El regozijado alboroto que, con la occasion de las bodas de
Daranio, aquella noche en el aldea hauia, no fue parte para que Elicio, Tyrsi,
Damon y Erastro dexassen de acomodarse en parte donde, sin ser de alguno
estoruados, pudiesse seguir Silerio su començada historia; el qual,
despues que todos juntos grato silencio le prestaron, siguio desta manera:
-Con las fingidas estancias de Blanca que os he dicho que a
Timbrio dixe, quedó el satisfecho de que mi pena procedia, no de amores
de Nisida, sino de su hermana. Y, con este seguro, pidiendome perdon de la
falsa imaginacion que de mi hauia tenido, me tornó a encargar su
remedio. Y assi yo, oluidado del mio, no me descuydé vn punto de lo que
al suyo tocaua. Algunos dias se passaron, en los quales la fortuna no me mostro
tan abierta occasion como yo quisiera para descubrir
-[fol. 116v]-
a Nisida la verdad de mis pensamientos, aunque
ella siempre me preguntaua cómo a mi amigo en sus amores le yua, y si su
—160→
dama tenia ya alguna noticia dellos. A lo que yo le dixe que
todavia el temor de offenderla no me dexaua auenturar a dezirle cosa alguna. De
lo qual Nisida se enojaua mucho, y me llamaua couarde y de poca discrecion,
añadiendo a esto que, pues yo me acouardaua, o que Timbrio no sentia el
dolor que yo del publicaua, o que yo no era tan verdadero amigo suyo como
dezia. Todo esto fue parte para que me determinasse y en la primera occasion me
descubriesse, como lo hize vn dia que sola estaua, la qual escuchó con
estraño silencio todo lo que dezirle quise, y yo, como mejor pude, le
encareci el valor de Timbrio, el verdadero amor que le tenia, el qual era de
suerte, que me hauia mouido a mi a tomar tan abatido exercicio como era el de
truhan, sólo por tener lugar de dezirle lo que le dezia,
añadiendo a estas otras razones que a Nisida le deuio parecer que
-fol. 117r-
lo eran; mas no quiso mostrar entonces por palabras
lo que despues con obras no pudo tener cubierto: antes con grauedad y
honestidad estraña reprehendio mi atreuimiento, acusó mi osadia,
afeó mis palabras, y desmayó mi confiança; pero no de
manera que me desterrasse de su presencia, que era lo que yo mas temia;
sólo concluyó con dezirme que, de alli adelante, tuuiesse mas
cuenta con lo que a su honestidad era obligado, y procurasse que el artificio
de mi mentido ábito no se descubriesse. Conclusion fue esta que
cerró96 y acabó la tragedia de mi vida, pues
por ella entendi que Nisida daria oydos a las quexas de Timbrio.
—161→
»¿En que pecho pudo caber ni puede el estremo de
dolor que entonces en el mio se encerraua, pues el fin de su mayor desseo era
el remate y fin de su contento? Alegrauame el buen principio que al remedio de
Timbrio hauia dado, y esta alegria en mi pesar redundaua, por parecerme, como
era la verdad, que, en viendo a Nisida en poder ageno, el proprio mio se
acabaua.
-fol. 117v-
¡O fuerça poderosa de
verdadera amistad, a quanto te estiendes y a quanto me obligaste, pues yo
mismo, forçado de tu obligacion, afilé con mi industria el
cuchillo que hauia de degollar mis esperanças, las quales, muriendo en
mi alma, viuieron y resucitaron en la de Timbrio quando de mi supo todo lo que
con Nisida passado hauia! Pero ella andaua tan recatada con el y conmigo, que
nunca de todo punto dio a entender que de la solicitud mia y amor de Timbrio se
contentaua, ni menos se desdeñó de suerte que sus sinsabores y
desuios hiziessen a los dos abandonar la empresa, hasta que, hauiendo llegado a
noticia de Timbrio cómo su enemigo Pransiles -aquel cauallero a quien el
hauia agrauiado en Xerez-, desseoso de satisfazer su honra, le embiaua a
desafiar, señalandole campo franco y seguro en vna tierra del estado del
duque de Grauina, dandole término de seys meses, desde entonces hasta el
dia de la batalla, el cuydado deste auiso no fue parte para que se descuydasse
de lo que a sus
-fol. 118r-
amores conuenia; antes, con nueua
solicitud mia y seruicios suyos, vino a estar Nisida de manera, que no se
mostraua
—162→
esquiua aunque la mirasse Timbrio y en casa de sus
padres visitasse, guardando en todo tan honesto decoro, quanto a su valor era
obligada. Acercandose ya el término del desafio, y viendo Timbrio serle
inescusable aquella jornada, determinó de partirse, y, antes que lo
hiziesse, escriuio a Nisida vna carta tal, que acabó con ella en vn
punto lo que yo en muchos meses atras y en muchas palabras no hauia
començado. Tengo la carta en la memoria, y, por hazer al caso de mi
cuento, no os dexaré de dezir que assi dezia:
»No se si las razones desta carta, o las muchas que yo antes
a Nisida hauia dicho, assegurandole el verdadero amor que Timbrio la tenia, o
los continuos seruicios de Timbrio, o los cielos, que assi lo tenian ordenado,
mouieron las entrañas de Nisida para que, en el punto que la
acabó de leer, me llamasse, y con lagrimas en los ojos me dixesse:
“¡Ay, Silerio, Silerio, y cómo creo que
-fol. 122v-
a costa de la salud mia has querido granjear la de
tu amigo! Hagan los hados, que a este punto me han traydo, con las obras de
Timbrio verdaderas tus palabras; y si las vnas y las otras me han
engañado, tome de mi offensa vengança el cielo, al qual pongo por
testigo de la fuerça que el desseo me haze, para que no le tenga
—169→
mas encubierto. Mas ¡ay, quan liuiano descargo es este para
tan pesada culpa, pues deuiera yo primero morir callando porque mi honrra
viuiera, que, con dezir lo que agora quiero dezirte, enterrarla a ella y acabar
mi vida!” Confuso me tenian estas palabras de Nisida, y mas el sobresalto con
que las dezia; y, queriendo con las mias animarla a que sin temor alguno se
declarasse, no fue menester importunarla mucho, que al fin me dixo que, no
sólo amaua, pero que adoraua a Timbrio, y que aquella voluntad tuuiera
ella cubierta siempre, si la forçosa occasion de la partida de Timbrio
no la forçara a descubrirla.
»Qual yo quedé, pastores, oyendo lo que Nisida dezia
y la voluntad amorosa
-fol. 123r-
que tener a Timbrio mostraua,
no es possible encarecerlo, y aun es bien que carezca de encarecimiento dolor
que a tanto se estiende, no porque me pesasse de ver a Timbrio querido, sino de
verme a mi impossibilitado de tener jamas contento, pues estaua y está
claro que, ni podia, ni puedo viuir sin Nisida, a la qual, como otras vezes he
dicho, viendola en agenas manos puesta, era enagenarme yo de todo gusto; y si
alguno la suerte en este trance me concedia, era considerar el bien de mi amigo
Timbrio, y esto fue parte para que no llegasse a vn mesmo punto mi muerte. Y la
declaracion de la voluntad de Nisida escuchéla como pude, y
asseguréla como supe de la entereza del pecho de Timbrio, a lo qual ella
me respondio que ya no hauia necessidad
—170→
de assegurarle aquello,
porque estaua de manera, que no podia ni le conuenia dexar de creerme, y que
sólo me rogaua, si fuesse possible, procurasse de persuadir a Timbrio
buscasse algun medio honroso para no venir a batalla con su
-fol. 123v-
enemigo; y respondiendole yo ser esto impossible sin
quedar deshonrado, se sossego, y quitandose del cuello vnas preciosas
reliquias, me las dio para que a Timbrio de su parte las diesse. Quedó
ansi mesmo concertado entre los dos, que ella sabia que sus padres hauian de yr
a ver el combate de Timbrio, y que lleuarian a ella y a su hermana consigo;
mas, porque no le bastaria el ánimo de estar presente al riguroso trance
de Timbrio, que ella fingiria estar mal dispuesta, con la qual occasion se
quedaria en vna casa de plazer donde sus padres hauian de posar, que media
legua estaua de la villa donde se hauia de hazer el combate, y que alli
esperaria su buena o mala suerte, segun la tuuiesse Timbrio. Mandóme
tambien que, para acortar el desseo que tendria de saber el successo de
Timbrio, que lleuasse yo conmigo vna toca blanca que ella me dio, y que, si
Timbrio venciesse, me la atasse al braço y boluiesse a darle las nueuas;
y, si fuesse vencido, que no la atasse, y assi ella sabria por la señal
de la toca
-fol. 124r-
desde lexos el principio de su contento o
el fin de su vida. Prometile de hazer todo lo que me mandaua, y tomando las
reliquias y la toca, me despedi della con la mayor tristeza y el mayor contento
que jamas tuue: mi poca ventura
—171→
causaua la tristeza, y la mucha
de Timbrio el alegria. El supo de mi lo que de parte de Nisida le lleuaua, y
quedó con ello tan loçano, contento y orgulloso, que el peligro
de la batalla que esperaua por ninguno le tenia, pareciendole que, en ser
fauorescido de su señora, aun la mesma muerte contrastar no le podria.
Passo agora en silencio los encarecimientos que Timbrio hizo para mostrarse
agradecido a lo que a mi solicitud deuia, porque fueron tales, que mostraua
estar fuera de seso tratando en ello.
»Esforçado, pues, y animado con esta buena nueua,
començo a aparejar su partida, lleuando por padrinos vn principal
cauallero español y otro napolitano. Y, a la fama deste particular
duelo, se mouio a verlo infinita gente del reyno, y yendo tambien alla los
padres de Nisida, lleuando
-fol. 124v-
con ellos a ella y a su
hermana Blanca. Y como a Timbrio tocaua escoger las armas, quiso mostrar que no
en la ventaja dellas, sino en la razon que tenia fundaua su derecho, y assi las
que escogio fueron espada y daga, sin otra arma defensiua alguna. Pocos dias
faltauan al término señalado, quando de la ciudad de Napoles se
partieron, con otros muchos caualleros, Nisida y sus padres, hauiendo llegado
primero ella, acorda[n]dome98muchas vezes que no se oluidasse nuestro
concierto. Pero mi cansada memoria, que jamas siruio sino de acordarme solas
las cosas de mi desgusto, por no mudar su condicion, se oluidó tanto de
lo que Nisida me hauia dicho, quanto vio que conuenia para quitarme
—172→
la vida, o, a lo menos, para ponerme en el miserable estado en
que agora me veo.
Con grande atencion estauan los pastores escuchando lo que Silerio
contaua, quando interrompio el hilo de su cuento la voz de vn lastimado pastor
que entre vnos arboles cantando estaua, y no tan lexos de las
-fol. 125r-
ventanas de la estancia donde ellos estauan, que
dexasse de oyrse todo lo que dezia. La voz era de suerte, que puso silencio a
Silerio, el qual en ninguna manera quiso passar adelante, antes rogo a los
demas pastores que la escuchassen, pues, para lo poco que de mi99 cuento quedaua,
tiempo auria de acabarlo. Hizieraseles de mal esto a Tyrsi y Damon, si no les
dixera Elicio:
-Poco se perdera, pastores, en escuchar al desdichado Mireno -que,
sin duda, es el pastor que canta-, y a quien ha traydo la fortuna a terminos,
que imagino que no espera el ninguno en su contento.
-¿Cómo le ha de esperar -dixo Erastro-, si
mañana se desposa Daranio con la pastora Silueria, con quien el pensaua
casarse? Pero, en fin, han podido mas con los padres de Silueria las riquezas
de Daranio, que las habilidades de Mireno.
-Verdad dizes -replicó Elicio-; pero con Silueria mas hauia
de poder la voluntad que de Mireno tenia conocida, que otro thesoro alguno;
quanto mas, que no es Mireno tan pobre que, aunque Silueria se casara con el,
-fol. 125v-
fuera su necessidad notada.
—173→
Por estas razones que Elicio y Erastro dixeron, crecio el desseo
en los pastores de escuchar lo que Mireno cantaua. Y assi, rogo Silerio que mas
no se hablasse, y todos con atento oydo se pararon a escucharle, el qual,
affligido de la ingratitud de Silueria, viendo que otro dia con Daranio se
desposaua, con la rauia y dolor que le causaua este hecho, se hauia salido de
su casa, acompañado de solo su rabel, y combidandole la soledad y
silencio de vn pequeño pradezillo que junto a las paredes de la aldea
estaua, y confiado que en tan sossegada noche ninguno le escucharia, se sento
al pie de vn arbol, y, templando su rabel, desta manera cantando estaua:
Aqui dio fin a su canto el lastimado Mireno, con muestras de tanto
dolor, que le causó a todos los que escuchandole estauan, principalmente
a los que le conocian y sabian sus
-fol. 129r-
virtudes,
gallarda dispusicion y honroso trato. Y, despues de hauer dicho entre los
pastores algunos discursos sobre la estraña condicion de las mugeres, en
especial sobre el casamiento de Silueria, que, oluidada del amor y bondad de
Mireno, a las riquezas de Daranio se hauia entregado, desseosos de que Silerio
diesse fin a su cuento, puesto silencio a todo, sin ser menester pedirselo, el
començo a seguir, diziendo:
-Llegado, pues, el dia del riguroso trance, hauiendose quedado
Nisida media legua antes de la villa en vnos jardines, como conmigo hauia
concertado, con escusa que dio a sus padres de no hallarse bien dispuesta, al
partirme della me encargó la breuedad de mi tornada con la señal
de la toca, porque, en traerla o no, ella entendiesse el bueno o el mal
successo de Timbrio. Tornéselo yo a prometer, agrauiandome de que tanto
me lo encargasse, y con esto me despedi della y de su hermana, que con ella se
quedaua. Y llegado al puesto del combate, y llegada la hora de
començarle,
-fol. 129v-
despues de hauer hecho los
padrinos de entrambos las ceremonias y
—178→
amonestaciones que en tal
caso se requieren, puestos los dos caualleros en el estacado100, al temeroso son de vna ronca
trompeta, se acometieron con tanta destreza y arte, que causaua admiracion en
quien los miraua. Pero el amor, o la razon -que es lo mas cierto- que a Timbrio
fauorescia, le dio tal esfuerço, que, aunque a costa de algunas heridas,
en poco espacio puso a su contrario de suerte que, tiniendole a sus pies herido
y dessangrado, le importunaua que, si queria saluar la vida, se rindiesse. Pero
el desdichado Pransiles le persuadia que le acabasse de matar, pues le era mas
facil a el, y de menos daño, passar por mil muertes, que rendirse vna.
Mas el generoso ánimo de Timbrio es de manera que, ni quiso matar a su
enemigo, ni menos que se confessasse por rendido; sólo se
contentó con que dixesse y conociesse que era tan bueno Timbrio como el,
lo qual Pransiles confesso de buena gana, pues hazía en esto tan poco,
-fol. 130r-
que, sin verse en aquel término, pudiera muy
bien dezirlo.
»Todos los circunstantes, que entendieron lo que Timbrio con
su enemigo hauia passado, lo alabaron y estimaron en mucho. Y a penas huue yo
visto el felix sucesso101 de mi amigo, quando, con alegria increyble y
presta ligereza, bolui a dar las nueuas a Nisida. Pero, ¡ay de mi!, que
el descuydo de entonces me ha puesto en el cuydado de agora. ¡O memoria,
memoria mia! ¿Porque no la tuuiste para lo que tanto me importaua? Mas
creo que estaua ordenado en mi
—179→
ventura que el principio de
aquella alegria fuesse el remate y fin de todos mis contentos. Yo bolui a ver a
Nisida con la presteza que he dicho; pero bolui sin ponerme la blanca toca al
braço. Nisida, que con crecido desseo estaua esperando y mirando desde
vnos altos corredores mi tornada, viendome boluer sin la toca, entendio que
algun siniestro reues a Timbrio hauia succedido, y creyolo y sintiolo de manera
que, sin ser parte otra cosa, faltandole todos los espíritus,
-fol. 130v-
cayo en el suelo con tan estraño desmayo, que
todos por muerta la tuuieron. Quando ya yo llegué, hallé a toda
la gente de su casa alborotada, y a su hermana haziendo mil estremos de dolor
sobre el cuerpo de la triste Nisida. Quando yo la vi en tal estado, creyendo
firmemente que era muerta, y viendo que la fuerça del dolor me yua
sacando de sentido, temeroso que, estando fuera del, no diesse o descubriesse
algunas muestras de mis pensamientos, me sali de la casa, y poco a poco boluia
a dar las desdichadas nueuas al desdichado Timbrio. Pero como me huuiessen
priuado las ansias de mi fatiga las fuerças de cuerpo y alma, no fueron
tan ligeros mis passos que no lo huuiessen sido mas otros que la triste nueua a
los padres de Nisida lleuassen, certificandoles cierto que de vn agudo
paracismo102
hauia quedado muerta. Deuio de oyr esto Timbrio, y deuio de quedar qual yo
quedé, si no quedó peor: sólo se dezir que, quando
llegué a do pensaua hallarle, era ya algo anochecido, y supe de vno de
sus padrinos
-fol. 131r-
que, con el
—180→
otro, y por
la posta, se hauia partido a Napoles, con muestras de tanto descontento, como
si de la contienda vencido y deshonrado salido huuiera. Luego imaginé yo
lo que ser podia, y puseme luego en camino para seguyrle; y, antes que a
Napoles llegasse, tuue nueuas ciertas de que Nisida no era muerta, sino que le
hauia dado vn desmayo que le duró veynte y quatro horas, al cabo de las
quales hauia buelto en si con muchas lagrimas y sospiros. Con la certidumbre
desta nueua me console, y con mas contento llegué a Napoles, pensando
hallar alli a Timbrio; pero no fue assi, porque el cauallero con quien el hauia
venido, me certificó que, en llegando a Napoles, se partio sin dezir
cosa alguna, y que no sabia a que parte; sólo imaginaua que, segun le
vio triste y malencolico despues de la batalla, que no podia creer sino que a
desesperarse huuiesse ydo. Nueuas fueron estas que me tornaron a mis primeras
lagrimas, y aun no contenta mi ventura con esto, ordenó que, al cabo
-fol. 131v-
de pocos dias, llegassen a Napoles los padres de
Nisida, sin ella y sin su hermana, las quales, segun supe y segun era
pública voz, entrambas a dos se hauian ausentado vna noche viniendo con
sus padres a Napoles, sin que se supiesse dellas nueua alguna. Tan confuso
quedé con esto, que no sabia que hazerme ni dezirme; y, estando puesto
en esta confusion tan estraña, vine a saber, aunque no muy cierto, que
Timbrio, en el puerto de Gaeta, en vna gruessa naue que para España yua,
se hauia embarcado;
—181→
y pensando que podria ser verdad, me vine
luego a España, y en Xerez y en todas las partes que imaginé que
podria estar, le he buscado, sin hallar del rastro alguno. Finalmente he venido
a la ciudad de Toledo, donde estan todos los parientes de los padres de Nisida,
y, lo que he alcançado a saber, es que ellos se bueluen a Toledo sin
hauer sabido nueuas de sus hijas. Viendome, pues, yo ausente de Timbrio, ageno
de Nisida, y considerando que, ya que los hallasse, ha de ser para gusto suyo y
perdicion
-fol. 232r [132r]-
mia, cansado ya y
desengañado de las cosas deste falso mundo en que viuimos, he acordado
de boluer el pensamiento a mejor norte, y gastar lo poco que de viuir me queda
en seruicio del que estima los desseos y las obras en el punto que merescen. Y
assi, he escogido este ábito que veys y la hermita que haueys visto,
adonde en dulce soledad reprima mis desseos y encamine mis obras a mejor
paradero, puesto que, como viene de tan atras la corrida de las malas
inclinaciones que hasta aqui he tenido, no son tan faciles de parar que no
trascorran algo y buelua la memoria a combatirme, representandome las passadas
cosas; y, quando en estos puntos me veo, al son de aquella harpa que escogi por
compañera en mi soledad, procuro aliuiar la pesada carga de mis
cuydados, hasta que el cielo le tenga y se acuerde de llamarme a mejor vida.
Este es, pastores, el successo de mi desuentura; y si he sido largo en
contarosle, es porque no ha sido ella corta en fatigarme. Lo que
-fol. 232v [132v]-
os ruego
—182→
es me dexeys boluer a
mi hermita, porque, aunque vuestra compañia me es agradable, he llegado
a terminos que ninguna cosa me da mas gusto que la soledad, y de aqui
entendereys la vida que passo y el mal que sostengo.
Acabó con esto Silerio su cuento; pero no las lagrimas con
que muchas vezes le hauia acompañado. Los pastores le consolaron en
ellas lo mejor que pudieron, especialmente Damon y Tyrsi, los quales con muchas
razones le persuadieron a no perder la esperança de ver a su amigo
Timbrio con mas contento que el sabria imaginar, pues no era possible sino que
tras tanta fortuna asserenasse el cielo, del qual se deuia esperar que no
consintiria que la falsa nueua de la muerte de Nisida a noticia de Timbrio con
mas verdadera relacion no viniesse antes que la desesperacion le acabasse. Y
que de Nisida se podia creer y conjecturar que, por ver a Timbrio ausente, se
auria partido en su busca, y que, si entonces la fortuna por tan
estraños accidentes los hauia apartado, agora
-fol. 133r-
por otros no menos estraños sabria juntarlos. Todas estas razones y
otras muchas que le dixeron le consolaron algo, pero no de manera que
despertasse en ella esperança de verse en vida mas contenta, ni aun el
la procuraua, por parecerle que la que hauia escogido era la que mas le
conuenia.
Gran parte era ya passada de la noche, quando los pastores
acordaron de reposar el poco tiempo que hasta el dia quedaua, en el qual se
hauian de celebrar las bodas de Daranio y Silueria.
—183→
Mas a penas
hauia dexado la blanca aurora el enfadoso lecho del celoso marido, quando
dexaron los suyos todos los mas pastores de la aldea, y cada qual, como mejor
pudo, començo por su parte a regozijar103 la fiesta, qual trayendo verdes ramos para
adornar la puerta de los desposados, y qual con su tamborino y flauta les daua
la madrugada; aculla se oya la regozijada gayta; aca sonaua el acordado rabel;
alli, el antiguo salterio; aqui, los cursados albogues; quien con coloradas
cintas adornaua sus castañetas
-fol. 133v-
para los
esperados bayles; quien pulia y repulia sus rusticos adereços para
mostrarse galan a los ojos de alguna su querida pastorcilla: de modo que, por
qualquier parte de la aldea que se fuesse, todo sabia a contento, plazer y
fiesta. Solo el triste y desdichado Mireno era aquel a quien todas estas
alegrias causauan summa tristeza, el qual, hauiendose salido de la aldea, por
no ver hazer sacrificio de su gloria, se subio en vna costezuela que junto al
aldea estaua, y alli, sentandose al pie de vn antiguo frexno, puesta la mano en
la mexilla, y la caperuza encaxada hasta los ojos, que en el suelo tenia
clauados, començo a imaginar el desdichado punto en que se hallaua, y
quan, sin poderlo estoruar, ante sus ojos hauia de ver coger el fruto de sus
desseos. Y esta consideracion le tenia de suerte, que lloraua tan tierna y
amargamente, que ninguno en tal trance le viera que con lagrimas no le
acompañara. A esta sazon, Damon y Tyrsi, Elicio y Erastro se leuantaron,
-fol. 134r-
y, assomandose a
—184→
vna ventana que al
campo salia, lo primero en quien pusieron los ojos fue en el lastimado Mireno,
y, en verle de la suerte que estaua, conocieron bien el dolor que padecia, y,
mouidos a compassion, determinaron todos de yr a consolarle, como lo hizieran
si Elicio no les rogara que le dexaran yr a el solo, porque imaginaua que, por
ser Mireno tan amigo suyo, con el mas abiertamente que con otro su dolor
comunicaria. Los pastores se lo concedieron, y yendo alla Elicio,
hallóle tan fuera de si y tan en su dolor trasportado, que, ni le
conocio Mireno, ni le habló palabra, lo qual visto por Elicio, hizo
señal a los demas pastores que viniessen, los quales, temiendo algun
estraño accidente a Mireno succedido, pues Elicio con priessa los
llamaua, fueron luego alla, y vieron que estaba Mireno con los ojos tan fixos
en el suelo, y tan sin hazer mouimiento alguno, que vna estatua semejaua, pues,
con la llegada de Elicio, ni con la de Tyrsi, Damon y Erastro, no boluio
-fol. 134v-
de su estraño embelesamiento, si no fue que,
a cabo de vn buen espacio de tiempo, casi como entre dientes, començo a
dezir:
-¿Tu eres Silueria, Silueria? Si tu lo eres, yo no soy
Mireno; y si soy Mireno, tu no eres Silueria, porque no es possible que
esté Silueria sin Mireno, o Mireno sin Silueria. Pues ¿quien soy
yo, desdichado? O ¿quien eres tu, desconocida? Yo bien se que no soy
Mireno, porque tu no has querido ser Silueria; a lo menos, la Silueria que ser
deuias y yo pensaua que fueras.
—185→
A esta sazon alçó los ojos, y como vio al rededor de
si los quatro pastores, y conocio entre ellos a Elicio, se leuantó, y,
sin dexar su amargo llanto, le echó los braços al cuello,
diziendole:
-¡Ay, verdadero amigo mio, y cómo104 agora no tendras occasion de embidiar mi estado, como
le embidiauas quando de Silueria me veyas fauorescido; pues si entonces me
llamaste venturoso, agora puedes llamarme desdichado, y trocar todos los
titulos alegres que en aquel tiempo me dauas, en los de pesar que aora puedes
darme!
-fol. 135r-
Yo si que te podre llamar dichoso, Elicio,
pues te consuela mas la esperança que tienes de ser querido, que no te
fatiga el verdadero temor de ser oluidado.
-Confuso me tienes, ¡o Mireno! -respondio Elicio-, de ver
los estremos que hazes por lo que Silueria ha hecho, sabiendo que tiene padres
a quien ha sido justo hauer obedecido.
-Si ella tuuiera amor -replicó Mireno-, poco inconuiniente
era la obligacion de los padres para dexar de cumplir con lo que al amor deuia;
de do vengo a considerar, ¡o Elicio!, que, si me quiso bien, hizo mal en
casarse, y si fue fingido el amor que me mostraua, hizo peor en
engañarme, y offreceme el desengaño a tiempo que no puede
aprouecharme si no es con dexar en sus manos la vida.
-No está en terminos la tuya, Mireno -replicó
Elicio-, que tengas por remedio el acabarla, pues podria ser que la
mudança de Silueria no estuuiesse en la voluntad, sino en la
—186→
fuerça de la obediencia de sus padres; y si tu la quisiste
limpia y honestamente donzella, tambien la puedes querer agora
-fol. 135v-
casada, correspondiendo ella aora como entonces a
tus buenos y honestos desseos.
-Mal conoces a Silueria, Elicio -respondio Mireno-, pues imaginas
della que ha de hazer cosa de que pueda ser notada.
-Esta mesma razon que has dicho te condemna -respondio Elicio-,
pues si tu, Mireno, sabes de Silueria que no hara cosa que mal le esté,
en la que ha hecho no deue de hauer errado.
-Si no ha errado -respondio Mireno-, ha acertado a quitarme todo
el buen successo que de mis buenos pensamientos esperaua, y sólo en esto
la culpo: que nunca me aduirtio deste daño; antes, temiendome del, con
firme juramento me asseguraua que eran imaginaciones mias, y que nunca a la
suya hauia llegado pensar con Daranio casarse, ni se casaria, si conmigo no,
con el ni con otro alguno, aunque auenturara en ello quedar en perpetua
desgracia con sus padres y parientes; y debaxo deste siguro y prometimiento
faltar y romper la fe agora de la manera que has visto, ¿que razon ay
que tal consienta, o que coraçon
-fol. 136r-
que tal
sufra?
Aqui tornó Mireno a renouar su llanto, y aqui de nueuo le
tuuieron lástima los pastores. A este instante llegaron dos zagales
adonde ellos estauan, que el vno era pariente de Mireno y el otro criado de
Daranio, que a llamar a Elicio,
—187→
Tyrsi, Damon y Erastro venia,
porque las fiestas de su desposorio querian començarse. Pesauales a los
pastores de dexar solo a Mireno; pero aquel pastor su pariente se offrecio a
quedar con el. Y aun Mireno dixo a Elicio que se queria ausentar de aquella
tierra, por no ver cada dia a los ojos la causa de su desuentura. Elicio le
loó su determinacion, y le encargó que, do quiera que estuuiesse,
le auisasse de cómo le yua. Mireno se lo prometio, y, sacando del seno
vn papel, le rogo que, en hallando comodidad, se le diesse a Silueria; y con
esto se despidio de todos los pastores, no sin muestras de mucho dolor y
tristeza. El qual no se huuo bien apartado de su presencia, quando Elicio,
desseoso de saber lo que en el
-fol. 136v-
papel venia, viendo
que, pues estaua auierto, importaua poco leerle, le descogio, y combidando a
los otros pastores a escucharle, vio que en el venian escriptos estos
versos:
No parecieron mal los versos de Mireno a los pastores, sino la
occasion a que se hauian hecho, considerando con quanta presteza la
mudança de Silueria le hauia traydo a punto de desamparar la amada
patria y queridos amigos, temeroso cada vno que en el successo de sus
pretensiones lo mesmo le106 succediesse. Entrados, pues, en el aldea, y llegados
adonde Daranio y Silueria estauan, la fiesta se començo tan alegre y
regozijadamente, quanto en las riberas de Tajo en muchos tiempos se hauia
visto: que, por ser Daranio
-fol. 140r-
vno de los mas ricos
pastores de toda aquella comarca, y Silueria de las hermosas pastoras de toda
la ribera, acudieron a sus bodas toda o la mas pastoria de aquellos contornos.
Y assi se hizo vna célebre junta de discretos pastores y hermosas
pastoras, y entre los que a los demas en muchas y diuersas habilidades se
auentajaron, fueron el triste Orompo, el celoso Orfenio, el ausente Crysio y el
—192→
desamado Ma[r]silio, mancebos todos, y todos enamorados, aunque
de differentes passiones oprimidos: porque al triste Orompo fatigaua la
temprana muerte de su querida Listea; y al celoso Orfenio, la insufrible rabia
de los celos, siendo enamorado de la hermosa pastora Eandra; al ausente Crysio,
el verse apartado de Claraura, bella y discreta pastora a quien el por vnico
bien suyo tenia; y al desesperado Marsilio, el desamor que para con el en el
pecho de Belisa se encerraua. Eran todos amigos y de vna mesma aldea, y la
passion del vno el otro no la ignoraua; antes en dolorosa competencia
-fol. 140v-
muchas vezes se hauian juntado a encarecer cada qual
la causa de su tormento, procurando cada vno mostrar como mejor podia que su
dolor a qualquier otro se auentajaua, tiniendo por summa gloria ser en la pena
mejorado; y tenian todos tal ingenio, o por mejor dezir, tal dolor padecian,
que, como quiera que le significassen, mostrauan ser el mayor que imaginar se
podia. Por estas disputas y competencias eran famosos y conocidos en todas las
riberas de Tajo, y hauian puesto desseo a Tyrsi y a Damon de conocerlos, y
viendolos alli juntos, vnos a otros se hizieron corteses y agradables
rescibimientos; principalmente, todos con admiracion mirauan a los dos pastores
Tyrsi y Damon, hasta alli dellos solamente por fama conocidos.
A esta sazon salio el rico pastor Daranio a la serrana vestido:
traya camisa alta de cuello plegado, almilla de frisa, sayo verde escotado,
çaraguelles
—193→
de delgado lienço, antiparas azules,
çapato redondo, cinto tachonado, y de la color del sayo vna quarteada
caperuza.
-fol. 141r-
No menos salio bien adereçada su
esposa Silueria, porque venia con saya y cuerpos leonados guarnecidos de raso
blanco, camisa de pechos labrada de azul y verde, gorguera de hilo amarillo
sembrado de argenteria, inuencion de Galatea y Florisa, que la vistieron,
garbin turquesado con fluecos de encarnada seda, alcorque dorado,
çapatillas justas, corales ricos y sortija de oro, y sobre todo, su
belleza, que mas que todo la adornaua. Salio luego tras ella la sin par
Galatea, como sol tras el aurora, y su amiga Florisa, con otras muchas y
hermosas pastoras que por honrar las bodas a ellas hauian venido, entre las
quales tambien yua Theolinda, con cuydado de hurtar el rostro a los ojos de
Damon y Tyrsi, por no ser de ellos conocida. Y luego las pastoras, siguiendo a
los pastores que guiauan, al son de muchos pastoriles instrumentos, hazia el
templo se encaminaron, en el qual espacio le tuuieron Elicio y Erastro de cebar
los ojos en el hermoso rostro de Galatea, desseando
-fol. 141v-
que durara aquel camino mas que la larga peregrinacion de Vlixes. Y, con el
contento de verla, yua tan fuera de si Erastro, que, hablando con Elicio, le
dixo:
-¿Que miras, pastor, si a Galatea no miras? Pero
¿cómo podras mirar el sol de sus cabellos, el cielo de su frente,
las estrellas de sus ojos, la nieue de su rostro, la grana de sus mexillas, el
—194→
color de sus labios, el marfil de sus dientes, el cristal de su
cuello, el marmol de su pecho?
-Todo esso he podido ver, ¡o Erastro! -respondio Elicio-, y
ninguna cosa de quantas has dicho es causa de mi tormento, si no es la aspereza
de su condicion, que, si no fuera tal como tu sabes, todas las gracias y
bellezas que en Galatea conoces, fueran occasion de mayor gloria nuestra.
-Bien dizes -dixo Erastro-; pero todavia no me podras negar que, a
no ser Galatea tan hermosa, no fuera tan desseada, y a no ser tan desseada, no
fuera tanta nuestra pena, pues toda ella nace del desseo.
-No te puedo yo negar, Erastro -respondio Elicio-, que todo
qualquier dolor y pesadumbre
-fol. 142r-
no nazca de la
priuacion y falta de aquello que desseamos; mas juntamente con esto te quiero
dezir que ha perdido conmigo mucho la calidad del amor con que yo pense que a
Galatea querias; porque, si solamente la quieres por ser hermosa, muy poco
tiene que agradecerte, pues no aura ningun hombre, por rustico que sea, que la
mire que no la dessea, porque la belleza, donde quiera que está, trae
consigo el hazer dessear. Assi que a este simple desseo, por ser tan natural,
ningun premio se le deue, porque, si se le deuiera, con sólo dessear el
cielo, le tuuieramos merescido; mas ya ves, Erastro, ser esto tan al reues como
nuestra verdadera ley nos lo tiene mostrado. Y puesto caso que la hermosura y
belleza sea vna principal parte
—195→
para atraernos a dessearla y a
procurar gozarla, el que fuere verdadero enamorado no ha de tener tal gozo por
vltimo fin suyo, sino que, aunque la belleza le acarree este desseo, la ha de
querer solamente por ser bueno, sin que otro algun interesse le mueua; y este
se puede llamar,
-fol. 142v-
aun en las cosas de aca, perfecto y
verdadero amor, y es digno de ser agradecido y premiado, como vemos que premia
conocida y auentajadamente el hazedor de todas las cosas a aquellos que, sin
mouerles otro interesse alguno de temor, de pena o de esperança de
gloria, le quieren, le aman y le siruen, solamente por ser bueno y digno de ser
amado; y esta es la vltima y mayor perfection que en el amor diuino se
encierra, y en el humano tambien, quando no se quiere mas de por ser bueno lo
que se ama, sin hauer error de entendimiento; porque muchas vezes lo malo nos
parece bueno y lo bueno malo, y assi amamos lo vno y aborrecemos lo otro, y
este tal amor no meresce premio, sino castigo. Quiero inferir de todo lo que he
dicho, ¡o Erastro!, que, si tu quieres y amas la hermosura de Galatea con
intencion de gozarla, y en esto para el fin de tu desseo, sin passar adelante a
querer su virtud, su acrescentamiento de fama, su salud, su vida y bienes,
entiende que no amas como deues, ni
-fol. 143r-
deues ser
remunerado como quieres.
Quisiera Erastro replicar a Elicio y darle a entender cómo
no entendia bien del amor con que a Galatea amaua; pero estoruólo el son
de la
—196→
çampoña del desamorado Lenio, el qual quiso
tambien hallarse a las bodas de Daranio y regozijar la fiesta con su canto. Y
assi, puesto delante de los desposados, en tanto que al templo llegauan, al son
del rabel de Eugenio estos versos fue cantando:
Ya se marauillauan, los que al desamorado Lenio escuchando yuan,
de ver con quanta mansedumbre las cosas de amor trataua,
-fol. 154v [144v]-
llamandole dios y de mano poderosa, cosa que
jamas le hauian oydo dezir. Mas, hauiendo oydo los versos con que acabó
su canto, no pudieron dexar de reyrse, porque ya les parecio que se yua
colerizando y que, si adelante en su canto passara, el pusiera al amor como
otras vezes solia; pero faltóle el tiempo, porque se acabó el
camino. Y
—198→
assi, llegados al templo, y hechas en el por los
sacerdotes las acostumbradas ceremonias, Daranio y Silueria quedaron en
perpetuo y estrecho ñudo ligados, no sin embidia de muchos que los
mirauan, ni sin dolor de algunos que la hermosura de Silueria codiciauan; pero
a todo dolor sobrepujara el que sintiera el sin ventura Mireno, si a este
espectaculo se hallara presente. Bueltos, pues, los desposados del templo con
la mesma compañia que hauian lleuado, llegaron a la plaça de la
aldea, donde hallaron las mesas puestas, y adonde quiso Daranio hazer
publicamente demostracion de sus riquezas, haziendo a todo el pueblo vn
generoso y sumptuoso combite. Estaua la
-fol. 145r-
plaça
tan enramada, que vna hermosa verde floresta parescia, entretexidas las ramas
por cima de tal modo, que los agudos rayos del sol en todo aquel circuyto no
hallauan entrada para calentar el fresco suelo, que cubierto con muchas
espadañas y con mucha diuersidad de flores se mostraua.
Alli, pues, con general contento de todos, se solemnizó el
generoso banquete, al son de muchos pastorales instrumentos, sin que diessen
menos gusto que el que suelen dar las acordadas107 musicas que en los reales palacios se acostumbran. Pero
lo que mas autorizó la fiesta, fue ver que, en alçandose las
mesas, en el mesmo lugar con mucha presteza hizieron vn tablado, para effecto
de que los quatro discretos y lastimados pastores Orompo, Marsil[i]o, Crysio y
Orfenio, por honrar las bodas de su amigo
—199→
Daranio y por
satisfazer el desseo que Tyrsi y Damon tenian de escucharles, querian alli en
público recitar vna egloga que ellos mesmos de la occasion de sus mesmos
dolores hauian compuesto. Acomodados,
-fol. 145v-
pues, en sus
assientos todos los pastores y pastoras que alli estauan, despues que la
çampoña de Erastro, y la lira de Lenio, y los otros instrumentos
hizieron prestar a los presentes vn sossegado y marauilloso silencio, el
primero que se mostro en el humilde theatro fue el triste Orompo, con vn
pellico negro vestido y vn cayado de amarillo box en la mano, el remate del
qual era vna fea figura de la muerte; venia con hojas de funesto cipres
coronado, insinias todas de la tristeza que en el reynaua por la inmatura
muerte de su querida Listea; y, despues que con triste semblante108 los llorosos ojos a vna y a otra parte huuo
tendido, con muestras de infinito dolor y amargura, rompio el silencio con
semejantes razones:
Con esta vltima cancion del celoso Orfenio dieron fin a su egloga
los discretos pastores, dexando satisfechos de su discrecion a todos los que
escuchado los hauian, especialmente a Damon y a Tyrsi, que gran contento en
oyrlos rescibieron, paresciendoles que mas que de pastoril ingenio parescian
las razones y argumentos que para salir con su proposito los quatro pastores
hauian propuesto. Pero hauiendose mouido contienda entre muchos de los
circunstantes sobre qual de los quatro hauia alegado mejor de su derecho, en
fin se vino a conformar el parecer de todos con el que dio el discreto Damon,
diziendoles que el para si tenia que, entre todos los disgustos y sinsabores
que el amor trae consigo, ninguno fatiga tanto al enamorado pecho como la
incurable pestilencia de los celos, y que no se podian ygualar a ella la
pérdida de Orompo, ausencia de Crysio, ni la desconfiança de
Marsil[i]o.
-La causa es -dixo- que no cabe en razon natural que, las cosas
que estan impossibilitadas de alcançarse,
-fol. 162v-
puedan por largo tiempo apremiar la voluntad a quererlas ni fatigar al desseo
por alcançarlas, porque, el que tuuiesse voluntad y desseo de
alcançar lo impossible, claro está que, quanto mas el desseo le
sobrasse, tanto mas el entendimiento le faltaria. Y por esta mesma razon digo
que la pena que Orompo padece no es sino vna lástima y compassion del
bien perdido; y por hauerle perdido de manera que no es possible tornarle a
cobrar, esta impossibilidad
—224→
ha de ser causa para que su dolor se
acabe, que, puesto que el humano entendimiento no puede estar tan vnido siempre
con la razon que dexe de sentir la pérdida del bien que cobrar no se
puede, y que, en effecto, ha de dar muestras de su sentimiento con tiernas
lagrimas, ardientes sospiros y lastimosas palabras, so pena de que, quien esto
no hiziesse, antes por bruto que por hombre racional sería tenido: en
fin fin, el discurso del tiempo cura esta dolencia, la razon la mitiga, y las
nueuas occasiones tienen mucha parte para borrar la de la memoria. Todo
-fol. 163r-
esto es al reues en el ausencia, como apuntó
bien Crysio en sus versos, que, como la esperança en el ausente ande tan
junta con el desseo, dale terrible fatiga la dilacion de la tornada, porque,
como no le impide otra cosa el gozar su bien sino algun braço de mar o
alguna distancia de tierra, parecele que, tiniendo lo principal, que es la
voluntad de la persona amada, que se haze notorio agrauio a su gusto que cosas
que son tan menos como vn poco de agua o tierra le impidan su felicidad y
gloria. Iuntase assimesmo a esta pena el temor de ser oluidado, las
mudanças de los humanos coraçones; y, en tanto que la ausencia
dura, sin duda alguna que es estraño el rigor y aspereza con que trata
al alma del desdichado ausente; pero, como tiene tan cerca el remedio, que
consiste en la tornada, puedese lleuar con algun aliuio su tormento, y si
succediere ser la ausencia de manera que sea impossible boluer a la presencia
desseada,
—225→
aquella impossibilidad viene a ser el remedio, como en
el de la muerte.
-fol. 163v-
El dolor de que Marsil[i]o se
quexa, puesto que es como el mesmo que yo padezco, y por esta causa me hauia de
parescer mayor que otro alguno, no por esso dexaré de dezir lo que en el
la razon me muestra, antes que aquello a que la passion me incita: confiesso
que es terrible dolor querer y no ser querido, pero mayor seria amar y ser
aborrecido; y si los nueuos amadores nos guiassemos por lo que la razon y la
experiencia nos enseñan, veriamos que todos los principios en qualquier
cosa son difficultosos, y que no padece esta regla excepcion en los casos de
amor, antes en ellos mas se confirma y fortalece; assi que, quexarse el nueuo
amante de la dureza del rebelde pecho de su señora, va fuera de todo
razonable término, porque como el amor sea y ha de ser voluntario, y no
forçoso, no deuo yo quexarme de no ser querido de quien quiero, ni deuo
hazer caudal del cargo que le hago, diziendole que está obligada a
amarme porque yo la
-fol. 164r-
amo: que, puesto que la persona
amada deue, en ley de naturaleza y en buena cortesia, no mostrarse ingrata con
quien bien la quiere, no por esso le ha de ser forçoso y de obligacion
que corresponda del todo y por todo a los desseos de su amante: que si esto
assi fuesse, mil enamorados importunos auria que por su solicitud
alcançassen lo que quiça no se les deuria de derecho; y como el
amor tenga por padre al conocimiento, puede ser que no halle en mi la que es de
mi
—226→
bien querida partes tan buenas que la mueuan e inclinen a
quererme, y assi no está obligada, como ya he dicho, a amarme, como yo
estare obligado a adorarla, porque hallé en ella lo que a mi me falta. Y
por esta razon no deue el desdeñado quexarse de su amada, sino de su
ventura, que le nego las gracias que al conocimiento de su señora
pudieran mouer a bien quererle; y assi deue procurar con continos seruicios,
con amorosas razones, con la no importuna presencia, con las exercitadas
virtudes, adobar
-fol. 164v-
y enmendar en el la falta que
naturaleza hizo, que este es tan principal remedio, que estoy por affirmar que
será impossible dexar de ser amado el que con tan justos medios
procurare grangear la voluntad de su señora. Y pues este mal del desden
tiene el bien deste remedio, consuelese Marsil[i]o y tenga lástima al
desdichado y celoso Orfenio, en cuya desuentura se encierra la mayor que en las
de amor imaginarse puede. ¡O celos, turbadores de la sossegada paz
amorosa, celos, cuchillo de las mas firmes esperanças! No se yo que pudo
saber de linages el que a vosotros os hizo hijos del amor, siendo tan al reues,
que por el mesmo caso dexara el amor de serlo, si tales hijos engendrara.
¡O celos, hipocritas y fementidos ladrones, pues, para que se haga cuenta
de vosotros en el mundo, en viendo nascer alguna centella de amor en algun
pecho, luego procurays mezclaros con ella, boluiendoos de su color, y aun
procurays vsurparle el mando y señorio que tiene! Y de aqui nasce
—227→
que, como os ven tan
-fol. 165r-
vnidos con el
amor, puesto que por vuestros effectos days a conoscer que no soys el mesmo
amor, todavia procurays que entienda el ignorante que soys sus hijos, siendo,
como lo soys, nascidos de vna baxa sospecha, engendrados de vn vil y desastrado
temor, criados a los pechos de falsas imaginaciones, crescidos entre vilissimas
embidias, sustentados de chismes y mentiras. Y porque se vea la destruycion que
haze en los enamorados pechos esta maldita dolencia de los rabiosos celos, en
siendo el amante celoso, conuiene, con paz sea dicho de los celosos enamorados,
conuiene, digo, que sea, como lo es, traydor, astuto, reboltoso, chismero,
antojadizo y aun mal criado; y a tanto se estiende la celosa furia que le
señorea, que a la persona que mas quiere es a quien mas mal dessea.
Querria el amante celoso que sólo para el su dama fuesse hermosa, y fea
para todo el mundo; dessea que no tenga ojos para ver mas de lo que el
quisiere, ni oydos para oyr, ni lengua para hablar; que sea retirada,
dessabrida, soberuia
-fol. 165v-
y mal acondicionada; y aun a
vezes dessea, apretado desta passion diabolica, que su dama se muera y que todo
se acabe.
»Todas estas passiones engendran los celos en los animos de
los amantes celosos; al reues de las virtudes que el puro y senzillo amor
multiplica en los verdaderos y comedidos amadores, porque en el pecho de vn
buen enamorado se encierra discrecion, valentia, liberalidad, comedimiento
—228→
y todo aquello que le puede hazer loable a los ojos de las
gentes. Tiene mas, assimesmo, la fuerça deste crudo veneno: que no ay
antidoto que le preserue, consejo que le valga, amigo que le ayude, ni disculpa
que le quadre; todo esto cabe en el enamorado celoso, y mas: que qualquiera
sombra le espanta, qualquiera niñeria le turba, y qualquier sospecha,
falsa o verdadera, le deshaze; y a toda esta desuentura se le añade
otra: que, con las disculpas que le dan, piensa que le engañan. Y no
hauiendo para la enfermedad de los celos otra medicina que las disculpas,
-fol. 166r-
y no queriendo el enfermo celoso admitirlas, siguese
que esta enfermedad es sin remedio, y que a todas las demas deue anteponerse. Y
assi, es mi parecer que Orfenio es el mas penado, pero no el mas enamorado,
porque no son los celos señales de mucho amor, sino de mucha curiosidad
impertinente; y si son señales de amor, es como la calentura en el
hombre enfermo, que el tenerla es señal de tener vida, pero vida enferma
y mal dispuesta, y assi el enamorado celoso tiene amor, mas es amor enfermo y
mal acondicionado. Y tambien el ser celoso es señal de poca
confiança del valor de si mesmo; y, que sea esto verdad, nos lo muestra
el discreto y firme enamorado, el qual, sin llegar a la escuridad de los celos,
toca en las sombras del temor, pero no se entra tanto en ellas que le
escurezcan el sol de su contento, ni dellas se aparta tanto que le descuyden de
andar solícito y temeroso; que si este
—229→
discreto temor
faltasse en el amante, yo le tendria por soberuio y demasiadamente confiado,
porque, como
-fol. 166v-
dize vn comun prouerbio nuestro, quien
bien ama, teme; teme, y aun es razon que tema, el amante que, como la cosa que
ama es en estremo buena, o a el le parecio serlo, no parezca lo mesmo a los
ojos de quien la mirare, y por la mesma causa se engendre el amor en otro, que
pueda y venga a turbar el suyo; teme y tema el buen enamorado las
mudanças de los tiempos, de las nueuas occasiones que en su daño
podrian offrecerse, de que con breuedad no se acabe el dichoso estado que goza,
y este temor ha de ser tan secreto, que no le salga a la lengua para dezirle,
ni aun a los ojos para significarle; y haze tan contrarios effectos este temor
del que los celos hazen en los pechos enamorados, que cria en ellos nueuos
desseos de acrescentar mas el amor, si pudiessen, de procurar con toda
solicitud que los ojos de su amada no vean en ellos cosa que no sea digna de
alabança, mostrandose liberales, comedidos, galanes, limpios y bien
criados; y tanto quanto este virtuoso temor es justo se alabe, tanto y mas
-fol. 167r-
es digno que los celos se vituperen.
Calló en diziendo esto el famoso Damon, y lleuó tras
la suya las contrarias opiniones de algunos que escuchado le hauian, dexando a
todos satisfechos de la verdad que con tanta llaneza les auia mostrado. Pero no
se quedara sin respuesta si los pastores Orompo, Crysio, Marsil[i]o y Orfenio
huuieran estado presentes a
—230→
su plática, los quales,
cansados de la recitada egloga, se hauian ydo a casa de su amigo Daramo.
Estando todos en esto, ya que los bayles y danças querian renouarse,
vieron que por vna parte de la plaça entrauan tres dispuestos pastores,
que luego de todos fueron conoscidos, los quales eran el gentil Francenio, el
libre Lauso y el anciano Arsindo, el qual venia en medio de los dos pastores
con vna hermosa guirnalda de verde lauro en las manos, y, atrauessando por
medio de la plaça, vinieron a parar adonde Tyrsi, Damon, Elicio y
Erastro y todos los mas principales pastores estauan, a los quales con corteses
palabras saludaron, y con no
-fol. 167v-
menor cortesia fueron
dellos rescebidos, especialmente Lauso de Damon, de quien era antiguo y
verdadero amigo. Cessando los comedimientos, puestos los ojos Arsindo en Damon
y en Tyrsi, començo a hablar desta manera:
-La fama de vuestra sabiduria, que cerca y lexos se estiende,
discretos y gallardos pastores, es la que a estos pastores y a mi nos trae a
suplicaros querays ser juezes de vna graciosa contienda que entre estos dos
pastores ha nascido, y es que, la fiesta passada, Francenio y Lauso, que estan
presentes, se hallaron en vna conuersacion de hermosas pastoras, entre las
quales, por passar sin pesadumbre las horas occiosas del dia, entre otros
muchos juegos, ordenaron el que se llama de los propositos117.
Sucedio, pues, que, llegando la vez de proponer y començar a vno destos
pastores, quiso la suerte
—231→
que, la pastora que a su lado estaua y
a la mano derecha tenia, fuesse, segun el dize, la thesorera de los secretos de
su alma, y la que por mas discreta y mas enamorada en la opinion de todos
estaua. Llegandosele, pues,
-fol. 168r-
al oydo, le dixo:
«Huyendo va la esperança.» La pastora, sin detenerse en
nada, prosiguio adelante; y al dezir despues cada vno en público lo que
al otro hauia dicho en secreto, hallóse que la pastora hauia seguydo el
proposito, diziendo: «Tenella con el desseo.» Fue celebrada por los
que presentes estauan la agudeza desta respuesta; pero el que mas la
solemnizó fue el pastor Lauso, y no menos le parecio bien a Francenio. Y
assi, cada vno, viendo que lo propuesto y respondido eran versos medidos, se
offrecio de glosallos, y despues de hauerlo hecho, cada qual procura que su
glosa a la del otro se auentaje, y, para assegurarse desto, me quisieron hazer
juez dello. Pero como yo supe que vuestra presencia alegraua nuestras riberas,
aconsejéles que a vosotros viniessen, de cuya estremada sciencia y
sabiduria questiones de mayor importancia pueden bien fiarse. Han seguido ellos
mi parecer, y yo he querido tomar trabajo de hazer esta guirnalda, para que sea
dada en premio al que vosotros, pastores, vieredes
-fol. 168v-
que mejor ha glosado.
Calló Arsindo, y esperó la respuesta de los
pastores, que fue agradecerle la buena opinion que dellos tenia, y offrecerse
de ser juezes desapassionados en aquella honrosa contienda. Con
—232→
este seguro, luego Francenio tornó a repetir los versos y a dezir su
glosa, que era esta:
En acabando Lauso de dezir su glosa, dixo Arsindo:
-Veys aqui, famosos Damon y Tyrsi, declarada la causa sobre que es
la contienda destos pastores; sólo resta agora que vosotros deys la
guirnalda a quien vieredes que con mas justo título la meresce: que
Lauso y Francenio son tan amigos, y vuestra sentencia será tan justa,
que ellos tendran por bien lo que por vosotros fuere juzgado.
-No entiendas, Arsindo -respondio Tyrsi-, que con tanta
-fol. 170r-
presteza, aunque nuestros ingenios fueran de la
calidad que tu los imaginas, se puede ni deue juzgar la differencia, si ay
alguna, destas discretas glosas. Lo que yo se dezir dellas, y lo que Damon no
querra contradezirme, es que ygualmente entrambas son buenas, y que la
guirnalda se deue dar a la pastora que
—234→
dio la occasion a tan
curiosa y loable contienda; y si deste parecer quedays satisfechos, pagadnosle
con honrar las bodas de nuestro amigo Daranio, alegrandolas con vuestras
agradables canciones y autorizandolas con vuestra honrosa presencia.
A todos parecio bien la sentencia de Tyrsi; los dos pastores la
consintieron, y se offrecieron de hazer lo que Tyrsi les mandaua. Pero las
pastoras y pastores que a Lauso conoscian, se marauillauan de ver la libre
condicion suya en la red amorosa embuelta, porque luego vieron en la amarillez
de su rostro, en el silencio de su lengua y en la contienda que con Francenio
hauia tomado, que no estaua su voluntad tan essenta como solia, y andauan entre
si imaginando
-fol. 170v-
quien podria ser la pastora que de su
libre coraçon triumphado hauia. Quien imaginaua que la discreta Belisa,
y quien que la gallarda Leandra, y algunos que la sin par Arminda, mouiendoles
a imaginar esto la ordinaria costumbre que Lauso tenia de visitar las
cabañas destas pastoras, y ser cada vna dellas para subjectar con su
gracia, valor y hermosura otros tan libres coraçones como el de Lauso; y
desta duda tardaron muchos dias en certificarse, porque el enamorado pastor a
penas de si mesmo fiaua el secreto de sus amores. Acabado esto, luego toda la
jouentud del pueblo renouo las danças, y los pastoriles instrumentos
formaron vna agradable musica; pero viendo que ya el sol apresuraua su carrera
hazia el ocaso, cessaron las concertadas
—235→
vozes, y todos los que
alli estauan determinaron de lleuar a los desposados hasta su casa; y el
anciano Arsindo, por cumplir lo que a Tyrsi hauia prometido, en el espacio que
hauia desde la plaça hasta la casa de Daranio, al son de la
çampoña de
-fol. 171r-
Erastro, estos versos fue
cantando:
Con grandissimo gusto fueron escuchados los rusticos versos de
Arsindo, en los quales mas se alargara, si no lo impidiera el llegar a la casa
de Daranio, el qual combidando a todos los que con el venian, se quedó
en ella, si no fue que
—237→
Galatea y Florisa, por temor que Theolinda
-fol. 172v-
de Tyrsi y Damon no fuesse conocida, no quisieron
quedarse a la cena de los desposados. Bien quisiera[n] Elicio y Erastro
acompañar a Galatea hasta su casa; pero no fue possible que lo
consintiesse, y assi, se huuieron de quedar con sus amigos, y ellas se fueron
cansadas de los bayles de aquel dia; y Theolinda con mas pena que nunca, viendo
que en las solemnes bodas de Daranio, donde tantos pastores hauian acudido,
solo su Artidoro faltaua. Con esta penosa imaginacion passó aquella
noche en compañia de Galatea y Florisa, que con mas libres y
desapassionados coraçones la passaron, hasta que, en el nueuo venidero
dia, les succedio lo que se dira en el libro que se sigue.