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1

Con gran eficacia narrativa, Benito Pérez Galdós pone en boca de un furioso Fernando VII las paradojas entre aquellos voluntarios que habían luchado por la restitución de su corona tras la invasión napoleónica y que ahora se rebelaban contra su sucesora (en Un faccioso más y algunos frailes menos): «Adivino de su próxima muerte, el rey veía arrebatado a su sucesión directa aquel trono que quiso asegurar con el absolutismo. ¡Y era el absolutismo quien le destronaba! ¡La fiera a quien había alimentado con carne humana, para que le ayudara a dominar, se le tragaba a él, después de bien harta!» ( Pérez Galdós, 2011b: 977).

 

2

La profesora Ana M.ª Freire ha estudiado rigurosamente el tratamiento del guerrillero patriota en el teatro lírico posterior a la guerra de la Independencia (2008: 294).

 

3

A partir de este momento, se citará siempre a partir de la misma edición de la profesora Ermitas Penas, con las únicas especificaciones del año (2011a y 2011b) y la página.

 

4

Es clarificador el párrafo del episodio 7 de julio sobre la visión del escritor canario a propósito de estos sacerdotes transformados en soldados: «No había tierra ni llano donde no apareciesen partidas, fruta natural de la anarquía en nuestro suelo. En Cataluña dos célebres guerrilleros de estado eclesiástico, Mosén Antón Coll y Fran Antonio Marañón, el Trapense, arrastraban a los campesinos a la guerra santa. El segundo con Crucifijo en la mano izquierda y un látigo en la derecha, conquistaba pueblo tras pueblo, y al apoderarse de la Seo de Urgel, asesinaba con ferocidad salvaje a los defensores prisioneros. En Cervera los capuchinos hacían fuego a la tropa. En Navarra imperaba Quesada, y no lejos de allí Juanito y D. Santos Ladrón. Había aparecido en Castilla D. Saturnino Albuín, el célebre Manco, a quien en otro lugar conocimos, y en Cataluña despuntó, como brillante aurora, un nuevo héroe, joven, lleno de bríos que empezaba con grande aprovechamiento la carrera. Era Jep dels Estanys. En Murcia empezaba a descollar otro gran caudillo legendario, Jaime el Barbudo, que iba de lugar en lugar destrozando lápidas de la Constitución» (2011a: 854-855).

 

5

Así lo identifican en la Galería militar contemporánea. Historia de la guerra civil en el Norte y Cataluña (1846, I: 280).

 

6

Así, por ejemplo, en uno de los primeros diálogos amorosos entre Monsalud y Genara en El equipaje del rey José (2011a: 64-65).

 

7

Escena que no puede sino recordarnos la obra de Jacques-Louis David, realizada en 1784, el Juramento de los Horacios (Le Serment des Horaces), que permitiría claros paralelismos con la imagen galdosiana: el padre Horacio sería el moribundo Barahona; los tres Horacios, Carlos, Zugarramurdi y Oricaín; y Genara llorando podría ser el eco de Camila Horacio, en la obra Horacio de Corneille prometida a un Curiacio y en la novela galdosiana casada con Carlos Garrote pero enamorada de su enemigo mortal, Salvador Monsalud.

 

8

Como se apunta en la Enciclopedia general ilustrada del País Vasco (2008, LVIII: 166).

 

9

La influencia de Quevedo como rasgo estilístico de Benito Pérez Galdós en Un faccioso más y algunos frailes menos está excelentemente estudiada por el profesor Cardona (2007: 209-210).

 

10

Para establecer las necesarias conexiones entre estos personajes de ficción y los sacerdotes guerrilleros históricos, véase Pascual, 2000: 12-64.