61
Esta crítica tal vez se dirija, más concretamente, a esa «literatura religiosa de moda» que ejemplifica Verlaine en sus Liturgias íntimas:
(John W. Kronik, «Notes et documents: Clarín and Verlaine», Révue de Litterature Comparée, Año XXXVII, núm. 3, julio-septiembre 1963, 6. 381) |
62
Es la figura del
bohemio, que encontramos asimismo en «El
poeta-búho» y en «Feminismo», de
procedencia francesa, y rasgos estereotipados: «Tenía un aire de familia con todos esos
trovadores errantes que andan por ahí cantando la
Marsellesa y enseñando los codos. Era la imagen del
romanticismo, como le vestiría su enemigo el clasicismo de
buena gana. Usaba melena, la noble, la irreemplazable melena, con
símplica audacia, por toga pretexta llevaba el conocido
gabán de verano, largo, gris, raído, como
tenía que ser...»
(«Versos de un
loco», ed. cit.,
págs. 211-212).
63
El poeta es un elegido de Dios, dotado de una intuición excepcional y de una exquisita sensibilidad, que intenta dar a conocer a los demás el oculto misterio de la poesía:
(«Versos de un loco», p. 214) |
64
El poeta es un
autentico «Ecce
homo»: (nombre de la calle en que vive):
«Unos se burlan de mí, otros
hasta me insultan; otros, los más tolerantes callan... y yo
sigo»
(«Versos de un loco», p. 217); se siente marginado por un
«vulgo» que no le comprende, y al cual se considera
superior («Enseño mis versos a
todos los literatos vulgares que quieren recibirme [...] Me he
impuesto esa penitencia...»
(«Versos de un
loco», p. 217)), y dirige
al lector una advertencia que es un insulto: «advierto al lector, idiota e indocto que no
debe reírse de lo que no entienda»
(«Versos
de un loco», p. 213).
Jesús
Murias, protagonista de «Feminismo», es, asimismo, un
individuo marginado, menospreciado por la sociedad: «El cura le tenía por hereje, el alcalde
por vago y el cabo de la Guardia Civil por avanzado. No le
querían bien»
(«Feminismo»,
p. 229).
65
El poeta se titula
«ultratelúrico», y el crítico confiesa
acerca de él: «Me había
hecho olvidarme de todo lo material, de todo lo sensible»
(«Versos de un loco», p. 212).
El mismo
afán de trascendencia se apuntaba ya en «El
poeta-búho»: «Lo mejor es
que yo mismo lea mis Versos y le haga fijarse en sus
trascendentales pensamientos»
(«El
poeta-búho», p.
122).
66
Cita de El mundo como voluntad y representación, en «Revista literaria (enero 1890). La crítica y la poesía en España», p. 1.161.
67
Grilo es, sin duda, el poeta más denostado por Alas; la obra de éste recoge numerosas alusiones al mencionado vate. Resulta especialmente corrosivo el artículo «Versicultura. Grilus Vastatrix», incluido en el volumen La literatura en 1881, págs. 93-97, que da comienzo en estos términos: «Hace muchos años que vengo sosteniendo, con un valor de que nunca me alabaré bastante, que don Antonio Fernández Grilo es un poeta tan malo, que si no hubiera Velardes en el mundo, podría pasar por el peor poeta».
Sobre la poesía de Grilo, Velarde, E. Ferrari y Carlos Fernández Shaw se localizan algunas notas en «Camachología», Sermón Perdido, págs. 153-157. y en «El Certamen de San Juan de la Cruz», Palique, págs. 268-270.
68
«Los grafómanos», Obras selectas, ed. cit., págs. 1.179-1.184.
69
«A muchos y a ninguno», Mezclilla, ed. cit., p. 158.
70
Títulos
tópicos que satirizan la «manía» de toda
una época en que los títulos con Ecos eran
moneda corriente; así lo señala Clarín en
«Los grafómanos», p. 1.188: «Hubo
una época en que todas las tonterías en verso eran
Ecos de alguna parte, generalmente de algún
río; Ecos del Tajo, Ecos del Duero, Ecos del Pisuerga,
Ecos del Arroyo Abroñigal; en fin, pura
hidrografía»
. Para muestra véanse
Cesáreo Saenz Balmaseda, Ecos de la Rioja (1902);
Zorrilla, Ecos de las montañas; Ventura Ruiz
Aguilera, Ecos nacionales; Lino González Ansotegui,
Ecos del Carrión; o Álvaro Ortiz, Ecos
revolucionarios (1895).