Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice


320

El mero hecho de que Cervantes, aproximadamente diez años más tarde, hiciera que su protagonista testara y muriera en la cama, no significa que considerara estas actividades apropiadas para un protagonista de un libro de caballerías. Alonso Quijano es un caballero rural, que juega a ser caballero andante. Asimismo, el deseo de Cervantes de anticiparse a otras continuaciones es suficiente para explicar esta ruptura con la práctica caballeresca.



 

321

I, 142, 13-143, 18; I, 167, 3-6; I, 199, 18-200, 1; III, 91, 17-92, 8; III, 222, 7-223, 13; III, 390, 9-14.



 

322

Para una discusión más amplia de los aspectos anticaballerescos y no caballerescos de Tirant, véase la tesis de Ellis citada en la nota 314.



 

323

Los finales inadecuados de los libros de caballerías son parodiados al final del capítulo 8 de la Primera Parte. Para su discusión véase Romances of Chivalry in the Spanish Golden Age, págs. 127-128, y para la oposición de Cervantes a la estructura abierta de los libros de caballerías, infra, el último párrafo del capítulo IV.



 

324

IV, 10, 27-29; también III, 200, 15-19; y II, 353, 17-18.



 

325

II, 370, 22-371, 19; III, 92, 9-20; III, 402, 28-403, 11.



 

326

«Nos cuentan el padre, la madre, la patria, los parientes, la edad, el lugar y las hazañas» (II, 370, 14-16). Compárese la conversación de Don Quijote con Vivaldo acerca de Dulcinea, I, 173, 15-174, 27, o su fantasía de una aventura caballeresca, II, 372, 8-373, 24.



 

327

Los detalles innecesarios son una preocupación constante en Don Quijote. La inquietud de Cide Hamete por los «átomos» (IV, 22, 13; IV, 140, 8; compárese III, 70, 12) y «cosas mínimas y rateras» (I, 210, 3-5; adaptado), tan distintas de la práctica de «los historiadores graves», que dejan lo que es irónicamente llamado «lo más sustancial de la obra» (I, 210, 6-11), ni siquiera tiene la aprobación del «traductor», que lo abrevia y llama estos detalles «menudencias» (III, 226, 13-18). En la primera de sus dos historias (I, 266, 18-269, 30), Sancho se mete en tantos detalles que no la termina, aunque los detalles de su segunda historia (III, 384, 10-386, 14) le dan una apariencia de veracidad, según el distorsionado juicio de su amo: «Tú das tantos testigos, Sancho, y tantas señas, que no puedo dexar de dezir que deves de dezir verdad» (III, 384, 26-28). El exagerado énfasis de Sancho en los detalles (que también se ve en III, 63, 1-7 y III, 63, 29-64, 2), recae sobre él, muy a disgusto suyo, con Pedro Recio de Agüero (IV, 99, 19-24) y el labrador de Miguel Turra (IV, 104, 18-106, 31).

Cervantes admitió, y quiso enseñar a sus lectores, que la verdad en una historia, aun siendo necesario incluir elementos embarazosos o poco ejemplares que el poeta puede omitir (III, 64, 8-30; III, 112, 30-113, 18; compárese I, 278, 3-5), no significa incluirlo todo. Hay que incluir los detalles sólo cuando son pertinentes (I, 335, 24-32; II, 382, 25-28; III, 133, 10-16; III, 288, 20-289, 6; Persiles, II, 100, 9-14). Acerca de este tema, véase Alan S. Trueblood, «Sobre la selección artística en el Quijote, "... lo que ha dejado de escribir" (II, 44)», Nueva Revista de Filología Hispánica, 10 (1956), 44-50.



 

328

El amigo termina sus consejos con un resumen: «en efecto, llevad la mira puesta a derribar la máquina mal fundada destos cavallerescos libros» (I, 38, 3-5); no es ninguna distorsión ver que todos sus consejos se encaminan a este fin.

Francisco Vindel (Cervantes, Robles y Juan de la Cuesta [Madrid: sin editor, 1934]) ha identificado al amigo descrito como el editor de Cervantes, el librero Francisco de Robles, basándose en la amistad de Cervantes con la familia Robles (de la que hay algunas pruebas, aunque no contundentes), y en la afirmación de su amigo que llenará «cuatro pliegos» al final del libro, una afirmación, sostiene Vindel, que sólo el editor del libro tendría la libertad de hacer. Yo añadiría a esta plausible sugerencia que el amigo es calificado de «bien entendido» (I, 30, 30). No sólo sabe latín, sabe mucho de libros, y puede añadir «anotaciones y acotaciones» al de Cervantes (I, 36, 10-11). El amigo menciona un gran número de ellos, señalando uno después de otro («ahí está el Obispo de Mondoñedo», I, 35, 22-23), incluyendo algunos que son más recientes que los mencionados en el propio texto, y quiere que Cervantes mencione muchos, añadiendo un «catálogo de autores» al final (I, 36, 27-28). Sabe «de coro» una historia de ladrones (I, 35, 22-23), lo cual sugiere que es un librero, y dice que encontrará otro libro «en vuestra casa» (I, 36, 4). Alguien que estuviera a punto de publicar a Cervantes, que en aquella época no era muy conocido, lógicamente demostraría la confianza que el amigo muestra («siempre os he tenido por discreto y prudente», I, 32, 29-30), y al mismo tiempo, sin embargo, podría ofrecerle consejos que le ayudaran a pulir su obra. No quiere ver a Cervantes «dexar de sacar a la luz del mundo la historia de vuestro famoso don Quixote» (I, 33, 12-13), y parece aludir a otros proyectos literarios de Cervantes («un ingenio tan maduro como el vuestro, y tan hecho a romper y atropellar por otras dificultades mayores», I, 33, 3-5). Incluso el ataque apenas disimulado a la superficial erudición de Lope concuerda con la identificación del amigo con Robles; Lope era publicado por la competencia. Además, un librero bien podría haber sido amigo de un bibliófilo como Cervantes.



 

329

I, 37, 15-18; del mismo modo, II, 349, 26-28.



 
Indice