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Herder (1744-1803) había subrayado el carácter natural-evolutivo del lenguaje, surgido de la imitación de los sonidos de la naturaleza y capaz de evolución y crecimiento continuos.

 

32

ARBOLÍ, JUAN JOSÉ, Compendio de las lecciones de Filosofía que se enseñan en el Colegio de Humanidades de San Felipe Neri de Cádiz, tomo III: Gramática General, Cádiz, Imp. de la Sociedad de la Revista Médica, 1846, pág. 62.

 

33

«Se generalizó muy luego la convicción de que la doctrina de la onomatopeya Solo servía para colocar al hombre en grado inferior a los brutos, que al fin poseían gritos propios; y los mismos filósofos sensualistas, como Condillac, rechazaron la doctrina, sustituyéndola con la de la interjección. El hombre llora, gime, solloza, ríe, y por medio de exclamaciones expresa el asombro, el gozo, el dolor, la ira; y estos gritos, estas interjecciones, fueron, dicen, el principio natural y real del lenguaje. Cierto es que en todas las lenguas existen interjecciones, pero la lengua no comienza verdaderamente, sino cuando concluyen las interjecciones, que son manifestaciones fisiológicas, en las cuales no existe siquiera la articulación de la voz. La comprobación de esta doctrina es fácil, observando cuándo y cómo empleamos las interjecciones voluntariamente, las empleamos sólo cuando la impetuosidad ó la violencia nos hacen olvidar el uso del lenguaje ó nos impiden su empleo por un movimiento personal y puramente afectivo de nuestro ánimo.

Sería posible, confeccionando á la manera de los autores ó creadores de lenguas universales, formar una compuesta de onomatopeyas é interjecciones; pero es segurísimo que este idioma no tendría la menor analogía con ninguna de las innumerables lenguas que se han hablado ó se hablan sobre la tierra. Cierto es también que las interjecciones, ayudadas del gesto y expresión de la fisonomía, del ademán y de la actitud, podrían expresar los afectos y los deseos del hombre; pero esta sería la expresión pantomímica y no el lenguaje en que se manifiesta el espíritu. Por último, las etimologías de las palabras que se suponían derivadas de interjecciones, han desaparecido por efecto de un análisis más detenido, y apenas se pueden indicar en las lenguas más que las puras interjecciones en su estado primitivo, que será el constante, el de ah!, oh!, ay!, etc., lo que demuestra que no han tenido carácter radical en la historia de las lenguas». CANALEJAS, F. de P., Curso de Literatura General, Madrid, Imp. de la Reforma, 1868, págs. 177-178.

 

34

SAPIR, E., El lenguaje, México, F. C. E., 1971, 3.ª reimp., pág. 13.

 

35

GRAY, L. H., Foundations of Language, New York, 1939, pág. 166.

 

36

PORZIG, W., Das Wunder der Sprache, Probleme, Methoden und Ergebnisse der modernen Sprachwissenschaft, Bern, 1950, pág. 351.

 

37

VENDRYES, J., El lenguaje. Introducción lingüística a la Historia, trad. de Manuel Montoliú, 2.ª ed., Barcelona, 1943, pág. 156.

 

38

LENZ, R., La oración y sus partes, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1920, pág. 41.

 

39

Ibidem, pág. 42.

 

40

WUNDT, Völkerpsychologie, I, pág. 320.