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Larra, defensor de Fernando VII

Jorge Urrutia

No es fácil saber por qué un escritor comienza a escribir, como tampoco lo es saber por qué escribe de una manera determinada y no de otra. La respuesta a tal incertidumbre, siempre insegura, sólo puede existir referida a cada autor en particular; cualquier generalización resulta abusiva. Los historiadores de la literatura, no preocupados habitualmente por lo que hace escritor a un hombre, sino por la causa inmediata de una obra, citan algunos episodios de la vida de Mariano José de Larra como posibles motivos de una escritura dirigida a la crítica y a la oposición.

Según Carlos Seco Serrano, en Sociedad, literatura y política en la España del siglo XIX (cuyo capítulo referido a Larra es la introducción «retocada» a las Obras de este autor en la BAE), la reincorporación a la vida española de Larra, con la vuelta familiar del exilio, debió de marcar la personalidad del niño y repercutir en la del adulto. Los compañeros tratarían a Mariano José no de liberal, sino de afrancesado y, por ello, lo acusarían de no haber sido partícipe en algún modo de la vibración del país contra el invasor. Ello explicaría el carácter introvertido y serio con que se nos presenta el niño en la biografía publicada por Manuel Chaves y Rey en 1898. Carmen de Burgos narra1 cómo en Valladolid, el año 1825, Mariano se enamoró de una mujer a la que adornó con todas las virtudes, hasta que descubrió que era la amante de su padre. Padre e hijo relacionados amorosamente con una misma mujer habría sido, según los autores que siguen a «Colombine», una situación muy difícil de superar para el joven de dieciséis años que era Larra entonces, y habría además provocado una separación familiar.

Son múltiples las razones que pueden impulsar a enfrentarse con una situación sociopolítica, y no siempre la desencadenadora de una actuación de ese tipo tiene por qué ser importante ni ejemplar. Las circunstancias familiares, más que las sociales o nacionales, parecen haber esculpido -según muchos críticos- el pesimismo y la acritud de Mariano José de Larra. No podía hacer otra cosa sino estar en la oposición, fuese cual fuese el gobierno. Para nosotros, Larra, el fondo de Larra, la esencia de Larra, es un espíritu de rebeldía, escribe Azorín en Rivas y Larra. Y más adelante: Quiere siempre «otra cosa»; se halla siempre en pugna con la realidad. [...] Nos desconcierta muchas veces, por ejemplo, la idea política de Larra; vemos en ella cambios inexplicables y contradicciones. No; lo que cambian son las cosas y lo que permanece es el espíritu de rebeldía. Pedro Romero Mendoza llega a afirmar que Larra nunca pudo escribir de otra forma porque en su espíritu no había ni luz, ni color, ni sentimiento, ni ternura, ni fe, ni piedad2.

En la biblioteca de don Antonio Rodríguez-Moñino, que tan cariñosa y cuidadosamente mantiene su viuda, doña María Brey, se conserva un manuscrito inédito de Mariano José de Larra que nos obliga a replantearnos el tema de su desesperanza y mordacidad temperamentales. Se trata de una instancia cuyo contenido transcribo a continuación:

D. Mariano de Larra, natural de Madrid, de edad de 18 años, solt.º que vive en compañía de su padre D. Mariano, calle de Sta. Ysabel frente al cuartel de los Provinciales, n.º 2 ct.º 2º y manz.ª 20, con el más profundo respeto a V. E. expone: que deseando servir a S. M. en calidad de Voluntario Realista de Infantería, solicitó a principios de Noviembre del próximo pasado año de 1826 esta gracia, y no habiendo tenido resulta su solicitud,

A V. E. suplica se digne benigno a ello, lo que espera de su bondad.

Madrid, 29 de Enero de 1827.

Excmo. Señor Mariano de Larra
(rubricado)


En el margen izquierdo se lee, escrito con distinta letra:

Madrid, 3 de Febrero de 1827. Por acuerdo del Excmo. Ayt.º Pase al Sr. Vizconde de la Torre -a quien corresponde Excmo. Sr..- por turno: para su informe. (Rubricado.)


No hay razón para dudar de la autenticidad del documento, ni de que se refiera al famoso escritor decimonónico. Larra nació el 24 de marzo de 1809 en Madrid; en 1827, cuando firma la instancia, cumple los dieciocho, según dice. Su padre se llamaba don Mariano, y conocemos documentos en los que Mariano José aparece llamado simplemente Mariano. Así el certificado de estudios librado por el Colegio de Escuelas Pías de San Antonio Abad de Madrid el 3 de agosto de 1822, y que recoge Chaves3. Extraña que diga vivir con su padre, cuando los biógrafos aseguran una separación desde 1825, pero tal separación es dudosa.

Según algunos autores, Larra se separa de su padre marchándose a estudiar a Valencia. En cualquier caso, en 1826 sigue cursos de griego y de física en los Reales Estudios de San Isidro, de Madrid, protegido probablemente por su tío Eugenio. Al año siguiente trabaja algún tiempo en una oficina gubernamental, abandonando el empleo para dedicarse al periodismo4. Es incongruente afirmar que estuvo empleado en 1826 y que en ese mismo año dejó el trabajo para vivir de los periódicos, cuando el primer número de El Duende Satírico del Día no aparece hasta febrero de 1828. Desde luego, la vida de Larra durante los años 1825, 1826 y 1827 no es perfectamente conocida. Sabemos que persigue algún cargo oficial, puesto que Ramón Mesonero Romanos nos dice que entre los jóvenes del momento estaba don Mariano José de Larra, alumno de Medicina, a quien yo mismo presenté a Cortina a fin de que le recomendase al Rey para que fuese nombrado individuo de una Comisión facultativa que había de ir a Viena a estudiar el cólera5. Económicamente tuvieron que ser aquellos unos años nada cómodos; una carta escrita desde Londres para sus padres, el 27 de mayo de 1835, nos lo confirma: Por mí nada me importa; sólo siento tener hijos y que ustedes no sean ricos y más independientes; en esto soy muy buen cristiano, y como estoy viviendo de milagro desde el año 26, me he acostumbrado siempre a mirar el día de hoy como el último...6. Años difíciles también para sus padres, puesto que el 23 de abril de 1927 Mariano José firma una instancia solicitando para su padre la plaza de médico de Navalcarnero, pueblo de Madrid7. Esta petición nos demuestra que padre e hijo están unidos y que la posible crisis de 1825 careció de gran importancia. La instancia de enero de 1827 confirma que ambos viven juntos en Madrid.

¿Quiénes eran los Voluntarios Realistas de Infantería entre los que quiere contarse Larra? El 27 de septiembre de 1823, Fernando VII cerró las academias militares por considerar peligroso aumentar el nivel intelectual del Ejército, al que disolvió el 2 de octubre8. El 14 de mayo anterior la Junta Provisional de Gobierno de España e Indias había dictado el reglamento de unos cuerpos denominados «de Voluntarios Realistas», a cuyo cargo quedó la seguridad del país. Su organización y funciones fueron las de una policía militarizada, que lo mismo protegía los caminos o las propiedades, que abortaba violentamente el mínimo conato de rebelión. Su inutilidad como Ejército y su efectividad como cuerpo represivo queda patente en el informe que don José Sanjuán, Capitán General de Extremadura, redacta el 9 de agosto de 1825, en el que escribe: ...aunque conozco que una fuerza armada constituida como la de los Voluntarios Realistas no puede obrar en el campo de batalla, es suficiente para contener los intentos criminales [y] para llenar los objetos de su instituto9.

Los cuerpos de Voluntarios Realistas, que existían en cada Ayuntamiento, dependían directamente del rey y representaban la postura más radicalmente conservadora. La Iglesia los consideró siempre como los más celosos guardianes de la fe, el orden y el absolutismo y excusó todos sus excesos. En el primer artículo de su Reglamento se dice que podrán ingresar en el cuerpo aquellos vecinos que hayan manifestado clara y positivamente, y continúen acreditando, su constante amor y lealtad a mi augusta real persona y soberanía, a mi dinastía, a la religión católica, apostólica y romana y a las antiguas leyes fundamentales y respetables costumbres de la monarquía española10. Los escritos de los comandantes de los Voluntarios Realistas repiten siempre las mismas peticiones: castigo de los liberales, los masones, los comuneros y los enemigos del trono en general, autonomía completa y restablecimiento de la Inquisición.

¿Cómo es posible que el liberal Larra, el romántico progresista, el crítico del retraso español, desee ingresar en un cuerpo defensor del absolutismo y la reacción? Mariano José, hijo de un médico militar, no se olvide, pasa dificultades económicas y busca un empleo oficial. Probablemente no posee un pensamiento político muy definido, aunque se lo podemos suponer de tendencia liberal. Asiste, como los demás madrileños, a la crisis del verano de 1826, crisis largamente gestada, en la que parece vislumbrarse una tendencia del rey hacia cierta política conciliadora. Sin embargo, el 15 de agosto, Fernando VII publica un decreto plenamente «realista», «apostólico». El carlismo se insinúa ya y la extrema derecha (admítaseme esta expresión) no está satisfecha, por lo que en el mes de noviembre lanza un Manifiesto de la federación de realistas puros, en el que se acusa a Fernando VII de débil, estúpido, ingrato, príncipe indigno, parricida, mal esposo, pérfido amigo, mal hermano y «monstruo compuesto de lo más refinado de la perversidad». Concluye el manifiesto pidiendo la sustitución del monarca por su hermano, el príncipe don Carlos. De las mismas fechas piensa Miguel Artola que es una Proclama de los Voluntarios Realistas, en la que se niega que los liberales sean los causantes de las desgracias de la Patria, acusando en cambio a los apostólicos. En 1825, la reorganización del Ejército había sustituido parte de la oficialidad de los Voluntarios por militares de carrera, con lo que el cuerpo había perdido parte de su radicalización. En esa coyuntura política, Mariano José pide su ingreso en los Voluntarios Realistas. Es una forma de oponerse al carlismo, movimiento al que atacará duramente en varias ocasiones. Sin embargo, su solicitud es rechazada, lo que no es de extrañar puesto que las condiciones que deben reunir los candidatos no variarán hasta 1832. Un hijo de afrancesado seguía siendo sospechoso de traición.

La nueva generación de escritores defenderá en aquel momento al rey y, sobre todo, con motivo de la guerra de los malcontents. Ventura de la Vega, por ejemplo, escribirá un Canto épico al rey don Fernando VII, en su vuelta a Madrid después de pacificar la Cataluña (agosto de 1828). Y el propio Larra le dedicará términos elogiosos en la primera obra que publica, la Oda a la exposición de la industria española del año 1827. Según Jaume Vicens Vives, desde ese año Fernando VII y los liberales marcharon de acuerdo para establecer la «libertad bien entendida». La exposición industrial fue fruto de la nueva situación, cuyo inicio explica la postura de Larra. En la Oda..., se llama a Fernando Rey de Paz y se pide que cese la facción horrible para llegar a la reconciliación de todos los hijos de la misma Patria11.

Sí, Mariano José de Larra fue, algún tiempo, defensor de Fernando VII y anduvo deseoso de enrolarse en los Voluntarios Realistas, cuerpo paramilitar partidario a ultranza del monarca absoluto. No fue siempre, por tanto, un hombre de la oposición. Su conducta política evolucionó con arreglo a las circunstancias y supo, a los dieciocho años, defender una opción que, para un liberalismo acrítico, sería indefendible. No hay capricho o mal humor congénito, como algunos quieren ver en él. El texto inédito hasta ahora, que se guarda en la biblioteca de Rodríguez-Moñino, creo que permite dejar eso en claro, a la vez que nos aporta más luz sobre unos años poco conocidos de la vida de Larra.