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También lo hace antes de la batalla con Tosilos (IV, 212, 32-213, 2), antes, con el Caballero de la Blanca Luna (IV, 317, 16-19), y antes de entrar en batalla con el Caballero de los Espejos, dice que ganará «si Dios, si mi señora y mi braço me valen» (III, 183, 7-8).



 

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Anticipado en el propio comentario de Don Quijote a su sobrina, que el caballero andante tiene que enfrentarse a peligros increíbles «con gentil continente y con intrépido coraçón» (III, 92, 17-18).



 

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«No se mueve la hoja sin la voluntad de Dios» («Rinconete y Cortadillo», I, 316, 30-31); «no acaso, como parecía, sino con particular providencia del cielo, se avían todos juntado en lugar donde menos ninguno pensava» (II, 174, 5-8). Del mismo modo, «por una de dos causas vienen los que parecen males a las gentes: a los malos, por castigo, y a los buenos, por mejora» (Persiles, I, 309, 16-18).



 

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Naturalmente, el mismo problema existe con Sancho. Si me centro en Don Quijote es porque se ha estudiado mucho más a Sancho, y porque el problema de la actitud adecuada con respecto a Don Quijote es más fundamental.



 

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Bruno Damiani, «Caridad en Don Quijote», Anales Cervantinos, 18 (1979-1980), 67-85. «Miguel de Cervantes es tan tolerante e indulgente con las debilidades del individuo como Quevedo sancionador», es el resumen de George A. Shipley («Lazarillo de Tormes Was Not a Hardworking, Clean-Living Water Carrier», en Hispanic Studies in Honor of Alan D. Deyermond. A North American Tribute, ed. John S. Miletich [Madison: Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1986], págs. 247-255, en la pág. 251).



 

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Puede deducirse que Cervantes era un patriota cristiano por su orgullo por haber participado en la batalla de Lepanto (III, 27, 19-28, 5), por su posterior trabajo para el rey como comisario y recaudador y por las declaraciones que hicieron sobre él muchos testigos cuando solicitó un cargo a la Corona. Para éstas, Pedro Torres Lanzas, ed., «Información de Miguel de Cervantes de lo que ha servido a S.M. y de lo que ha hecho estando captivo en Argel...», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 3.ª época, 12 (1905), 345-397. Esta edición, en opinión de Astrana Marín «incorrectamente leída, mal puntuada y peor dispuesta tipográficamente» y con «muchos errores de impresión» III, 105, nota 1), fue reimpresa (sin confesarlo) en Madrid, Ed. El Árbol, 1981. Una parte del documento, transcrita de nuevo por Mario Gómez Moriana y con evidentes errores de impresión, fue publicada como «Curriculum Vitae Miguel de Cervantes Saavedra» en el tomo Autobiography in Early Modern Spain, ed. Nicholas Spadaccini and Jenaro Taléns (Minneapolis: Prisma Institute, 1988), págs. 249-264.

No hay nada que estimule más el patriotismo que el estar ausente de la patria (véanse los comentarios de Ricote, IV, 193, 12-27), y más aún si la residencia en el extranjero es una cárcel. El encarcelamiento fue la experiencia central de la vida de Cervantes (véase mi «¿Por qué volvió Cervantes de Argel?», Actas del Primer Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas, en prensa, y bibliografía citada allí.)



 

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Don Quijote relaciona la caballería y los intereses nacionales sólo una vez, en un discurso muy burlesco (III, 36, 29-39, 32); no hace caso de la sugerencia de Sancho de que encuentre a un soberano a quien servir (I, 289, 7-27).



 

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«Don Quixote no tuv[o] privilegio del cielo para detener el curso de la suya [vida]» (IV, 396, 7-9); en el prólogo de la Segunda Parte, «como si huviera sido en mi mano aver detenido el tiempo que no passasse por mí» (III, 27, 17-19). En 1597, cuando estaba encarcelado en la Cárcel Real de Sevilla y estaba «engendrando» Don Quijote (véase el capítulo 1, nota 118), la edad de Cervantes habría sido la misma que la de Don Quijote: «fris[ando]... con los cinquenta años» (I, 50, 1-2).



 

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Sancho dice acerca de su amo que «para todo tiene abilidad» (I, 383, 16-17). Estaba «admirado de lo que sabía, pareciéndole que no devía de aver historia en el mundo, ni sucesso que no lo tuviesse cifrado en la uña y clavado en la memoria» (IV, 228, 23-27; también III, 276, 23-27). El mismo Don Quijote dice que «de todo sabían y han de saber los cavalleros andantes» (I, 245, 13-14); «[la caballería andante] es una ciencia... que encierra en sí todas o las más ciencias del mundo» (III, 229, 12-230, 17). Estas afirmaciones de Don Quijote acerca de los amplios conocimientos que necesitaban los caballeros andantes son muy similares a la declaración de Cide Hamete que tiene «habilidad, suficiencia y entendimiento para tratar del universo todo» (IV, 65, 12-13), la afirmación del canónigo acerca de la variedad de conocimientos que el autor de un libro de caballerías puede mostrar por él (II, 343, 23-345, 7, especialmente 344, 13-17), la comparación que establece Don Quijote entre «la poesía» y «una donzella... a quien tienen cuidado de enriquezer, pulir y adornar... todas las otras ciencias, y ella se ha de servir de todas, y todas se han de autorizar con ella» (III, 205, 25-31; también «El licenciado Vidriera», II, 92, 26-29 y Parnaso, 57, 19-60, 3), y lo que dice Cenotia acerca de los conocimientos de magas y encantadoras (Persiles, I, 216, 15-26). En primera persona, Cervantes dijo en el prólogo de la Primera Parte que era «poltrón y perezoso de andarme buscando autores que digan lo que yo me sé dezir sin ellos» (I, 32, 17-19).



 

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Acerca de Cervantes, véase Rodríguez Marín, Nuevos documentos cervantinos, en sus Estudios Cervantinos, pág. 333; obsérvese que un testigo llamó al padre de Cervantes «hidalgo de solar conocido» (pág. 228), el mismo término que Cervantes utiliza para sí mismo en I, 295, 3.



 
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