Scena I
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Interlocutores:
CIPIÓN,
JUGURTA y
GAYO MARIO.
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CIPIÓN | En forma estoy contento en mirar cómo | | corresponde a mi gusto la ventura, | | y esta libre nación soberbia domo | | sin fuerzas, solamente con cordura. | | En viendo la ocasión, luego la tomo, | 5 | porque sé cuánto corre y se apresura; | | y si se pasa, en cosas de la guerra, | | el crédito consume y vida atierra. | | ¿Juzgábades a loco
desvarío | | tener los enemigos encerrados, | 10 | y que era mengua del romano brío | | no vencellos con modos más usados? | | Bien sé que lo habrán dicho; mas yo
fío | | que los que fueren prácticos soldados | | dirán que es de tener en mayor cuenta | 15 | la victoria que menos es sangrienta. | | ¿Qué gloria puede haber más
levantada | | en las cosas de guerra que aquí digo, | | que, sin quitar de su lugar la espada, | | vencer y sujetar al enemigo? | 20 | Que, cuando la victoria es granjeada | | con la sangre vertida del amigo, | | el gusto mengua que causar pudiera | | la que sin sangre tal ganada fuera. | |
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(Aquí ha de sonar una trompeta desde el
muro de Numancia.)
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QUINTO FABIO | Oye, señor, que de Numancia suena | 25 | el son de una trompeta, y me asiguro | | que decirte algo desde allá se ordena, | | pues el salir de acá lo estorba el muro. | | Corabino se ha puesto en una almena, | | y una señal ha hecho de seguro; | 30 | lleguémonos más cerca. |
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GAYO MARIO | No más, que dende aquí le entenderemos. | |
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(Pónese
CORABINO encima de la muralla con bandera blanca
puesta en una lanza.)
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CORABINO | ¡Romanos! ¡Ah, romanos! ¿Puede
acaso | | ser de vosotros esta voz oída? | |
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GAYOMARIO | Puesto que más la bajes y hables paso, | 35 | cualquiera tu razón será entendida. | |
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CORABINO | Decid al general que acerque el paso | | al foso, porque viene dirigida | | a él una embajada. |
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CIPIÓN | Dila presto, | | que yo soy Cipión. |
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CORABINO | Escucha el resto. | 40 | Dice Numancia, general prudente, | | que consideres bien que ha muchos años | | que entre la nuestra y tu romana gente | | duran los males de la guerra estraños; | | y que, por evitar que no se aumente | 45 | la dura pestilencia destos daños, | | quiere, si tú quisieres, acaballa | | con una breve y singular batalla. | | Un soldado se ofrece de los nuestros | | a combatir, cerrado en estacada, | 50 | con cualquiera esforzado de los vuestros, | | por acabar contienda tan pesada; | | y si los hados fueren tan siniestros, | | que el uno quede sin la vida amada, | | si fuere el nuestro, darse ha la tierra; | 55 | si el tuyo fuere, acábese la guerra. | | Y, por seguridad deste concierto, | | daremos a tu gusto los rehenes. | | Bien sé que en él vendrás, porque
estás cierto | | de los soldados que a tu cargo tienes, | 60 | y sabes que el menor, en campo abierto, | | hará sudar el pecho, el rostro y sienes | | al más aventajado de Numancia: | | ansí que, está sigura tu ganancia. | | Porque a la ejecución se venga luego, | 65 | |
-fol. 14v-
| respóndeme, señor, si estás en ello. | |
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CIPIÓN | Donaire es lo que dices, risa, juego, | | y loco el que pensase de hacello. | | Usad el medio del humilde ruego, | | si queréis que se escape vuestro cuello | 70 | de probar el rigor y filos diestros | | del romano cuchillo y brazos nuestros. | | La fiera que en la jaula está encerrada | | por su selvatiquez y fuerza dura, | | si puede allí con maña ser domada | 75 | y con el tiempo y medios de cordura, | | quien la dejase ir libre y desatada | | daría grandes muestras de locura. | | Bestias sois, y por tales, encerrados | | os tengo donde habéis de ser domados. | 80 | Mía será Numancia, a pesar
vuestro, | | sin que me cueste un mínimo soldado, | | y el que tenéis vosotros por más diestro | | rompa por ese foso trincheado; | | y si en esto os parece que yo muestro | 85 | un poco mi valor acobardado, | | el viento lleve agora esta vergüenza, | | y vuélvale la fama cuando os venza. | |
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(Vanse
CIPIÓN y los suyos.)
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CORABINO | ¿No escuchas más, cobarde? ¿Ya
te escondes? | | ¿Enfádate la igual justa batalla? | 90 | Mal con tu nombradía correspondes, | | mal podrás deste modo sustentalla; | | en fin, como cobarde me respondes. | | ¡Cobardes sois, romanos, vil canalla, | | en vuestra muchedumbre confiados, | 95 | y no en los diestros brazos levantados! | | ¡Pérfidos, desleales, fementidos, | | crueles, revoltosos y tiranos; | | ingratos, codiciosos, malnacidos, | | pertinaces, feroces y villanos; | 100 | adúlteros, infames, conocidos | | por de industriosas, mas cobardes manos!, | | ¿qué gloria alcanzaréis en darnos
muerte | | teniéndonos atados desta suerte? | | En cerrado escuadrón, o manga suelta, | 105 | en la campaña rasa, do no pueda | | estorbar la mortal fiera revuelta | | el ancho foso y muro que la veda, | | fuere bien que, sin dar el pie la vuelta | | y sin tener jamás la espada queda, | 110 | ese ejército mucho, bravo, vuestro | | se viera con el poco, flaco, nuestro. | | Mas, como siempre estáis acostumbrados | | a vencer con ventajas y con mañas, | | estos conciertos, en valor fundados, | 115 | no los admiten bien vuestras marañas. | | ¡Liebres en pieles fieras disfrazados, | | load y engrandeced vuestras hazañas; | | que espero en el gran Júpiter de veros | | sujetos a Numancia y a sus fueros! | 120 |
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(Bájase, y torna a salir luego con todos
los numantinos que salieron en el principio de la segunda jornada, excepto
MARQUINO, que se arrojó en la sepultura, y sale
también
MORANDRO.)
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TEÓGENES | En términos nos tiene nuestra suerte, | | dulces amigos, que será ventura | | acabar nuestros daños con la muerte. | | Por nuestro mal, por nuestra desventura, | | vistes del sacrificio el triste agüero, | 125 | y a Marquino tragar la sepultura. | | El desafío no ha importado un cero; | | de intentar qué nos queda no lo siento, | | si no es acelerar el fin postrero. | | Esta noche se muestre el ardimiento | 130 | del numantino acelerado pecho, | | y póngase por obra nuestro intento: | | el enemigo muro sea deshecho; | | salgamos a morir a la campaña, | | y no, como cobardes, en estrecho. | 135 | Bien sé que sólo sirve esta
hazaña | | de que a nuestro morir se mude el modo; | | que con ella la muerte se acompaña. | |
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CORABINO | Con ese parecer yo me acomodo: | | morir quiero rompiendo el fuerte muro, | 140 | y deshacelle por mi mano todo; | | mas tiéneme una cosa mal seguro: | | que si nuestras mujeres saben esto, | | |
-fol. 15r-
| de que no haremos nada os aseguro. | | Cuando otra vez tuvimos presupuesto | 145 | de salir y dejallas, cada uno | | fiado en su caballo y brazo diestro, | | ellas, que el trato a ellas importuno | | supieron, al momento nos robaron | | los frenos, sin dejarnos sólo uno. | 150 | Entonces el salir nos estorbaron, | | y ansí lo harán agora fácilmente | | si las lágrimas muestran que mostraron. | |
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MORANDRO | Nuestro designio a todas es patente; | | todas lo saben; ya no queda alguna | 155 | que no se queja dello amargamente, | | y dicen que en la buena o ruin fortuna | | quieren, en vida y muerte, acompañarnos, | | aunque su compañía es importuna. | |
(Aquí entran cuatro o más
mujeres de Numancia, y con ellas
LIRA. Las mujeres traen unas figuras de niños
en los brazos, y otros de las manos, excepto
LIRA, que no trae ninguno.)
| Veislas aquí do vienen a rogaros, | 160 | no la dejéis en tantos embarazos; | | aunque seáis de acero, han de ablandaros. | | Los tiernos hijos vuestros en los brazos | | las tristes traen; ¿no veis con qué
señales | | de amor les dan los últimos abrazos? | 165 |
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PRIMERO | Dulces señores nuestros, si en los males | | hasta aquí de Numancia padecidos, | | que son menores los que son mortales, | | y en los bienes también, que ya son
idos, | | siempre mostramos ser mujeres vuestras, | 170 | y vosotros también nuestros maridos, | | ¿por qué en las ocasiones tan
siniestras | | que el cielo airado agora nos ofrece, | | nos dais de aquel amor tan cortas muestras? | | Hemos sabido, y claro se parece, | 175 | que en las romanas armas arrojaros | | queréis, pues su rigor menos empece | | que no la hambre de que veis cercaros, | | de cuyas flacas manos desabridas | | por imposible tengo el escaparos. | 180 | Peleando queréis dejar las vidas, | | y dejarnos también desamparadas, | | a deshonras y muertes ofrecidas. | | Nuestro cuello ofreced a las espadas | | vuestras primero; que es mejor partido | 185 | que vernos de enemigos deshonradas. | | Yo tengo en mi intención estatuido | | que, si puedo, haré cuanto en mí fuere | | por morir do muriere mi marido. | | Y esto mesmo hará la que quisiere | 190 | mostrar que no los miedos de la muerte | | le estorban de querer a quien bien quiere, | | en buena o mala, en dulce o amarga suerte. | |
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OTRA | ¿Qué pensáis, varones
claros? | | ¿Revolvéis aun todavía | 195 | en la triste fantasía | | de dejarnos y ausentaros? | | ¿Queréis dejar por ventura | | a la romana arrogancia | | las vírgenes de Numancia | 200 | para mayor desventura? | | Y a los libres hijos nuestros | | ¿queréis esclavos dejallos? | | ¿No será mejor ahogallos | | con los propios brazos vuestros? | 205 | ¿Queréis hartar el deseo | | de la romana codicia, | | y que triunfe su injusticia | | de nuestro justo trofeo? | | ¿Serán por ajenas manos | 210 | nuestras casas derribadas? | | Y las bodas esperadas, | | ¿hanlas de gozar romanos? | | En salir hacéis error, | | que acarrea cien mil yerros, | 215 | porque dejáis sin los perros | | el ganado, y sin señor. | | Si al foso queréis salir, | | llevadnos en tal salida, | | porque tendremos por vida | 220 | a vuestros lados morir. | | No apresuréis el camino | | al morir, porque su estambre | | cuidado tiene la hambre | | de cercenarla contino. | 225 |
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OTRAS | Hijos destas tristes madres, | | ¿qué es esto? ¿Cómo no
habláis, | | y con lágrimas rogáis | | que no os dejen vuestros padres? | | |
-fol. 15v-
| Basta que la hambre insana | 230 | os acabe con dolor, | | sin esperar el rigor | | de la aspereza romana. | | Decidles que os engendraron | | libres, y libres nacisteis, | 235 | y que vuestras madres tristes | | también libres os criaron. | | Decidles que, pues la suerte | | nuestra va tan de caída, | | que, como os dieron la vida, | 240 | ansimismo os den la muerte. | | ¡Oh muros desta ciudad!, | | si podéis, hablad; decid, | | y mil veces repetid: | | «¡Numantinos, libertad!» | 245 | Los templos, las casas nuestras, | | levantadas en concordia; | | os piden misericordia, | | hijos y mujeres vuestras. | | Ablandad, claros varones, | 250 | esos pechos diamantinos, | | y mostrad, cual numantinos, | | amorosos corazones; | | que no por romper el muro | | remediáis un mal tamaño; | 255 | antes en ello está el daño | | más propincuo y más seguro. | |
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LIRA | También las tiernas doncellas | | ponen en vuestra defensa | | el remedio de su ofensa | 260 | y el alivio a sus querellas; | | no dejéis tan ricos robos | | a las codiciosas manos: | | mirad que son los romanos | | hambrientos y fieros lobos. | 265 | Desesperación notoria | | es esta que hacer queréis, | | adonde sólo hallaréis | | breve muerte y larga gloria. | | Mas, ya que salga mejor | 270 | que yo pienso esta hazaña, | | ¿qué ciudad hay en España | | que quiera daros favor? | | Mi pobre ingenio os advierte | | que si hacéis esta salida, | 275 | al enemigo dais vida | | y a toda Numancia muerte. | | De vuestro acuerdo gentil | | los romanos burlarán; | | porque, decidme: ¿qué harán | 280 | tres mil contra ochenta mil? | | Aunque estuviesen abiertos | | los muros y sin defensa, | | seríades con ofensa | | mal vengados y bien muertos. | 285 | Mejor es que la ventura | | o el daño que el cielo ordene, | | o nos salve o nos condene, | | dé la vida o sepultura. | |
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TEÓGENES | Limpiad los ojos húmidos del llanto, | 290 | mujeres tiernas, y tené entendido | | que vuestra angustia la sentimos tanto, | | que responde al amor nuestro subido; | | ora crezca el dolor, ora el quebranto | | sea, por nuestro bien, disminuido, | 295 | jamás en vida o muerte os dejaremos; | | antes, en muerte y vida os serviremos. | | Pensábamos salir al foso, ciertos | | antes de allí morir que de escaparnos, | | pues fuera quedar vivos, aunque muertos, | 300 | si muriendo pudiéramos vengarnos; | | mas, pues nuestros disignios descubiertos | | han sido, y es locura aventurarnos, | | amados hijos y mujeres nuestras, | | nuestras vidas serán, de hoy más, las
vuestras. | 305 | Sólo se ha de mirar que el enemigo | | no alcance de nosotros triunfo y gloria: | | |
-fol. 16r-
| antes ha de servir él de testigo | | que apruebe y eternice nuestra historia; | | y si todos venís en lo que digo, | 310 | mil siglos durará nuestra memoria: | | y es que no quede cosa aquí en Numancia | | de do el contrario pueda haber ganancia. | | En medio de la plaza se haga un fuego, | | en cuya ardiente llama licenciosa | 315 | nuestras riquezas todas se echen luego, | | desde la pobre a la más rica cosa; | | y esto podéis tener a dulce juego, | | cuando os declare la intención honrosa | | que se ha de efectuar, después que sea | 320 | abrasada cualquier rica presea. | | Y, para entretener por alguna hora | | la hambre, que ya roe nuestros huesos, | | haréis descuartizar luego a la hora | | esos tristes romanos que están presos, | 325 | y, sin del chico al grande hacer mejora, | | repártanse entre todos; que con esos | | será nuestra comida celebrada | | por estraña, cruel, necesitada. | | Amigos, ¿qué os parece?
¿Estáis en esto? | 330 |
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CORABINO | Digo que a mí me tiene satisfecho, | | y que a la ejecución se venga presto | | de tan estraño y tan honroso hecho. | |
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TEÓGENES | Pues yo de mi intención os diré el resto: | | después que sea lo que digo hecho, | 335 | vamos a ser ministros todos luego | | de encender el ardiente y rico fuego. | |
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MUJER PRIMERA | Nosotras desde aquí ya comenzamos | | a dar con voluntad nuestros arreos, | | y a las vuestras las vidas entregamos, | 340 | como se han entregado los deseos. | |
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LIRA | Ea, pues, caminemos; vamos, vamos, | | y abrásense en un punto los trofeos | | que pudieran hacer ricas las manos, | | y aun hartar la codicia de romanos. | 345 |
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(Vanse todos, y al salir
MORANDRO, ase a
LIRA por el brazo y detiénela.)
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MORANDRO | No vayas tan de corrida, | | Lira; déjame gozar | | del bien que me puede dar | | en la muerte alegre vida; | | deja que miren mis ojos | 350 | un rato tu hermosura, | | pues tanto mi desventura | | se entretiene en mis enojos. | | ¡Oh dulce Lira, que suenas | | contino en mi fantasía | 355 | con tan süave armonía | | que vuelve en gloria mis penas! | | ¿Qué tienes? ¿Qué
estás pensando, | | gloria de mi pensamiento? | |
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LIRA | Pienso cómo mi contento | 360 | y el tuyo se va acabando. | | Y no será su homicida | | el cerco de nuestra tierra; | | que primero que la guerra | | se me acabará la vida. | 365 |
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MORANDRO | ¿Qué dices, bien de mi alma? | |
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LIRA | Que me tiene tal la hambre, | | que de mi vital estambre | | llevará presto la palma. | | ¿Qué tálamo has de
esperar | 370 | de quien está en tal extremo, | | que te aseguro que temo | | antes de una hora espirar? | | Mi hermano ayer espiró, | | de la hambre fatigado, | 375 | y mi madre ya ha acabado, | | que la hambre la acabó. | | Y si la hambre y su fuerza | | no ha rendido mi salud, | | |
-fol. 16v-
| es porque la juventud | 380 | contra su rigor se esfuerza; | | pero, como ha tantos días | | que no le hago defensa, | | no pueden contra su ofensa | | las débiles fuerzas mías. | 385 |
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MORANDRO | Enjuga, Lira, los ojos; | | deja que los tristes míos | | se vuelvan corrientes ríos | | nacidos de tus enojos; | | y, aunque la hambre ofendida | 390 | te tenga tan sin compás, | | de hambre no morirás | | mientras yo tuviere vida. | | Yo me ofrezco de saltar | | el foso y el muro fuerte, | 395 | y entrar por la misma muerte, | | para la tuya escusar. | | El pan que el romano toca, | | sin que el temor me destruya, | | lo quitaré de la suya | 400 | para ponerlo en tu boca. | | Con mi brazo haré carrera | | a tu vida y a mi muerte, | | porque más me mata el verte, | | señora, de esa manera. | 405 | Yo te traeré de comer | | a pesar de los romanos, | | si ya son estas mis manos | | las mismas que solían ser. | |
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LIRA | Hablas como enamorado, | 410 | Morandro; pero no es justo | | que ya tome gusto el gusto | | con tu peligro comprado. | | Poco podrá sustentarme | | cualquier robo que harás, | 415 | aunque más cierto hallarás | | el perderte que ganarme. | | Goza de tu mocedad | | en fresca edad y crecida, | | que más importa tu vida | 420 | que la mía a la ciudad. | | Tú podrás bien defendella | | de la enemiga asechanza, | | que no la flaca pujanza | | desta tan triste doncella. | 425 | Ansí que, mi dulce amor, | | despide ese pensamiento, | | que yo no quiero sustento | | ganado con tu sudor; | | que, aunque puedas alargar | 430 | mi muerte por algún día, | | esta hambre que porfía | | en fin nos ha de acabar. | |
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MORANDRO | En vano trabajas, Lira, | | de impidirme este camino, | 435 | do mi voluntad y signo | | allá me convida y tira. | | Tú rogarás entretanto | | a los dioses que me vuelvan | | con despojos que resuelvan | 440 | tu miseria y mi quebranto. | |
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LIRA | Morandro, mi dulce amigo, | | no vayas; que se me antoja | | que de tu sangre veo roja | | la espada del enemigo. | 445 | No hagas esta jornada, | | Morandro, bien de mi vida; | | que si es mala la salida, | | es muy peor la tornada. | | Si quiero aplacar tu brío, | 450 | por testigo pongo al cielo; | | que de tu daño recelo, | | y no del provecho mío; | | mas si acaso, amado amigo, | | prosigues esta contienda, | 455 | lleva este abrazo por prenda | | de que me llevas contigo. | |
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-fol. 17r-
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MORANDRO | Lira, el cielo te acompañe. | | Vete, que a Leoncio veo. | |
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LIRA | Y a ti te cumpla el deseo | 460 | y en ninguna parte dañe. | |
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(LEONCIO ha de estar escuchando
todo lo que ha pasado entre su amigo
MORANDRO y
LIRA.)
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LEONCIO | Terrible ofrecimiento es el que has hecho, | | y en él, Morandro, se nos muestra claro | | que no hay cobarde enamorado pecho, | | aunque de tu virtud y valor raro | 465 | debe más esperarse; mas yo temo | | que el hado infeliz se [nos] muestre avaro. | | He estado atento al miserable extremo | | en que te ha dicho Lira que se halla, | | indigno, cierto, a su valor supremo, | 470 | y que tú has prometido de libralla | | deste presente daño, y arrojarte | | en las armas romanas a batalla. | | Yo quiero, buen amigo, acompañarte, | | y en empresa tan justa y tan forzosa | 475 | con mis pequeñas fuerzas ayudarte. | |
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MORANDRO | ¡Oh mitad de mi alma! ¡Oh
venturosa | | amistad, no en trabajos dividida, | | ni en la ocasión más próspera y dichosa!
| | Goza, Leoncio, de la dulce vida; | 480 | quédate en la ciudad, que yo no quiero | | ser de tus verdes años homicida. | | Yo solo tengo de ir; yo solo espero | | volver con los despojos merecidos | | a mi inviolable fe y amor sincero. | 485 |
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LEONCIO | Pues ya tienes, Morandro, conocidos | | mis deseos, que en buena o mala suerte | | al sabor de los tuyos van medidos; | | sabrás que no los miedos de la muerte | | de ti me apartarán un solo punto, | 490 | ni otra cosa, si la hay, que sea mas fuerte. | | Contigo tengo de ir; contigo junto | | he de volver, si ya el cielo no ordena | | que quede en tu defensa allá difunto. | |
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MORANDRO | Quédate, amigo; queda en hora buena, | 495 | porque si yo acabare aquí la vida | | en esta empresa de peligro llena, | | tú puedas a mi madre dolorida | | consolar en el trance riguroso, | | y a la esposa de mí tanto querida. | 500 |
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LEONCIO | Cierto que estás, amigo, muy donoso | | en pensar que, tú muerto, quedaría | | yo con tal quietud y tal reposo, | | que de consuelo alguno serviría | | a la doliente madre y triste esposa. | 505 | Pues en la tuya está la muerte mía, | | seguirte tengo en la ocasión dudosa: | | mira cómo ha de ser, Morandro amigo, | | y en el quedarme no me hables cosa. | |
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MORANDRO | Pues no puedo estorbarte el ir conmigo, | 510 | en el silencio de la noche oscura | | tenemos de asaltar al enemigo. | | Lleva ligeras armas; que ventura | | es la que ha de ayudar al alto intento, | | que no la malla entretejida y dura. | 515 | Lleva ansí mismo puesto el pensamiento | | en robar y traer a buen recado | | lo que pudieres más de bastimento. | |
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LEONCIO | Vamos, que no saldré de tu mandado. | |
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[Vanse.]
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Scena II
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Dos numantinos.
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PRIMERO | ¡Derrama, oh dulce hermano, por los ojos | 520 | el alma en llanto amargo convertida! | | Venga la muerte y lleve los despojos | | de nuestra miserable y triste vida. | |
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SEGUNDO | Bien poco durarán estos enojos; | | que ya la muerte viene apercebida | 525 | para llevar en presto y breve vuelo | | a cuantos pisan de Numancia el suelo. | | Principios veo que prometen presto | | amargo fin a nuestra dulce tierra, | | |
-fol. 17v-
| sin que tengan cuidado de hacer esto | 530 | los contrarios ministros de la guerra: | | nosotros mismos, a quien ya es molesto | | y enfadoso el vivir que nos atierra, | | hemos dado sentencia inrevocable | | de nuestra muerte, aunque cruel, loable. | 535 | En la plaza mayor ya levantada | | queda una ardiente cudiciosa hoguera, | | que, de nuestras riquezas ministrada, | | sus llamas sube hasta la cuarta esfera. | | Allí con triste priesa acelerada | 540 | y con mortal y tímida carrera | | acuden todos, como a santa ofrenda, | | a sustentar sus llamas con su hacienda. | | Allí la perla del rosado oriente, | | y el oro en mil vasijas fabricado, | 545 | y el diamante y rubí más excelente, | | y la extremada púrpura y brocado, | | en medio del rigor fogoso ardiente | | de la encendida llama es arrojado: | | despojos do pudieran los romanos | 550 | henchir los senos y ocupar las manos. | |
(Aquí salen algunos cargados de ropa,
y entran por una puerta y salen por otra.)
| Vuelve al triste espectáculo la vista: | | verás con cuánta priesa y cuánta gana | | toda Numancia en numerosa lista | | aguija a sustentar la llama insana; | 555 | y no con verde leño y seca arista, | | no con materia al consumir liviana, | | sino con sus haciendas mal gozadas, | | pues se ganaron para ser quemadas. | |
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PRIMERO | Si con esto acabara nuestro daño, | 560 | pudiéramos llevallo con paciencia; | | mas, ¡ay!, que se ha de dar, si no me engaño, | | de que muramos todos cruel sentencia. | | Primero que el rigor bárbaro estraño | | muestre en nuestras gargantas su inclemencia, | 565 | verdugos de nosotros nuestras manos | | serán, y no los pérfidos romanos. | | Han acordado que no quede alguna | | mujer, niño ni viejo con la vida, | | pues, al fin, la cruel hambre importuna | 570 | con más fiero rigor es su homicida. | | Mas ves allí do asoma, hermano, una | | que, como sabes, fue de mí querida | | un tiempo, con extremo tal de amores, | | cual es el que ella tiene de dolores. | 575 |
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(Sale una mujer con una criatura en los brazos
y otra de la mano.)
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MADRE | ¡Oh duro vivir molesto, | | terrible y triste agonía! | |
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HIJO | Madre, ¿por ventura, habría | | quien nos diese pan por esto? | |
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MADRE | ¿Pan, hijo? Ni aun otra cosa | 580 | que semeje de comer. | |
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HIJO | Pues, ¿tengo de perecer | | de dura hambre rabiosa? | | Con poco pan que me deis, | | madre, no os pediré más. | 585 |
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HIJO | ¿Pues qué, madre, no queréis? | |
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MADRE | Sí quiero; mas, ¿qué
haré, | | que no sé dónde buscallo? | |
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HIJO | Bien podéis, madre, comprallo; | 590 | si no, yo lo compraré; | | mas, por quitarme de afán, | | si alguno conmigo topa, | | le daré toda esta ropa | | por un mendrugo de pan. | 595 |
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MADRE | ¿Qué mamas, triste criatura? | | ¿No sientes que a mi despecho | | sacas ya del flaco pecho, | | por leche, la sangre pura? | | Lleva la carne a pedazos | 600 | y procura de hartarte, | | que no pueden más llevarte | | mis flojos, cansados brazos. | | |
-fol. 18r-
| Hijos del ánima mía, | | ¿con qué os podré sustentar, | 605 | si apenas tengo qué os dar | | de la propia carne mía? | | ¡Oh hambre terrible y fuerte, | | cómo me acabas la vida! | | ¡Oh guerra, sólo venida | 610 | para causarme la muerte! | |
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HIJO | ¡Madre mía, que me fino! | | Aguijemos a do vamos, | | que parece que alargamos | | la hambre con el camino. | 615 |
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MADRE | Hijo, cerca está la plaza | | adonde echaremos luego | | en mitad del vivo fuego | | el peso que te embaraza. | |
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(Éntra[n]se.)
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Scena I
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Tócase al arma con gran priesa, y a
este rumor salen
CIPIÓN con
JUGURTA y
GAYO MARIO, alborotados.
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CIPIÓN | ¿Qué es esto, capitanes?
¿Quién nos toca | | al arma en tal sazón? ¿Es por ventura | | alguna gente desmandada y loca, | | que viene a procurar su sepultura? | | O no sea algún motín el que provoca | 5 | tocar al arma en recia coyuntura: | | que tan seguro estoy del enemigo, | | que tengo más temor al que es amigo. | |
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(Sale
QUINTO FABIO, con la espada desnuda, y dice:)
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QUINTO FABIO | Sosiega el pecho, general prudente, | | que ya desta arma la ocasión se sabe, | 10 | puesto que ha sido a costa de tu gente: | | de aquella en quien más brío y fuerza cabe. | | Dos numantinos, con soberbia fuerte, | | cuyo valor será razón se alabe, | | saltando el ancho foso y la muralla, | 15 | han movido a tu campo cruel batalla. | | A las primeras guardias imbistieron, | | y en medio de mil lanzas se arrojaron, | | y con tal furia y rabia arremetieron, | | que libre paso al campo les dejaron; | 20 | las tiendas de Fabricio acometieron, | | y allí su fuerza y su valor mostraron, | | de modo que en un punto seis soldados | | fueron de agudas puntas traspasados. | | No con tanta presteza el rayo ardiente | 25 | pasa rompiendo el aire en presto vuelo, | | ni tanto la cometa reluciente, | | se muestra ir presurosa por el cielo, | | como estos dos por medio de tu gente | | pasaron, colorando el duro suelo | 30 | con la sangre romana que sacaban | | sus espadas doquiera que llegaban. | | Queda Fabricio traspasado el pecho; | | abierta la cabeza tiene Horacio; | | Olmida ya perdió el brazo derecho | 35 | y de vivir le queda poco espacio. | | Fuele ansí mismo poco de provecho | | la ligereza al valeroso Estacio, | | pues el correr al numantino fuerte | | fue abreviar el camino de su muerte. | 40 | Con presta ligereza discurriendo | | iban de tienda en tienda, hasta que hallaron | | un poco de bizcocho, el cual cogieron; | | el paso, y no el furor, atrás volvieron: | | |
-fol. 18v-
| el uno dellos se escapó huyendo, | 45 | al otro mil espadas le acabaron; | | por donde infiero que la hambre ha sido | | quien les dio atrevimiento tan subido. | |
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CIPIÓN | Si estando deshambridos y encerrados | | muestran tan demasiado atrevimiento, | 50 | ¿qué hicieran siendo libres y enterados | | en sus fuerzas primeras y ardimiento? | | ¡Indómitos, al fin seréis domados, | | porque contra el furor vuestro violento | | se tiene de poner la industria nuestra, | 55 | que de domar soberbios es maestra! | |
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(Éntrase
CIPIÓN y los suyos, y luego tócase al
arma en la ciudad, y al rumor sale
MORANDRO, herido y lleno de sangre, con una cestilla
blanca en el brazo izquierdo con algún poco de bizcocho ensangrentado, y
dice:)
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MORANDRO | ¿No vienes, Leoncio? Di: | | ¿qué es esto, mi dulce amigo? | | Si tú no vienes conmigo, | | ¿cómo vengo yo sin ti? | 60 | Amigo, ¿que te has quedado? | | Amigo, ¿que te quedaste? | | ¡No eres tú el que me dejaste, | | sino yo el que te he dejado! | | ¿Que es posible que ya dan | 65 | tus carnes despedazadas | | señales averiguadas | | de lo que cuesta este pan? | | ¿Y es posible que la herida | | que a ti te dejó difunto, | 70 | en aquel instante y punto | | no me quitó a mí la vida? | | No quiso el hado cruel | | acabarme en paso tal, | | por hacerme a mí más mal | 75 | y hacerte a ti más fiel. | | Tú, en fin, llevarás la palma | | de más verdadero amigo; | | yo a desculparme contigo | | enviaré bien presto el alma; | 80 | y tan presto, que el afán | | a morir me llama y tira, | | en dando a mi dulce Lira | | este tan amargo pan. | | Pan ganado de enemigos; | 85 | pero no ha sido ganado, | | sino con sangre comprado | | de dos sin ventura amigos. | |
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(Sale
LIRA con alguna ropa, como que la lleva a quemar, y
dice:)
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LIRA | ¿Qué es esto que ven mis ojos? | |
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MORANDRO | Lo que presto no verán, | 90 | según la priesa se dan | | de acabarme mis enojos. | | Ves aquí, Lira, cumplida | | mi palabra y mis porfías | | de que tú no morirías | 95 | mientras yo tuviese vida. | | Y aun podré mejor decir | | que presto vendrás a ver | | que a ti sobrará el comer | | y a mí faltará el vivir. | 100 |
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LIRA | ¿Qué dices, Morandro amado? | |
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MORANDRO | Lira, que acortes la hambre, | | entre tanto que la estambre | | de mi vida corta el hado; | | pero mi sangre vertida, | 105 | y con este pan mezclada, | | te ha de dar, mi dulce amada, | | triste y amarga comida. | | Ves aquí el pan que guardaban | | ochenta mil enemigos, | 110 | que cuesta de dos amigos | | las vidas que más amaban. | | Y, porque lo entiendas cierto | | y cuánto tu amor merezco, | | ya yo, señora, perezco, | 115 | y Leoncio ya está muerto. | | |
-fol. 19r-
| Mi voluntad sana y justa | | recíbela con amor, | | que es la comida mejor | | y de que el alma más gusta. | 120 | Y, pues en tormenta y calma | | siempre has sido mi señora, | | recibe este cuerpo agora, | | como recibiste el alma. | |
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(Cáese muerto y cógele en las
faldas
LIRA.)
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LIRA | Morandro, dulce bien mío, | 125 | ¿qué sentís, o qué tenéis?
| | ¿Cómo tan presto perdéis | | vuestro acostumbrado brío? | | Mas, ¡ay, triste sin ventura, | | que ya está muerto mi esposo! | 130 | ¡Oh caso, el más lastimoso | | que se vio en la desventura! | | ¿Quién os hizo, dulce amado, | | con valor tan excelente, | | enamorado valiente | 135 | y soldado desdichado? | | ¡Hicistes una salida | | esposo mío, de suerte, | | que por escusar mi muerte, | | me habéis quitado la vida! | 140 | ¡Oh pan de la sangre lleno | | que por mí se derramó, | | no te tengo en cuenta yo | | de pan, sino de veneno; | | ¡No te llegaré a mi boca | 145 | por poderme sustentar, | | si ya no es para besar | | esta sangre que te toca! | |
|
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(A este punto ha de entrar un muchacho hablando
desmayadamente, el cual es
HERMANO de
LIRA.)
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HERMANO | Lira, hermana, ya expiró | | mi padre, y mi madre está | 150 | en términos que ya ya | | morirá cual muero yo: | | la hambre los ha acabado. | | Hermana mía, ¿pan tienes? | | ¡Oh pan, y cuán tarde vienes, | 155 | que ya no hay pasar bocado! | | Tiene la hambre apretada | | mi garganta en tal manera, | | que, aunque este pan agua fuera, | | no pudiera pasar nada. | 160 | Tómalo, hermana querida; | | que, por más crecer mi afán, | | veo que me sobra el pan | | cuando me falta la vida. | | (Cáese muerto.) |
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LIRA | ¿Espiraste, hermano amado? | 165 | Ni aliento ni vida tiene: | | ¡bien es el mal cuando viene | | sin venir acompañado! | | Fortuna, ¿por qué me aquejas | | con un daño y otro junto, | 170 | y por qué en un solo punto | | huérfana y viuda me dejas? | | ¡Oh duro escuadrón romano, | | cómo me tiene tu espada | | de dos muertos rodeada: | 175 | uno esposo y otro hermano! | | ¿A cuál volveré la cara | | en este trance importuno, | | si en la vida cada uno | | fue prenda del alma cara? | 180 | ¡Dulce esposo, hermano tierno, | | yo os igualaré en quereros, | | porque pienso presto veros | | en el cielo o el infierno! | | |
-fol. 19v-
| En el modo de morir | 185 | a entrambos he de imitar, | | porque el hierro ha de acabar, | | y la hambre, mi vivir. | | Primero daré a mi pecho | | una daga que este pan: | 190 | que a quien vive con afán, | | es la muerte de provecho. | | ¿Qué aguardo? ¡Cobarde
estoy! | | Brazo, ¿ya os habéis turbado? | | ¡Dulce esposo, hermano amado, | 195 | esperadme, que ya voy! | |
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(A este punto, sale una
MUJER huyendo, y tras ella un
SOLDADO numantino con una daga en la mano para
matarla.)
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MUJER | ¡Eterno padre, Júpiter piadoso, | | favorecedme en tan adversa suerte! | |
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SOLDADO | ¡Aunque más lleves vuelo presuroso, | | mi dura mano te ha de dar la muerte! | 200 |
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(Éntrase la
MUJER adentro y dice
LIRA:)
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LIRA | El hierro agudo, el brazo belicoso, | | contra mí, buen soldado, le convierte: | | deja vivir a quien la vida agrada, | | y quítame la mía, que me enfada. | |
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SOLDADO | Puesto que es el decreto del Senado | 205 | que ninguna mujer quede con vida, | | ¿cuál será el bravo pecho acelerado | | que en ese hermoso vuestro dé herida? | | Yo, señora, no soy tan mal mirado, | | que me precie de ser vuestro homicida: | 210 | otra mano, otro hierro ha de acabaros, | | que yo sólo nací para adoraros. | |
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LIRA | Esa piedad que quiés usar conmigo, | | valeroso soldado, yo te juro, | | y al alto Cielo pongo por testigo, | 215 | que yo la estimo por rigor muy duro; | | tuviérate yo entonces por amigo | | cuando, con pecho y ánimo seguro, | | este mío afligido traspasaras | | y de la amarga vida me privaras. | 220 | Pero, pues quiés mostrarte piadoso, | | tan en daño, señor, de mi contento, | | muéstralo agora en que a mi triste esposo | | demos el funeral último asiento; | | también a este mi hermano, que en reposo | 225 | yace, ya libre del vital aliento: | | mi esposo feneció por darme vida; | | de mi hermano, la hambre fue homicida. | |
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SOLDADO | Hacer lo que me mandas está llano, | | con condición que en el camino cuentes | 230 | quién a tu amado esposo y caro hermano | | trujo a los postrimeros accidentes. | |
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LIRA | Amigo, ya el hablar no está en mi mano. | |
|
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SOLDADO | ¿Que tan al cabo estás? ¿Que tal te
sientes? | | Lleva a tu hermano, pues que es menor carga, | 235 | y yo a tu esposo, que más pesa y carga. | |
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(Sálense llevando los dos
cuerpos.)
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Scena II
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Sale una mujer armada, con un escudo en el
brazo izquierdo y una lancilla en la mano, que significa la
GUERRA; trae consigo a la
ENFERMEDAD, arrimada a una muleta, y rodeada de
paños la cabeza, con una máscara amarilla, y la
HAMBRE saldrá vestida con una ropa de
bocací amarillo, y una máscara amarilla o descolorida. Pueden
estas figuras hacellas hombres, pues llevan máscaras.
|
GUERRA | Hambre y Enfermedad, ejecutoras | | de mis terribles mandos y severos, | | de vidas y salud consumidoras, | | con quien no vale ruego, mando o fueros, | 240 | pues ya de mi intención sois sabidoras, | | no hay para qué de nuevo encareceros | | de cuánto gusto me será y contento | | que, luego luego, hagáis mi mandamiento. | | |
-fol. 20r-
| La fuerza incontrastable de los hados, | 245 | cuyos efectos nunca salen vanos, | | me fuerza a que de mí sean ayudados | | estos sagaces mílites romanos: | | ellos serán un tiempo levantados, | | y abatidos también estos hispanos; | 250 | pero tiempo vendrá en que yo me mude | | y dañe al alto y al pequeño ayude. | | Que yo, que soy la poderosa Guerra, | | de tantas madres detestada en vano, | | aunque quien me maldice a veces yerra, | 255 | pues no sabe el valor desta mi mano, | | sé bien que en todo el orbe de la tierra | | seré llevada del valor hispano, | | en la dulce sazón que estén reinando | | un Carlos, un Filipo y un Fernando. | 260 |
|
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ENFERMEDAD | Si ya la Hambre, nuestra amiga fida, | | no tuviera tomado con instancia | | a su cargo de ser fiera homicida | | de todos cuantos viven en Numancia, | | fuera de mí tu voluntad cumplida, | 265 | de modo que se viera la ganancia | | fácil y rica que el romano hubiera | | harto mejor de aquella que se espera. | | Mas ella, en cuanto su poder alcanza, | | ya tiene tal al pueblo numantino, | 270 | que de esperar alguna buena andanza | | le ha tomado las sendas y el camino; | | mas del furor la rigurosa lanza | | y la influencia del contrario signo | | le trata con tan áspera violencia, | 275 | que no es menester hambre ni dolencia. | | El Furor y la Rabia, tus secuaces, | | han tomado en sus pechos tal asiento, | | que, cual si fuese de romanas haces, | | cada cual de su sangre está sediento. | 280 | Muertes, incendios, iras son sus paces; | | en el morir han puesto su contento, | | y por quitar el triunfo a los romanos, | | ellos mesmos se matan con sus manos. | |
|
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HAMBRE | Volved los ojos y veréis ardiendo | 285 | de la ciudad los encumbrados techos; | | escuchad los suspiros que saliendo | | van de mil tristes lastimados pechos; | | oíd la voz y lamentable estruendo | | de bellas damas a quien, ya deshechos | 290 | los tiernos miembros en ceniza y fuego, | | no valen padre, amigo, amor ni ruego. | | Cual suelen las ovejas descuidadas, | | siendo del fiero lobo acometidas, | | andar aquí y allí descarriadas, | 295 | con temor de perder las simples vidas, | | tal niños y mujeres delicadas, | | huyendo las espadas homicidas, | | andan de calle en calle, ¡oh hado insano!, | | su cierta muerte dilatando en vano. | 300 | Al pecho de la amada nueva esposa | | traspasa del esposo el hierro agudo; | | contra la madre, ¡oh nunca vista cosa!, | | se muestra el hijo de piedad desnudo, | | y contra el hijo el padre, con rabiosa | 305 | clemencia levantando el brazo crudo, | | rompe aquellas entrañas que ha engendrado, | | quedando satisfecho y lastimado. | | No hay plaza, no hay rincón, no hay calle o
casa, | | que de sangre y de muertos no esté llena; | 310 | el hierro mata, el duro fuego abrasa, | | y el rigor ferocísimo condena. | | Presto veréis que por el suelo rasa | | está la más subida y alta almena, | | y las casas y templos más crecidos | 315 | en polvo y en ceniza convertidos. | | Venid: veréis que en los amados cuellos | | de tiernos hijos y mujer querida, | | |
-fol. 20v-
| Teógenes afila y prueba en ellos | | de su espada el cruel corte homicida, | 320 | y como ya, después de muertos ellos, | | estima en poco la cansada vida, | | buscando de morir un modo estraño, | | que causó, con el suyo, más de un
daño. | |
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GUERRA | Vamos, pues, y ninguno se descuide | 325 | de ejecutar por eso aquí su fuerza, | | y a lo que digo sólo atienda y cuide, | | sin que de mi intención un punto tuerza. | |
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(Vanse.)
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Scena III
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Sale
TEÓGENES, con dos hijos pequeños y una
hija y su
MUJER.
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TEÓGENES | Cuando el paterno amor no me detiene | | de ejecutar la furia de mi intento, | 330 | considerad, mis hijos, cuál me tiene | | el celo de mi honroso pensamiento. | | Terrible es el dolor que se previene | | con acabar la vida en fin violento, | | y más el mío, pues al hado plugo | 335 | que yo sea de vosotros cruel verdugo. | | No quedaréis, ¡oh hijos de mi
alma!, | | esclavos, ni el romano poderío | | llevará de vosotros triunfo o palma, | | por más que a sujetarnos alce el brío; | 340 | el camino, más llano que la palma, | | de nuestra libertad el cielo pío | | nos ofrece, nos muestra y nos advierte | | que sólo está en las manos de la muerte. | | Ni vos, dulce consorte, amada mía, | 345 | os veréis en peligro que romanos | | pongan en vuestro pecho y gallardía | | los vanos ojos y las torpes manos. | | Mi espada os sacará desta agonía, | | y hará que sus intentos salgan vanos, | 350 | pues, por más que codicia los atiza, | | triunfarán de Numancia en la ceniza. | | Yo soy, consorte amada, el que primero | | di el parecer que todos pereciésemos, | | antes que al insufrible desafuero | 355 | del romano poder sujetos fuésemos, | | y en el morir no pienso ser postrero, | | ni lo serán mis hijos. |
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|
MUJER | ¡Si pudiésemos | | escaparnos, señor, por otra vía, | | el cielo sabe si me holgaría! | 360 | Mas, pues no puede ser, según yo veo, | | y está ya mi muerte tan cercana, | | lleva de nuestras vidas tú el trofeo, | | y no la espada pérfida romana. | | Mas, pues que he de morir, morir deseo | 365 | en el sagrado templo de Dïana. | | Allá nos lleva, buen señor, y luego | | entréganos al hierro, al lazo, y fuego. | |
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TEÓGENES | Ansí se haga, y no nos detengamos; | | que ya a morir me incita el triste hado. | 370 |
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HIJO | Madre, ¿por qué lloráis?
¿Adónde vamos? | | Teneos, que andar no puedo de cansado. | | Mejor será, mi madre, que comamos, | | que la hambre me tiene fatigado. | |
|
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MADRE | Ven en mis brazos, hijo de mi vida, | 375 | do te daré la muerte por comida. | |
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|
(Vanse luego, y salen dos muchachos huyendo; y
el uno de ellos ha de ser el que se arroja de la torre, que se llama
VIRIATO, y el otro,
SERVIO.)
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VIRIATO | ¿Por dónde quieres que huyamos, | | Servio? |
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VIRIATO | Camina; ¡qué flojo eres! | | ¡Tú ordenas que aquí muramos! | 380 | ¿No ves, triste, que nos siguen | | mil hierros para matarnos? | |
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SERVIO | Imposible de escaparnos | | de aquéllos que nos persiguen. | | Mas di: ¿qué piensas hacer, | 385 | o qué medio hay que nos cuadre? | |
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-fol. 21r-
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VIRIATO | A una torre de mi padre | | me pienso ir a esconder. | |
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SERVIO | Amigo, bien puedes irte; | | que yo estoy tan flaco y laso | 390 | de hambre, que un solo paso | | no puedo dar, ni seguirte. | |
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|
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VIRIATO | Si no puedes caminar, | | ahí te habrá de acabar | 395 | la hambre, la espada o miedo. | | Y voyme, porque ya temo | | lo que el vivir desbarata: | | o que la espada me mata, | | o que en el fuego me quemo. | 400 |
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(Vase y sale
TEÓGENES con dos espadas desnudas, y
ensangrentadas las manos, y como
SERVIO le ve venir, húyese y éntrase
dentro.)
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TEÓGENES | Sangre de mis entrañas derramada, | | pues sois aquella de los hijos míos; | | mano contra ti mesma acelerada, | | llena de honrosos y crueles bríos; | | Fortuna, en daño nuestro conjurada; | 405 | cielos, de justa piedad vacíos, | | ofrecedme en tan dura amarga suerte | | alguna honrosa aunque cercana muerte. | | ¡Valientes numantinos, haced cuenta | | que yo soy algún pérfido romano, | 410 | y vengad en mi pecho vuestra afrenta, | | ensangrentando en él la espada y mano! | | (Arroja la una espada de la mano.) | Una de estas espadas os presenta | | mi airada furia y mi dolor insano; | | que muriendo en batalla, no se siente | 415 | tanto el rigor del último acidente; | | y el que privare del vital sosiego | | al otro, por señal de beneficio, | | entregue el desdichado cuerpo al fuego; | | que éste será bien piadoso oficio. | 420 | Venid; ¿qué os detenéis? Acudid luego;
| | haced ya de mi vida sacrificio, | | y esa terneza que tenéis de amigos | | volved en rabia fiera de enemigos. | |
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UN NUMANTINO | ¿A quién, fuerte Teógenes,
invocas? | 425 | ¿Qué nuevo modo de morir procuras? | | ¿Para qué nos incitas y provocas | | a tantas desiguales desventuras? | |
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TEÓGENES | Valiente numantino, si no apocas | | con el miedo tus bravas fuerzas duras, | 430 | toma esa espada y mátate conmigo, | | ansí como si fuese tu enemigo; | | que esta manera de morir me aplace | | en este trance más que no otra alguna. | |
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NUMANTINO | También a mí me agrada y satisface, | 435 | pues que lo quiere ansí nuestra fortuna; | | mas vamos a la plaza, adonde yace | | la hoguera a nuestras vidas importuna, | | porque el que allí venciere, pueda luego | | entregar el vencido al duro fuego. | 440 |
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|
TEÓGENES | Bien dices; y camina, que se tarda | | el tiempo de morir como deseo, | | ora me mate el hierro o el fuego me arda, | | que gloria nuestra en cualquier muerte veo. | |
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(Éntra[n]se.)
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Scena IV
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(CIPIÓN,
JUGURTA,
QUINTO FABIO y
GAYO MARIO, y algunos soldados romanos.)
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CIPIÓN | Si no me engaña el pensamiento
mío, | 445 | o salen mentirosas las señales | | que habéis visto en Numancia, del estruendo | | y lamentable son y ardientes llamas, | | |
-fol. 21v-
| sin duda alguna que recelo y temo | | que el bárbaro furor del enemigo | 450 | contra su propio pecho no se vuelva. | | Ya no parece gente en la muralla, | | ni suenan las usadas centinelas: | | todo está en calma y en silencio puesto, | | como si en paz tranquila y sosegada | 455 | estuviesen los fieros numantinos. | |
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GAYO MARIO | Presto podrás salir de aquesa duda; | | porque, si tú lo quieres, yo me ofrezco | | de subir sobre el muro, aunque me ponga | | al riguroso trance que se ofrece, | 460 | sólo por ver aquello que en Numancia | | hacen nuestros soberbios enemigos. | |
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CIPIÓN | Arrima, pues, ¡oh Mario!, alguna escala | | a la muralla y haz lo que prometes. | |
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GAYO MARIO | Id por la escala luego. Y vos, Ermilio, | 465 | haced que mi rodela se me traiga | | y la celada blanca de las plumas; | | que a fe que tengo de perder la vida | | o sacar desta duda al campo todo. | |
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ERMILIO | Ves aquí la rodela y la celada; | 470 | la escala, vesla allí: la trae Olimpio. | |
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GAYO MARIO | Encomendadme a Júpiter inmenso, | | que yo voy a cumplir lo prometido. | |
|
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CIPIÓN | Alza más alta la rodela, Mario, | | y encoge el cuerpo y cubre la cabeza. | 475 | ¡Ánimo, que ya llegas a lo alto! | | ¿Qué ves? |
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GAYO MARIO | ¡Oh, santos dioses! ¿Y qué es
esto? | |
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GAYO MARIO | De mirar de sangre | | un rojo lago, y de ver mil cuerpos | | tendidos por las calles de Numancia. | 480 |
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CIPIÓN | ¿Que no hay ninguno vivo? |
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GAYO MARIO | Ni por pienso. | | A lo menos, ninguno se me ofrece | | en todo cuanto alcanzo con la vista. | |
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CIPIÓN | Salta, pues, dentro y míralo bien todo. | |
(Salta
GAYO MARIO en la ciudad.)
| Síguele tú también, Jugurta amigo. | 485 | Mas sigámosle todos. |
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JUGURTA | No conviene | | al oficio que tienes esta impresa: | | sosiega el pecho, buen señor, y espera | | que Mario vuelva, o yo, con la respuesta | | de lo que pasa en la ciudad soberbia. | 490 | Tened bien esa escala... ¡Oh cielos justos, | | y cuán triste espectáculo y horrendo | | se me ofrece a la vista! ¡Oh caso estraño! | | Caliente sangre baña todo el suelo; | | cuerpos muertos ocupan plaza y calles; | 495 | dentro quiero saltar y verlo todo. | |
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|
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(Salta
JUGURTA en la ciudad, y dice
QUINTO FABIO.)
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QUINTO FABIO | Sin duda que los fieros numantinos, | | del bárbaro furor suyo incitados, | | viéndose sin remedio de salvarse, | | antes quisieron entregar las vidas | 500 | al filo agudo de sus propios hierros, | | que no a las vencedoras manos nuestras, | | aborrecidas dellos lo posible. | |
|
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CIPIÓN | Con uno solo que quedase vivo, | | no se me negaría el triunfo en Roma | 505 | de haber domado esta nación soberbia, | | enemiga mortal de nuestro nombre, | | constante en su opinión, presta, arrojada | | al peligro mayor y duro trance, | | de quien jamás se alabará romano | 510 | que vio la espalda vuelta al numantino, | | cuyo valor, cuya destreza en armas, | | me forzó con razón a usar el medio | | de encerrarlos cual fieras indomables, | | y triunfar dellos con industria y maña, | 515 | pues era con las fuerzas imposible. | | Pero ya me parece vuelve Mario. | |
|
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(GAYO MARIO torna a salir por las
murallas y dice:)
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-fol. 22r-
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GAYO MARIO | En balde, ilustre general prudente, | | han sido nuestras fuerzas ocupadas; | | en balde te has mostrado diligente, | 520 | pues en humo y en viento son tornadas | | las ciertas esperanzas de victoria, | | de tu industria contino aseguradas. | | Del lamentable fin y triste historia | | de la ciudad invicta de Numancia | 525 | merece ser eterna la memoria. | | Sacado han de su pérdida ganancia; | | quitado te han el triunfo de las manos, | | muriendo con magnánima constancia. | | Nuestros disignios han salido vanos, | 530 | pues ha podido más su honroso intento | | que toda la potencia de romanos. | | El fatigado pueblo en fin violento | | acabó la miseria de su vida, | | dando triste remate al largo cuento. | 535 | Numancia está en un lago convertida | | de roja sangre, y de mil cuerpos llena, | | de quien fue su rigor propio homicida; | | de la pesada y sin igual cadena | | dura de esclavitud se han escapado | 540 | con presta audacia de temor ajena. | | En medio de la plaza levantado | | está un ardiente fuego temeroso, | | de sus cuerpos y haciendas sustentado. | | A tiempo llegué a verle, que el furioso | 545 | Teógenes, valiente numantino, | | de fenecer su vida deseoso, | | maldiciendo su corto amargo signo, | | en medio se arrojaba de la llama, | | lleno de temerario desatino; | 550 | y, al arrojarse, dijo: «¡Oh clara
Fama, | | ocupa aquí tus lenguas y tus ojos | | en esta hazaña, que a cantar te llama! | | ¡Venid, romanos, ya por los despojos | | desta ciudad, en polvo y humo vueltos, | 555 | y sus flores y frutos en abrojos!» | | De allí, con pies y pensamientos
sueltos, | | gran parte de la tierra he rodeado, | | por las calles y pasos mal revueltos, | | y a un solo numantino no he hallado | 560 | que poderte traer vivo, siquiera | | para que fueras dél bien informado | | por qué ocasión, de qué
suerte o manera, | | cometieron tan grande desvarío, | | apresurando la mortal carrera. | 565 |
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CIPIÓN | ¿Estaba por ventura el pecho mío | | de bárbara arrogancia y muertes lleno, | | y de piedad justísima vacío? | | ¿Es de mi condición, por dicha,
ajeno | | usar benignidad con el rendido, | 570 | como conviene al vencedor que es bueno? | | Mal, por cierto, tenían conocido | | el valor en Numancia de mi pecho, | | para vencer y perdonar nacido. | |
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|
QUINTO FABIO | Jugurta te hará más satisfecho, | 575 | señor, de aquello que saber deseas; | | que, vesle, vuelve lleno de despecho. | |
|
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|
(Torna
JUGURTA por la mesma muralla.)
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JUGURTA | Prudente general, en vano empleas | | más aquí tu valor: vuelve a otra parte | | la industria sin igual de que te arreas. | 580 | No hay en Numancia cosa en que ocuparte: | | todos son muertos ya, sólo uno creo | | que queda vivo, para el triunfo darte. | | Allí, en aquella torre, según
veo, | | allí denantes un muchacho estaba, | 585 | turbado en vista y de gentil arreo. | |
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CIPIÓN | Si eso fuese verdad, eso bastaba | | para triunfar en Roma de Numancia, | | que es lo que más agora deseaba. | | |
-fol. 22v-
| Lleguémonos allá, y haced
instancia | 590 | cómo el muchacho venga a nuestras manos | | vivo, que es lo que agora es de importancia. | |
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VIRIATO | (Desde la torre.) | ¿Dónde venís, o qué
buscáis, romanos? | | Si en Numancia queréis entrar por suerte, | | haréislo sin contraste, a pasos llanos; | 595 | pero mi lengua desde aquí os advierte | | que yo las llaves mal guardadas tengo | | desta ciudad, de quien triunfó la muerte. | |
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CIPIÓN | Por ésas, joven, deseoso vengo, | | y más de que tú hagas experiencia | 600 | si en este pecho piedad sostengo. | |
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VIRIATO | ¡Tarde, cruel, ofreces tu clemencia, | | pues no hay en quien usarla; que yo quiero | | pasar por el rigor de la sentencia | | que, con suceso amargo, lastimero, | 605 | de mis padres y patria tan querida, | | causó el último fin, terrible y fiero! | |
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QUINTO FABIO | Dime: ¿tienes, por suerte, aborrecida, | | ciego de un temerario desvarío, | | tu floreciente edad, tu tierna vida? | 610 |
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CIPIÓN | Templa, pequeño joven, templa el
brío, | | y subjeta el valor tuyo y pequeño, | | al mayor de mi honroso poderío; | | que desde aquí te doy mi fe, y
empeño | | mi palabra, que sólo de ti seas | 615 | tú mismo el propio y conocido dueño, | | y que de ricas joyas y preseas | | vivas lo que vivieres abastado, | | como yo podré darte y tú deseas, | | si a mi te entregas y te das de grado. | 620 |
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VIRIATO | Todo el furor de cuantos ya son muertos | | en este pueblo, en polvo reducido; | | todo el huir los pactos y conciertos, | | ni el dar a sujeción jamás oído, | | sus iras y rencores descubiertos, | 625 | está en mi pecho, todo junto, unido. | | Yo heredé de Numancia todo el brío; | | ¡ved si pensar vencerme es desvarío! | | Patria querida, pueblo desdichado, | | no temas ni imagines que me admir[e] | 630 | de lo que debo hacer, en ti engendrado, | | ni que promesa o miedo me retire, | | ora me falte el suelo, el cielo, el hado; | | ora a vencerme todo el mundo aspire; | | que imposible será que yo no haga | 635 | a tu valor la merecida paga. | | Que, si a esconderme aquí me trujo el
miedo | | de la cercana y espantosa muerte, | | ella me sacará con más denuedo, | | con el deseo de seguir tu suerte: | 640 | del vil temor pasado, como puedo, | | haré ahora la enmienda, osado y fuerte, | | y el error de mi edad tierna, inocente, | | pagaré con morir osadamente. | | Yo os aseguro, ¡oh fuertes ciudadanos!, | 645 | que no falte por mí la intención vuestra | | de que no triunfen pérfidos romanos, | | si ya no fuere de ceniza nuestra. | | Saldrán conmigo sus intentos vanos: | | ora levanten contra mí su diestra, | 650 | o me aseguren con promesa cierta | | a vida y a regalos ancha puerta. | | Teneos, romanos; sosegad el brío, | | y no os canséis en asaltar el muro; | | que, aunque fuera mayor el poderío | 655 | vuestro, de no vencerme os aseguro. | | Pero muéstrese ya el intento mío; | | y si ha sido el amor perfecto y puro | | que yo tuve a mi patria tan querida, | | asegúrelo luego esta caída. | 660 |
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(Aquí se arroja de la torre, y dice
CIPIÓN:)
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-fol. 23r-
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CIPIÓN | ¡Oh nunca vista, memorable hazaña! | | ¡Niño de anciano y valeroso pecho, | | que no sólo a Numancia, mas a España | | has adquerido gloria en este hecho! | | ¡Con tu viva virtud y heroica, estraña, | 665 | queda muerto y perdido mi derecho! | | ¡Tú con esta caída levantaste | | tu fama, y mis victorias derribaste! | | Que fuera aún viva y en su ser
Numancia, | | sólo porque vivieras, me holgara, | 670 | que tú solo has llevado la ganancia | | desta larga contienda, ilustre y rara. | | ¡Lleva, pues, niño, lleva la jactancia | | y la gloria que el cielo te prepara, | | por haber, derribándote, vencido | 675 | al que, subiendo, queda más caído! | |
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(Suena una trompeta, y sale la
FAMA.)
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FAMA | Vaya mi clara voz de gente en gente, | | y en dulce y suavísimo sonido | | llene las almas de un deseo ardiente | | de eternizar un hecho tan subido. | 680 | Alzad, romanos, la inclinada frente; | | llevad de aquí este cuerpo, que ha podido, | | en tan pequeña edad, arrebataros | | el triunfo que pudiera tanto honraros; | | que yo, que soy la Fama pregonera, | 685 | tendré cuidado, en cuanto el alto cielo | | moviere el paso en la subida esfera, | | dando fuerza y vigor al bajo suelo, | | de publicar con lengua verdadera, | | con justo intento y presuroso vuelo, | 690 | el valor de Numancia, único y solo, | | de Batro a Tile y de uno al otro polo. | | Indicio ha dado esta no vista hazaña | | del valor que en los siglos venideros | | tendrán los hijos de la fuerte España, | 695 | hijos de tales padres herederos. | | No de la muerte la feroz guadaña, | | ni los cursos de tiempos, tan ligeros, | | harán que de Numancia yo no cante | | el fuerte brazo y ánimo constante. | 700 | Hallo sola en Numancia todo cuanto | | debe con justo título cantarse, | | y lo que puede dar materia al canto | | para poder mil siglos ocuparse: | | la fuerza no vencida, el valor tanto, | 705 | dino de en prosa y verso celebrarse; | | mas, pues de esto se encarga mi memoria, | | dése feliz remate a nuestra historia. | |
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