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La voz interior de la lectura

Antonio Rodríguez Almodóvar





En la reciente edición de la Feria del Libro de Sevilla se ha consolidado la carpa de los cuentacuentos para niños, aumentada con otro espacio similar para jóvenes. En ambos ha sido la voz viva la que ha reinado por sobre el barullo, un poco para recordarnos en qué se funda el curioso nexo que se da entre el hecho de contar y el hecho de leer. Algo que algunos teóricos todavía no aceptan, por creer que la lectura silenciosa es un acto íntimo que en nada requiere del estímulo auditivo. Esto es cierto, y sólo relativamente, cuando el lector ya está formado. Pero el niño y el adolescente todavía no tienen desarrollada esa que llamaremos la voz interior de la lectura, a saber, una entonación bien modulada, un ritmo, una intensidad..., en los que se apoya la decodificación del texto para un leer más fácil y, por ende, más comprensivo. Incluso fisiológicamente parece que algo se mueve en nuestros órganos de pronunciar, si bien de forma milimétrica, cuando leemos en silencio. Ello está en paralelo con el otro hecho, más profundo, de que no podemos pensar sin palabras. Todo lo cual conduce a la conveniencia de que, en las primeras edades, se lea, se recite y se cuente en voz alta. No en vano, hasta San Ambrosio, la lectura sin voz ni siquiera existía. En los refectorios, en las aulas, en las calles, el texto escrito se consideraba meramente un apoyo a la verbalización sonora.

Para poner en valor estos fundamentos, y otros parecidos, acaba de nacer una revista. Tantágora se llama, y surge como una «publicación dedicada a la narración oral, al cuento, a los narradores». Dirigida por Roser Ros, aparecen en su elenco otras figuras importantes de este arte del contar, como Alexander Hernández (Venezuela), Martha Escudero (México), Ana Padovani (Argentina), Ana García Castellano, Ernesto Rodríguez Abad, Paula Carballeira, Juan Ignacio Pérez (España), entre otros. A casi todos ellos los hemos visto desfilar por las sucesivas ediciones del espacio «Cuentos para casi todos», de la Caja de ahorros San Fernando.

Y como del cuento oral al cuento escrito ya vemos que no hay más que un paso pequeño, aunque sustancial, ejemplo válido será el de El traje nuevo del Emperador, el célebre relato de Hans Christian Andersen, basado, por cierto, en una leyenda medieval que ya versionó Don Juan Manuel y luego Cervantes, cada cual a su estilo y propósito. Es la historia que ha elegido este año la OEPLI (Organización Española para el Libro Infantil y Juvenil), para su edición conmemorativa del centenario del autor danés y, como de costumbre, en las cuatro lenguas de España. Son otras tantas versiones libres de esta narración, debidas a autores contemporáneos y a ilustradores de talento, con nuevas parodias del poder y de la hipocresía.

Y ya que estamos de revistas, nos faltaba este año referirnos al último número de Lazarillo, la veterana y prestigiosa publicación de la Asociación del Libro Infantil y Juvenil. Con la dirección artística de Alberto Urdiales, la coordinación en sus distintas secciones de Nieves Martín y M.ª Victoria Sotomayor, y la eficiente labor de coordinación general de Alicia Muñoz, acompañan a esta edición las sugestivas ilustraciones de Paco Jiménez. (Otro día, por cierto, hablaremos del papel complementario que tienen las ilustraciones en la animación lectora, precisamente cuando la voz viva ha de ser sustituida por la voz interior).





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