La «Revista de Galicia» de Emilia Pardo Bazán (1880)
Ana M.ª Freire López
—421→Por Emilia Pardo Bazán nada sabríamos de la Revista de Galicia. En los Apuntes autobiográficos que figuran, a modo de prólogo, en la primera edición de Los Pazos de Ulloa (Barcelona, Daniel Cortezo, 1886), aunque abarcan la época en que la fundó y dirigió, no la menciona siquiera, y los únicos testimonios acerca de aquella empresa son epistolares y estrictamente contemporáneos a la existencia de la publicación1.
Es muy probable que el silencio se deba a cómo terminó -más bien a cómo fue abandonado de manera algo irresponsable- aquel proyecto, por circunstancias personales poco gratas de vivir y menos de recordar2.
La idea de dirigir la Revista no partió de ella. Tal vez su firma ya conocida, la importancia de su apellido en la sociedad coruñesa, e incluso el hecho de ser mujer y joven -veintiocho años-, animó a los propietarios de la futura publicación a solicitarle que se pusiera al frente de ésta3. Y ella aceptó, aunque no sin reservas. En aquella etapa poco feliz de su vida, muy ocupada en cuanto a trabajo y a relaciones sociales, la dirección supondría más problemas que compensaciones, y existen testimonios que prueban la veracidad de algunos comentarios en este sentido, que se encuentran en sus cartas, y que podrían parecer un poco exagerados.
—422→«Es tanto lo que tengo que hacer, -escribe a Menéndez Pelayo- que me falta tiempo para todo. Mi casa es la casa de más visitas y sociedad de La Coruña: y no siempre se puede desatender a la gente. Después, tengo dos niños que me embelesan; familia que no me deja mucho tiempo sola; el movimiento literario regional, que afluye aquí; me estoy perfeccionando en el alemán, que aprendí sola y ahora corroboro con el ejercicio; tengo la dirección de la Revista; mi buen amigo Ortí desea que refunda el «Darwinismo» y estoy echando las bases de ese trabajo; ¡aún olvido muchas cosas! Agregue V. que a veces padezco y tengo que suspender mis ocupaciones todas y atender solo al hígado. Todas estas son explicaciones que harán a V. comprender por qué no me pongo inmediatamente a refundir la Memoria sobre Feijoo. Pero iremos acopiando los materiales: poco a poco se va a lejos».
(Carta: 28-III-1880.)
Además, por aquellas fechas tenía entre manos su San Francisco de Asís y proyectaba la creación de una Biblioteca gallega.
A comienzos de 1880 escribió una serie de cartas a diversas personas, participándoles la creación de la Revista de Galicia e invitándoles a colaborar en ella. A Menéndez Pelayo le exponía abiertamente sus intenciones, suponiendo que compartida sus ideas:
«Uno de estos días recibirá V. el prospecto de una publicación titulada La Revista de Galicia (sic), que va a ver la luz aquí, y a cuyo frente me han rogado que me pusiera. Dudé en aceptar, porque esto -por fuerza- ha de robarme tiempo y tengo poco; pero después me decidió la consideración de que aquí no hay sino dos periódicos católicos (en todo el reino de Galicia) y esos, muy malos y sin lectura apenas4. Éste, mientras yo lo dirija, respetará siquiera los fueros de la verdad y del buen sentido; no respondo de que respete tanto los del primor literario, porque habrá que cerrar los ojos a más de una falta. Este pueblo y país son poco cultos y es una buena obra ir descortezándoles -en lo posible-. Las personas que son dueñas -financieramente hablando- del nuevo periódico, no descuellan por su ortodoxia, pero yo estoy decidida a que la primera falta que en este terreno cometan sea la señal de mi retirada5. A fin de que el periódico presente -en lo posible- un carácter católico, me permitiré reproducir algunas cosas de personas como V. que vea en otras publicaciones. Haría V. una buena obra con enviarme alguna cosa -pequeñísima, una traducción de una cuarteta, cualquiera menudencia- para el primer número. Deseo que éste sea como el programa que represente las tendencias de la Revista, y me prometo ser inflexible».
(Carta: La Coruña, 29 de enero de 1880.)
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No se piense por ello que la Revista tiene un carácter confesional o que abunda en ella el tema religioso. Es una revista literaria en el sentido que entonces tenía este adjetivo, con sus secciones de «Crónica literaria», «Crónica científica», «Crónica teatral», «Bibliografía», «Miscelánea», y donde tiene cabida la creación literaria en prosa y verso, ensayos y artículos de erudición sobre diversas materias históricas, literarias, científicas, e incluso el folletín, Un episodio del terror, de Alfred de Vigny, que comienza en el número 9. En la Revista colaboran autores de muy diversas tendencias: carlistas como Valentín de Nóvoa, y hombres de la Institución Libre de Enseñanza como Rodríguez Mourelo; el sacerdote Juan Antonio Saco junto a Curros Enríquez, a quien el obispo de Orense prohíbe Aires da miña terra, poco después de adelantar algunas primicias del libro en la Revista de Galicia, etc. En los veinte números de la Revista encontramos más de cincuenta firmas, algunas de ellas con varias colaboraciones, unas de escritores conocidos en el ámbito nacional, como Menéndez Pelayo, Valera, Ventura Ruiz Aguilera, Salvador Rueda o Ricardo Sepúlveda, otras de escritoras que tratan de abrirse camino, como Julia de Asensi, Sofía Casanova, Josefa Pujol de Collado, o Josefa Ugarte de Barrientos, al lado de la ya entonces conocida Emilia Calé e incluso una breve poesía de Rosalía de Castro dedicada a doña Emilia: casi todos los textos de estas autoras publicados en la Revista de Galicia no constan en sus respectivas bibliografías. Además, entre los colaboradores de la Revista está representado gran parte del movimiento intelectual que quiere sacar del olvido los valores de Galicia a todos los niveles y desde distintos presupuestos ideológicos: Alfredo Brañas, Curros Enríquez, Salvador Golpe, Andrés y Jesús Muruáis, Aureliano J. Pereira, Pérez Ballesteros, Segade Campoamor... Varios de ellos formarían parte, tres años después, de la sociedad «El Folklore Gallego», fundada por iniciativa de doña Emilia, que fue su primer presidente6. La lengua de las colaboraciones es tanto el gallego como el castellano. Son momentos en que se trata de fijar la lengua gallega, en desuso literario durante tanto tiempo. La amplia reseña que Emilia Pardo Bazán hace de Saudades gallegas de Valentín Lamas Carvajal, y en donde plantea algunas cuestiones lingüísticas, suscita el artículo firmado por Un gallego vello, dirigido «A o señor de Torre-Cores», que era el habitual firmante de las reseñas bibliográficas, confundiéndolo -a propósito, creo yo- con la propia directora de la Revista7. Este «gallego vello» recibe una respuesta firmada por Torre-Cores, y estos tres artículos son muy interesantes en relación con el proyecto de resurgimiento del gallego como lengua literaria. Por otra parte, el autor de la primera gramática gallega, Juan Antonio Saco, colabora en la Revista de Galicia, y su obra se anuncia en la contraportada de ésta durante varios números. También son momentos de acercamiento a Portugal, y esto se advierte en las frecuentes alusiones a la literatura portuguesa en los primeros números -particularmente —424→ a los actos en tomo a la celebración del Centenario de Camoens-, y en una sección dedicada a ella a partir del número 12, la «Revista literaria portuguesa», redactada por Lino de Macedo.
El título de la Revista no era original. Treinta años antes don José Pardo Bazán, el padre de Emilia, había sido uno de los fundadores de otra Revista de Galicia, subtitulada «Periódico de sus intereses materiales, morales e intelectuales», que comenzó a publicarse en Santiago el 1 de junio de 1850, en números quincenales de cuarenta páginas en cuarto, y cuya existencia fue efímera, ya que cesó en agosto de ese mismo año. Pero todavía hubo una Revista de Galicia anterior, semanal, también publicada en Santiago, subtitulada «Periódico de Ciencias, Literatura y Artes», que existió desde octubre de 1841 a enero de 1842. Su fundador y director, Manuel Rúa Figueroa, era pariente de doña Emilia. Entre sus redactores se encontraba, por cierto, Francisco Navarro Villoslada.
La nueva Revista de Galicia, la dirigida por Emilia, no tomó de las anteriores más que el título, ya que en cuanto a sus planteamientos se inspiró más bien en las dos revistas culturales más importantes de la España del momento: en la Revista de España y, todavía más de cerca, en la Revista Europea, aunque la suya tiene un talante más divulgativo, menos erudito que el de éstas8. La propia Emilia era consciente del menor alcance de su publicación9.
La Revista de Galicia, que salía en un principio los días 4, 11, 18 y 25 de cada mes -como rezaba la cubierta- y que se subtitulaba «Semanario de Literatura, Ciencias y Artes», suprimió la palabra «semanario» en el número 9, al cambiar su periodicidad para salir solamente los días 10 y 25 de cada mes, eso sí, triplicando el número de sus páginas en cuarto mayor, impresas a dos columnas, que de ocho se convirtieron en 24.
—425→El primer número de la nueva Revista de Galicia vio la luz en La Coruña el 4 de marzo de 1880, y en el Programa que inserta en la primera página, después de una breve consideración sobre el papel de las revistas en el panorama periodístico -«vienen a ser hoy transacción estipulada entre dos rivales enemigos: el libro y la prensa diaria»-, pone de relieve el carácter amplio, aunque no ecléctico, que quiere dar a la suya, en la que tendrá cabida todo lo que contribuya al progreso de Galicia, pero sin aislarse del contexto español, e incluso extranjero, lo que sería perjudicial y nada enriquecedor: «Importa pues -escribe que las Revistas informen a la nación de cuanto sea digno de nota en la cultura provincial, y enteren a la provincia de lo que la nación piensa, trabaja y escribe», al mismo tiempo que «no es su ánimo permanecer enteramente ajena al conocimiento de lo que adelanten letras y ciencias fuera de España». Esta idea de contribuir al progreso de su tierra, sin particularismos que la empequeñecerían, preside toda su tarea y se advierte a través de las páginas de la Revista. En ellas da a conocer en Galicia el movimiento cultural e intelectual de Madrid y del extranjero, ya a través de artículos extensos como los de Rodríguez Mourelo sobre el Ateneo y sobre la Institución Libre de Enseñanza, ya con breves noticias artísticas, literarias o científicas. Y, al mismo tiempo, publica documentados estudios sobre el arte, la historia y la geografía gallegas, e informa de la actividad cultural de la región: veladas literarias públicas y privadas; concursos y certámenes literarios y musicales; juegos florales, como los de Pontevedra, tratados con extensión; fiestas con una vertiente cultural, como las de María Pita en La Coruña; exposiciones y muestras, como la Exposición regional de Pontevedra; actividades de instituciones como el Liceo Brigantino o la Sociedad Económica de Amigos del País de Santiago, etc. Todo ello en un tono positivo, pero no exento de crítica.
El conocimiento de la Revista de Galicia es interesante por varias razones:
Por una parte, porque supone el primer acercamiento de Emilia Pardo Bazán al periodismo profesional -no ya solo como eventual o incluso frecuente colaboradora en periódicos y revistas desde 1866-, lo que nos ofrece una nueva faceta de la escritora en una fecha temprana, en que acaba de publicar su novela Pascual López. Autobiografía de un estudiante de Medicina, cuya reseña, firmada por Ventura Ruiz Aguilera, aparece en el número 10.
La Revista, además, aporta textos desconocidos de doña Emilia, unos firmados con su nombre, otros anónimos, y otros bajo el seudónimo de Torre-Cores, pero todos atribuibles a su pluma sin lugar a dudas. Entre los más interesantes firmados por Torre-Cores se encuentran los dos titulados «La Revista de Galicia y la escuela realista portuguesa», cuando, interesada ya por la nueva corriente literaria, maduraba las ideas que pocos meses después, al regreso de su estancia en el balneario de Vichy, escribiría en el prólogo a Un viaje de novios. El ambiente que se respiraba en tomo al naturalismo -que en la Revista es llamado indistintamente con este nombre o con el de realismo- es perceptible en algunos artículos -«estos tiempos de naturalismo y decadencia», escribe Jesús Muruáis-, e incluso en breves noticias, como la que comenta que acaba de publicarse Nana, de Zola, «cuyo —426→ asunto y desarrollo son tachados de inmorales aun por la gente menos timorata» -dice textualmente- pero que «logra sin embargo tal éxito, que aun no bien puesta a la venta, un autor italiano sacó de ella un drama que se representa en Nápoles, y ya corre en América la cuarta edición de una traducción inglesa, por más señas furtiva» (Sección «Crónica literaria» del número 3). No es de lo menos interesante de la Revista la sección de «Bibliografía», en donde doña Emilia redacta veintidós reseñas, anónimas en los primeros números, y con la firma de Torre-Cores a partir del noveno, entre las que se encuentran las de El niño de la bola, de Alarcón (núm. 2), La Ciencia española, de Menéndez Pelayo (núm. 5), Dafnis y Cloe o las Pastorales de Longo, de Valera (núm. 6) o De tal palo tal astilla, de Pereda, a quien llama «un discípulo muy aventajado de la insigne Fernán Caballero» (núm. 9). Con su propio nombre, y en la sección de «Crítica literaria», firma además artículos sobre Saudades gallegas, de Lamas Carvajal (núm. 11), Aires da miña terra, de Curros Enríquez (núm. 13), Ecos dolientes, de Manuel Ramírez (núm. 18) y Renglones cortos, del joven Salvador Rueda (núm. 19). A su pluma se deben también las secciones «Crónica literaria», «Crónica científica» y «Miscelánea», que aparecen anónimas.
Por otra parte, en la Revista de Galicia se publicaron colaboraciones de autores que no figuran en las bibliografías de éstos, quizá por tratarse de escritos tempranos y por ser desconocida la Revista, y también fueron primicia en ella fragmentos de obras que estaban en vías de publicación, como un capítulo de la Historia de los Heterodoxos Españoles, que aún no había visto la luz: el dedicado a Juan de Valdés, que saldría en el segundo tomo.
Y, en otro orden de cosas, interesa la Revista de Galicia, porque es el primer proyecto en el que colabora Emilia Pardo Bazán para ayudar a levantar a Galicia de la postración intelectual y cultural en que se encontraba a la altura de 1880.
En el nº 19 de la revista, del día 10 de octubre, en seis breves líneas de la sección de «Miscelánea» aparece una noticia, en apariencia, intrascendente: «Ha salido para las aguas termales de Vichy (Francia) la Sra. Dª Emilia Pardo Bazán. La dirección interina de la Revista de Galicia queda a cargo del señor Conde de Pardo Bazán, a quien pueden dirigirse nuestros colaboradores». Era el preludio del fin. Como hemos visto, a Menéndez Pelayo le contaba Emilia por carta sus ocupaciones; pero a Giner de los Ríos llevaba tiempo hablándole de sus preocupaciones (conyugales, familiares, intelectuales, de salud), que tuvieron mayor incidencia en los altibajos del desarrollo y en la muerte de la Revista. Poco antes de involucrarse en el proyecto, en septiembre de 1879, le manifestaba su estado de ánimo: «La falta de ciertas expansiones que solo VV. pueden proporcionarme, me entristece de tal manera que no es mucho asegurar que ella tiene la culpa de esta enfermedad que tan mal parada me trae. Tengo horas de melancolía profunda, y necesito, de veras, un poco de esparcimiento». Y días después: «Hoy estoy muy triste y alicaída, porque pasó por aquí un buen facultativo de Santiago, me vio y opinó que probablemente no podré criar = Es la perspectiva que más me aflige; me paso el día llorando». Una vez en marcha la Revista, en mayo del SO, le confesaba: «Me tiene a veces aburrida esta función directorial que he tomado sobre mis hombros». Y en julio: «¡Quisiera irme al campo! Creo —427→ que a estos niños les conviene; pero la indecisión de los que me rodean hace que nunca se resuelva el día de la marcha. Decididamente estoy aburrida y triste, y me falta hasta aire para respirar». Y termina esa carta: «Adiós, amigo mío. Sin ánimos ni resorte moral para nada, pero con el cariño de siempre, soy suya». En este estado de ánimo, en septiembre salió para Vichy.
El último número de la Revista es, podríamos decir, de aluvión: las colaboraciones seriadas ocupan más espacio del habitual, porque hay que cubrir las páginas previstas; faltan las secciones fijas, cuyo hueco se llena con poesías; carece de los habituales e interesantes anuncios bibliográficos de las cubiertas y de la publicidad en general... Quedaban interrumpidas, aunque terminan con el habitual (Se continuará), colaboraciones de Menéndez Pelayo, Rodríguez Mourelo, el folletín de Alfred de Vigny y el estudio sobre Galdós de la propia doña Emilia, que acababa de ver la luz en la Revista Europea.