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El ya citado estudio de Sergio Beser (Leopoldo Alas, crítico literario, págs. 68-70) se ciñe a las dos maneras caracterizadas por Alas. El de Gonzalo Sobejano («La crítica literaria de Clarín», págs. 63-76) distingue hasta tres modos: el satírico (negativo), que predomina en los solos y paliques; el panegírico (afirmativo), expresado en solos y folletos, y el exegético (interpretativo), en lecturas, ensayos y revistas.

 

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Alas defiende la crítica satírica en el relato «Feminismo». Encarna esta clase de crítica en el señor Sencillo, «crítico corrosivo», más conocido en el desempeño de su tarea como «Bisturí», e identificado con el «Erizo» («con púas») que da título al periódico en que trabaja. En este personaje hay mucho del propio Alas: «un abogadillo sin pleitos, chiquitín, bilioso, miope, que escribía de crítica y de cuanto Dios crió en prosa y en verso, en un papel satírico» («Feminismo», Doctor Sutilis, ed. cit., p. 231). Es un auténtico «sacerdote» en el ejercicio de su profesión, conocido por los «palos» que propina a los malos escritores (vid. la relación de «palo» con «palique» en Palique, ed. cit., p. 218), entre ellos a Murias: Y decía Bisturí en El Erizo: «Ahora se verá si soy o no imparcial de veras. El autor es un amigo, un compañero... pues bien, por lo mismo se le debe la verdad entera...» Y la verdad era digna de los yangüeses que apalearon a Don Quijote... Murias se quedó en la cama unos días porque se sentía molido materialmente. No se reconocía hueso sano («Feminismo», p. 236).

 

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Panorama semejante es el que traza Manuel Machado en «Los poetas de hoy» (conferencia leída en el Ateneo Madrileño en 1911 e impresa posteriormente en el volumen La guerra literaria, 1914), donde califica de «terrible, mansamente terrible para las artes españolas, y más particularmente para su mayor, la poesía, [...] el largo período que transcurrió desde la muerte del rey Alfonso XII hasta nuestros últimos desastres coloniales» (Manuel Machado, «Los poetas de hoy», La guerra literaria, ed. de P. Celma y F. J. Blasco, Madrid, Narcea, S. A., de Ediciones, 1981, p. 99). Caracteriza Machado esta etapa por la indiferencia y la incultura, y por el total desamparo en que cae la poesía española tras la desaparición de Zorrilla, Campoamor y Núñez de Arce:

La Poesía española quedó reducida a un escaso número de imitadores sin carácter ni fuerza alguna, entre los cuales se ve sobresalir apenas las efímeras y borrosas figuras de un Velarde, un Ferrari, un Manuel Reina. La Poesía española se moría en medio del desprecio general, entre las zumbas de Clarín y las inocentes sátiras del Madrid Cómico, mantenedor de la lírica festiva más insulsa del mundo.


(M. Machado, «Los poetas de hoy», p. 103)                


 

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Clarín, Apolo en Pafos (interview) (Folletos literarios, III), Madrid, Librería de Fernando Fe, 1887, págs. 75-76.

Francisco Giner de los Ríos considera el sentimentalismo como uno de los «principales extravíos de la literatura moderna» y como una de las «adulteraciones de los principios románticos» (vid. «Consideraciones sobre el desarrollo de la literatura moderna», Estudios de literatura y arte (Obras completas, vol. III), Madrid, 1919, p. 204).

 

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Sus mejores exponentes son los poetas franceses contemporáneos: Baudelaire, Leconte de lisie y Verlaine entre ellos. Los escritores españoles se hallan bastante alejados de estas tendencias, circunstancia poco propicia para las letras autóctonas, que Clarín no deja de lamentar:

¿Ves ese pesimismo, ese trascendentalismo naturalista, ese orientalismo panteístico o nihilista, todo lo que antes recordabas tú como contrario a tus aspiraciones, pero reconociendo que eran fuentes de poesía a su modo? Pues todo ello lo diera yo por bien venido a España, a reserva de no tomarlo para mí, personalmente, y con gusto vería aquí extravíos de un Richepin, satanismos de un Baudelaire, preciosismos psicológicos de un Bourget, quietismos de un Amiel y hasta la procesión caótica de simbolistas y decadentes; porque en todo eso, entre cien errores, amaneramientos y extravíos, hay vida, fuerza, cierta sinceridad, y sobre todo, un pensamiento siempre alerta.


(Apolo en Pafos, p. 85)                


 

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Clarín posee un elevado concepto de la poesía lírica, que explícita, v. gr. en su artículo «La lírica y el naturalismo. Los buenos y los sabios (poema de Campoamor)» (en Armando Palacio Valdés y Leopoldo Alas, La literatura en 1881, Madrid, Alfredo de Carlos Hierro Editor, 1882, p. 151); no obstante, no cree posible su desarrollo satisfactorio en el presente momento literario, fundamentalmente por falta de buenos poetas.

A despecho de estas opiniones, críticos contemporáneos como F. Giner de los Ríos («Del género de poesía más propio en nuestro siglo», op. cit., p. 57) y U. González Serrano («Consideraciones sobre el Arte y la Poesía», Krausismo. Estética y Literatura. Antología, ed. de J. López Morillas, Barcelona, Labor, 1973, págs. 203-204) estiman que la poesía lírica es la más adecuada al momento histórico-literario que se vive.

 

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Alas se ocupa de la poesía de Campoamor en trabajos como «La lírica y el naturalismo. Los buenos y los sabios (poema de Campoamor)», ed. cit., págs. 145-156; «Pequeños poemas (Campoamor)», Nueva Campaña, ed. cit., págs. 251-261; «Los amores de una santa», Nueva campaña, págs. 15-27; «Las Humoradas de Campoamor», Nueva Campaña, págs. 193-205.

 

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Vid. fundamentalmente el cuarto de los Folletos literarios, Mis plagios. Un discurso de Núñez de Arce, Madrid, Librería de Fernando Fe, 1888.

 

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Vid. la crítica «positiva» (en alabanza de la métrica y de la forma poética) a «Blanca. Historia inverosímil. Poema de Manuel del Palacio», ed. cit., págs. 73-82).

 

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El cliché fue acuñado por Alas en su artículo «Los poetas en el Ateneo» (Sermón Perdido (crítica y sátira), Madrid, Librería de Fernando Fe, 1885, p. 3): «¿Nada más que tres poetas? Nada más. Y si vamos a tomar a rigor el concepto, dos y medio. ¿Quién son? Campoamor y Núñez de Arce los enteros, el medio (y un poco más) Manuel del Palacio». La respuesta del «medio poeta» a la crítica de Clarín desencadena una polémica entre ambos escritores, que da lugar a trabajos como el folleto V, A 0.50 poeta. Epístola en versos malos con notas en prosa clara, Madrid, Librería de Fernando Fe, 1889. Puede verse un resumen de la polémica en Narciso Alonso Cortés, Ensayos de literatura regional castellana, Valladolid, Ámbito Ediciones, 1985, págs. 101-104.

Para un crítico «benévolo» como Juan Valera, el número de poetas podría ampliarse al de los «diez o doce que ya el público ha canonizado» («La Metafísica y la Poesía», ed. cit., p. 1.638).

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