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Todo el mundo está de acuerdo en que las Novelas ejemplares fueron escritas intermitentemente durante un período de tiempo bastante largo, y las pruebas de que Persiles y las dos partes de Don Quijote se escribieron de esta forma son convincentes. Por el prólogo de las Ocho comedias y ocho entremeses sabemos que Cervantes guardaba sus manuscritos en un cofre. (Se encontraron varios cofres y arcas en el inventario de los enseres de su novia, publicado por León Máinez, Cervantes y su época, págs. 241-244, y por Astrana, VII, 687-688; León dice que fue publicado por primera vez en la biografía de Juan Antonio Pellicer [Madrid, 1798].)



 

201

He encontrado referencias a «historias y libros» en el prólogo del Espejo de príncipes y cavalleros, I, 13, 16, y en el de Sumario de la natural y general historia de las Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo (1526; reimpreso en Madrid: Espasa-Calpe, 1978), fol. a2r.



 

202

Rodríguez Marín, Nuevos documentos cervantinos, en sus Estudios cervantinos, pág. 332.



 

203

Véase «libro» en el Manual del librero hispanoamericano de Antonio Palau y Dulcet (Barcelona: Palau, 1948-1977). También era frecuentísimo el término libro en los títulos medievales: Libro de Alexandre, Libro de los castigos e documentos, etc.



 

204

Véanse los comentarios y referencias de Márquez, Fuentes literarias cervantinas, págs. 189-191, para críticas de Guevara.



 

205

Alejo Venegas del Busto, antecesor de López de Hoyos como profesor del Estudio de Madrid, identificó la obra de Apuleyo con las fábulas milesias, e indicó que los libros de caballerías, que también utilizaban magia, viajes y relaciones ilícitas entre los dos sexos, eran sus equivalentes contemporáneos. Véase mi introducción a la reimpresión de la Primera parte de las Diferencias de libros que ay en el universo de Venegas (Barcelona: Puvill, 1983), págs. 27-30; también «An Early Censor: Alejo Venegas», pág. 240.



 

206

Véase mi «Pseudo-Historicity».



 

207

Los ejemplos evidentes son el protagonista, en cuya biblioteca los libros de caballerías no están con la «poesía» o literatura (I, 102, 8-9), y Juan Palomeque (II, 86, 7-19). Hay indicios de que otros personajes secundarios de la Primera Parte que leen los libros, pero hablan de ellos sin darse cuenta de su falsedad ni criticarlos, también los consideraban verídicos. Como señala el canónigo, es el «vulgo ignorante» que llega a «tener por verdaderas tantas necedades como contienen» (II, 362, 27-29). Ya mencioné en el capítulo I que había cierta preocupación de que los indios del Nuevo Mundo no pudieran distinguir entre los hechos ficticios de los libros de caballerías y la doctrina de libros más serios.



 

208

III, 68, 20-24; posiblemente también una implicación de II, 362, 19.



 

209

A pesar del sentido original de Gaula (véase Edwin Place, «Amadis of Gaul, Wales, or What?», Hispanic Review, 23 [1955], 99-107), en la España del Siglo de Oro significaba «Francia».



 
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