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La definición de Port-Royal es la siguente: «Y eso es lo que propiamente es el verbo: una palabra cuyo uso principal es significar la afirmación; es decir, señalar que el discurso en el cual se emplea esa palabra es el discurso de un hombre que no concibe solamente las cosas, sino que juzga sobre ellas y las afirma. [...] Según esto, se puede decir que el verbo, de suyo, no debería tener en modo alguno otro uso sino el de señalar la unión que hacemos en nuestro espíritu entre los dos términos de una proposición. Pero no hay sino el verbo ser, al que se llama sustantivo, que haya permanecido en esa simplicidad, y aun puede decirse que no ha permanecido propiamente así sino en la tercera persona del presente, est, y en ciertas oportunidades» (Grammaire Générale 1660: 49-50).

 

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Destutt de Tracy (1822: 234) defiende esta teoría de la siguente manera:

«... el verbo ser es en realidad el verbo auxiliar, universal y necesario, que precisamente entra en la composición de los demás: que se halla en todos tiempos, aun en los simples, cuando se descomponen, y lo que es más, reciben de el sólo la posibilidad de tener tiempos, pues a él sólo deben la propiedad de expresar la existencia».

 

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«El verbo es una palabra ó parte de la oración cuyo oficio principal es significar la afirmación o juicio que hacemos de las cosas» (Benito de San Pedro 1769: 42).

 

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«Si descomponemos cualquiera proposición, conocemos que esta contiene precisamente un sugeto i un atributo, es decir, una idea incluida en otra: un solo signo espresaba toda la proposición en el primer estado del lenguaje, como dejamos dicho: este signo era la interjección, i en ella se comprenden el sugeto i el atributo; Ah! por ejemplo, incluye yo sufro, qué desgraciado soy! &.c; pero cuando se empezó á descomponer la interjección, asi como imaginaron voces para esplicar los sugetos de las proposiciones, esto es, nombres i pronombres, era también preciso inventar palabras que espresasen el atributo. Por lo que hemos dicho del adjetivo, parece que a este conviene esclusivamente la forma atributiva; pero no se le considera como un atributo completo, ni puede serlo sin el verbo, única palabra que denota el acto de afirmar que una idea está incluida en otra: por tanto la afirmación es lo que principalmente distingue al verbo de las demás de la oración, y lo que le da la mayor fuerza: de aquí es que no puede haber proposición completa sin un verbo espreso ó implícito: verdad es que en los más de los idiomas los verbos significan algo más que la afirmación de estar una idea incluida en otra, porque siempre debió parecer útil añadir á la idea de la afirmación la idea incluida, i el tiempo i modo de la existencia de este atributo respecto del sugeto á quien se atribuye. Cuando decimos el sol brilla, señalamos no solamente que el atributo brillante conviene al sol, sino también la afirmación de que la propiedad de brillar pertenece en este tiempo al sol.

Para llevar el hombre al estado de perfección la teoría del verbo, esplicando por él no solo el acto de afirmación de la existencia del atributo en el sujeto, sino el estado, modo i tiempo de esta existencia, hubo por necesidad de hacer muchas tentativas en la formación del lenguaje, i solo con el tiempo ha podido el verbo llegar á la exacta i completa estructura que ahora tiene» (Mata y Araujo 1842: 41-43).

 

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«¿Qué es el verbo?. Un signo conexivo variable destinado á expresar la afirmación que pronuncia nuestra mente en virtud de la relación percibida entre el sujeto y el atributo.

El verbo afirma la conveniencia y no conveniencia, pero afirma siempre; y afirmando siempre, y siendo única la afirmación, es evidente que el verbo debe ser único en todos los idiomas.

No hay ni puede haber más de un verbo; y éste en nuestra lengua no es otro que la palabra es. Somos partidarios del verbo único, como se dice; creyendo que, filosóficamente hablando, es del todo absurda la opinión contraria. ¿Negaremos, empero, que sean verbos las palabras escribe, anda, come, piensa, quiere, duerme, etc? De ningún modo; mas adviértase que todos ellos expresan afirmación, si bien la cosa afirmada es muy diversa. Escribe equivale al verbo es y un adjetivo activo, que debiera ser escribiente; anda, á es andante; duerme á es durmiente; y de todos los verbos atributivos se puede decir una cosa análoga, porque todos ellos son palabras mixtas, que representan el atributo y el signo conexivo de que hablamos. Luego no hay más verbo que la palabra es. Se objetará, quizás, que en el uso la oración Antonio es escribiente, no expresa lo mismo que Antonio escribe; pero nosotros buscamos el valor ideológico, y no el usual: y, atendiendo al primero, es indudable que todo verbo atributivo equivale á la afirmación y á la cosa afirmada» (Salieras 1887: 117-118).

 

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«Verbo es la palabra más principal del discurso, que conexionando las ideas entre sí sirve para expresar el acto afirmativo de la razón. Si decimos simplemente: "Dios recompensa la virtud", hallamos ya eslabonadas las ideas resultando un pensamiento completo, porque afirmamos positivamente que le conviene á Dios la cualidad de ser remunerador de la virtud» (Miguel 1897: 37).

 

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Por ejemplo, E. Benvenlste citado por Vidal Lamíquiz (1973: 326).

 

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Gómez Hermosilla (1841: 112 y 113). Se puede ver un estudio comparativo de las diferentes nomenclaturas que se usan en el siglo XIX para designar a los tiempos del verbo en el capítulo III del libro de Manuel Mourelle de Lema (1968).

 

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Debemos tener presente que el Curso de Filosofía Elemental de Jaime Balmes se publica en Madrid 1874, el mismo año en que sale a la luz en Santiago de Chile, la primera edición de la Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos, de Andrés Bello.