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vv. 14 y ss. Estos versos son satirizados con singular gracia por Leonardo Fernández de Moratín en sus anotaciones a la Comedia nueva o el café como paradigma de mal gusto y estilo mezquino, degeneración evidente de la descripción heroica que de las calamidades del cerco hiciera Ignacio López de Ayala en su Numancia destruida (1775). Su parodia de los versos pronunciados por Margarita en la obra de don Eleuterio El sitio de Calés parece evidente: «Bien conozco que las fieras / Fatalidades de un cerco / Dilatado [...] Cuando de la hambre el esfuerzo / Veis morir en vuestros brazos / Al padre, al marido, al deudo; / Que el ver que ha más de tres meses / Que es vuestro único alimento / El desabrido caballo, / El can, el inmundo insecto...». La parodia de Moratín se subrayaba ante el recuerdo de la escena posterior de Hesione con Tago, su hijo. Escribe Moratín en La comedia nueva: «Al cabo de esta tremolina, salía la dama con un chiquillo de la mano y ella y el chico rabiaban de hambre; el muchacho decía: "Madre, deme usted pan" y la madre invocaba a Deogorgón y al Cancerbero». Cf. ed. de Dowling, John, Madrid, Castalia, 1970, pp. 183-186.



 

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v. 54: Sicano, el nombre del villano de la historia es una nueva mixtificación culturalista, un poco rebuscada y enciclopédica (véase Estudio Introductorio). En este caso, además, se trata del héroe epónimo de la ciudad siciliana del mismo nombre, hijo de Briareo y hermano de Etna, que tendría tres hijos, los célebres gigantes Cíclope, Antífates y Polifemo.



 

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vv. 94 y ss. Sobre esta consideración displicente hacia el pueblo y el sentido nobiliar de estas palabras frente al populismo de Sicano que se advierte después, véase nuestro Estudio Introductorio.



 

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v. 103: el asedio de un año. De acuerdo con las fuentes históricas más antiguas el sitio duró ocho meses. Así lo atestigua Polibio (III, 17), Tito Livio (XXI, 15), Zónaras (8, 21) y Orosio (14, l). En cambio Cornelio Nepote (De vir., III, 24) arguye seis meses y Floro (I, 22, 3) propone hasta nueve. O sea, aproximadamente, en todo caso, la campaña duró desde la primavera o verano hasta el otoño o invierno del año 219 antes de Cristo, puesto que después Aníbal se retiró a los cuarteles de invierno. Tito Livio (Ab urbe condita, XXI, 15, 3-6) apunta a que pese a que algunos sugieren que el Sagunto fue tomado en el octavo mes después del comienzo del asedio, éste pudo ser más breve si hay que creer que entonces eran cónsules P. Cornelio y T. Sempronio, a quienes se dirigieron los embajadores saguntinos para reclamar ayuda.



 

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vv. 138 y ss. No hay noticia alguna en las fuentes a la enemistad de Sagunto con Roma. Se trata de versos hiperbólicos y encomiásticos sobre el valor saguntino. El autor traslada de manera genérica otras resistencias (quizá la famosa de Numancia). Por otra parte esta referencia, tópica y en absoluto intencional de Zamora al Imperio Romano, antes de la guerra de Aníbal, suscita un problema histórico, pues para algunos autores el imperialismo romano no existía y nació precisamente como resultado de la primera guerra púnica. En sentido estricto no cabe hablar de Imperio Romano hasta que Augusto se hace con el control de la República, tras derrotar a Marco Antonio en la batalla de Actium, en el año 31 antes de Cristo.



 

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vv. 174 y ss. Sobre la concreción arquetípica en Hesione del tópico del valor de las mujeres saguntinas y su relación contextual con el momento teatral español del siglo XVIII, véase el Estudio Introductorio. El nombre de Hesione tiene connotaciones mitológicas y Zavala no escogió el nombre al azar. Su ascendencia mitológica remite a su parentesco con dioses (hija de Océano y Tetis) y héroes (esposa de Prometeo). Y, además, según las leyendas homéricas fue hija del príncipe Laomedonte, hermana por tanto de Príamo. Laomedonte insultó a Poseidón quien, en castigo, le envió un monstruo marino exigiéndole el sacrificio de Hesione. Laomedonte prometió su mayor tesoro, un caballo inmortal, a quien matara al monstruo. Cuando Hércules llevó a cabo tal hazaña Laomedonte le engañó ofreciéndole un caballo mortal. Hércules regresó y conquistó la ciudad dando a Hesione a su amigo Telamón como esposa. Zavala le imprime así, en la caracterización primaria y taquigráfica que es el nombre, un sentido trágico, melodramático y pretendidamente trascendente.



 

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v. 198: edificios soberbios. Véase nota al v. 265.



 

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v. 230: Olcades. Véase nota a los vv. 536-53.



 

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v. 265: obeliscos. Hipérbole o anacronismo histórico (en la línea de probado exotismo que se ha criticado de la producción de Gaspar Zavala), pero que, como se verá en numerosas referencias posteriores, se trata de una evidente remisión a los soberbios edificios como tópico literario del debelare superbos y de la evocación moral del tópico de las ruinas o del superbi colli, tan caro a la literatura del Siglo de Oro. Se trata, claro está, de un nuevo motivo trasladado directamente desde aquella estética que, desde su origen, toma a Sagunto como uno de sus paradigmas fundamentales. Véase, al respecto, el ya clásico trabajo de René Foulché-Delbosc, «Notes sur le sonnet "Superbi colli"», Revue Hispanique, XI (1904), pp. 225-43, así como el de José Lara Garrido «Notas sobre la poética de las ruinas en el Barroco», Analecta Malacitana, IV (1981), pp. 385-399 y, más recientemente, el libro de José María Ferri Coll, Las ciudades cantadas. El tema de las ruinas en la poesía española del Siglo de Oro, Alicante, Universidad, 1995. Por demás está decir que el tema se incorpora como mera rémora arqueológica o maquillaje neoclásico sin nervio significativo, ni siquiera en la estela de la vanitas barroca. Sólo aporta acaso una inconsciente oposición entre «los soberbios obeliscos desplomados», como tópico hecho equivaler a los «muros altos de Roma» (citados en los vv. 717-718) y la invocación del propio Aníbal que con su ciego odio a las «altivas murallas» saguntinas, predice su propio debelare superbos. Pero no hay ni melancolía barroca ni mucho menos gigantismo neogótico. Es, en parte no chica, manierismo o reflejo cultural heredado.



 

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v. 288: en la edición original solamento. Corregimos la evidente errata.



 
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