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Roldán era un familiar ilegítimo de Carlomagno; es llamado bastardo en I, 107, 13.



 

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Acerca de las implicaciones antifrancesas del héroe nacional Bernardo del Carpio en la segunda mitad del siglo XVI, véase José Lara Garrido, «Poesía y política. A propósito de Las lágrimas de Angélica de Luis Barahona de Soto», en Actas del I Congreso de Historia de Andalucía. Andalucía Moderna. Siglos XVI-XVII, II (Córdoba: Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1978), 117-123; Chevalier, L'Arioste en Espagne, especialmente el capítulo 2; Triviños, «Nacionalismo y desengaño»; y el capítulo 4 de la monografía de Lacadena.



 

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En el juramento de Loaysa, impresionante desde un punto de vista superficial, pero carente de sentido, jura sobre «todo aquello que en su prohemio encierra la verdadera historia de Carlomagno» («El celoso extremeño», II, 224, 20-21), atacando de nuevo esta clase de literatura.

La oposición en España a estas obras coincidió con el creciente reconocimiento entre los historiadores de que una fuente fundamental sobre la presencia carolingia en España, la crónica atribuida a Turpín, no era fidedigna. Juan Sedeño, en su Summa de varones ilustres (1551; he usado la edición de Toledo: Juan Rodríguez, 1590), critica el relato de Turpín (fol. 53r). En 1605, sin embargo, Juan Fernández de Velasco, condestable de Castilla, lo usó como fuente de sus Dos discursos en que se defiende la venida y predicación del apóstol Santiago en España (Valladolid, 1605). Mariana atacó a Velasco por eso, llamó la crónica de Turpín «un libro de caballerías, indigno de ser nombrado por una persona seria» y dijo que Velasco había usado «textos notoriamente apócrifos» (Cirot, Mariana historien, pág. 67); Mariana a su vez fue injustamente atacado por Pedro Mantuano por la misma razón (véase Cirot, pág. 213). Según Adalbert Hämel, Überlieferung und Bedeutung des Liber Sancti Jacobi und des Pseudo-Turpin, Sitzungsberichte der Bayerischen Akademie der Wissenschaften, Philosophisch-historische Klasse, 2 (Munich: Bayerischen Akademie der Wissenschaften, 1950), en un tratado posterior Mariana llamó la crónica de Turpín «totus ex fabulis et mendacio est compactus» (pág. 61) y «sine iudicio ex aliis fabulosis libris» (pág. 62). (Es aproximadamente en la misma época, finales del siglo XVI, cuando se puso en duda la Historia Regum Britannie de Geoffrey de Monmouth, según John J. Parry y Robert A. Caldwell, «Geoffrey of Monmouth», en Arthurian Literature in the Middle Ages. A Collaborative History, ed. Roger Sherman Loomis [Oxford: Clarendon Press, 1959], págs. 72-93, en la pág. 72.)

No hay ningún estudio del uso que se hizo de la crónica seudoturpina en el siglo XVI, pero se menciona (según los índices) 18 veces en el Orlando furioso y 54 en el Orlando innamorato, y Turpín no es sólo una fuente sino un personaje en el Morgante de Pulci. Además de Agustín Alonso, mencionado en la nota siguiente, el autor francés de la Chrónica llamada Triumpho de los nueve más preciados varones de la Fama (trad. de Antonio Rodríguez Portugal, Alcalá, 1585), declaró que «dexando todas las otras chrónicas delas historias y hechos de Carlo Magno, yo me atengo a la chrónica que el buen hombre y confessor suyo el arçobispo Turpín de Reyns escrivió y dexó en memoria, como más verdadero y cierto escriptor y chronista de sus hechos: y quiero lo seguir como más verdadero de todos» (fol. 158v); un poco más tarde encontramos perlas como «Cómo el Apóstol Santiago apareció al emperador Carlo Magno, amonestándole que passasse en España» (fols. 161-162). Lope, en el prólogo a La hermosura de Angélica, dijo que «traduxe de Turpino estos pequeños cantos» (citado por Pérez Pastor, Bibliografía madrileña, II, 32). Un precedente al engaño de Lope es el de Boyardo, que declaró con falsedad que su poema era una traducción de la crónica de Turpín («tradutto de la verace cronica de Turpino»); existe la posibilidad de que algunos autores del siglo XVI tomaran esta afirmación literalmente y hablaran de Turpín utilizando solamente a Boyardo.



 

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Se entiende que estos poemas, como los de Ariosto y Boyardo, tratan de «estas cosas de Francia».

En el caso de la Historia de las hazañas y hechos del invencible Cavallero Bernardo del Carpio de Agustín Alonso (Toledo: Pero López de Haro, a costa de Juan Boyer, 1585), es posible que Cervantes se opusiera tan enérgicamente porque Alonso afirmó que su rigor era mayor que el de los libros de caballerías «haziendo yo... (según el precepto de Horacio) las cosas fingidas tan cercanas a las ciertas.... Aunque de semejantes libros [las historias de los príncipes valerosos] se pudieran en todo tiempo aver escripto tantos que tuvieran bien en que ocuparse los curiosos, no contentándose con esto el ingenio de los que desean saber y enseñar a otros, inventó otra manera de historias adornadas con estilo y erudición, fingiendo varios sucessos de fortuna y valentía en algún valeroso cavallero del nombre que le ponían. Y aunque a muchos ha parecido negocio impertinente si los libros que desto tratan tienen ingenio y arte, no sólo no merecen tal nombre pero con justo título grande alabança por ser ventura de más provecho que los que tratan de particular historia, porque ésta dize del cavallero qual fue, y el libro que con razón se dize de cavallerías pinta al cavallero qual deve ser, y si estas dos cosas quisiéssemos procurar en un subjecto, ninguno se hallaría como el que tenemos entre manos. Aviendo de tratar del Invicto Bernardo del Carpio cuyos hechos fueron de manera, que quando las historias se ocuparan en esso, huviera poca necessidad de fingir otras cavallerías.» («A... Diego Fernando de Alarcón» y «Al Benigno Lector», páginas preliminares sin numerar.)

La obra de Alonso no fue mucho mejor que los libros de caballerías. Declaró que se había basado en la crónica de «Turpín de Rana, el qual yo llevo / Por norte principal, y por mi guía» (fol. 79v).



 

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Williard F. King, Prosa novelística y academias literarias en el siglo XVII, Anejo 10 del Boletín de la Real Academia Española (Madrid, 1963), pág. 46; Ellen D. Lokos, The Solitary Journey. Cervantes's «Voyage to Parnassus» (New York: Lang, 1991), págs. 106-107. Una «Oda al Conde de Saldaña» fue publicada por Aribau en Obras de Cervantes, [I], Biblioteca de Autores Españoles, 1 (1846; reimpreso en Madrid: Atlas, 1944), 712-713; James Fitzmaurice-Kelly calificó esta atribución de «punto de controversia» (Reseña documentada, pág. 209, nota 521), y Astrana la atacó (V, 553). Acerca de Saldaña, véase Astrana, VI, 13, nota 1, Gareth A. Davies, «Luis Vélez de Guevara and Court Life», en Antigüedad y actualidad de Luis Vélez de Guevara, Purdue University Monographs in Romance Languages, 10 (Amsterdam-Philadelphia: John Benjamins, 1983), págs. 20-38 y A Poet at Court. Antonio Hurtado de Mendoza (1586-1644) (Oxford: Dolphin, 1971), págs. 18-23, y Joaquín de Entrambasaguas, «Un olvidado poema de Luis Vélez de Guevara», Revista de Bibliografía Nacional, 2 (1941), 91-176.



 

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Ya que en el establecimiento de las fechas de las obras de teatro de Cervantes cada cual tira por donde le parece, arriesgaré mi propio comentario. Ya que ninguna de sus comedias acusa la influencia de López Pinciano -no tienen ningún simple, por ejemplo, cuya relevancia se menciona en el capítulo 4- y ya que no reflejan sus ideas sobre el teatro expresadas en el capítulo 48 de la Primera Parte, y a la vista de su tratamiento en Viaje del Parnaso, IV, deben de ser, con sólo unas pocas excepciones posibles, anteriores a 1605. También apoya esta postura el consenso de todo el mundo (a excepción de Cervantes) de que son sus obras más mediocres; si la mejor es La Numancia, e indiscutiblemente es de las primeras, ¿cómo podemos decir que sus obras más mediocres son las posteriores?

Hay dos pruebas opuestas, aparte del estudio de los textos de las obras, que han proporcionado estos resultados desconcertantes. (Véase el comentario de Bruce Wardropper en «Comedias», pág. 152, y la lista de fechas propuestas por Jean Canavaggio que se ha incluido en Cervantès. Un théâtre à naître [Paris: Presses Universitaires de France, 1977], pág. 19.) La primera es que en Adjunta al Parnaso, 124, 29, Cervantes dijo que tenía seis comedias y seis entremeses, mientras que un año más tarde publicó ocho entremeses y ocho comedias. Que yo sepa, nadie interpreta que escribió dos obras de cada uno de estos géneros durante aquel año; según Rodríguez Marín, «para formar y abultar su libro arregló o terminó dos comedias y dos entremeses que tendría a medio escribir, quitados del telar desde hacía mucho tiempo» (pág. 416 de su edición del Parnaso [Madrid, 1935]). (Es una extraña coincidencia el que el número de obras de teatro que se comprometió por contrato a escribir en 1593, y que se cree que no escribió, fueran seis; el contrato puede encontrarse en Astrana, V, 29-31, Fitzmaurice-Kelly, págs. 107-108, nota 295 y José María Asensio y Toledo, Nuevos documentos para ilustrar la vida de Miguel de Cervantes Saavedra [Sevilla, 1864], págs. 26-29.)

La segunda prueba es «El engaño a los ojos», un título mencionado en el prólogo de las Ocho comedias. Al parecer nunca fue concluido, lo cual revela claramente los intereses de Cervantes en 1615 y 1616. Astrana (VII, 302, nota 1) ha sugerido sutilmente que el título no era de una comedia que Cervantes estaba escribiendo o quería escribir, sino un ataque al estilo de vida de Lope, que Cervantes ya había atacado en su irónica referencia a la «ocupación continua y virtuosa» de Lope en el prólogo de la segunda parte de Don Quijote. La interpretación de Astrana estaría bien fundamentada. La inspiración del título «El engaño a los ojos» parece ser el reto, en el prólogo de las Comedias, a la habilidad de Cervantes por parte del «autor» descrito allí como «escrupuloso» (véase Don Quijote, III, 70, 10-12), «maldiciente», pero dotado de un «ingenio» que oscurecía el de Cervantes: indudablemente la persona aludida es Lope.



 

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No está claro cuánto se escribió del poema de Barahona, además de la primera parte publicada. Véase la discusión de Lara Garrido en su edición, págs. 567-568.



 

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Las obras de Cervantes están llenas de referencias a poetas y poesías deficientes: Don Quijote, I, 320, 33-321, 11 (es significativo el hecho de que Don Quijote no escribiera su carta en verso); III, 78, 31-79, 2; III, 204, 31-207, 25; IV, 13, 18-15, 7; IV, 201, 11-14; El rufián dichoso, II, 12, 28-14, 32; «Rinconete y Cortadillo», I, 288, 1-6; «El licenciado Vidriera», II, 92, 18-95, 1; «Coloquio de los perros», III, 242, 15-243, 14; el Parnaso y Adjunta.



 

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Una Estoria de Bernaldo, seguramente una obra latina en prosa, existió en el siglo XIII, pero se perdió, probablemente antes del fin de la Edad Media. Véase el artículo de Entwistle citado en la nota 166, supra.



 

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Hay una evidente implicación autobiográfica en la declaración del canónigo que la lectura de «valerosos hechos puede entretener, enseñar, deleitar y admirar a los más altos ingenios que los leyeren» (II, 363, 24-27).



 
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