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Incluso entre los primeros lectores de la Primera Parte, algunos encontraron al protagonista «loco, pero gracioso»; otros, «valiente, pero desgraciado»; otros, «cortés, pero impertinente» (III, 57, 1-3). En la afirmación del prólogo citada al principio del capítulo 1, el anónimo amigo de Cervantes califica su descripción del libro como «invectiva contra los libros de cavallerías» con la frase «si bien caigo en la cuenta», que podría dar a entender que incluso entonces había dudas acerca de qué clase de libro es Don Quijote.

Se encuentran con bastante asiduidad comentarios favorables a Don Quijote o críticas por lo menos moderadas. El primer escritor italiano que menciona la obra de Cervantes presenta a Don Quijote muy favorablemente (Tassoni, en una obra de teatro de 1615; véase Quilter, pág. 273). El traductor alemán Christian Thomasius consideró a Don Quijote en 1683 «símbolo de un idealismo confuso... [que], en asuntos que no están relacionados con su obsesión particular, tiene opiniones muy razonables» (Lienhard Bergel, «Cervantes in Germany», en Cervantes Across the Centuries, ed. Ángel Flores y M. J. Benardete [New York: Dryden Press, 1947], págs. 305-342, en la pág. 308); en el extracto del prólogo de esta traducción reproducido por Rius (III, 190-191), encontramos que «sería injusticia si sólo se la considerase como una obra meramente chistosa». Dos escritores alemanes del siglo XVIII también tienen interpretaciones notablemente «blandas». Bodmer, «en lugar de condenar a Don Quijote por sacrificar sus habilidades racionales a sus inclinaciones irracionales y por supeditar su razón a sus sentimientos,... proclama... que "la imaginación y los sentimientos tienen su propia lógica" y tienen igual valor que la razón». Por una imitación a Cervantes de Johann Karl Wezel, podemos concluir que Wezel comprendía a Don Quijote y estaba de su lado; hace que su protagonista «sufra y sea aniquilado por el choque entre lo ideal y la realidad» (Bergel, págs. 312-313).

En Inglaterra, Lennox, Steele, Smollett, Windham y Fielding vieron a Don Quijote como algo más que un loco (Susan Staves, «Don Quixote in Eighteenth-Century England», Comparative Literature, 24 [1972], 193-215). John Bowle, aunque consideró el libro una «composición de ingenio, genio y humor» (A Letter to Dr. Percy, pág. 47), fue al parecer el primero que le aplicó el término «ironía»: «¡Qué poco a la altura de las circunstancias debe de estar Wilmot (aparentemente un seudónimo) al traducir Don Quijote, pues atribuye irrisorios diálogos y ocurrencias al divino original, en lugar de (lo cual por todas partes se encuentra) grave y seria ironía, que el autor con un arte especial ha hecho vehículo de moralidad y de útil instrucción para la conducta humana!» (De una carta a Thomas Percy, 31 de marzo de 1774, publicada en Bowle y Percy, Cervantine Correspondence, ed. Daniel Eisenberg, Exeter Hispanic Texts, 40 [Exeter: University of Exeter, 1987], pág. 34. Bowles alude a un prospecto que anuncia la publicación en fascículos de la traducción de Wilmot, prospecto que reproduje, de su ejemplar, en Journal of Hispanic Philology, 9 [1985 (1986)], 184-185.)

Samuel Johnson, que se oponía enérgicamente a los prerrománticos (por ejemplo, Macpherson; «decir que no tenía inclinaciones románticas es quedarse corto», dice Knowles, «Cervantes and English Literature», pág. 281), hace un comentario favorable acerca de la universalidad de Don Quijote, y usa por primera vez el término «lástima» en relación con él (Knowles, pág. 281; también citado por Close, Romantic Approach, pág. 12, y John J. Allen, Hero or Fool? [Part I], págs. 4-5, que tiene citas parecidas de otros autores ingleses del siglo XVIII). Johnson también leyó libros de caballerías españoles: Felixmarte de Hircania, Palmerín de Inglaterra y Belianís de Grecia (Thomas, págs. 224-225), de lo que se concluye que Johnson percibió que Cervantes atacaba solamente la mala literatura caballeresca, no toda.



 

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Aparentemente se reservaba la lectura y el estudio atento para la poesía; la ficción en prosa no se leía con atención. Los lectores de las Novelas ejemplares, exceptuando los autores de las aprobaciones, no mencionan la ejemplaridad de la obra. (Véanse los ejemplos recogidos por Adolfo Bonilla y San Martín, «¿Qué pensaron de Cervantes sus contemporáneos?», en Cervantes y su obra [Madrid: Francisco Beltrán, 1916], págs. 165-184, en las págs. 170-171; la descripción de las Novelas como «atalayas de la vida humana» por Bartolomé de Góngora en El corregidor sagaz, citado por Amezúa, Cervantes, creador, I, 619, es según Lohmann, editor moderno de Góngora, una lectura equivocada; compárese la fuente de Amezúa, Bartolomé José Gallardo, Ensayo de una biblioteca de libros raros y curiosos [Madrid, 1863-1869], IV, columna 1208, con la edición de Lohmann, pág. 136.) El rechazo de Avellaneda, en su prólogo, es apoyada por la siguiente sorprendente afirmación de Jerónimo de Barrionuevo, descrito como «un contemporáneo culto»: «la novela de Preciosa la Gitanilla, tan alabada[,] de Cervantes, con quien sólo trata de divertir al lector» (citado por Maxime Chevalier, Lectura y lectores en la España de los siglos XVI y XVII [Madrid: Turner, 1976], pág. 51).

El caso mejor documentado de una interpretación del Siglo de Oro de una obra en prosa que no sea de Cervantes es el del Lazarillo de Tormes. Aparentemente ningún lector contemporáneo consideró la obra como algo más que una «obra de burlas». La mayoría vieron a Lazarillo como el mozo del ciego, y nada más; pasaron por alto el anticlericalismo de la obra (Chevalier, Lectura y lectores, págs. 180-192).



 

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Véase «Dureza de las costumbres de antaño», Apéndice XX de la «nueva edición crítica» de Rodríguez Marín (IX, 268-275), para una visión de los valores que han cambiado desde la época de Cervantes.



 

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En el capítulo 4 se ha señalado que se presentan como personajes similares. Pero que son de carácter opuesto es aún más evidente, y a menudo se señala de forma explícita (para citas textuales véase Flores, Sancho Panza, Apéndice 11). He compilado la siguiente lista de maneras en que se oponen, en tiempos distintos (pues los pares son contradictorios). Se marcan con asterisco los casos en los que se sabe o puede deducirse que Cervantes tenía en mayor estima a uno del par.

DON QUIJOTE SANCHO
*hidalgo plebeyo
*caballero escudero
*monta a caballo monta un asno
«seco de carnes, enjuto de rostro»; «las piernas eran muy largas y flacas» (I, 50, 3; II, 150, 15-16; III, 175, 23-25) «la barriga grande, el talle corto» (I, 132, 6-7)
*líder seguidor
*acciones palabras
*valiente cobarde
*quiere la fama quiere dinero
*generoso codicioso
*quiere mejorar su país si fuera rey, vendería a sus súbditos (II, 41, 20-25)
*«no tiene nada de vellaco» (III, 168, 14) «tengo mis ciertos asomos de vellaco» (III, 113, 32-114, 1)
*«memoria... grande» (III, 259, 10) «memoria... tan mala, que muchas vezes se me olvida cómo me llamo» (I, 367, 14-16)
*«la Iglesia, a quien respeto y adoro como católico y fiel christiano que soy» (I, 258, 5-6) «siempre creo, firme y verdaderamente, en... todo aquello que tiene y cree la santa Iglesia Católica Romana» (III, 114, 4-6)
*no es anti-semita «enemigo mortal... de los judíos» (III, 114, 7)
duerme con dificultad («las ociosas plumas... jamás dieron gusto a don Quijote», IV, 363, 32-364, 2) *duerme con facilidad («naciste para dormir», I, 266, 3; IV, 348, 9)
militarista *pacifista
poco práctico *práctico
fantasía, alucinaciones *realidad
temerario *prudente
vanidoso *modesto
indiferente a su caballo amigo de su asno (I, 496; III, 419, 4-6; III, 423, 24-30; IV, 201, 7-14)
*discreto necio
*esmerado en el lenguaje «prevaricador del buen lenguaje» (III, 244, 15)
*culto analfabeto
erudición sabiduría natural
conoce historias conoce refranes
*propenso a perdonar recuerda las ofensas
*idealista cínico
*ascético sensual
*espíritu cuerpo
*célibe adúltero
soltero casado
sin hijos dos hijos
*amor lujuria
*verdad mentiras
fe lógica
*cristiano nuevo cristiano viejo
*admirable risible


 

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«Solos los dos somos para en uno» (IV, 405, 15-16). Se describe el matrimonio con palabras casi idénticas: Quiteria y Camacho eran «ambos para en uno» (III, 239, 28); «Dios dixo: "... Serán dos en una carne misma"» (II, 107, 11-13); «queden [estos niños] para en uno, como lo manda la santa iglesia nuestra madre» (Persiles, II, 82, 30-32).



 

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Muchos cervantistas deben de tener un sentimiento muy parecido al expresado por el matemático en el «Coloquio de los perros»: «Veinte y dos años ha que ando tras hallar el punto fixo, y aquí lo dexo y allí lo tomo, y pareciéndome que ya lo he hallado, y que no se me puede escapar en ninguna manera, quando no me cato, me hallo tan lexos dél, que me admiro» (III, 244, 10-15).



 

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Sobre la paradoja en Don Quijote, véase el artículo de Presberg (capítulo 5, nota 565) y Martín, Burlesque Sonnets, págs. 78-80.



 

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Considerando el aspecto religioso de la paradoja, que se discutirá dentro de poco, esto puede ser una alusión a Moisés, quien según la tradición judeo-cristiana bíblica escribió el relato de su propia muerte que se encuentra en el Deuteronomio.



 

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Ésta es la clásica paradoja de Epiménedes (Hofstadter, pág. 17). Joseph Jones ha estudiado los caminos por los que podía haber llegado a Cervantes en «The Liar Paradox in Don Quijote II, 51», Hispanic Review, 54 (1986), 183-193.



 

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Capítulo analizado por Rafael Lapesa, «Comentario al capítulo 5 de la Segunda Parte del Quijote», en Actas del Tercer Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas (Barcelona: Anthropos, en coedición con el Ministerio de Asuntos Exteriores, Madrid, 1993), págs. 11-21.



 
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