿Dónde he de saberlo?
ADÁN
Aquí.
Mas cerrad y sed prudente,
460
que a mí, según la pavura
que traigo, se me figura
cada losa una serpiente.
QUEVEDO
Pues mal andáis si os agarra,
y hace que se dé la mano
465
con el Adán del manzano
el buen Adán de la Parra.
ADÁN
Dejad las burlas y alerta,
que os mira la Inquisición.
QUEVEDO
Con la Inquisición chitón.
470
Vamos a cerrar la puerta.

(Lo hace.)

Nada con la Inquisición;
que hasta vos, ved lo que os digo,
que sois mi mejor amigo,
me estáis oliendo a tostón.
475
¿Qué es lo que ocurre?
ADÁN
Escuchad,
y apreciad en su valer
el que hoy falte a mi deber
por un deber de amistad.
Cuando sin razón ninguna,
480
y solo esperando en Dios,
presos nos vimos los dos
por nuestra mala fortuna,
hallándome enfermo y viejo
acorristeis mi miseria,
485
dando vida a la materia
y al espíritu consejo.
Cuando salir libre os vi,
libertarme prometisteis,
y a poco que vos salisteis
490
yo también libre salí.
Por cuidado tan prolijo,
con gloria decirlo puedo,
os quiero yo... como a un hijo...
¡Dadme un abrazo, Quevedo!
495
Que no sabiendo expresar
con palabras mi cariño,
estoy... vamos, como un niño,
reventando por llorar.
QUEVEDO
¡Buen viejo, razón tenéis!
500
¡Apretad, por vida mía!
Dios os pagará algun día
todo el bien que ahora me hacéis.
ADÁN
Yo... soy... así...
QUEVEDO
Sin razón
os humilláis, y lo siento:
505
el mas claro entendimiento
no es nada sin corazón.
Serenaos y decid.
ADÁN
En grave peligro estáis;
tal vez hoy mismo tengáis
510
que fugaros de Madrid.
Cuando en prisiones crueles
nos hallábamos, un día
me dijisteis, se os había
confiscado los papeles.
515
En cierta vez el demonio
tentó vuestra pluma airada
a escribir la malhadada
Sátira del Matrimonio;
y hoy, por haceros perjuicio
520
alguno que os quiere mal,
ha puesto el original
en poder del Santo Oficio.
Aun la corte se alboroza
con los chistes que vertisteis
525
en la comedia, que hicisteis
con don Antonio Mendoza,
Quien más miente medra más,
que chocó a la corte toda,
por no acabarse con boda
530
como todas las demás.
También en la Inquisición
ese manuscrito está,
y hoy a discutirse va
sobre ambos grave cuestión.
535
Con todos no estáis bien quisto:
ved al rey, que así os conviene...
Aquel que enemigos tiene,
Quevedo, debe andar listo.
QUEVEDO
¡El rey! ¿Y pensáis quizás
540
que sea leal conmigo?
ADÁN
¿No es vuestro amigo?
QUEVEDO
¡Mi amigo!
Le divierto, y nada más.
Como hace octavas, y tales,
que analizadas en suma,
545
por salir de su real pluma
son solo octavas reales,
tiene de poeta el vicio
cuando de rey deja el mando,
me mira de cuando en cuando
550
así... como del oficio.
ADÁN
Pedidle su protección:
mirad que mucho os conviene,
porque, tal vez os condene
hoy mismo la Inquisición.
555
Yo os avisaré, al salir
de la junta, el resultado:
y si por fin, obligado
os hallaseis a partir,
cuanto tengo, sin dudar...
560
¡Adiós! De la junta es hora.
Ved al duque...a su señora...
QUEVEDO
¡Ah! Tú me haces recordar
que aver con harta intención
dijo al darme este papel:
565
«Quevedo, escribid en él
en verso vuestra opinión.»

(Leyendo.)

«Si a peligro de muerte se expusiera
por no casarse al punto,
entre boda y responsos ¿qué eligiera,
570
Quevedo, ser marido o ser difunto?»
ADÁN
Malo es que llegue a entender
la duquesa en el negocio.
QUEVEDO
Por entretener el ocio
es capaz de hacerme arder.
575
ADÁN
No andéis reacio, por Dios.
¿Prometéisme hacerlo?
QUEVEDO
Sí.
ADÁN
Ya que no por vos, por mí.
¿Qué fuera de mí sin vos?
QUEVEDO
Voy a escribir.
ADÁN
Oigo ruido.
580
Alguien sube la escalera...
Adiós, Quevedo... (¡Ay! Dios quiera
que no me hayan conocido.)

Escena VI

QUEVEDO
¡Tendrá razón! ¡Serán tales
los rigores de mi estrella,
585
que de su olvido cansada
torne a perseguirme adversa!
¡O será que al pobre Adán
su loca amistad le ciega,
haciéndole ver un monte
590
lo que es un grano de arena!
Mi Sátira al Matrimonio
no creo que nada tenga
que ver con la Inquisición,
ni Olivares, ni la Reina.
595
Quien más miente medra más.
Con Mendoza esta comedia
escribí: cualquier castigo
no es grande, sufrido a medias.
Ir a la corte, mezclarme
600
con la turba palaciega,
pedir perdón, sin saber
antes si se me condena,
es más declararme reo
que proclamar mi inocencia.
605
Y si la comedia fue
ocasión de la tormenta,
como Mendoza es mi cómplice...
hará jugar su influencia,
y por salvarse a sí mismo
610
me salvará. Es cosa hecha.
Quieto hasta que Adán me avise,
si acaso el peligro arrecia.
Procuraré escribir coplas
a la Condesa-Duquesa.
615
Tal vez llamándola hermosa,
(galantería estupenda)
si algo trama contra mí,
ceje en su enojo y me absuelva.

(Vase.)

Escena VII

DOÑA GAITANA y DON MARCIAL.

MARCIAL
Escuche la dueña.
GAITANA
Déjeme.
620
Mire que soy noble.
MARCIAL
Atienda,
doña Gaitana.
GAITANA
Mi nombre...
MARCIAL
¡Mil tajos! ¿Pues no se acuerda
la ilustre doña Gaitana
del herido de la venta?
625
GAITANA
¡Vos en Madrid!
MARCIAL
A caballo
me puse, no más las vendas
desfajé de aquella herida,
porque otra mayor, más fiera,
vuestra dueña hizo en el alma
630
del alma haciéndose dueña.
¿Se halla bien en Madrid?
GAITANA
Sí.
Yo soy la que no estoy buena
aquí.
MARCIAL
¡Qué hermosa estará!
GAITANA
Me ha entrado una tos tan seca.
635
MARCIAL
¿Haréis que la vea?
GAITANA
Y luego
una hinchazón en las piernas...
MARCIAL
¿Haréis que la vea?
GAITANA
Ítem.
En la paletilla izquierda...
MARCIAL
¿Haréis que la vea?
GAITANA
Ayer
640
le prometí unas candelas
al Santo Cristo de Rivas.
Pero...
MARCIAL
¿Haréis que la vea?
GAITANA
No lo he podido cumplir...
La soldada es tan pequeña...
645
MARCIAL
¡Oh! Tomad.
GAITANA
Bien se os conoce
que sois hidalgo en la muestra.
MARCIAL
¿Dónde vivís?
GAITANA
Nos mudamos
hoy mismo.
MARCIAL
¿Dónde?
GAITANA
Muy cerca
de aquí. A la calle del Niño,
650
número cuatro.
MARCIAL
¿Certeza
tienes de no ir a otra casa?
GAITANA
Sí, porque don Luis la Cerda,
duque de Medinaceli,
de quien mi señora es deuda
655
a lo lejos, se ha empeñado
en que tiene que ser esa
nuestra morada.
MARCIAL
¿Y por qué?
GAITANA
Como es ya viejo, chochea.
MARCIAL
El propietario es mi amigo.
660
GAITANA
Para hablarle en la meseta
está esperando mi ama.
MARCIAL
Aunque no la hable, he de verla.

(Vase.)

GAITANA
Buena es la bolsa: el hidalgo
es hombre de buenas prendas.
665
Si logro juntar un dote,
con las tocas no me entierran.

Escena VIII

DOÑA GAITANA y QUEVEDO, rasgando un papel.

QUEVEDO
Está visto, estoy sin musa;
no puedo hacer una décima.
Ese imbécil don Andrés
670
con traerme esas ideas,
de mi sueño, me ha llenado
el corazón de tristeza.
¡Qué loco soy! Yo, filósofo
casi escéptico, poeta,
675
triste estar, como un alférez
cuando no ve una mozuela.
No, yo quiero estar alegre,
si a todo el infierno pesa.
GAITANA
¡Jesús!
QUEVEDO
María y José.
680
GAITANA
Pater noster.
QUEVEDO
Gratia plena.
GAITANA
Mucho reniega el hidalgo.
QUEVEDO
Mucho se espanta la dueña.
GAITANA
Soy cristiana vieja.
QUEVEDO
Y tanto,
que no negarais lo vieja,
685
aunque por bula del Papa
os confirmase la iglesia.
GAITANA
No crea que son los años
los que de aquesta manera
me han puesto, sino el ayuno,
690
el cilicio, la leyenda...
QUEVEDO
El ayuno, sobre todo,
os puso como la cera.
GAITANA
Dejad las burlas. Sois el
dueño de una casa nueva,
695
calle del Niño... que allí,
no el nombre y sí la vivienda
supimos del propietario.
QUEVEDO
Yo soy.
GAITANA
Hablaros desea
la señora de Cetina,
700
doña Esperanza, mi dueña.
Licencia de veros pide.
QUEVEDO
Llevadla, pues, la licencia.
GAITANA
Qué antojos.

(Fisgándole los anteojos.)

QUEVEDO
Como los vuestros
se me antojaron, morena.
705
GAITANA
¡Gran Dios qué pie! ¿Quién os calza?

(Viéndole el pie.)

QUEVEDO
El barbero que os afeita,
GAITANA
No me injurie, que soy noble.
QUEVEDO
Bienes raíces dan nobleza,
y bueno es que tenga barbas
710
noble que no tiene muelas.
GAITANA
¿Y él qué sabe?
QUEVEDO
Lo supongo
sin entrar en la caverna.
GAITANA
Pues al adonis, jurara,
que no ha encontrado en la tierra
715
una mujer que prendar
teniendo tan buenas prendas.
QUEVEDO
Es verdad; hasta las momias
en decírmelo se empeñan...
Peores que las mujeres
720
son todavía las viejas.

Escena IX

DOÑA ESPERANZA, DOÑA GAITANA, QUEVEDO.

ESPERANZA
¿Es aquel?
GAITANA
Sí, allí está
aguardándoos: más os fío
que muy caro os pedirá,
pues tiene más de judío
725
que no de casero.

(Vase.)

Escena X

DOÑA ESPERANZA, QUEVEDO.

QUEVEDO

(Conteniendo un grito al verla.)

¡Ah!
Es que la finge mi estrella!

(Ap.)

ESPER.
La casa número cuatro,
calle del Niño...
QUEVEDO
Qué bella.

(Ap.)

ESPER.
Es vuestra...
QUEVEDO
¡Dios mío! ¡Es ella!
730

(Ap.)

¡Es ella, la que idolatro!
ESPER.
Vivo en casa de posada,
la primera que encontré
a Madrid recién llegada:
me disgusta: aposentada
735
en la vuestra quedaré,
si el precio...
QUEVEDO
Haced mas aprecio
de mí, y calculad, por Dios,
que fuera al fijarle necio;
pagáisla a muy alto precio
740
con solo habítarla vos.
Siempre hallareis, noche y día,
casa y dueño a vuestros pies.
ESPER.
¡Extremada cortesía!
QUEVEDO
No quita, señora mía,
745
lo casero a lo cortés.
Aunque vocinglera fama
me señala con el dedo
y por descortés me aclama,
siempre honrar supo a una dama
750
don Francisco de Quevedo.
ESPER.
¡Vos Quevedo!
QUEVEDO
¿Qué os extraña,
señora mía?
ESPER.
Me daña
después de haberos hablado,
el no haber adivinado
755
a la lumbrera de España.
QUEVEDO
Amabilidad...
ESPER.
Justicia.
QUEVEDO
Pues no dice eso la gente:
la malicia me desquicia.
ESPER.
¿Y quién cree a la malicia,
760
si todos saben que miente?
Vuestras poesías, llenas
de filosofía y galas,
dan al que censura penas;
y aunque diga,que son malas,
765
harto siente que son buenas.
A ese enjambre, que se aleja
si a luchar se le provoca,
compadecerle vos toca.
QUEVEDO
¡Qué bueno es Dios, que oír me deja
770

(Ap.)

las palabras de su boca!
ESPER.
Niña a la corte llegué
y al pueblo donde nací
adolescente torné;
por lo que de vos leí
775
adivinaros pensé.
Vuestras obras celebradas
a mi retiro llegaron,
deleitando mis veladas;
a las vuestras apegadas
780
mis ideas se quedaron.
Pienso lo que vos pensáis,
quiero lo que vos queréis,
odio lo que vos odiáis,
y casi orgullo me dais
785
por lo mucho que valéis.
Y hoy que conozco al poeta
que alcanza gloriosa fama,
alcanzo dicha completa.
QUEVEDO
Yo más, mirando una dama
790
tan hermosa y tan discreta.
ESPER.
Quevedo, por compasión,
aunque por galán convenio
me concedais discreción,
¿qué fuera, junto al ingenio
795
de tan preclaro varón?
Feliz tan solo sería
quien vuestro saber tuviera.
QUEVEDO
Ojalá, señora mía,
trocar mi saber pudiera
800
por ser feliz sólo un día.
ESPER.
¿Jamás lo fuisteis?
QUEVEDO
¡Jamás!
La dicha de los demás
viendo, sin dicha he vivido,
o mi mayor dicha ha sido
805
la indiferencia quizás.
En la soledad nutrí
el corazón...
ESPER.
¡Oh! ¡Me espanto!
¿Y no habéis llorado?
QUEVEDO
Sí;
810
pero aunque he llorado tanto,
¿quién ha de ver llanto en mí?
Lágrimas de eterno duelo,
que vierte el alma sin calma
en su amargo desconsuelo;
815
como son hijas del alma,
solo las comprende el cielo.
Y encontrándome enojoso
con mi eterno heraclitismo,
para mi propio reposo
820
me propuse ser chistoso
y divertirme a mí mismo.
Con mi humor siempre chancero,
engaño mi mal vivir:
que si pienso un día entero
825
en mis tristezas, me muero,
y no me quiero morir.
Mas recurso no me queda
que embriagarme en mi alegría,
y hasta que me llegue el día
830
pensar lo que menos pueda.
Ésta es mi filosofía.
ESPER.
Nunca de ella os sacarán,
y de las dichas en pos
mitigaréis ese afán.
835
¿Tuvisteis amigos?
QUEVEDO
Dos.
Miguel Cervantes y Adán.
De entrambos he sido hermano;
del uno no hay mauseolo
do lleve una flor mi mano:
840
el otro es ya muy anciano:
pronto me quedaré solo.
ESPER.
Tenéis fama...
QUEVEDO
No me esponja.
ESPER.
Y valor...
QUEVEDO
No es prenda rara.
ESPER.
Y admiraciones...
QUEVEDO
Lisonja.
845
ESPER.
Tenéis una hermana...
QUEVEDO
Es monja.
ESPER.
Y tal vez...
QUEVEDO
Vedme la cara.

(Pausa.)

¿Calláis?... ¡Mejor es callar!
ESPER.
Ofendile sin querer...

(Ap.)

Mi yerro sabré enmendar.
850
QUEVEDO
Aunque no me pueda amar,

(Ap.)

yo al menos la podré ver.
ESPER.
Huérfana y mayor de edad,
dueña de mi casa soy:
si algo vale mi amistad,
855
os la ofrezco desde hoy.
QUEVEDO
¡Oh! ¡Quanta felicidad!

(Ap.)

Siempre en mí la de Cetina

(Alto.)

verá un amigo sincero.
ESPER.
Sois quien sois, y se adivina.
860

(Saludando)

Extremado es el casero.

(Ap.)

QUEVEDO
Me enloquece la inquilina.

(Ap.)

Escena XI

QUEVEDO
Vamos a cuentas, Quevedo,
ahora que te encuentras solo:
¿es que el cielo te sonríe,
865
o que tienta el demonio?
¡La he visto! ¡He sido feliz
mirando su bello rostro!
Pero enseñándola el mío
habrela causado enojos...
870
Es un ángel... mas el ángel
¿no pudiera como otros
en el arenal del mundo
manchar las alas de polvo?...
¿No me han de dar todos celos,
875
siendo más galanes todos?
Dejar de verla, imposible...
Verla mucho peligroso...
¡Qué hacer!...¿Qué hacer? No pensar,
que voy a volverme loco.
880

Escena XII

QUEVEDO, GINÉS con una carta.

QUEVEDO
¿Qué ocurre, Ginés?
Señor,
un hombre con el embozo
recatando el rostro, diome
esto para vos, y próximo
a la esquina, dio a correr.
885

(Vase.)

Escena XIII

QUEVEDO
Es de Adán... El lema rompo.
«Estáis perdido, Quevedo.

(Leyendo.)

Por pluralidad de votos
se opina que es contra el dogma
la Sátira al Matrimonio;
890
de la comedia se dice
que es herética en el fondo,
y a vos os echan la culpa,
pues dicen que don Antonio
Mendoza, como es casado,
895
no escribiera de ese modo.
Él por marido se libra:
haced, Quevedo, lo propio;
huiros será imposible,
porque os vigilan cien ojos.
900
Casaos, que no hay mas medio
de librar que el que os propongo.
Me he encargado de prenderos;
con mi persona respondo
de la vuestra; iré a las tres:
905
o sed marido, o sed prófugo.»
¿Será esto providencial?

(Declamando.)

Cuando me creía solo,
se aparece en mi camino...
Un grave peligro corro,
910
según Adán... ¡Oh! Si ella...
¡Deliro!

Escena XIV

QUEVEDO, DON ANDRÉS.

ANDRÉS
¡Soy venturoso!
Va a vivir a vuestra casa
la mujer a quien adoro...
según me ha dicho la dueña
915
en esta calle hace poco.
De la habitación estaba
dándole señas a un mozo.
Porque me quiera, a su ama
esta noche un susto gordo
920
la he de dar. Gracias, Quevedo.

(Vase.)

QUEVEDO
¡Está visto, soy un topo!
Pero ella, ¿cómo es posible
que se enamore de un tonto?

Escena XV

QUEVEDO, DON MARCIAL.

MARCIAL
Don Francisco, soy feliz;
925
soy muy feliz...
QUEVEDO
Este es otro.

(Ap.)

MARCIAL
La que amo es vuestra inquilina...
¡Ya veréis cómo me porto!
Ya tengo inventado el riesgo,
y la salvación, y todo...
930
Si no me quiere esta noche,
por la mañana me ahorco.

(Vase.)

Escena XVI

QUEVEDO
¿Y qué haces tú aquí, Quevedo?
Cobra tus brios de mozo,
pues lo pide el Santo Oficio,
935
y Adán de la Parra, y todos...
y tu corazón también,
¡que la adora, pobre loco!
¡Oh! Si mi ingenio pudiera
hacer olvidar mi rostro.
940
¿No se atreven esos necios?
¿Por qué yo he de ser tan corto?
¡Sí! Lucharé, lucharé.
Los tontos no son mis prójimos.
Ellos son hombres al agua;
945
pero yo soy hombre al horno,
si antes de las tres no cierro
con el santo matrimonio.
¡Maridos! Con mi atrición
todas mis letrillas borro...
950
«Muchachas, todo me caso.
Niñas, todo me desposo»3

FIN DEL ACTO PRIMERO.

Acto segundo

La calle del Niño: a la izquierda, en primer término, la casa de QUEVEDO, marcada con el número cuatro: puerta y balcón practicables. En segundo término, al mismo lado, un arca de agua, tras de la que se pueda ocultar un hombre. Es de noche.

Escena primera

DON ANDRÉS, DOÑA GAITANA.

ANDRÉS
Esto ha de ser, ya lo dije.
GAITANA
¡Pero, señor, por los ángeles!
Mirad que el medio es atroz...
ANDRÉS
Pero al fin es santo.
GAITANA
Pase.
A no ser por eso, nunca
5
os ayudara en el lance.
Soy noble; por línea recta
desciendo del rey don Jaime,
y harto me apesara el ánima
que el Papa le excomulgase;
10
y como vos también sois
noble, no puede dudarse
me interesáis; ya se ve,
la sangre, señor, la sangre...
A no tener vos, como otros
15
que abundan por esas calles,
otra ejecutoria que
sus escudos miserables,
nunca hubierais conseguido
ponerme de vuestra parte;
20
pero como que sois noble...
la sangre, señor, la sangre.
ANDRÉS
Sé lo que arriesgo en el juego;
mas no tengo de arredrarme:
no ha de decirse, por Cristo,
25
que se logró burlar nadie
del burlador de Madrid,
don Andrés de Barrizales.
¿Dónde fue doña Esperanza?
GAITANA
Salió, caída la tarde,
30
a visitar a la viuda
de no sé qué personaje,
que con el difunto rey
tenía privanza grande;
pero como al actual
35
le domina el de Olivares,
no tiene presente el hijo
los servidores del padre;
y como mi ama es tan buena,
que todos sus capitales
40
en obras de caridad
juiciosamente reparte
a los pobres...
ANDRÉS
¡Oh! ¡Nobleza!
GAITANA
La sangre, señor, la sangre...
Aquel que afrenta su escudo,
45
bien merece que le empalen.
Prendose un saludador
en Cetina, de mi talle:
era bizarro; mas yo,
mirando por mi linaje,
50
estuve tiesa que tiesa,
y persistí el no casarme.
Que a pesar de aquel principio,
crescite et multiplicamini,
talis pater talis filius,
55
talis filius talis pater.
ANDRÉS
¿También latín?
GAITANA
Eduqueme
en un convento del Carmen,
y sabía más latín
que el rector: ojalá que antes
60
de haberme tornado al siglo
a la gloria me tornase.
Cada paso es un tropiezo...
La juventud es tan frágil...
No hay chispa de devoción...
65
Ninguno piensa en salvarse,
menos yo, que prometí
seis candelas a una imagen...
ANDRÉS
De mi cuenta corren.
GAITANA
Gracias.
La sangre, señor, la sangre.
70
ANDRÉS
¿No me has dicho que esta casa
tiene una puerta de escape
que da a la calle de Francos?

Escena II

DON ANDRÉS, DOÑA GAITANA y DON MARCIAL, que queda escondido tras del arca de agua.

GAITANA
Así es la verdad.
ANDRÉS
¿La llave?...
GAITANA
Aquí la tenéis. Y siempre
75

(Dándosela)

que quisiéredes llamarme,
daréis tres palmadas.
MARCIAL
¡Hola!
¡Con que he llegado yo tarde!
¡Con que es mi competidor
don Andrés de Barrizales!
80
Ruegue a Dios que no me enoje,
le rete, en guardia me plante,
le reciba con la punta
y hasta el recazo le ensarte.
GAITANA
Mi señora. Retiraos,
85
no me encuentre con vos. Vale.
ANDRÉS
Muy bueno será el latín,
pero prefiero el romance.

Escena III

DICHOS, DOÑA ESPERANZA y un ESCUDERO.

ESPER.
Llamad.
ESCUD.
Señora, está abierto.

(Entra en la casa.)

ESPER.
¿Qué hacéis, Gaitana, en la calle?
90
GAITANA
Rezaba mis oraciones.
ESPER.
No son las piedras imágenes.
GAITANA
En cualquier lugar, señora,
siendo la devoción grande,
el que es fiel se forja un templo.
95
A más hice un voto...
ESPER.
¡Calle!
GAITANA
De rezar en lugar frío.
MARCIAL
(¡Ah! ¡Pergamino ambulante!
Cien años de purgatorio
no han de bastar a purgarte
100
de hacer a los santos cómplices
en tercerías de lances.)
GAITANA
A más, señora, este pliego
le trajo del duque un paje
para vos. Yo salí a abrir...
105
ESPER.
(De Medinaceli.) Dadme.

(Tomando el pliego.)

Andad delante.
GAITANA
(¡Qué imperio!
Ya me lo dirás mas tarde.)

Escena IV

DICHOS, menos DOÑA GAITANA.

MARCIAL
(Estoy por salir y hablarla.)
ANDRÉS
(Me decido)
MARCIAL
(¡Voto a sanes!)
110

(Deteniéndose al ver que D. ANDRÉS avanza.)

ANDRÉS
(Con escucharme benigna
se puede ahorrar un percance.)
ESPER.
(Tendré que mandar la dueña
a pervertirse a otra parte.)

(Va a entrar en la casa.)

ANDRÉS
Detente, hermosa tirana,
115
que en mi dolor te complaces.
No mis amantes finezas
con fieros despegos pagues.
ESPER.
Me detengo.
ANDRÉS
Oye los ruegos
de un triste, que por amarte...
120
ESPER.
Hablad.
ANDRÉS
(Me escucha, ¡oh ventura!)
ESPER.
Hablad.
MARCIAL
(¡Le escucha! ¡Bergante!)
ANDRÉS
Desde que os hallé en el templo
hermosa como los ángeles...
ESPER.
Seguid.
ANDRÉS
Os entregué el alma.
125
ESPER.
Seguid, seguid.
MARCIAL
(¡Voto al draque!
¡Ella le anima!)
ANDRÉS
(Me anima,
no he menester los truhanes.)
MARCIAL
(Sin saber dar un revés.)
ESPER.
Seguid.
ANDRÉS
(¡Lo que puede el talle!)
130
En vano cien hermosuras,
rondadas por cien galanes,
por este amor que os consagro
suspiran noches y tardes.
MARCIAL
(¡Pues tienen gusto!)
ANDRÉS
Por vos
135
sacrifico esas beldades;
que no pueden darme ellas
el bien que vos podéis darme.
Vos me perseguís en sueños,
yo vos persigo en la calle,
140
y este amor que por vos siento,
esta inquietud incesante...
ESPER.
Seguid.
ANDRÉS
Inútil será
que encarecérosla trato,
pues bien la habéis comprendido.
145
La libertad dispensadme,
pero decidme «seguid»
es como decir «amadme.»
MARCIAL
(No tiene vuelta de hoja.
No hay... parada.)
ESPER.
Pues la errasteis.
150
ANDRÉS
¿Cómo es eso?
MARCIAL
(¿Cómo es eso?)
ANDRÉS
¿No me habéis dicho que os hable?
ESPER.
Porque cuanto antes me habléis,
antes dejaréis de hablarme.
MARCIAL
(¡Bendita boca! ¡Buen tajo!)
155
ANDRÉS
(¡Fiero golpe!)
MARCIAL
(¡Que le pare!)
ESPER.
Seguid, seguid.
ANDRÉS
Yo... si... como...
ESPER.
Si no habláis más, Dios os guarde.
ANDRÉS
¿Sin contestarme os marcháis?
ESPER.
No me lo exijáis... dejadme.
160
ANDRÉS
Hablad; que aunque las palabras
el corazón me maltraten,
mientras os vean mis ojos
será mi mal menos grande.
Tanto os amo...
ESPER.
Os engañáis.
165
ANDRÉS
Que me engaño...
ESPER.
Si me amaséis,
no quisierais de peligros
y de enemigos cercarme;
pues si esas cien hermosuras,
rondadas por cien galanes,
170
que por vuestro amor están
llorando noches y tardes,
llegan a cobrarme envidia,
que me cobren odio es fácil.
Si me llamáis en la iglesia
175
la atención con ademanes,
sobre vos perder el alma
hacéis que yo no la salve.
Y si vais siendo mi sombra
en el paseo y la calle,
180
tendrá que hablar la malicia,
y la malicia es infame.
No pretendáis disculparos
con que es vuestro amor tan grande,
que se os faltan mis luceros
185
hace que la vida os falte.
Que el que amando, como vos,
no sabe sacrificarse
dando a su dama la dicha,
aunque su desdicha labre,
190
más que de la que enamora
es de sí mismo el amante.
MARCIAL
(Le ha cogido la flaqueza,
y le ha tirado el desarme.)
ANDRÉS
He de seguiros.
ESPER.
Tened:
195
no deis un paso adelante,
no añadáis lo descortés
a lo presumido.
(¡Zape!)
ANDRÉS
Estáis sola...
ESPER.
Con mi honra.
MARCIAL
No está sola, y voto al draque,
200

(Saliendo.)

que si dais un paso más,
os tire la irremediable.
ANDRÉS
Y quien así la defiende,
¿es su marido o su padre?
ESPER.
Es un hidalgo que intenta
205
poner coto a los desmanes,
con que se ofende a una dama
en la mitad de la calle.
MARCIAL
Un hidalgo, y que la adora,
antes que vos, mucho antes.
210
ESPER.
¡Fatalidad! Yo os estaba
agradecida a la parte,
que por esforzado y noble
os tomabais en el lance,
sin presumir que a esa acción
215
el interés os guiase;
pero, pues vos no queréis
que os lo agradezca... adelante.
MARCIAL
Señora...yo...
ESPER.
Guardeos Dios.
ANDRÉS
Yo...señora.
ESPER.
Dios os guarde.
220

Escena V

DON ANDRÉS, DON MARCIAL.

MARCIAL
Lucido estáis, don Andrés.
ANDRÉS
Igual que vos, don Marcial.
MARCIAL
¿Y vos persistís?...
ANDRÉS
Sí tal.
¿Y vos no desistís?
MARCIAL
Pues.
Allí estaba...
ANDRÉS
¡Ya!
MARCIAL
Y por Dios,
225
que mis oídos no son buenos,
o no os ama.
ANDRÉS
Por lo menos
me ama tanto como a vos.
MARCIAL
Triste es que seamos rivales.
ANDRÉS
Ciertamente.
MARCIAL
Un paso atrás
230
no dio un Pacheco jamás.
ANDRÉS
Ni jamás un Barrizales.
MARCIAL
Soy algo galán...
ANDRÉS
Yo un poco.
MARCIAL
Diestro en armas...
ANDRÉS
Yo en amores.
MARCIAL
Tiro tajos.
ANDRÉS
Digo flores.
235
MARCIAL
No cedo.
ANDRÉS
Pues yo tampoco.
MARCIAL
En vos es mala intención,
que os da cien damas fortuna;
y ambicionar ciento y una
es demasiada ambición.
240
ANDRÉS
En vos, que tenéis aquí
donde escoger un millar,
y no me queréis dejar
ciento y una para mí.
MARCIAL
Hable el acero en tal trance.
245

(Desenvainando.)

Mire que paro al violento.
ANDRÉS
Norabuena. Pasos siento:
habrá quien estorbe el lance.
MARCIAL
¡En guardia! Tocado está
en mitad del corazón.
250
El medio de proporción
le he cogido.

Escena VI

DON MARCIAL, DON ANDRÉS, QUEVEDO.

QUEVEDO
¡Ja, ja, ja!
MARCIAL
¡Quevedo!
ANDRÉS
¿Os reis?
QUEVEDO
Me río.
MARCIAL
¿De vernos riñendo?
QUEVEDO
Justo.
ANDRÉS
Pues es un gusto...
MARCIAL
Es un gusto...
255
QUEVEDO
Es un gusto como mío.
MARCIAL
¿Sabéis?...
QUEVEDO
Presumo que al fin
se hallaron en la jornada
el galán de la posada
y el galán de San Martín.
260
Que ambos de Esperanza en pos,
cada uno a Esperanza avanza,
e iguales dejó Esperanza
sin esperanza a los dos.
¿Era esa la causa?
MARCIAL
Pues.
265
¿Y qué medio, vive Dios,
siendo los amantes dos?...
QUEVEDO
No sabéis sumar: son tres.
MARCIAL
¿Qué estáis diciendo?
ANDRÉS
¡Qué escucho!
QUEVEDO
Que en esta amante batalla
270
hay un tercero que calla;
pero que la quiere mucho.
MARCIAL
¿Es...duro?
QUEVEDO
Como un broquel.
MARCIAL
¿Es diestro?
QUEVEDO
Así, así
ANDRÉS
¿Gasta buena prosa?
QUEVEDO
¡Sí!
275
Después de Cervantes... él.
MARCIAL
¿Noble?
QUEVEDO
Si no nunca osara
amarla más que en proyecto.
MARCIAL
¿No tiene ningún defecto?
QUEVEDO
Tiene varios en la cara.
280
Como busto no es gran cosa,
y lo sufre sin disgusto,
que aunque tiene feo el busto,
tiene el alma muy hermosa.
Y aunque el alma oculta está
285
del cielo en lo más profundo,
y nunca se asoma al mundo
de vergüenza que la da,
el alma existe, y se siente
cuando es grande y cuando es bella,
290
en lo que surge por ella
del corazón y la mente.
Volviendo al tercero; es tal,
que desde su edad mas verde
nunca gana, y siempre pierde,
295
porque siempre fue leal.
Jamás tocó un mal registro,
y, ved si será manía,
pudo ser ministro un día,
y no quiso ser ministro.
300
MARCIAL
¿Por qué no quiso el poder?
QUEVEDO
Porque le había de hurtar
la noche para estudiar
y el día para querer.
MARCIAL
Pues su destino es terrible.
305
QUEVEDO
Decidme por qué.
MARCIAL
Porque
no entrará aquí con buen pie.
QUEVEDO
Eso le fuera imposible.
ANDRÉS
¡Dios le valga! ¿Cojo es?
QUEVEDO
Si no lo habéis por enojo,
310
es un cojo que no es cojo,
sino entre cojo y cortés.
MARCIAL
En fin, pues no tuvo miedo...
QUEVEDO
Nunca dijo tal su fama.
ANDRÉS
¿Nos diréis como se llama?
315
QUEVEDO
Don Francisco de Quevedo.
ANDRÉS
¡Vos, don Francisco! ¿Estáis loco?
MARCIAL
¡Vos, Quevedo!
QUEVEDO
Yo, Villegas.
ANDRÉS
¡Ay, amor, a cuántos ciegas!
QUEVEDO
A mí me faltaba poco.
320
MARCIAL
¿Sabéis su valor, señor?
QUEVEDO
Pues por eso la he escogido:
quien me acete por marido
ha menester gran valor.
ANDRÉS
¿Meditasteis bien el paso?
325
QUEVEDO
Tengo mis razones.
ANDRÉS
Luego...
vuestra sátira...
QUEVEDO
Reniego
de la sátira, y me caso.
Con que el pelo algo me tiña,
aun no soy octogenario...
330
ANDRÉS
Cabello que dio en canario
mal para cuervo se aliña4.
MARCIAL
Y si sois...
QUEVEDO
No así chancero
ajéis, don Marcial, su fama.
Doña Esperanza es muy dama,
335
y yo soy muy caballero.
ANDRÉS
Que a esa belleza altanera
pretendáis, es devaneo:
poned en otra el deseo,
y encontraréis quien os quiera,
340
QUEVEDO
¿Si?
ANDRÉS
¡Vaya!
MARCIAL
Muchas y bellas.
QUEVEDO
No lo dudo; pero, amigo,
las que se atreven conmigo,
no me atrevo yo con ellas.
En fin, veis que con lealtad
345
me he presentado, y sin dolo:
vosotros aquí tan solo
arriesgáis la vanidad.
Y yo, si llego a perder,
de mala manera muero;
350
porque la quiero, la quiero
más que se puede querer.
Un grave peligro arrostro.
Considerad mis afanes,
si lucho con dos galanes
355
sobre luchar con mi rostro.
Y ved que en esta ocasión
jugamos -lo dicho, dicho-
vosotros sólo un capricho,
y yo todo el corazón.
360
Ceded; duro caso es,
pero un amigo leal...
ANDRÉS
Que ceda antes don Marcial.
MARCIAL
Que ceda antes don Andrés.
QUEVEDO
Veo que el ruego es importuno
365
e inútiles las razones,
pues que con tantas cesiones
no quiere ceder ninguno.
Del enemigo el consejo
tomad: conspirad los dos
370
contra mí, pues vive Dios,
que pobre, miope y viejo,
en lucha con los dos, puedo
con los dos; seguro estoy:
porque tengo... porque soy
375
don Francisco de Quevedo.

(Vase.)

Escena VII

DON ANDRÉS, DON MARCIAL.

ANDRÉS
(Me da que pensar el viejo;
pero es tan bueno mi plan...)
MARCIAL
(El dijo con el refrán,
del enemigo el consejo.)
380
ANDRÉS
(Si éste mis intentos sabe,
pudiera entrar tras de mí.)
MARCIAL
(Si no me muevo de aquí,
no hará uso de la llave.)
¿Y qué decís, don Andrés?
385

(Alto.)

ANDRÉS
Digo lo mismo que vos.
MARCIAL
Con que ya no somos dos.
ANDRÉS
No, porque ya somos tres.
MARCIAL
Mas, Quevedo...
ANDRÉS
Desde luego
es de locura su arrojo.
390
MARCIAL
Pretendo correr, ¡y es cojo!
ANDRÉS
Pretende mirar, ¡y es ciego!
MARCIAL
A escoger entre los dos,
a vos os cediera el paso.
ANDRÉS
Don Marcial, en igual caso
395
lo mismo hiciera con vos.
MARCIAL
Mas para alianza...
ANDRÉS
Es tarde.
Fiémoslo del destino.
Cada cual por su camino.
MARCIAL
Guárdeos Dios.
ANDRÉS
Que Dios os guarde.
400

(Vanse.)

Escena VIII

QUEVEDO
No tardarán en volver
ambos a juntarse aquí,
mas pasarán sobre mí
si han de llegarla a ofender.
Yo mismo...¡fatalidad!
405
contra ella les dí un enredo...
En fin, veamos si puedo
enmendar mi necedad.
No hay que perder la ocasión:
desde ese balcón oír
410
puedo, y acaso acudir.
Empiece, pues, mi ascensión.
Nadie me ve, y tengo empacho.
A pesar de mi gracejo,
me sientan mal, siendo viejo,
415
bizarrías de un muchacho.
Penoso es el ejercicio
de galán: si pierdo un pié
y me descrismo, ahorraré,
un quehacer al Santo Oficio.
420

Escena IX

QUEVEDO en el balcón, DON MARCIAL

MARCIAL
Silencio y oscuridad.
Se marchó como pensaba.
Volverá; mas antes yo
he de saber cuanto pasa.
¡Oh! Bien hayas, arca amiga,
425
de tantos secretos arca.
¡Pobre don Andrés! No sabes
la defensa en la batalla:
no has conocido que yo
soy tirador de ventaja,
430
que aunque pongo el descubierto
nunca abandono la guardia,
y una estocada de noche
te he de dar, y no la paras.
Me cercioraré primero
435
por si escondido se halla.
¡Nadie!
QUEVEDO
Larga es la tizona;
pero a la reja no alcanza.
MARCIAL
Darle una llave la dueña
después que yo la pagaba,
440
no hay duda; esa llave es
el principio de una trama.

Escena X

DICHOS, DON ANDRÉS.

ANDRÉS

(Dirígese al arca.)

(¡Hola, hola, don Marcial!
¡Pronto las revueltas ganas!
Me enseñaste el escondite;
445
te lo agradezco en el alma.
Si te venzo, no te quejes,
que tú me diste las armas.)
MARCIAL
Cuando quisiereis llamarme,
dijo el mochuelo con faldas,
450
daréis tres palmadas; bueno.
Llego y doy las tres palmadas.

(Lo hace.)

Escena XI

DICHOS y DOÑA GAITANA.

GAITANA
¿Sois vos?
MARCIAL
Yo soy. (Y no miento.)
ANDRÉS
¡Ah! ¡Pobreta! ¡Que te clavas!
GAITANA
Don Andrés.
455
MARCIAL

(Echándola mano.)

No es don Andrés.
GAITANA
Sanctus Petrus, Sanctus...
MARCIAL
¡Calla!
Como des un solo grito,
te hago una entrada de daga,
que lleve adelante el hueso,
460
ya que la carne te falta.
¡Tú eres una sierpe!
GAITANA
Cómo...
MARCIAL
Naciendo una sierpe, y basta.
GAITANA
Soltadme: ved que soy noble;
desciendo de doña Urraca.
465
MARCIAL
Lo creo, porque del pájaro
te se han pegado las mañas,
y son tus dedos ganzúas
para las bolsas, Gaitana.
Mas corre el tiempo que vuela;
470
ahorrémonos de palabras:
tú me has vendido...
GAITANA
Señor...
MARCIAL
Con Barrizales.

(Cachaza.)

Si él te ha pagado a más precio
de lo que yo te pagaba,
475
con doblarte yo la suma
la cuestión está acabada.
GAITANA
La cuestión...
MARCIAL
Es de metales.
Mírala bien, que no marra
Entre acero y oro elige
480
el que más cuenta te traiga.
¿Qué plan tiene don Andrés?
GAITANA
Vendrá por la puerta falsa
a las doce: unos truhanes,
gente de muy mala cara,
485
que vendrán con él,
se darán de cuchilladas.
Si entonces, como es posible,
mi señora se desmaya,
cuando acudan los vecinos
490
y la ronda a la jarana,
ven a don Andrés de noche
en sus brazos y en su casa.
MARCIAL
Si de don Andrés la libro,
escuso lo que pensaba.
495
GAITANA
¿Qué pensabais?
MARCIAL
Incendiar
la habitación...
GAITANA
¡Santa Bárbara!
MARCIAL
Librarla a ella del incendio,
y llevarla a mi posada.
QUEVEDO
(Y a mí al hospital, verdugo.)
500
ANDRÉS
(¡Este hombre amando...achicharra!)
MARCIAL
Cuando venga don Andrés
y arme pendencia, a tu ama
dices, que a la puerta estoy,
siempre dispuesto a librarla.
505
Ya tengo cerca de aquí
una silla preparada;
me acompañará tan solo
un hombre de confianza.
Las doce están al caer...
510
GAITANA
Pues yo voy...
MARCIAL
Adiós, Gaitana.
Vuelvo con la silla, y cuenta
con olvidar mis palabras.
Entre acero y oro, elige
lo que más cuenta te traiga.
515

(Vanse.)

Escena XII

DON ANDRÉS, QUEVEDO en el balcón.

ANDRÉS
El que escucha su mal oye,
dice un refrán, y se engaña.
Tú, que la red me has tendido,
te enredarás en las mallas.

(Se oye un reló lejano.)

Una... dos... tres... cuatro... cinco...
520
seis... siete... ¿Si me harán falta?

Escena XIII

DICHOS, MATEO y dos embozados.

MATEO
Hidalgo...
ANDRÉS
Puntual has sido.
MATEO
Nunca falto a mis palabras.
Vamos.
ANDRÉS
Yo me quedo.
QUEVEDO
(Son
tres no más... y tengo espada.)
525
MATEO
¿Os quedáis?
ANDRÉS
Sí: yo me entiendo.
En cuanto que arméis la zambra,
os vais; y en el Prado, solo,
a que yo te busque aguardas.
MATEO
La llave...
ANDRÉS
A ti te la fío
530
pero...
MATEO
Por Santa Lugarda,
ninguno de mis muchachos
se pringará en una hilacha:
que asustar es de valientes,
pero hurtar es de canallas.
535
Guárdele Dios al hidalgo.

(Vanse.)

ANDRÉS
Y a vosotros. Vuelvo al arca.

Escena XIV

DON ANDRÉS, tras el arca. QUEVEDO, en el balcón. DON MARCIAL y LEONARDO, conduciendo una silla de manos, por la derecha.

MARCIAL
Pisa quedo y con cachaza.
Yo me acercaré a la puerta,
que debe de estar abierta.
540

(Mientras llega, DON ANDRÉS se acerca al criado, y le tapa la boca con un bolsillo: QUEVEDO desaparece del balcón.)

LEONAR.
¡Ay!
ANDRÉS
Vete.
LEONAR.
¡Buena mordaza!

(Vase.)

Escena XV

DON MARCIAL, DON ANDRÉS.

MARCIAL
Mañana reírme puedo
de mis ilustres rivales,
don Andrés de Barrizales
y don Francisco Quevedo.
545
Oigo rumor... voces... ¡sí!
Esa es la dueña, que chilla.
Pronto, Leonardo, la silla
aproximemos aquí.
Así entrará sin recelo.
550

(Abren la portezuela y acercan la silla a la puerta de la casa.)

Séame la suerte amiga.

Escena XVI

Una persona rebozada con un manto entra apresuradamente en la silla: DON ANDRÉS y DON MARCIAL la conducen.

ANDRÉS
Cayó el pájaro en la liga.
MARCIAL
Tragose el pez el anzuelo.
¡Aprisa, cuerpo de tal!
Logré robar el tesoro.
555
ANDRÉS
¡Cómo pesa el bien que adoro!
QUEVEDO
Tiene más fuerza Marcial.

(Sacando la cabeza por la portezuela de la litera.)

FIN DEL ACTO SEGUNDO.

Acto tercero

La misma decoración del acto primero. Luz en la escena.

Escena primera

DOÑA ESPERANZA, MATEO.

ESPER.
¿Y ahora hablaréis?
MATEO
Sí, señora;
porque ahora nos encontramos
en lugar seguro, y yo
he cumplido con mi encargo.
ESPER.
En el nombre de Quevedo,
5
me juraron vuestros labios
que peligraba mi honra
si no os seguía: bajamos,
y conducisme en mi silla
aquí, en donde os reclamo
10
la palabra que me disteis
de hacer a mis ojos claro
el negro plan encubierto,
que hacía a mi honor agravios.
MATEO
Empiezo, pues. Yo, señora,
15
me llamo Mateo Cano,
y fui soldado en Italia
con el de Alva, tres años.
Con justicia o sin justicia
gané fama de bizarro,
20
y por esta cualidad,
me estimaban los hidalgos.
Sobre todos don Francisco,
que es de valientes dechado.
Una vez por una moza,
25
las mozas eran mi flaco,
me trabé con un sargento
de palabras, y villano
me da un bofeton: entonces,
ciego de coraje, parto
30
y le hiero, y a no hallarse
muy a punto un cirujano,
que le curó muy a punto,
me paga el bofetón caro.
Me Prenden y me sentencian
35
a ser arcabuceado;
pero don Francisco, que era
del duque, no amigo, hermano
logró mi perdón del duque,
a fuerza de suplicarlo.
40
A no ser por él hubiera,
muerto, sin darme un abrazo
mi madre, una pobre vieja,
que rezaba más que un santo,
y que he hecho llorar más agua
45
que vino he bebido en jarro.
¡Pobre madre! Murió a poco
tiempo que me licenciaron,
y al darme el último beso,
apretándome la mano,
50
dijo: «A Quevedo le debo
la última dicha que alcanzo.»
Yo lloraba como un chico,
y aun hoy lloro al recordarlo.
¿Pero vos también, señora?
55
ESPER.
Proseguid.
MATEO
Pasaron años:
mi oficio de tejedor
no me bastaba a mi gasto,
y siguiendo unos consejos,
no sé si buenos o malos,
60
contando con mi bravura
y unido con unos cuantos,
me dediqué honradamente
a ser defensor de hidalgos.
Me encomiendan sus negocios;
65
siempre cara a cara ataco;
según la causa y el precio,
pego de corte o de plano;
si pierdo, callo y me curo,
y si gano, bebo y callo.
70
Don Andrés de Barrizales,
y que es muy buen parroquiano,
me encargó que os diera un susto,
a cuchilladas entrando
para que la gente os viera
75
desmayada y en sus brazos
esta noche.
ESPER.
Tal infamia...
MATEO
Me habéis dicho que hable claro.
Allá fui; pero no bien
abrimos la puerta, cuando
80
un hombre contra nosotros
a mandobles se abre paso.
¡Alzo mi acero, y por Dios,
que si a soltar llego el tajo,
me arranco después yo mismo
85
el corazón a pedazos!
Es Quevedo; me conoce,
y al camarín señalando
en que estabais vos, señora,
«sálvala», dice; «yo parto
90
a impedir que don Andrés
y don Marcial hagan daño.
Aquí no se halla segura;
en mi casa ponla en salvo.»
Yo no sé si sois su deuda,
95
o si otro afecto más santo
a defenderos le guía,
yo obedecí su mandato.
Ahora permitid que os deje.
Ese, señora, es el cuarto:
100
tal vez en este momento
necesite de mi amparo.
Adiós, señora.

(Vase.)

ESPER.
Él os guíe.
¡Qué es lo que me está pasando!

Escena II

DOÑAESPERANZA
Mujer y sola a la corte
105
venir, fue imprudente paso:
harto en mi niñez un día
me lo dijo un desengaño;
le olvido, y vuelve, y me asedian
dos mancebos, confiados
110
en hallarme sin marido,
deudo, valedor ni hermano;
pero ¿cómo don Francisco
supo sus intentos bajos?
¿Por qué no me dio un aviso?
115
¿Por qué medio tan extraño
para librarme escogí?
Es misterio que no alcanzo
a penetrar... Y el billete
hoy por el duque firmado
120
tiene una intención tan doble...
Tiene un sentido tan vago...
«Ya conocéis a Quevedo,

(Leyendo.)

quien con sus escritos sabios
os asombró; le habéis visto;
125
es bueno y es desgraciado:
si a la soledad y al tedio
se consiguiera arrancarlo,
si una dulce compañera
con su tiernísimo halago
130
de la injusticia del mundo
le compensara los daños,
tal vez diera fruto opimo,
en vez de secarse el árbol.
A ser así, con qué gozo
135
firmaría yo el contrato
entre una noble señora
y entre un varón tan preclaro.
Don Luis Lacerda.» Él la casa
me buscó, y al propietario
140
dijo que viera, y Quevedo
al verme estaba turbado...
Acaso amor... ¡Imposible!
No se ama en un día tanto,
y él es la primera vez
145
que me ha visto; sin embargo,
a pesar mío, yo siento
que pienso en él demasiado.
Recuerdo como en un sueño
sus facciones. ¡Cielos santos!
150
Sería... ¡Imposible! ¡No!
¡Es locura imaginarlo!
Esperaré a que él aclare
el misterio... Siento pasos...
Hay llave por dentro... ¡Sí!
155
¡En seguridad aguardo!

(Se entra en el cuarto de la derecha, cerrando la puerta, hasta que indique que debe volver a la escena.)

Escena III

ADÁN y DOÑA ESPERANZA.

ADÁN
Cierra la puerta... Quevedo,
abrid: soy yo, vuestro hermano...
Adán de la Parra. ¿Fuisteis
a ver al rey a palacio?...
160
Mirad que el riesgo se aumenta,
pues jugáis la vida... ¡Vamos!
¡¡Abridme!!...
ESPER.
¿Qué estáis diciendo?
Quevedo...
ADÁN
¡Jesús!
ESPER.
Calmaos.
Sé que vuestras almas une
165
la amistad con tierno lazo,
y de algún riesgo sin duda
te preveníais... Fiaros
podéis de mí, que deudora
le soy del favor más alto.
170
ADÁN
El rostro es del alma espejo,
señora, dice el adagio,
y vos la tenéis hermosa;
no puede a tan puros labios
asomar una mentira,
175
que perdiera a un hombre honrado.
(Tengo que ir al Tribunal;
ya me estarán aguardando.)
Si a Quevedo veis, decidle
que no pierda tiempo en vano,
180
que suceda lo que quiera
en mi casa he de ocultarlo.
Aunque yo pierda la vida,
¿qué me importa, si le salvo?
Yo mi libertad lo debo,
185
y en esto una deuda pago.
ESPER.
¿Vos también? Adonde quiera
que ese hombre lleva sus pasos,
siembra el bien... ¡Oh! Si pudiese
a mi vez servirle en algo...
190
ADÁN
¿Sois casada?...
ESPER.
Esa pregunta...
ADÁN
Esa pregunta es del caso,
pues si no lo sois, podéis
salvarle.
ESPER.
¿Cómo?
ADÁN
Casándoos
con él.
ESPER.
¿Qué peligro corre
195
de no hacerlo?
ADÁN
Ser tostado
o no ver la luz del sol,
al menos por muchos años.
ESPER.
¡Él! ¿Y por qué?
ADÁN
En una sátira
que a escribir le tentó el diablo,
200
el matrimonio pintó
con los colores mas malos.
En una comedia luego
vino a remachar el clavo:
hablose mucho en la corte;
205
y cierta noche, en su cuarto,
cierta condesa-duquesa
propuso, en chanza, casarlo
o achicharrarle soltero,
si desoía el mandato.
210
A Quevedo en un billete
se lo indicó: él no hizo caso,
y, en chanza, envió sus escritos,
al Santo Oficio, encargando
que se examinase bien,
215
si eran para el dogma un cáustico.
Y como por complacer
a la esposa del privado,
aun en chanza, se quemara,
no, digo a Quevedo, a un santo,
220
no se admite otro mentís
a sus escritos que el lazo,
de himeneo. De prenderlo
estoy ya mismo encargado:
si no es marido a las tres,
225
es prisionero a las cuatro.
Ya veis su apuro, señora;
dadle, por Dios, vuestra mano:
sois hemosa, ya lo veo;
él es feo, pero en cambio
230
debajo de la ropilla
tiene un corazón muy guapo.
Le sois de un favor deudora,
me dijisteis, pues pagádselo,
tiene regular hacienda...
235
¿Qué sentís?
ESPER.
Un desengaño.
ADÁN
Quevedo es un sabio...
ESPER.
Sí,
un sabio, y no más que un sabio.
ADÁN
Pero, vos...
ESPER.
Yo le diré
puntualmente vuestro encargo.
240
ADÁN
Pero...
En el tribunal
ESPER.
os estarán aguardando.
ADÁN
Pero...
ESPER.
Callad ya: ¿no veis
que me estáis haciendo daño?
ADÁN
Yo, señora, si...
ESPER.
Id con Dios.
245
ADÁN
(¡Si habré hecho mal, cielo santo!)

Escena IV

DOÑAESPERANZA
Quien su mano conducía
no era el amor, era el miedo:
¡apenas creerlo puedo,
yo, que tan alto veía
250
a don Francisco Quevedo!
El que de su inspiración
soltando el rico raudal
enaltece el corazón,
tiene miedo al tribunal
255
de la Santa Inquisición.
Y en vez de amante, advertida
en mí fija la mirada
porque peligra su vida,
y me busca agradecida
260
para encontrarme obligada.
Todo era ficción, ficción,
y yo inmutarse le vi,
y escuché la conmoción
de aquella voz... ¡Ay de mí!,
265
¡que llegaba al corazón!
¡El corazón... desvarío!
Esa fuente de pasión
pronto la seca el estío.
¿Dónde hallar un corazón
270
como este corazón mío?
Aunque tristezas me das,
decir con orgullo puedo,
sintiendo que entero estás:
-Corazón, tú vales más
275
que el corazón de Quevedo.

Escena V

DOÑA ESPERANZA, DOÑA GAITANA.

ESPER.
¡Quevedo!
GAITANA
Quevedo es
el hombre más ruin...
ESPER.
¡Gaitana!,
tú aquí.
GAITANA
Buscándoos.
ESPER.
¿Sabias
en dónde encontrarme?
GAITANA
¡Vaya!
280
¿No os trajo aquí don Marcial
libertándoos de las garras
de don Andrés?
ESPER.
¿Eso sabes?
(¿Me habrá vendido?)
GAITANA
Y venganza
vengo a buscar de Quevedo.
285
ESPER.
(¡Siempre ese nombre!)
GAITANA
Canalla
como Quevedo...
ESPER.
(¡Otra vez!...
¿Hizo alguna acción liviana?
GAITANA
Liviano es él y asadura,
y también la desollada
290
que le echó al mundo. ¡Dios mío!,
perdonadme si... Ave gratia...
plena...
ESPER.
Pero en fin, ¡qué es ello?
GAITANA
¿Qué es ello? Menos que nada.
Os lo voy a referir
295
con todas sus circunstancias
agravantes. El bandido
(que así le fría la santa
Inquisición, con manteca
de ahorcado, antes de la pascua),
300
sin saber cómo o por dónde
estaba dentro de casa.
Le pregunto, me contesta
con muy melosas palabras;
pero de pronto catad
305
que me arremete a puñadas,
vis aut metus, como dicen
en la Instituta Romana;
y con sus dedos sacrílegos
la toca me desencaja,
310
y me despoja del manto,
y en fin, virgo predicanda,
iba a dejarme lo mismo
que la primera mañana
en que por parir mi madre
315
vine a este valle de lágrimas.
Ítem pellizcando el hombro
¡ay Dios!, que desnudo estaba,
«chilla, bruja,» me decía,
hija de una salamandra.»
320
A una ilustre señora
de tan ilustre prosapia.
Y delante de mí, ¡oh témpora!,
se mete dentro mi saya,
se reboza con mi manto,
325
por la escalera se escapa,
y me deja en el pasillo
con pudor y con enaguas.
ESPER.
¿Y después?
GAITANA
Todo en silencio,
yo recorriendo la casa,
330
sólo encontré al rodrigón
escondido en una cámara.
Me visto y vengo a buscaros,
que aquí don Marcial se halla,
y protegerá a la dueña
335
como ha protegido al ama.
Y aquí ha de volver Quevedo,
y me ha de volver intacta
toda mi honra.
MARCIAL

(Dentro.)

¡Mil tajos!...
GAITANA
Ya está ahí don Marcial. ¡Venganza!
340
ESPER.
Yo sé lo que hacer me toca:
venid conmigo a esa estancia.
GAITANA
Pero... señora...
ESPER.
Venid.
GAITANA
Pero...
ESPER.
Yo soy quien lo manda.

Escena VI

DON MARCIAL y DON ANDRÉS, conduciendo la silla.

MARCIAL
Huyendo las rondas, tardo
345
en llegar una hora entera,
y además en la escalera
a poco vuelca Leonardo.
Signos son de mal agüero;
pero ya una vez aquí...
350
Vuelve a ese cuarto... Así...
Voy a darte tu dinero.

(Entran la silla en el cuarto de la izquierda, y DON MARCIAL se guarda la llave.)

MARCIAL
Pues en asunto tan grave
me has servido, te lo aprecio
de este modo.
ANDRÉS
Es corto el precio.
355
MARCIAL
¿Qué precio pones?
ANDRÉS
La llave.
MARCIAL
¿La llave, dices?
ANDRÉS
Sí tal.
MARCIAL
¿Sabes con quién hablas?
ANDRÉS
Pues;
pero vos no.
MARCIAL
¡Don Andrés!
ANDRÉS
¿Qué os sorprende, don Marcial?
360
La guerra era nuestra enseña,
y ambos de ella hemos usado.
MARCIAL
¿Me ganasteis el criado?
ANDRÉS
Lo mismo que vos la dueña;
y pues estáis obstinado,
365
juguemos en la partida
por esa llave la vida;
prosiga el lance empezado.
MARCIAL
Jamás un Pacheco cede.
Desenvainad sin demora.
370

(Aparece QUEVEDO en la ventana de la izquierda.)

ANDRÉS
Aquí no, que a esa señora
comprometérsela puede.
MARCIAL
Mirado sois.
ANDRÉS
Ya lo veis.
La noche en sus sombras crece;
bueno el Prado me parece
375
a esta hora.
MARCIAL
Como gustéis.
ANDRÉS
(Allí está Mateo, y basta.)

(Vanse, cerrando la puerta del foro.)

Escena VII

QUEVEDO

(En la ventana.)

Norabuena: si se baten,
aunque ambos a dos se maten,
no se ha de acabar la casta.
380
Sáqueme el Señor al fin
mejor en esta jornada
que al galán de la posada
y al galán de San Martín.
Desciendo: Dios sea conmigo.
385

Escena VIII

Mientras QUEVEDO baja, aparecen en la puerta derecha DOÑA ESPERANZA y DOÑA GAITANA.

ESPER.
Para obtener mi perdón
Ya sabes la condición.

(Vase.)

GAITANA
Sí, ya... (Soberbio castigo.
Él es.)
QUEVEDO
Si en vez de reproches

(Acabando de bajar.)

ese ángel me da consuelo,
390
si yo en sus ojos de cielo
logro leer...

(DOÑA GAITANA mata la luz.)

Buenas noches.
GAITANA
(Estando a oscuras es fácil
que se le pueda engañar
fingiendo la voz.)
QUEVEDO
(¡Qué es esto!
395
Tal vez un lazo...) ¡Quién va!
GAITANA
Quien os ama, y por vos teme
con la más tierna ansiedad.
QUEVEDO
¿Quién me ama?
GAITANA
(Si por marido
logro pescar al galán,
400
al Santo Cristo de Burgos
ofrezco un cirio pascual.)
QUEVEDO
¿Y quién es la que a buscarme
viene así en la oscuridad?
¿Eres Silfa, que en mis sueños
405
formó mi bello ideal,
o Bruja, que en una escoba
montada al sábado va?
GAITANA
Soy, Quevedo, una señora,
que arriesga su honestidad
410
para venir a deciros,
que os quieren vivo tostar
por herético a las tres,
si a las cuatro no os casáis.
QUEVEDO
Atrasada es la noticia:
415
mas ¿con quién me he de casar?
GAITANA
Nuestro corazón, Quevedo,
es bueno, noble...
QUEVEDO
Si tal
una mujer me dijera...
GAITANA
¿Pues no os lo digo yo?
QUEVEDO
¡Ya!
420
Pero no hay luz... Vuestra mano...

(Tomándola.)

¡Vade retro! ¡Satanás!
Te conocí, vieja bruja,
hija del mismo Belial.
GAITANA
Yo soy, que os vengo mi fe
425
a ofrecer...
QUEVEDO
Mujer falaz,
si es tu cara de estameña
lo mismo que tu sayal,
si tienes los ojos verdes
como las lechuzas...
GAITANA
¡Bah!
430
si yo os ofrezco mi fe.
QUEVEDO
Y también tu fe-aldad.
GAITANA
La Inquisición, don Francisco,
mañana me vengará.
QUEVEDO
¡Que me tuesten! Lo prefiero
435
a no casarme con tal
harpía, que con azufre
rebozada ha tiempo está,
y la emplumaron diez veces
por zurcidora...
GAITANA
Callad,
440
lengua de escorpión.

Escena IX

DICHOS y DOÑA ESPERANZA, con luz.

ESPER.
¡Qué es esto!
¿Qué son tales voces?...
QUEVEDO
¡Ah!
¿Qué han de ser, señora mía?
Un diablo descomunal,
que armado de saya en tocas,
445
se vino el alma a llevar.
¿Quién te contó mi desdicha?
ESPER.
Yo.
QUEVEDO
¡Vos, señora!
ESPER.

(A GAITANA.)

Marchad.

Escena X

DOÑA ESPERANZA, QUEVEDO.

QUEVEDO
Cómo sabéis, señora...
ESPER.
Vuestro amigo
Juan Adán de la Parra, hace un momento
450
se confió conmigo.
¡Una proposición con que me ha honrado
de casarme con vos!... No es admisible;
casarme sin amor nunca he pensado.
QUEVEDO
Más que un amigo tonto, es preferible,
455
señora, un enemigo encarnizado.
ESPER.
Pero yo agradecida
al que por defenderme así se empeña,
busco la dueña, ofrézcole la vida...
QUEVEDO
¡Y me ofrecéis la vida... con la dueña!
460
ESPER.
¿No la admitís?
QUEVEDO
No a fe: no tiene encanto
para el que en triste soledad vejeta
esa vida, que todos aman tanto...
No es este mundo el mundo del poeta.
Yo nada soy, señora; nada puedo
465
por mi suerte funesta.
Al perderos a vos nada me resta.
ESPER.
¿Nada es la gloria para vos, Quevedo?...
QUEVEDO
¿Qué es esa pobre gloria tan nombrada
al que tras su laurel no ve, señora,
470
ni el beso de la boca enamorada,
ni la luz de los ojos en que adora?
Triste trofeo de la triste historia
de un triste, a quien viviendo hicieron trizas.
Y cuando el infeliz alcanza gloria,
475
no quedan de su cuerpo ni aun cenizas.
No me cuido por cierto
de mis dichas aquí... después de muerto.
Yo solamente en vuestro amor vivía.
ESPER.
Tal me amáis desde hoy... ¿Quién lo diría?
480
¿Tanto el amor de pronto os enajena?
QUEVEDO
¡Os burláis!... ¡Feliz vos!... Solo el que quiere
con toda el alma, sabe la honda pena
de un pobre corazón, que amando muere.
ESPER.
Basta de fingimiento: me es notoria
485
la historia de ese amor... tan verdadero,
y al duque le diríais otra historia.
QUEVEDO
Al duque...
ESPER.
Ved su carta, caballero.
QUEVEDO
(Después de leer rápidamente la carta.)
No consiento que así manchéis su gloria.
490
Oid ahora lo que sólo un día,
que nunca llegará (vos lo habéis dicho),
salir debiera de la boca mía.
Una niña gentil, rosa temprana,
que apenas entreabría
495
su casto broche al sol de la mañana,
con su aromada esencia
supo embriagar el alma enamorada:
desde que vi la luz de su mirada,
hace años, es la luz de mi existencia.
500
Única flor con que bordó el destino
el ardiente arenal de mi camino...
ahora que veis que lloro,
decidme si es que miento o que la adoro.
Una vez en el templo, un hombre osado,
505
por un error que le costó la vida,
tocó aquel bello rostro tan preciado
con su mano atrevida.
Al sacrílego ultraje
del templo le saqué: cruza el acero,
510
y ciego de coraje
junto a la casa del Señor le hiero.
ESPER.
¡Eráis vos!
QUEVEDO
Emigré: pasaron años,
años, sin ver la lui por quien existo.
No me importa: bien vale haberla visto
515
el sufrir tan amargos desengaños.
ESPER.
Pero ahora la encontráis...
QUEVEDO
Es cierto. Ahora
no consiento que el duque nada pierda
en vuestra estimación: don Luis la Cerda,
es mi amigo y no más. Adiós, señora.
520
ESPER.
Quevedo, detened: el alma mía
se negaba a creer que en vos pudiera
caber miedo o falsía.
Yo también en mis sueños me forjaba
un sublime ideal, y hoy decir puedo,
525
que antes de conoceros os amaba.
QUEVEDO
Vos, Esperanza, vos...
ESPER.
Si..., yo..,. Quevedo.
QUEVEDO
Háblame, ilusión mía,
mírame, que te quiero estar mirando:
mírame más aun... más todavía:
530
si este es un sueño, oh Dios muera soñando.
El despertar después... me mataría.
ESPER.
No es sueño.
QUEVEDO
¿Es realidad? ¿O es desvarío?
Para ser tan feliz, Señor, ¿qué he hecho?
Se quiere el corazón saltar del pecho.
535
¡Me va el gozo a matar!... ¡Llanto! ¡Dios mío!

Escena última

DICHOS, DON ANDRÉS, DON MARCIAL, CORCHETES, DOÑA GAITANA, ADÁN, dentro.

ADÁN
Abrid.
MARCIAL
A hacerlo voy yo,
que tengo llave.
GAITANA
¡Qué ruido!...

(Se abre la puerta.)

ADÁN
Quevedo, sabed que...
ESPER.
No
prosigáis; es mi marido.
540
ADÁN
¿Si? Quitaos de delante.

(A los CORCHETES que se van.)

ESPER.
Si me ama...
QUEVEDO
¡Oh, dicha completa!
ESPER.
La que le admiró poeta,
lo sabrá adorar amante.
QUEVEDO
Ángel de luz, tú verás
si basta a pagarte hoy
545
toda el alma que te doy,
la ventura que me das.
ANDRÉS
¡Marido!
QUEVEDO
Ya es ocasión
que pongáis la carantoña,
porque me caso con doña
550
Esperanza de Aragón.
MARCIAL
Nos veníamos aquí
sin trabar la lucha fiera,
para que ella eligiera...
QUEVEDO
Justo: y me ha elegido a mí.
555
ADÁN
Pero no cerrasteis.

(A D. MARCIAL.)

MARCIAL
Pues.
ANDRÉS
¡Si será brujo!
QUEVEDO
¡Tal cual!
ANDRÉS
¡Lucido estáis, don Marcial!
MARCIAL
Igual que vos, don Andrés.
QUEVEDO
Al cabo logré mi afán.
560
ADÁN
Pues todo este beneficio
le debéis al Santo Oficio.
QUEVEDO
De estas habrá pocas, Juan.
Y pues que de mi boda
se acerca el día,
565
canto a los matrimonios
en seguidillas,
metro de baile,
que pueden castañuelas
acompañarle.
570
En el mar de la vida
náufrago el hombre,
es la mujer la barca
donde se acoge,
y allí reposa
575
durmiendo al son del ruido
que hacen las olas.
Y unas veces le lleva
a puerto amigo,
y otras veces navega
580
sin rumbo fijo;
y aún otras varias,
si la barca no es buena,
suele hacer agua.
El que lo advierta a tiempo
585
ponga reparos,
el que sea inadvertido
que deje el casco.
Y el que no quiera
correr riesgo en el agua,
590
que ande por tierra.
Y yo que en Esperanza
pongo la mía,
de mi Esperanza espero
lograr la dicha.
595
Por sus luceros
modelo de maridos
será Quevedo.

FIN DE LA COMEDIA.

GOBIERNO DE LA PROVINCIA DE MADRID.

Madrid 19 de enero de 1854.

Examinada por el Sr. Censor de turno, y de conformidad con su dictamen, puede representarse.

QUINTO.

Post-scriptum.

No me mueve al escribir estas líneas, ni baja adulación, ni espíritu de pandillaje; toda mi vida he sido sobradamente franco, y así me he visto de lúcido: faltaría a mi deber si al dar a la prensa esta comedia, no dedicase una página a los artistas que con tanta inteligencia la interpretaron: el Sr. Romea estuvo a la altura de la justa fama que le coloca el primero entre los actores de España: el Sr. Guzmán hizo llorar en el Adán de la Parra: la señora Carrasco, con sus maneras distinguidas y su exquisito buen tono, caracterizó admirablemente la dama discreta, altiva y amante del siglo XVII. La señora Sampelayo y el Sr. Pizarroso contribuyeron al buen éxito, desempeñando con acierto sus papeles. A la buena ejecución de mi obra debo (por lo menos) la mitad de los aplausos con que el público ha querido alentar mi pobre ingenio: reciban estos renglones como una prueba inequívoca de mi gratitud.

N. SERRA.