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Tutriz, latinismo. De los pocos en triz, del -trix latino, que ya iban introduciéndose, se quejaba Lope un siglo después. (N. del E.)

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De cimenterio en. Era nigromántica, como las Canidias y Saganas de Horacio y Apuleyo; de nekro-ma\ntij [nekro-mántis], adivinador por los muertos. ¡Buena pieza! Si tal era Celestina, ¿qué sería esta su maestra, cuya preciosa descripción va a hacer? Los que hurtan los huesos de los condenados al fuego o los cuerpos de niños ilegítimos para confeccionar medicinas son mirados con tal horror en China, que se dice que, cuando vuelvan a nacer, nacerán sin orejas u ojos o con las manos, pies, boca, labios o nariz mutilados. En la caldera de las brujas del gran dramático había (Macbeth, 4, I):

   «El dedo de un niño, que en foso secreto,

Dio a luz madre infame, ahogándolo al parir.»



El polvo de huesos de un hombre quemado, y más del cráneo desenterrado, servía en Escocia contra la epilepsia. Dicen que los huesos del hombre curan a la mujer y los de la mujer al hombre. Véanse creencias y casos en BLACK, Medicina popular (c. 6). Celestina era curandera y acaso sacamantecas, pues en el primer auto vimos que tenía mantillo de niño, esto es, manteca y redaño. (N. del E.)

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GALINDO, C, 312: La noche es capa de pecadores. CORR., 330: Capa de pecadores, el verano con sus flores. Esto es, excusa del mal labrador. Capa es excusa, y en Germanía la noche, la cual en vascuence se dice gaba. (N. del E.)

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Dientes de ahorcado, servían para hechizos y cosas de magia, como dijimos de la soga de ahorcado. En el Norte de Hants un diente de ahorcado o de un cadáver se envuelve tres veces en un saquito y se lleva al cuello para preservar del dolor de muelas. En el Nordeste de Escocia se requiere que el enfermo arranque con sus propios dientes un diente de la calavera. Nació esta superstición del creer que la vida que cesa en el muerto pasa al vivo por medio de alguna cosa suya, y así la sanidad de los dientes viene por los dientes del muerto, que contienen la vida que perdió. Igualmente una de las brujas de Macbeth tiene «el dedo de un marino / que de un viaje naufragó al volver». (N. del E.)

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Pelacejas, tenacillas para este menester. (N. del E.)

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Cerco mágico. Cuando se invoca al diablo hay que ponerse en el centro del cerco mágico, porque el primer movimiento del demonio es el de echarse contra el que le invoca. Ha de hacerse con carbón y rociarse con agua bendita. No se puede entrar con metales impuros, sino con monedas de oro o plata, que se le echan en apareciéndose en un papel blanco, y cuando se baja para cogerlas se dicen las palabras del conjuro. Véase este trozo del Fausto: «Te pido por él lo mejor que tienes en tu cocina. Vamos, pues, traza tu círculo, pronuncia tus palabras y dale una taza llena. (La bruja traza un círculo haciendo gestos extraños y coloca luego en él mil cosas extravagantes, mientras que los vasos y las ollas empiezan a chocar entre sí, formando una rara música. Por fin trae un gran libro, coloca los animales en el círculo para que le sirvan de pupitre y le tengan los candelabros...) (Obliga a Fausto a entrar en el círculo. La hechicera se pone a leer en el libro y a declamar con énfasis.)... ¿Es posible que unido como estás con el diablo, te asuste tanto la llama?» Tal es el cerco dentro del cual se junta con el diablo. Puede verse pintado el cerco mágico en las Cántigas del Rey Sabio (t. I, cánt. 125). (N. del E.)

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Las hechiceras así tratan a los diablos, a voces, apremiándoles con los objetos mágicos, que tienen más poder que ellos. Recuérdese el conjuro de Celestina. (N. del E.)

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Tumbando, dando tumbos, intransitivo. (N. del E.)

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Hacer que los demonios no mientan es cuanto puede encarecerse el miedo que les ponía, pues son padres de la mentira. (N. del E.)

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PINCIANO Filos., 11, 3: Gran diferencia hay de Pedro a Pedro. CORR., 475, y Lis. Rosel., 2, 2: Mucho va de Pedro a Pedro. Pedro, por hombre, indefinidamente, por lo común que es, como Mari por mujer. (N. del E.)

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