La poesía de Antonio García Gutiérrez
José Antonio Hernández Guerrero
El resonante éxito que alcanzó Antonio García Gutiérrez al estrenar en Madrid El Trovador1, ha tenido como consecuencia que el público -el gran público y el pequeño público, que los espectadores y los críticos- lo haya catalogado bajo la etiqueta cómoda de dramaturgo romántico. Ciertamente el escritor chiclanero acertó con la fórmula del triunfo rápido cuya resonancia ha llegado hasta nuestros días. Como ha ocurrido con otros escritores y artistas, el esplendor de una de sus creaciones ha deslumbrado a la masa de lectores o espectadores, y ha despistado a muchos de los críticos, que olvidan que el análisis y juicio valorativo deben abarcar la totalidad de su producción. El perfil se hace de toda la obra, o corremos el riesgo de obtener una caricatura cómica. El balance es de la totalidad, o no es balance.
Hacemos estas reflexiones para situar y justificar el contenido de este trabajo que pretende modestamente llamar la atención sobre un rasgo de la personalidad y obra de García Gutiérrez que, aunque frecuentemente olvidado, no es una faceta más, sino la clave que explica todo su itinerario vital y su producción literaria. Me refiero a su condición de poeta.
Su vida, su actitud frente al discurrir del tiempo, frente a la naturaleza o frente al amor; y su obra, tanto la dramática como, obviamente, la lírica, ponen de manifiesto una sensibilidad y una imaginación que sólo son patrimonio de los poetas. Lamentablemente, todavía está por hacer un estudio crítico riguroso que sitúe a García Gutiérrez en el lugar que le corresponde como poeta.
Con estas consideraciones sencillas, sólo pretendemos desvelar unos rasgos de este aspecto -a nuestro juicio, clave- y que, sin embargo, sigue permaneciendo oculto o desdibujado.
García Gutiérrez, además de su obra dramática, escribió dos libros de poemas:
Poesías (1840) y Luz y tinieblas (1842)
Tiene, también otras composiciones poéticas sueltas, que han sido recogidas por el profesor Joaquín de Entrambasaguas, en su obra Poesía de Antonio García Gutiérrez, publicadas en Madrid el año 19472.
Poesías es un libro heterogéneo en cuanto a su temática. Una simple ojeada al índice lo pone de manifiesto: breves dedicatorias en albums de señoritas -a la usanza de la época- junto con poemas dirigidos a una mujer concreta, oculta a menudo bajo unas sencillas iniciales; cantos nostálgicos a la infancia perdida, o ardorosos a los defensores de Bilbao, a Cádiz; un cuento versificado -«Las dos rivales»-; traducciones de Víctor Hugo y un apartado que incluye doce poemas en el que García Gutiérrez imita -en estilo, métrica y temas- a algunos poetas de los siglos XVII y XVIII.
Luz y Tinieblas (1842) es el libro que, a juicio de los críticos más cualificados3, reúne la mejor poesía de García Gutiérrez. La primera parte está compuesta por cuatro romances históricos, modalidad -como es sabido- típicamente romántica; la segunda, más extensa, es un compendio de poesías variadas en su contenido, en la métrica e, incluso, en sus procedimientos estilísticos.
El libro se abre con seis composiciones de carácter religioso -el subtítulo de la obra es «poesías sagradas y profanas»-, en las que pretende recrear pasajes del Antiguo y del Nuevo Testamento o, simplemente, se dirige en oración suplicante a Jesucristo y a la Virgen.
A estos poemas siguen otros de diversa significación temática y estilística que nos muestran, una vez más, su filiación romántica sobre todo en su manera de interpretar el amor y el tiempo.
Hay, además, un romance morisco y un cuento en verso; ambos, con nombre de mujer -«Zulima» y «Elvira», respectivamente- y dos composiciones dedicadas a Isabel II.
La crítica a la obra poética de García Gutiérrez ha sido muy desigual y, en general, también podríamos decir que escasamente rigurosa.
Va desde el elogio manifiestamente exagerado de su coetáneo Hartzebusch, que no duda en decir que es «nuestro mejor poeta lírico»4
, hasta el juicio de Lomba y de la Pedraja, quien opina que sus poesías «ni por su originalidad, ni por su vuelo lírico, ni mucho menos, por la perfección de su obra, exceden, por ejemplo -ni acaso llegan, y no dejan de parecerse-, a las de Ventura de la Vega, que no pasa sino por un poeta de segundo orden.»5
.
Una postura intermedia y yo creo que más razonable, adoptan otros estudiosos como, por ejemplo, Ochoa, quien reconoce que su versificación es excelente, o Ferrer del Río, que distingue entre algunas composiciones buenas y otras de menor calidad6.
Nosotros creemos -coincidiendo con el profesor Entrambasaguas- que la poesía de García Gutiérrez reclama una mayor atención por parte de los críticos y exige un análisis riguroso y un estudio en profundidad.
En primer lugar, hay que dejar sentado que un juicio valorativo debe distinguir entre las diferentes etapas que escalonan su trayectoria poética. Cada una de ellas está determinada por modelos diferentes y por procedimientos expresivos distintos. Sin tener en cuenta la evolución histórica -sin una referencia diacrónica- el examen de su producción literaria carecería de consistencia científica y de validez teórica.
Nosotros, siguiendo al profesor Joaquín Entrambasaguas7, distinguimos tres etapas en su poesía:
- Una etapa neoclásica (aunque, desde luego, con elementos románticos)
- Una etapa intensamente romántica
- Una etapa realista -o prosaica-
En la primera etapa, -la neoclásica-, sigue como modelo a Meléndez Valdés8. Utiliza como motivos de sus poesías temas tradicionales de la corriente anacreóntica, como son el amor y la amistad, situados en ambientes placenteros, en medio de una naturaleza amable y finamente estilizada. Exalta el disfrute de los sentidos con un tono risueño y frívolo, que consigue mediante el empleo de un léxico acorde con estos temas, y con abundantes diminutivos.
En definitiva, se trata de una poesía juguetona, en verso de arte menor, con más pretensiones decorativas que expresivas.
Para no hacer este trabajo excesivamente teórico, podemos centrar nuestra atención en el análisis y comentario de algún poema que sirva, no sólo de ilustración didáctica, sino también de paradigma definidor de los tipos más representativos de la poesía de García Gutiérrez.
«La Mariposa» puede servir de ejemplo de las composiciones de estilo neoclásico; podemos compararla con otra «anacreóntica», también dedicada a la mariposa, de Juan Meléndez Valdés.
La mariposa | ||||||||||||||||||||
Anacreóntica | ||||||||||||||||||||
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Veamos ahora una Composición de Meléndez Valdés que puede servir de paradigma.
Odas anacreónticas
I | ||||
El amor mariposa | ||||
Viendo el Amor un día | ||||
que mil lindas zagalas | ||||
huían de él, medrosas | ||||
por mirarle con armas, | ||||
dicen que, de picado, | 5 | |||
les juró la venganza, | ||||
como suya, extremada. | ||||
Tornóse en mariposa, | ||||
los bracitos en alas | ||||
y los pies ternezuelos | 10 | |||
en patitas doradas. | ||||
¡Oh! ¡Qué bien que parece! | ||||
¡Oh! ¡Qué suelto que vaga, | ||||
y ante el Sol hace alarde | ||||
de su púrpura y nácar! | 15 | |||
Ya, en el valle se pierde, | ||||
ya en una flor se para, | ||||
y otra ronda y halaga. | ||||
Las zagalas, al verle, | ||||
por sus vuelos, y gracias | 20 | |||
mariposa le juzgan, | ||||
y en seguirle no tardan. | ||||
Una a cogerle llega, | ||||
y él la burla y se escapa; | ||||
otra en pos va corriendo, | 25 | |||
y otra simple lo llama; | ||||
despertando el bullicio | ||||
de tan loca algazara | ||||
en sus pechos incautos | ||||
la ternura más grata. | 30 | |||
Ya que juntas las mira | ||||
dando alegres risadas | ||||
súbito Amor se muestra, | ||||
y a todas las abrasa. | ||||
Mas las alas ligeras | 35 | |||
en los hombros por gala | ||||
se guardó el fementido, | ||||
y así a todos alcanza. | ||||
También de mariposa | ||||
le quedó la inconstancia: | 40 | |||
llega, hiere, y de un pecho | ||||
a herir otro se pasa.11 |
Se trata, como hemos apreciado, de un blando, melifluo y sensual poema amoroso. A esta blandura, nacida de la técnica poética que emplea, y enraizada en la corriente neoclásica, se suma la que deriva de la misma materia que trata -el asunto amoroso- tanto en el aspecto humano, como en la escenografía que la envuelve. Reduce la naturaleza a los aspectos placenteros y el léxico -sustantivos, adjetivos, e incluso verbos- están seleccionados para producir sensaciones gratas, llenas de halago y suavidad:
Podemos comprobar que consigue esos efectos, mediante la convergencia de recursos fonéticos -aliteración- y de recursos semánticos -imágenes-.
Verbos: «jugueteas», «vagando», «exhala», «admira», «bebes», «gustares», «batiendo», «embebece», «apura». |
El empleo de diminutivos intensifica esa sensación de suavidad que, premeditadamente, se busca.
«mariposilla» (2 veces), «alitas», «ojuelos» |
Esta «lindeza artificiosa», que, en definitiva, es la usual en toda la lírica bucólica, -aunque claramente acusada y visible- posee, sin embargo, en García Gutiérrez, menos amaneramiento que en Meléndez Valdés.
Una muestra representativa de su poesía romántica puede ser la composición titulada Abandono. Nos pueden servir de referencias los poemas de Bécquer y Espronceda. El tema es la desesperación y las lamentaciones de una mujer abandonada por su amante. Resulta curioso que el poema se ponga en labios de una mujer que se queja por un fracaso amoroso, en contra de la tradición que, generalmente, concede al hombre el protagonismo en el amor, tanto en el triunfo como en la derrota. Sólo puede ganar o perder el que pelea y ya sabemos que, el que conquista tradicionalmente, siempre es el hombre.
Debemos advertir, sin embargo, que ya en el primer poema de esta obra -Poesía-, un cuento versificado titulado «Las dos rivales» es también una mujer la que, despechada por el abandono de su amante, trama una cruel venganza.
Vayamos al poema:
Abandono | ||||||||||||||||||||||||
Idilio | ||||||||||||||||||||||||
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Comparémoslo con esta rima de Bécquer
VI | ||||||||||||||||||||
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El siguiente trozo del «Canto a Teresa» puede servirnos también de modelo
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En el poema distinguimos dos partes perfectamente diferenciadas: las tres primeras estrofas son descriptivas, la amante desengañada se nos presenta vagando por la selva y el monte, en una noche desapacible. El marco espacio-temporal está hecho «a la medida» de sus padeceres: la noche es fría y ventosa; la tierra está cubierta de hielo y de escarcha.
La noche y la naturaleza se han contagiado del estado de ánimo de la protagonista. Las cuatro estrofas siguientes desarrollan el tema esbozado en la primer parte. Creo que nos deberíamos fijar en la interrogación con que empieza esta cuarta estrofa.
«¿qué fue de mi esperanza lisonjera, | |||
de mi dulce esperanza encantadora?» |
Es el uso de ese tópico, tan insistentemente repetido en toda la tradición literaria, del ubi sunt, aplicado aquí a la esperanza -a «la dulce esperanza encantadora»- que no llegó a cuajar porque desapareció «como niebla falaz». Sólo quedan tristes recuerdos de un amor fingido y el amargo recurso de recrearse en su dolor, y maldecir al perverso.
Frente al paisaje plácido del neoclasicismo, el paisaje romántico es agreste. La naturaleza «en desorden» adquiere significado poético: las tormentas borrascosas y las tempestades huracanadas, las noches desapacibles, los cementerios lúgubres, las tinieblas densas, las nubes pardas y las plantas silvestres se llenan de simbolismo. El paisaje, de mero escenario o telón de fondo, pasa a ser protagonista o, mejor, pantalla que refleja la angustia -la mortal melancolía- que atormenta al hombre que se siente determinado por un inevitable Destino.
Fíjense cómo la protagonista se sitúa
«en la noche fría» «en el yermo» «en la selva umbría» |
vaga por
«la selva y el monte» |
y sus lamentos se pierden
«por el lúgubre horizonte» |
es maltratada
«por el cielo y por la escarcha» |
la esperanza huyó
«como niebla falaz» |
Este paisaje proyecta, como pantalla majestuosa, el dolor amargo de la mujer que se siente
«mustia», «desolada», «triste», «de pena traspasada», «errante», «sola», «sin guía y sin camino», «enajenada», «maltratada», «horrorizada», «abandonada», «insensata», etc. |
El poema termina con una maldición fulminante
«¡Oh! Maldito del cielo y de la tierra | |||
quien burla así cruel de fe tan pura, | |||
y maldito el que así con amargura | |||
marchitó infiel cuanto mi pecho encierra | |||
de amor y de ternura.» |
Y ahora podemos examinar una composición de la etapa que hemos denominado realista o prosaica; la poesía se despoja de solemnidad y de importancia. Se eliminan convenciones retóricas y recursos excesivamente artificiosos. Se pretende, en palabras de Vicente Gaos, de una manera intencionada, bajar el tono de la poesía y acercarla a la prosa. Se realiza un intenso esfuerzo por expresarse con sencillez y con naturalidad, aunque huyendo de la vulgaridad. Esta corriente nace de la profunda conciencia de que la poesía no puede tener por lenguaje un dialecto especial, reservado a una minoría, sino abierto, comprensible, a todo el pueblo. Las palabras de Campoamor son suficientemente claras: «democratizar mucho la poesía y aristocratizar un poco más la prosa es un trabajo digno de algunos de los escritores que nos suceden y tengan bastante fuerza para palanquear el idioma, volviendo lo de arriba abajo, haciendo que la poesía no se desdeñe de descender hasta el pueblo, y que la prosa se vista de limpio para poderse elevar hasta la inteligencia de las clases altas. Echemos por la ventana las flores de trapo con que se adorna la poesía, y cerremos para siempre los oídos a esas prosas vulgares, sin olor, calor y sabor.»15
Los procedimientos para conseguir esta «democratización» son diversos:
- Simplificar la sintaxis y el léxico
- Eliminar el hipérbaton
- Reducir las imágenes
De éstas, se conservarán sólo aquellas que se han lexicalizado, y que, por lo tanto, han pasado a ser de dominio general, y han perdido su valor sorpresivo.
Veamos el poema compuesto para «el álbum de una señorita» y comparémoslo con otro de Ramón Campoamor.
Para el álbum de una señorita | ||||||||||||||||||||||||
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El siguiente poema de Campoamor puede servir de ejemplo definidor de la poesía realista.
Un no sé qué — A.C. | ||||||||||||||||||||||||
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Vemos que es un tipo de poesía de compromiso, muy típica de la época realista, cultivada por Campoamor y por otros poetas de su tiempo. Incluso, encontramos ejemplos repetidos en Bécquer, aunque con peculiaridades en las que aquí no nos vamos a detener.
La composición desarrolla el ya tópico tema de la mujer hermosa que desdeña a los hombres que la aman. El poema está vertebrado sobre el retrato de esa mujer. En las cuatro primeras estrofas, con imágenes que son lugares comunes y, a veces, algo desgastadas por el uso, va describiendo su figura con toda minuciosidad. Sigue el orden prescrito en la retórica clásica.
- El talle = es «palma mecida por el aura»
- Los ojos = «fuego que abrasan el alma»
- La boca = «nieve y coral»
- El acento = «Trova que el cantor entona a su amada»
- El aliento = «Brisa sutil que besa la espuma del mar»
Las siete estrofas siguientes -que, como vemos, están compuestas en un metro distinto de las anteriores- constituyen una seria advertencia a la bella desdeñosa del peligro que encierra su actitud, ya que ella misma puede caer en las redes del amor y quedar «presa de tus cadenas». Se trata, en definitiva, -y salvando las distancias- un tema análogo al que desarrolla Garcilaso en su célebre poema «A la flor de Gnido».
García Gutiérrez, en este poema, aprueba esta actitud de desprecio a los posibles amantes, con tal de que actúe con él de manera diferente.
Advirtamos, finalmente, que todo el comportamiento de esta bella mujer desdeñosa se simboliza con una imagen global que también está recogida de la tradición literaria: la rosa con espinas.
Estas muestras, y estos análisis elementales, ponen de manifiesto
1º que García Gutiérrez es un poeta.
Su visión de la existencia,
Su actitud frente a la vida,
Su comportamiento profesional, familiar y social demuestran que sabe penetrar, trascender -interpretar- los acontecimientos con las claves que sólo poseen los poetas.
2º que García Gutiérrez, como poeta, es poco conocido y ha sido insuficientemente estudiado.
En la completa relación bibliográfica elaborada por el coordinador de documentación de la Junta Organizadora del Centenario, que se ha celebrado en Chiclana, figuran 155 títulos. Pues bien, además de las obras poéticas de García Gutiérrez, sólo aparece el prólogo de la edición preparada por el profesor Entrambasaguas, y un artículo de Bonilla y San Martín, titulado «Un poema épico de Antonio García Gutiérrez», publicado en Anales de la Literatura Española. Madrid, 1904.
3º que García Gutiérrez es un poeta plural, polifacético y polivalente. El sólo abarca, al menos, tres estilos diferentes que constituyen otras tantas épocas diferenciadas de las Historias de la Literatura Española.