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La poesía de Miguel Ángel Asturias

Giuseppe Bellini

La fama de Miguel Ángel Asturias descansa sobre todo en su obra de narrador, y como tal su presencia ha ido afirmándose sólidamente desde hace tiempo en el ámbito de las letras, no tan solo hispanoamericanas, como lo documentan los numerosos estudios que la crítica más calificada le ha dedicado y le va dedicando, además de las muchas traducciones de sus novelas a los principales idiomas. La importancia y el vigor de la novelística asturiana explican, aunque no lo justifiquen, la poca atención que la crítica y el lector han reservado a su obra poética. El mismo Anderson-Imbert, tan atento a las letras de América, dedica pocas líneas, en su conocida Historia de la Literatura Hispanoamericana, a la poesía de Miguel Ángel Asturias, a quien califica: «poeta de tono menor, visual, atento a las relaciones entre las cosas, a la esencia de lo mineral y lo vegetal, con el don del matiz»1.

En realidad, Asturias no es tan solo esto. Ante todo la poesía es una constante de toda la obra de. este escritor, porque también su prosa es esencialmente poesía. Con razón, por ello, un crítico italiano, Cesco Vian, ha podido definirlo «novelista-poeta, de los Maya de hoy»2. En efecto, la poesía, constituye la raíz de toda su creación artística y se manifiesta en ese sentido lírico-narrativo con que vive su mundo, en una «indianidad» que no es motivo folklórico, sino parte esencial de su espíritu.

En cuanto a la poesía en verso, este soplo lírico, esta intima adhesión, resultan evidentes, igual que en su obra en prosa. La posición sincera, de Asturias, que lo une íntimamente a la sustancia más profunda de su pueblo y a su aventura en la tierra, no haga de él un lírico limitado y regional, antes bien amplía su significado al ámbito todo de la más alta poesía, a la que aporta una sensibilidad nueva, sorprendente, una frescura de ritmos y colores que no decaen nunca en la nota de lo pintoresco superficial; expresan directamente, con el sentido vivo de una tremenda tragedia humana, una permanente nota lírica que se impone sobre la tragedia misma. Los planos temporales, pasado y presente, se alternan eficazmente en una perspectiva positiva del futuro.

Una, raíz persistente une el espíritu del poeta a la antigua poesía maya, no tan solo a la lírica propiamente dicha, pervenida a nosotros a través de las transcripciones de los españoles, sino a la esencia más genuinamente poética de este mundo, solo aparentemente remoto, al contrario vivísimo en la sustancia actual del espíritu guatemalteco, cuyas estructuras, de una civilización que se confunde con la moderna barbarie, no ha traído elementos nuevos.

Existe, siempre un plano poético que se proyecta del pasado al presente y de este al futuro, en una sustancia constantemente germinadora. La poesía amplia del Popol-Vuh, las antiguas concepciones cosmogónicas, siguen todavía incidiendo profundamente en el espíritu guatemalteco. Asturias siempre las ha sentido operantes en sí y vive con atenta sensibilidad la espiritualidad de la tierra maya. Todas las cosas se le presentan, como a sus antepasados, con un alma secreta que solamente alcanza quien tiene el corazón puro. Todo lo que rodea al hombre inicia entonces un diálogo que solo alcanzan los iniciados, los más humildes, la pobre gente oprimida por la violencia y la barbarie. Asturias se transforma en el intérprete de este mundo, de esta gente; intérprete sagrado, como lo era el «Gran Lengua» en el mundo maya, vehículo oral a través del cual se expresa la esencia espiritual de todo un pueblo.

Prologando Sien de Alondra, que reúne la suma más importante de la obra poética de Miguel Ángel Asturias, Alfonso Reyes, con fina intuición, encontraba en sus versos una nota positiva y confortante en torno a la existencia y el futuro de la poesía3. Reyes insistía particularmente sobre la nota de constante sinceridad que la poesía de Asturias expresaba, poesía que él veía surgir de las visiones más inmediatas, fundarse en las emociones más permanentes4.

Y esto a través de toda una trayectoria evolutiva que, partiendo de la nota modernista, llega a las experiencias más atrevidas de la vanguardia, para encontrar nuevamente los módulos y los ritmos propios de la antigua poesía maya, especialmente en la reiteración, la metáfora, la imagen simbólica, el paralelismo, creando una atmósfera de sugestiva eficacia, evocadora de mundos remotos, proyectados en el tiempo presente.

Sien de Alondra sale a luz en Buenos Aires en 1949 y reúne la obra poética de Asturias desde 1918. Sucesivamente, al editar el primer tomo de las Obras Escogidas, en 1955, el poeta incluye otros poemas, hasta 1954. En el mismo tomo van los. Ejercicios Poéticos en forma de soneto sobre temas de Horacio, ya aparecidos en primera edición en 1951. Desde 1955 hasta hoy, aún en el pleno ritmo de la creación narrativa, Asturias no ha dejado la poesía. Lo documentan los poemas publicados en varias revistas, especialmente en los Cuadernos Americanos, y el largo y reciente poema «Clarivigilia Primaveral», en el que el poeta alcanza acaso el momento más alto de su inspiración, en una obra de extraordinario respiro, caracterizada por una adhesión total al mundo de las antiguas cosmogonías. En Clarivigilia Primaveral llega a su resultado último el uso de la metáfora, en efectos de sorprendentes cromatismos, mientras sobre todo el poema se vierte una armonía altísima de sonidos. Las grandes obras de la literatura indígena americana cuentan en Clarivigilia Primaveral con un nuevo momento de singular importancia, en la época moderna, de su grandeza.

En la larga trayectoria poética de Miguel Ángel Asturias la «indianidad» va asumiendo consistencia cada vez más determinante. Su adhesión al mundo indio se expresa no tan solo como sugestión del pasado, sino a través de una interpretación esencialmente amarga del presente, que instaura dolorosos comparaciones con el tiempo pretérito. Bien conocemos el «compromiso» del poeta, que es lo que constituye la moralidad de su arte. Este compromiso no solo se manifiesta en las novelas, sino que en la poesía se expresa en síntesis, eficaz y cargada de pasión. Bajo esta luz, y por encima de todas las bellezas formales, van interpretados sus poemas. La misma grandeza épica de Tecún-Umán se define mejor a la luz de una realidad miserable, cual se manifiesta en Alimentos, o en la nota trágica de la Marimba Tocada por Indios. La magia de un mundo que repite el paraíso terrestre se hace más evidente, por contraste, en la persistente nota de tristeza con que en cada verso Asturias incide para siempre la situación quemante de su patria. El poeta vibra de rebelión en los cantos épicos a Guatemala, insufla espíritu rebelde en la resignación de su gente. Le confirman en su esperanza los grandes espectáculos de la naturaleza americana: el Titicaca, las extensiones planetarias de, Argentina, las selvas misteriosas y la radiografía de | su raza, que él contempla directamente en sí mismo. Asturias sabe que «los hombres no se acaban», lo expresa en Sabiduría Indígena. Permanecen y viven las grandes presencias del pasado, los restos de las antiguas ciudades mayas, Copán, la muerte, el terror eterno de la nada que empuja a la unión sobre la tierra.

El Libertador de América, Bolívar, representa un símbolo concreto de redención, una esperanza para el futuro, como lo son los héroes, que mueren, pero siguen velando sobre los que viven. Miguel Ángel Asturias está convencido de que «sólo el pueblo hace libres a los hombres», cree en los héroes «que se comulgan con el pueblo», y tiene fe en el futuro.

El mensaje que el poeta guatemalteco lleva a su gente, y no solamente a ella, sino a todo el mundo que sufre, es un mensaje de fe, de certeza en el advenimiento de un día mejor, de la hora «de la vida sin miedo, de la tierra sin amos, / de la siembra y cosecha de los preciosos granos», el día venturoso al que todo el mundo aspira.

Me parece inútil ir buscando etiquetas a esta poesía, únicamente vehículo a través del cual el poeta transmite el sentido de su moralidad, de su participación acongojada a la tragedia del hombre. Entran así en su verso los afectos, los dolores, la pasión, las amarguras profundas que el poeta experimenta, la suprema tensión de la esperanza, en la que se sublima el rostro de la patria. La poesía, de Asturias denuncia, incita, ofrece esta esperanza, cava sobre todo en lo profundo del hombre. La geografía de su tierra asume forma en el cantor, que en ella ahonda con raíces sutiles, en una íntima identificación de dolor.

En el pasaje anteriormente citado, Anderson-Imbert afirmaba que Asturias era poeta «atento a las relaciones entre las cosas»; esto me parece exacto y lejos de constituir una disminución del valor de su lírica, la califica en su significado. Porque. Miguel Ángel Asturias es poeta en el más amplio sentido de la palabra. Su poesía es esencialmente diálogo reencontrado con las cosas y el hombre, auscultación atenía de su secreto latido, revelación continua de la humanidad, que de esta manera se construye y encuentra la fuerza para resistir al mol, superar el desgaste del tiempo y creer en el «día de luz» que Asturias pregona5.