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41

Manuscrita en la Biblioteca Nacional (Ff. 23 y 24).

 

42

La frase de Palmyreno es ambigua, e indica que dudaba entre la atribución del primer acto a Juan de Mena o de toda la tragicomedia a Rojas. «Finge que oyes este thema: En todas partes es conoscida esta mala vieja. El que essa proposición oye, bien entiende lo que le dizes; pero no se le mueuen los affectos a aborescerla o a apartarse della. Mira la Hipotyposis del excelente Joan de Mena o del Bachiller Rojas de Montaluan... Ciceronis, Hypotyposes clariss, virorum, Oratio Palmyreni post reditum, eiusdem fabella Aenaria. Valentiae, ex officina Pet. a Huete. 1574, pág. 24 vta.»

 

43

Sigo la edición de Eduardo Boehmer, que es la más correcta (Romanische Studien... Sechster Band. Bonn, Eduard Weber´s 1895, página 415).

 

44

Aludo a don Adolfo Bonilla y San Martín, a quien pudiera llamar, con menos autoridad que el Maestro López de Hoyos, pero con la misma efusión, «mi caro y amado discípulo». Véase el estudio que con el modesto título de Algunas consideraciones acerca de la Celestina campea al frente de sus Anales de la Literatura Española, Madrid, Imp. de Tello, 1904, páginas 7-24.

 

45

Recuerdos del tiempo viejo, Barcelona, 1880, tomo I, pág. 90 y ss.

 

46

Victor Hugo avant 1830, por Edmond Biré. París, 18,83, pp. 389-394.

 

47

Hay una sola excepción: el episodio evidentemente ocioso, de la venganza de Elicia y Areusa encomendada al rufián Centurio. Pero éste no formaba parte de la obra primitiva, y fue intercalado a última hora. Más adelante nos haremos cargo de él.

 

48

¿Cómo pudo creer Ticknor que Fernando de Rojas se abstuvo quizá de dar su nombre a toda la Celestina por respetos a su posición eclesiástica? ¿Qué tendrá que ver un bachiller en leyes con un eclesiástico? Esta peregrina ocurrencia subsiste aún en las últimas ediciones de su obra «It is that the different portions attributed to the two authors are so similar in style and finish, as to have led to the conjecture that, after all, the whole might have been the work of Rojas, who, for reasons, perhaps, arising out of his eclesiastical position in society, was unwilling to take the responsability of being the sole author of his.» (History of Spanish Literature, by George Ticknor, Londres, 1868, Trübner, tomo I, pág. 237). Un erudito como Ticknor no debió haberse fiado del prologuista de la edición de Amarita, que fue el primero en consignar este disparate: «no le parecía la obra ocupación propia de un eclesiástico».

 

49

Pudo ser también un rasgo de timidez literaria, propia de un escritor novel. Al principio dio el libro como anónimo. La edición de 1499, en su estado actual, no tiene los versos acrósticos, ni pudo tenerlos nunca, porque no hubiesen cabido en la hoja primera, que falta y además, si la clave difícilmente se habrían fijado los lectores en su artificio. No es creíble tampoco que esa hoja que hacia veces de frontis, contuviese ningún otro indicio para reconocer al autor, porque hubiera pasado a algunas de las ediciones posteriores. Alentado Rojas por el buen éxito de su obra, se descubrió a medias en el acróstico de 1500 ó de 1501, en connivencia con Alonso de Proaza, que dio la clave para descifrarle.

 

50

Obras de don Leandro Fernández de Moratín, edición de la Real Academia de la Historia, 1830, tomo I, pág. 88.