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ArribaAbajoCapítulo II

Los diálogos de amor: Diálogo entre el amor y un viejo, reelaboración del poema de Rodrigo Cota.


Una de las últimas secciones que figuran en las Obras Narrativas Completas, de Francisco Ayala, se titula «Diablo Mundo», y ese título constituye ya de por sí una obvia referencia al poema famoso de Espronceda278. Si se tiene en cuenta, además que una de las novelitas incluidas en la parte final de la sección siguiente, «Días Felices» (nos referimos a Fragancia de jazmines), lleva el subtítulo de «Homenaje a Espronceda» y constituye toda ella una alusión en forma de réplica al «Canto a Teresa», con citas de otros elementos del poema, habrá que reconocer en él uno de los modelos que Ayala ha elegido con toda deliberación para sus escritos más recientes, destinados a integrar el libro que, después se titulará El jardín de las delicias.

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En la sección aludida de las Obras Narrativas, «Diablo Mundo», nos ofrece su autor una colección de mini-novelas. Las primeras, agrupadas bajo el título de «Las Noticias», fingen ser recortes de periódico; las segundas, de las que pasamos a ocuparnos, «Diálogos de Amor» (que es también un título recogido de la tradición literaria), asumen la forma que éste sugiere.

De inmediato salta de nuevo a nuestra vista el concepto que sobre la creación artística posee Francisco Ayala. Los epígrafes señalados -Diablo Mundo y Diálogos de Amor- conectan estos escritos suyos con obras literarias del pasado, a fin de situarlos en un terreno firme y obtener así un nuevo producto de mayor riqueza.

Diablo Mundo, este mundo de hoy y de ayer, el mundo de siempre, refleja en su conjunto una visión negativa de la conducta humana. «Las Noticias» toman la prensa por espejo de la actualidad. Los Diálogos de Amor son mini-dramas donde se representa esa conducta en forma plástica, con las palabras de sus personajes. La intención general de estas piececitas asume un carácter irónico, pues los Diálogos de Amor, de Ayala, nos presentan un amor muy distinto al concepto neoplatónico que inspira a León Hebreo, de quien toma el título279. Todos ellos: «Diálogo entre el amor y un viejo», «Un Ballo in Maschera, Memento Mori», «Exequias   —157→   por Fifí» y «Gaudeamus»280, nos sitúan, en efecto, frente a la manera de entender el amor en que éste aparece como puramente físico, aberrante muchas veces.

El «Diálogo entre el amor y un viejo», que estudiaremos en detalle más adelante, es uno de los elementos más importantes para el propósito de nuestro trabajo, pues constituye todo él una alusión literaria; supone, dentro de nuestro Diablo Mundo, el completo traslado desde una época a otra, ya que la pieza de Ayala consiste en la total modernización de una obra clásica, cuyo título adopta: el Diálogo, de Rodrigo Cota281, manteniendo no obstante una relación estrecha e interesantísima con ella; relación que pone de manifiesto en forma muy clara la actitud que acerca de la creación artística distingue a nuestro autor y que, como hemos señalado en páginas anteriores, difiere en gran manera de la aceptada por la mayoría de los escritores actuales, acercándose por otro lado a la más depurada tradición.

Estos Diálogos de Amor adoptan todos ellos, según queda dicho, una forma dramática más bien novelesca. El «Diálogo entre el amor y un viejo» es, en verdad, una dramatización, como lo fuera originalmente su modelo. Ayala mantiene las características del poema de Cota y aún las acentúa:   —158→   encontramos en él la exposición, el nudo y el desenlace en una presentación dialogada donde hasta las acotaciones han sido eliminadas ahora.

Esa común estructura dramática de los Diálogos se hará aún, más evidente, en «Un Ballo in Maschera» por el hecho de ser muchos y diversos los personajes que ahí se autocaracterizan con sus propias palabras:

- Mira Pascualín, hijo mío, encanto; escúchame: ya vas siendo grande, y es hora de que empieces a salir del cascarón. Todos me lo repiten, que debo darte alas. Me lo dicen para fastidiarme, ya lo sé; pero de cualquier manera no deja de ser cierto; y yo lo veo sin que nadie me lo tenga que decir. «Señora, ese niño ya está muy crecido y usted no se decide a destetarlo». ¡Qué chiste! ¡Se creerán que tiene gracia! Ni tan crecido. Claro, como te ven gordito y hermoso, no se dan cuenta de que, en el fondo, sigues siendo una criatura todavía. Envidia y ganas de fastidiar, lo sé demasiado bien; pero, de todos modos, bueno será que aprendas a moverte por el mundo; yo voy para vieja, y un día u otro... ¿Tú que dices, nene?

-Mami, yo no digo nada.

-Ven, ven por acá, mira que sorpresa te tengo; mira que disfraz tan lindo te he preparado. De pierrot. Va a ser tu primer baile de máscaras, y tienes que ir muy bien vestido.   —159→   ¿Ves tú? De seda. Precioso, ¿no? Es precioso. Para que la gente se vuelva a mirarte, y tu pobre madre oiga los comentarios... Todavía no te lo pongas. Primero, a comer. Bebe ahora tu vaso de leche, y mastica bien la carnecita, ¿oyes? Las vitaminas, ¡por Dios!, que no se olviden con la prisa. Luego nos vamos para el baile. Aquí tengo las entradas.

-Pues imagínate, si esto está como está, como estará el Casanova.

-No veo por qué. Además, ¿no te he dicho ya que okay?

-En un baile de máscaras tiene que haber gente, me parece a mí. Si no hay gente, ¿qué baile de máscaras es ése, entonces?

-Okay, te repito.

-No, pero si no es cuestión de decirme okay. Hemos venido a divertirnos, ¿no es eso? ¡Creo yo! Y no es poco lo que piden por la entrada, para que, encima, andes con la jeta caída. Okay, okay.

- ¡Por fin! ¡Ay, Señor, gracias a Dios que te encuentro, vida mía! Hasta con ganas de llorar estaba ya; no podía encontrarte. Tanto buscar, y no podía dar contigo. Claro, en este barullo... ¿Dónde te habías metido? ¿O es que a lo mejor llegas ahora mismo?

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Capaz serías. Tú llegas ahora, no me digas que no. ¿Por qué te has retrasado tanto?

-Pues ¿y aquel pierrot gordote, siempre con la vieja a sus talones? Parece un flan282.



En «Un Ballo in Maschera», que originalmente se tituló «Baile de Máscaras», al adoptar el autor como título el de la conocida ópera de Verdi283, apunta a su carácter teatral, aunque ello sirve también a otros propósitos. Se trata, en efecto, de una escenificación, y podría valer como obra destinada a la radio, pues en ella se percibe un fondo musical sobre el cual destacan los pequeños diálogos de diferentes grupos de personas que reaparecen a lo largo de la composición y que se identificarían muy bien mediante la voz respectiva, alcanzando mayor relieve del que puede prestarles la lectura. Creemos que con la presentación de esta obrita por ese medio (o cualquier otro de tipo mecánico, como grabación en disco o cinta magnetofónica) adquiriría su plenitud de sentido, y eso es, quizás, lo que el autor tuvo en vista al escribirla. Piénsese, por comparación, en la pieza del escritor británico, Dylan Thomas284, destinada a la radio.

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El título de «Un ballo in maschera», por medio del cual, una vez más, nos hace Ayala un guiño, una alusión literaria, acentúa el tono de farsa (trátase, como anotamos, de un baile de máscaras al que se superpone el título de una ópera de Verdi), y la farsa es, por supuesto, un género dramático.

Sabias alusiones. Como se desprende del conjunto del presente estudio, la obra de Francisco Ayala está llena de ellas y según mostrarán nuestros análisis nada se debe al azar, no hay palabra que sobre, todo nos prepara, todo se armoniza para conducirnos mediante inteligentes gradaciones a los resultados más ricos y felices, de los que cada lector participará según se lo permita el bagaje cultural propio.

Utilizando esas gradaciones, a continuación de aquel «pierrotgordote que "parece un flan"», se nos presenta una mascarita que finge caminar hacia atrás:

-Fíjate, fíjate aquella mascarita, que ingeniosa; aquella, allí; la que parece que anda hacia atrás. ¿No la ves? Parecería que caminara de espaldas, fíjate bien; es que   —162→   se ha disfrazado así: la careta, en el occipucio, y por delante de las narices, una melena larga, que apenas si la dejará ver. Que interesante, ¿no? Y lo mismo la ropa: se ha vestido lo de atrás por delante, y lo del pecho a la espalda. ¡Vaya broma! Cuando no le ves los pies es igual que si anduviera para atrás. Mira, mira: ahora se pone a bailar con el soldado romano de las piernas peludas. Un poco indecente resulta la cosa, pero divertida. Sugestivo ¿no?; pero en el fondo, ¿qué? Después de todo, nada285.



Y más adelante, al aparecer el borracho «tirado debajo de la mesa», mirando las cosas desde abajo, al revés, como al revés da la sensación de caminar aquella otra mascarita, Ayala nos ofrece una perspectiva del mundo que está patente en toda la pieza y, aún más, en todos los Diálogos de Amor, porque tanto en su reelaboración de la obra clásica de Rodrigo Cota, Diálogo entre el Amor y un viejo, que analizamos en este estudio, como en el resto de los Diálogos totalmente inventados por el autor, podemos observar una gran unidad de tema y tono: la perspectiva desde abajo.

No se trata solamente de ofrecernos una visión de nuestro Diablo Mundo desde el ángulo del reino animal en un sentido degradante, como ya lo hiciera en Historia de Macacos y Muertes de perro; Ayala va más allá, y el borracho tirado «debajo de la mesa»   —163→   sigue descendiendo, llega a lo que podríamos llamar el reino de lo inanimado: ya el borracho no es hombre, ni siquiera bestia; se hunde aún más; allí debajo de la mesa, se siente todo él como si fuera de madera. Y las dos piernas de mujer que asoman por debajo, resultan, en contraste con la torneada pata «de la mesa», repulsivas.

«Un borracho», y lo dejan a uno tirado debajo de la mesa. Pero ¿qué más me da a mí eso? Ni eso, ni nada... Yo me río del mundo, sus pompas y vanidades. Todo me trae sin cuidado. Si el piso es de madera, también mi espalda y mis piernas y mi cabeza son de madera. De madera es la pata de la mesa, tan barnizada, reluciente, abajo fina, más arriba contorneada, en lo alto cuadradita bajo el pliegue del mantel; y a su lado, de madera parecen esas dos piernas de mujer, extendidas, cansadas, saliendo de unos muslos que asoman por debajo de la falda. ¿De mujer o de vieja? De una vieja asquerosa; de una viejona, seguramente. Los pies se le han escapado de los zapatos y de vez en cuando estiran los dedos, empinándose hacia arriba...286



Los contrastes, característica siempre presente en la obra de Ayala, se repiten una y otra vez en todos estos mini-dramas. El viejo lobo de mar cuenta la   —164→   historia de su noche de bodas: y le escuchan los muchachos que

...no saben nada; ¿qué van a saber? Están criados como señoritas, en el mayor regalo... Digan, jovencitos, ¿por qué no me piden que les cuente los peligros, las tempestades, las batallas? Sólo les interesa oír la historia de mi noche de bodas, que la he contado ya no sé cuantas veces. Se regodean con eso287.



Por ironía, estos jovencitos-señoritas son las verdaderas lobas, en espera de la narración del viejo marino, porque «se regodean con eso». Con la reciedumbre del lobo de mar contrasta el blanducho de Pascualín, el niño-flan. Y, por último, citemos a la encantadora odalisca que interpreta la Danza de Anitra288, escena que nos presenta Ayala en un párrafo distinto, diferente a los anteriores, con atmósfera contrastante:

¡Que belleza, Dios mío; que fascinación! Todo lo que siempre arrebató mi fantasía de niña; todos mis juguetes: piratas fieros, arlequines, marineritos, un gallo, mosqueteros, damiselas, arlequines, pierrots, gatitos y gatazos, aquel fraile tan cómico, apaches, apachas. Y ahora esta odalisca, esta encantadora odalisca, que de improviso se ha   —165→   lanzado a ofrecernos la Danza de Anitra. ¿No es maravilloso? Viéndola evolucionar con tanta gracia, saltar y contraerse como una llama viva entre las brumas de sus tules celestes, dorados, rosa, bajo esta luz suave como rayo de luna, ¡ay!, a nadie me atrevería a confesárselo, pero yo, que todavía no he besado labios ningunos, daría un mundo por besar ahora mismo los de esa odalisca adorable289.



Ha puesto el escritor, en este párrafo, un refinamiento barato, cursi, para describirnos la danza, los movimientos de la odalisca... y así, en magnífica gradación, prepara el contraste con la brutalidad de la escena final, en que Pascualín está siendo violado dentro de la cabina del teléfono con tales movimientos que

Van a reventar la cabina290.



Muchos son los personajes que concurren en Un Ballo in Maschera, y se caracterizan por sus propias palabras: uno de ellos, la mujer escapada del velorio porque hacía un calor insufrible, y -dice-

...¿de qué valía que me quedara allí, velando junto al cadáver, cuando no hay quien aguante ya los olores? Ya sé que tendré que arrepentirme toda mi vida; pero, hija   —166→   mía, tú eres mi amiga; tú tienes que comprenderme y compadecerme. Y si no, que te zurzan291,



prepara el camino hacia otro de los Diálogos, «Memento Mori». Así estos Diálogos, que a primera vista pueden parecer inconexos o independientes, se encuentran unidos por hilos muy sutiles, por afortunadísimas gradaciones que, nos conducen en cada uno de ellos a contemplar aspectos varios y siempre significativos de este Diablo Mundo, relacionados con los demás.

«Himeneo» nos asoma a una escena típica del drama del vivir cotidiano, en este caso la de la madre que casa a su hija contra la voluntad de la muchacha:

-Pero, hijita de mi alma, ¿por qué andas ahora con esa cara de cordero degollado? ¡Vamos! ¡Cualquiera diría que a donde te llevan es al altar del sacrificio, y no al de Himeneo! ¿Qué es lo que te pasa, si puede saberse? ¿Es que te da miedo?

-No lo sé, madre. Miedo, no, ¿por qué? Si todas se casan... Pero ¡qué sé yo! Estoy un poco nerviosa; no puedo evitarlo.

-Tú lo que tienes es miedo, no me lo niegues; eso es lo que te pasa a tí. Muerta de miedo es lo que estás tú. ¡Que bobería! Anda, tontona: ya verás como después tú misma vas a reírte. ¡Si eso no es nada! Es   —167→   como vacunarte, menos que vacunarte, te lo aseguro yo; y muchísimo menos que sacarse una muela. Ya me lo dirás mañana. ...¿A que ninguna de tus compañeras anda con semejantes remilgos y pamplinas a la hora de casarse? No, qué va, a buen seguro que están ya todas ellas curadas de tales espantos, vacunadas y revacunadas contra esa clase de sustos. Solo tú, habías de ser siempre la misma estúpida, una completa pavisosa. Y a bien que si no me hubiera preocupado yo de tu porvenir, lo que es por ti... Menos mal que, gracias a Dios, tienes una madre como no te la mereces. ¡Señor, qué lucha!292.



El título, casi no hay que decirlo, es una llamada que dirige nuestra atención hacia una obra teatral del siglo XVI, la Ymenea, de Torres Naharro293. A propósito de ésta señala Humberto López Morales que:

Todo conlleva aquí al conjunto, a la unidad; el sencillo argumento es un proceso gradual que desemboca en la felicidad de los amantes, tras vencer las resistencias creadas por el caso.

...La Ymenea es una comedia sin caracteres. Los personajes existen sólo en función   —168→   de la trama, carecen de realidad individual, y su importancia -siempre relativa- se subordina con exclusividad al papel que juegan dentro del argumento.

...Por eso la Ymenea está mucho más cerca del roman courtois, con sus personajes estereotipados, casi mecánicos...294



Es claro que no solamente en el teatro, sino también en la vida real la existencia del personaje se da en función de la trama, es decir, del material de la existencia humana dentro de la cual actúa; pero, por otra parte, también es cierto que la relación entre la iniciativa vital del individuo y las pautas impuestas por la trama de las relaciones sociales, puede variar. En el caso de la Ymenea, si aceptamos las conclusiones de López Morales, los caracteres están subordinados a la trama, y otro tanto ocurre con el Diálogo entre el amor y un viejo, cuya situación reproduce esquemáticamente una que tiene larga historia en la ficción poética.

La madre que casa a la hija es personaje estereotipado dentro de la tradición literaria. La «hijita», la jovencita, apenas toma parte en la acción; su papel es pasivo, no tiene relieve, y como personaje queda subordinada al designio de la madre, con una personalidad individual cohibida, que no ha podido desarrollarse. En esta brevísima piececita la figura de la madre lo llena todo, y a través de sus frases, más que de las propias, se dibuja la de la hija. La   —169→   diferencia y contraste de la obrita de Ayala con la Ymenea está en el aspecto de la «felicidad de los amantes» que anota el crítico citado. Aquí no hay felicidad, sino violencia y coacción. Otra obra clásica que podría recordarse en relación con el Diálogo, de Ayala, es La Dorotea, de Lope de Vega295, donde también una madre empuja a su hija hacia nada menos que «un cumplido caballero» a quien «se le cae la baba» contemplando a la joven.

El trazo en Ayala es muy sencillo, y el monólogo de la madre se desenvuelve apenas cortado por las sumisas respuestas de la hija, hasta concluir con un final que nos deja una sonrisa amarga:

Mira, niña, no seas cretina; no me saques de quicio: ¡bueno está lo bueno, y basta! Bailando de gozo tendrías que haberte levantado hoy, mientras todas esas descaradas que te consideraban una pazguata y se reían de tí, revientan envidiando tu suerte. Así es que ya lo oyes: se acabaron las caras largas, y vamos andando, que es mucho lo que todavía hay que hacer de aquí a la hora de la boda. ¡Qué alivio, Señor mío, cuando te vea desfilar por fin a los acordes de la marcha nupcial! ¡Qué peso va a quitárseme de encima!296.



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Según puede apreciarse, «Himeneo» guarda estrecha relación con los Diálogos anteriores en cuanto al espíritu, la estética y el lenguaje.

«Memento Mori» y «Exequias por Fifí.» Estos diálogos presentan aspectos muy destacados de nuestra sociedad, asomándonos a este mundo de hoy que, sin embargo, es, en definitiva, el de siempre; porque, como muy bien señala Andrés Amorós,

No opera el novelista en abstracto, sino con los ojos muy abiertos a la realidad del mundo contemporáneo. Por eso se ocupa, por ejemplo, del erotismo, «quizás el sector de nuestra cultura donde la degradación y disociación final de los valores se hace más visible y escandalosa». En este «mundo en descomposición», la única salvación posible es la «revolución moral». Éste es el gran tema del narrador Francisco Ayala: la condición humana, hoy. (¿Cabe, hoy, un tema comparable?)297.



En ambos diálogos vamos de nuevo a enfrentarnos con el tema básico que ocupa a nuestro autor, la condición humana en situaciones que evidencian sus fallas.

La mujer ante el marido enfermo, cuya muerte es inminente pero que no acaba de morirse, reacciona:

-¿Que cómo sigue hoy? ¿Pues qué quieres que te diga?... Igual que ayer, y que   —171→   anteayer, y que mañana. Ni para atrás ni para adelante. No vamos ni para atrás, ni tampoco... Esto es ya algo que...

-¡Pobre señor!

-Sí, querida, pobre él, y pobres todos. Yo te aseguro que, como esto continúe así, va a llevarnos a los demás por delante. A veces te juro que es que ya no puedo más, y -¡Dios me perdone!- pienso: Pues si la cosa no tiene cura, si no hay remedio, si el final es el que tiene que ser, y mientras ese final llega él está sufriendo, y esto ya no es vida ni para él ni para nadie, ¿por qué, entonces...? ¡Que Dios me perdone!298.



¿Hay aquí falta de piedad? ¿o una debilidad humana muy comprensible?

En «Memento mori» se advierte ambivalencia sentimental, una interna contradicción de emociones que se manifiesta en las palabras. En este Diálogo, como en «Exequias por Fifí» y los anteriormente examinados, lo nuevo, como hemos podido darnos cuenta, no reside en los argumentos (ya dijimos que eran episodios de siempre), porque

...los argumentos constituyen la materia o estofa de que está tejida la vida humana, y en lo fundamental admiten escasa variación299.



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Para Ayala las creaciones artísticas:

serán originales si consiguen, mediante los recursos expresivos utilizados, manifestar la índole de su visión del mundo (la del autor), o dicho en otros términos, hacer que se revele su libre individualidad a través de los acontecimientos comunes, a través de las palabras del lenguaje empleado y de sus significaciones consabidas300.



De este modo la mujer cuyo marido está desahuciado y no termina de morirse, es parte del espectáculo de cada día; pero la pequeña dramatización de Ayala nos da una visión del mundo en profundidad, desde abajo, como la del borracho de «Un Ballo in Maschera», lograda por medio de recursos expresivos que mantienen en todos los diálogos, a pesar de que pueden ser considerados como piezas independientes, unidad de tema y tono, en la manera que dejamos señalada.

Exequias por Fifí nos coloca ante el hoy tan debatido tercer sexo para contemplar, no una marcha de protestas y gritos en demanda de iguales «derechos» a lo largo de «Fifth Avenue», sino los gritos de protesta de Fifí, ahora muerta, traídos en flashbacks del tiempo en que el animalito contemplaba a sus amos «metidos en faena».

- ¡Qué afinidades electivas! Mira, si lo dices porque tú eres también una perra, en

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tal caso, rica mía, niente de afinidades electivas. Tú serás todo lo perra que se quiera, pero Fifí, en cambio, era un ángel; eso es lo que ella era, pobrecita Fifí.

-Anda, maricón, insúltame encima. ¿Pues no me llama perra? Y ¡quién va a hablar! Hombrón rudo: ¡sí, sí! ¡Mucho hombre! Tan puto como yo, señor mío, por más que usted pretenda darse aires de machote. Hijo, podrás engañar a la gente, y hasta yo misma, por lástima, que una es buena, hago como que me lo creo: pero no me vengas con el cuento de que nuestra Fifí tenía contigo el complejo de Electra. ¡Vamos, hombre! Has de saber que a los animales el instinto no les falla, y aunque ella era una inocente, bien podía leerse en su mirada, más de una vez he sorprendido en sus ojitos, ¿qué te diré?, como una especie de reproche, o de sorna, sí, de reproche burlesco y compasivo, viendo que yo soy lo bastante boba para dejar que me lo haga uno que es igual que yo misma, tan y tan como yo misma. Conque... Pero, además, ¿qué es lo que te estoy contando? Demasiado comprendías lo que significaba su nerviosismo, sus ladridos de protesta cuando nos veía metidos en faena...301



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Fifí era «sentimental, sensible y sensitiva»302, y la alusión, sabiamente colocada, abarata el mundo modernista de sátiros y ninfas, estatuas, colores, olores, perfumes, sensaciones, trayéndolo burlescamente al ambiente perverso de estos degenerados.

Las características de ambos homosexuales se nos revelan por virtud del diálogo; como en «Un Ballo in Maschera», los personajes se autocaracterizan al hablar: abundan los diminutivos, los adjetivos «fuertes», las frases «cariñosas», los «insultos», el ridículo; y el final -que, como en todos los demás Diálogos, es abierto- promete un parto futuro y nueva «recepción de cumpleaños con todos nuestros íntimos invitados»; un hecho que, bajo su triste cariz anormal, apunta a las fases normales de la vida cotidiana.

En este sentido, la nota irónica viene dada mediante otra alusión literaria: la contenida en las palabras «afinidades electivas». La novela de Goethe, Die Wahlverwandtschaften, cuyo tema son las relaciones conyugales303, fue traducida al español como

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Las afinidades electivas. La pareja que dialoga, en «Exequias por Fifí, es, en efecto, una especie de «matrimonio» homosexual.

En «Gaudeamus»304 la intención burlesca se hace muy manifiesta. Es una escena llena de actualidad, y que, no obstante, está referida al mundo medieval mediante la alusión que envuelve el título305. Apunta éste hacia los festines estudiantiles de la Edad Media. La célebre canción estudiantil antigua gaudeamus igitur, era prólogo de una comida y bebida abundante; esa atmósfera se recrea aquí, se bebe cerveza (fue también la cerveza la bebida de los estudiantes europeos en la Edad Media) y entra en el ambiente de nuestro mini-drama un personaje a quien se saluda como Estudiante-Poeta. Todavía se cantan hoy las canciones de tipo gaudeamus igitur en Alemania, entonadas con los jarros de cerveza en mano.

El Estudiante-Poeta llega antes de «que cante el gallo». A su acompañante, la jovencita, se la previene contra «las acechanzas del mundo, demonio y carne». El título nos había sugerido los alegres festines estudiantiles de la universidad medieval, y ahora se   —176→   nos mencionan los tres enemigos del alma cuyas asechanzas fueron motivo de prédica constante desde el pulpito en el orbe cristiano. Por su parte el canto del gallo no sólo indica la hora de la madrugada, sino que nos trae a la memoria la pasión de Cristo, donde se repite el canto sin ser escuchado» 306. Tales son las conexiones sutiles que el autor establece: mundo, demonio y carne; pecado y redención. Esas conexiones ligan también a unos Diálogos con otros. En «Un Ballo in Maschera» era el borracho quien se reía «del mundo, sus pompas y vanidades». Allí la pata de la mesa barnizada, contorneada, junto a las piernas repugnantes de la mujer; aquí, una pierna bien torneada.

- ¡Ay, usted perdone, señorita! Es verdad que había confundido su pierna con la mía, ¡qué tonto! Perdone; me había creído que estaba acariciando mi propia pierna, y era la de usted. ¿Cómo pude confundirme? Ya me extrañaba no sentir nada. Y claro, es que era la suya, no la mía.

-Encima, se me hace el chistoso; ¡vaya por Dios!

-Ya decía yo; ¡pero qué suave y qué bien torneada!...

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...-¿Otra vez a pleito? ¡Dale! ¡Qué tío pesado! ¡La tiene tomada con mis piernas, está visto!

-Pero si ésta es la otra, ¿no? ¿O me he equivocado de nuevo? ¿O es que ya no sé ni por donde me ando?

-Meando. Usted lo que anda es en busca de una sorpresa. Y se lo advierto: no le extrañe, caballero, si de pronto le aplasto de una patada ese bulto insolente.

-Ni lo intente siquiera: se me hincharía más, puede estar segura. Sería contraproducente. Si de veras quiere que la inflamación desaparezca, lo que tiene que hacer es...307



En «Un Ballo in Maschera», Pascualín, el niño a quien no se deciden a «destetar», el nene al que su mamá ordena: «Bebe ahora tu vaso de leche, y mastica bien la carnecita»; que apenas si contesta a cada admonición de la madre y que será violado al final; en «Gaudeamus», la jovencita tímida, la «niña pava», baby a quien el Estudiante-Poeta mete

...el biberón en la boquita, que casi no la deja ni respirar. Terminará por ahogarla. Y ella, que al principio se resistía... Ella, que retiraba la cabeza diciendo: «No, no; caca, caca...»308.



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Las piececitas ofrecen todas ellas evidentes similitudes en espíritu, estética y lenguaje; aspectos estos que también perfilan la originalidad del mini-drama imitado, es decir, la recreación del poema clásico, Diálogo entre el amor y un viejo, de Rodrigo Cota. El título del primero de los Diálogos de Ayala que encabeza la colección, se nos da con una nota al pie sacada de una carta que su autor dirige a Camilo José Cela:

Este trabajo que se publicó originalmente, en Papeles de Son Armadans (Febrero, MCMLXVII), llevaba al pie de página la nota siguiente: «Querido Cela: Ahí te envío esa quisicosa para Papeles. Aquellos lectores que nada sepan de Rodrigo Cota -casi todos, supongo- detectarán en seguida muy sagazmente el carácter autobiográfico de mi Diálogo. Los que tengan noticia del ropavejero comprobarán, en cambio, con la natural satisfacción, que se trata de un plagio indecente».

(Carta de F. A. a C. J. C.)309



En realidad la nota quiere llamar la atención de los lectores en general, para que establezcan la conexión inmediata con la obra clásica que ha tomado por modelo. En la narrativa de Francisco Ayala, las llamadas o señas al lector aparecen, según indicamos en las páginas anteriores, patentes unas veces como en la notita citada, sutiles y casi imperceptibles   —179→   otras; pero son constantes siempre. En esta piececita, igual que en las otras y, aún más, en la totalidad de su creación artística, nuestro autor incorpora los motivos de una intensa elaboración cultural.

Refiriéndonos, en términos generales, a los Diálogos de Ayala, señalábamos que el autor nos presenta en ellos una visión negativa de la conducta humana, de acuerdo con su norma, según la cual el novelista debe

...Transmitir a sus contemporáneos sus intuiciones, que por extensión llamaremos literarias, acerca del sentido de la vida humana, y con ellas, su visión o vislumbre del mundo310.



El asunto de este Diálogo no es invención suya; él mismo lo declara en la nota al pie de la página y, citando a Rodrigo Cota, nos remite a su fuente. Como en Gaudeamus, pero en forma aún más directa, establece así un vínculo entre la actualidad y los finales de la Edad Media. Pues Ayala, reelabora aquí un tema clásico. No entraremos en la cuestión acerca de la originalidad de los argumentos, hoy superada, pues entendemos con nuestro autor que el hecho de que

...la obra de arte literaria no consiste en su «argumento», apenas vale la pena de anotarlo: es cosa demasiado obvia. Con el mismo   —180→   argumento diferentes autores -y a veces el mismo escritor- producen muy distintas obras de arte. Cada una se nos ofrece como un ámbito cerrado, dentro del que somos invitados a penetrar e instalarnos311.



En cuanto a los Diálogos, de Cota y Ayala, respectivamente, podemos decir que estamos ante dos obras de arte distintas con un asunto común.

El «diálogo», en cuanto a forma se refiere, no fue una peculiaridad de Rodrigo Cota. Escribe Elisa Aragone:

Nella letteratura medievale castigliana la forma dialogica ricorre, come e noto, con una certa frequenza. Basti ricordare le varie disputas, denuestos, debates, controversias, quasi sempre di autori anonimi.

Juan Ruíz, per risabre ai piu eminenti, incluse nel suo famoso lavoro la gustosa Pelea che avremo occasione di ricordare piu avanti; dialogica e pure la disputa delle Razón contra Voluntad, di Juan de Mena, ripresa e da Gómez Manrique; cosi el prometto di Bias contra Fortuna, del Marqués de Santillana e, infine, un cospicuo numero di composizione dei Cancioneros312.



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Más tarde señala Elisa Aragone en su estudio que ya en el primer cuarto del siglo XVI

...un brillante poeta ibérico, Gil Vicente, reprende lo stesso tema di Cota nel suo Auto del velho da horta: un vecchio, passeggiando nel suo orto, si trova improvvisamente dinanzi a una graziosa fanciulla in cerca di erbaggi, di cui subito si innamora313.



Podemos citar también El viejo enamorado, de Juan de la Cueva; una ópera escrita en el último año del siglo XV, la Farce du vieillard; y en Miscellanea di filologia e linguistica se reproduce un texto dramático del siglo XV que guarda afinidad con el Diálogo de Rodrigo Cota. De Juan de la Encina tenemos, en la Égloga X314, un diálogo del Amor con el pastor Pelayo, y en la conocida Égloga XI, la de Criscino y Febea315, afirman unos y niegan otros, el influjo del Diálogo de Cota.

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En la propia Celestina316, existen ciertas similitudes con el Diálogo de Cota: el Amor bajo figura de Calixto entra en el huerto de Melibea, ésta le rechaza en un principio, aquel vence, etc. Obsérvese a este respecto que, Fernando de Rojas, indica en la carta «A un su amigo», inserta en La Celestina, el nombre de Rodrigo Cota como posible autor del primer acto.

Existen analogías y también diferencias entre ambos Diálogos, el de Ayala y el de Cota. Una atenta lectura de ambos comprueba en este caso lo que Ayala llama «la singularidad absoluta de cada poema», pues

...diferentes poetas, y aun a veces el mismo, escriben sobre un tema dado: les roses de la vie, que Ronsard aconseja coger des aujord'hui, no son las shakesperianas fair flowers that are not gathered in their prime, ni tampoco el dulce fruto cuya oportuna recolección sugirió Garcilaso; los destinatarios de las respectivas admoniciones no coinciden, y cada una de éstas tiene su propio tono sentimental que le confiere significado poético único317.



  —183→  

Sobre el Diálogo de Cota, dejó anotado Fernández de Moratín que

...es una representación dramática con acción, nudo y desenlace; entre dos interlocutores no es posible exigir mayor movimiento teatral. Supone decoración escénica, máquina, trajes y aparato; el estilo es conveniente, fácil y elegante; los versos tienen fluidez y armonía318.



La pieza clásica tiene, en efecto, un profundo contenido dramático. Contenido dramático que Ayala mantiene en su Diálogo, aún cuando éste suponga una completa modernización, tanto por su espíritu como por su estética y desde luego su lenguaje, aspectos que establecen su unidad con las piececitas anteriormente comentadas, haciendo patentes los valores de la creación artística, de Ayala, lo mismo en esta reelaboración de un texto antiguo que en el resto de sus mini-dramas, a los que llamaremos «originales».

Debe observarse aquí que cuando un autor moderno toma, como lo ha hecho Ayala en más de una ocasión, un texto clásico para fundar sobre él su propia obra, la modernización no se reduce a poner al día los detalles circunstanciales, estilo, lenguaje, condiciones sociales, etc., sino que la nueva versión comporta al mismo tiempo una visión del mundo   —184→   que es propia del escritor y de su tiempo. De no ser así estaríamos frente a una adaptación superficial. Hay por lo tanto que distinguir en estas obras de Ayala dónde se reelabora un asunto tradicional entre su métier, es decir, el conjunto de recursos técnicos del escritor y la visión del mundo que, a través de ellos, comunica a su lectores y que sin duda constituye el fondo de su originalidad artística.

Por ser obras de arte independientes entre sí, tanto la de Cota como la de Ayala, cada cuál es muy de su autor y de su tiempo, pese a la coincidencia temática y argumental y hasta a la imitación deliberada que se advierte en la del escritor contemporáneo.

Hemos insistido sobre el carácter dramático de estas pequeñas piezas, y de aquí que las llamemos mini-dramas; carácter dramático que, en el caso del Diálogo entre el amor y un viejo se muestra ya, como hemos observado, en el poema original. Léase lo que, al respecto, sostiene Elisa Aragone:

...il Diálogo fu scritto destinato non soltando alla lettura, ma anche alla rappresentazione, e riteniamo assai probabile che sia stato rappresentato, sia pure nel reistretto ambito de una sala gentilizia o di una cappela palaciana, e forse con ricorsi scenici piu felici de quanto possiano oggi imaginare319.



  —185→  

Tal como notamos a propósito de «Un Ballo in Maschera», también este Diálogo de Ayala, igual que el de Cota, podría representarse a través de los medios mecánicos actuales de comunicación, y aún mediante el juego escénico directo.

La obra de Cota está escrita en verso y el poema contiene elementos descriptivos. La definición del Amor, personaje abstracto, queda enmarcada dentro de los límites de la tradición de la época. Así el Viejo llama al Amor, robador, traydor, cara de alacrán, carne de señuelo, ceuo de anzuelo, cerro de vallena, lengua de engaños. El Amor está visto como el pecado, como una fuerza perversa; es la perversidad del amor de que habla Américo Castro, y que señala también para la Celestina, resultado según él, tanto en la Celestina como en el Diálogo de Cota, de ser obra de judíos conversos.

En Ayala el Amor se encarna en un personaje concreto, una jovencita a quien el viejo llama rosa fresca. No hay elementos descriptivos, y la piececita, en la que no se hace presente el autor, es puro diálogo.

En Cota el Amor aparece súbitamente, según nos informa la acotación, y de inmediato habla el Viejo:

Comiença una obra de Rodrigo Cota a manera de diálogo entre el Amor y un Viejo que escarmentado del, muy retraydo se figura en una huerta seca y destruyda, do la casa del plazer derribada se muestra, cerrada la puerta, en una pobrezilla choça metido, al qual súbitamente parescio el Amor   —186→   con sus ministros, y aquel humilmente procediendo, y el Viejo en áspera manera replicando, van discurriendo por su habla, fasta que el Viejo del Amor fue vencido; y comento a hablar el Viejo en la manera siguiente:




Cerrada estaua mi puerta:
¿a que vienes? ¿por do entraste?
Di, ladrón, por que saltaste
las paredes de mi huerta?320.



El móvil del Amor es tentar al Viejo, vencerle. En nuestro autor moderno la situación es análoga pero, a diferencia de la anterior, totalmente realista, y el hecho que nos presenta Ayala puede acontecer cada día, en una esquina de un pueblo o ciudad cualquiera; realismo que, se logra plenamente, sobre todo, a través del vocabulario, en cuyo manejo consigue siempre Ayala acertadísimos resultados.

-Mira, nena, a mí no me vengas poniendo ojitos, que yo ya no estoy para esas bromas.

-¿Qué bromas?

-Para esos trotes.

-¿Qué trotes?

-Trotecillos cochineros de jamelgo matalón.

- ¡Ay, que gracioso es el señor! Vamos, apostaría a que usted, si le da por entusiasmarse, es muy capaz todavía de trotar   —187→   y retozar como un potrillo. ¿Verdad, tú, que tengo razón? ¿Qué te parece a ti? Por testiga te pongo.

-Testigo se dice, niña; no testiga.

-Yo digo testiga porque nosotras, señor mío, para que lo sepa, somos muy mujeres; y ésta aquí es mi testiga. Oiga: si quiere acaso enseñarme gramática, yo le podría enseñar, en cambio, otras cositas que valen mucho más321.



¿El móvil de la jovencita? La trivial apuesta con una amiga sobre unos helados. ¿Finalidad? La misma, tentar y vencer al viejo, jugarle una «mala pasada»; y así dice la joven a su amiga:

...Ahora tendrás que pagarme la apuesta... Vámonos, anda. Vamos corriendo a tomarnos esos helados que vas a pagar tú322.



En Cota, el Viejo rechaza al Amor, y los adjetivos empleados nos presentan al personaje en su situación física y moral, dentro de una huerta seca y destruida, ya vencido, cansado, carcomido...


La hedad y la razón
ya de ti me an libertado;
dexa el pobre coraçon
retraydo en su rincón
contemplar qual le as parado!
—188→
Quanto mas que este vergel
no produze locas flores,
ni los frutos y dulçores
que solies hallar en el.
Sus verduras y hollajes
y delicados frutales,
hechos son todos saluajes,
convertidos en linajes
de natíos de eriales.
[...]
Ya la casa se deshizo,
de sotil lauor estraña,
y tornose esta cabaña
de cañuelas de carrizo.
De los frutos hice truecos
por escaparme de ti,
por aquellos troncos secos,
carcomidos, todos huecos,
que parescen cerca mi.
[...]
esta huerta destruyda
manifiesta tu centella;
dexa mi cansada vida323.
[...]



En Ayala el viejo rechaza también el coqueteo de la jovencita; se siente derribado, hecho ruinas; se llama a sí mismo carcamal. La atmósfera es la misma, pero creada con recursos muy diferentes:

De esa clase de cosas, hijita mía, estoy yo muy al cabo; estoy ya de vuelta, y sé bien lo que valen: al final, nada. Demasiado bien que lo sé, y no lo he aprendido sino a mis propias expensas. ¿Quieres que te   —189→   diga? Y escuche también la testiga: esas cosas que a ti, con solo pensarlas, te hacen chisporrotear los ojuelos, entérate, es cierto que traen, no voy a negarlo, momentos de grande gozo; eso es verdad; pero con ellos acarrean muchas penas, muchos afanes, angustia, ansias locas, desesperaciones, rabiosos celos, lágrimas y un continuo desvivirse, para dejarle como saldo a uno, ¿qué?: este triste derribo que aquí ves. Es así: aquel mozo que, si lo hubieras conocido, era como un castillo, hoy está por los suelos, hecho tal ruina que me encuentro por la calle y no me reconozco. Esas son las burlas del amor insensato y traicionero, las amargas cenizas de tanto fuego... ¡A buenas horas vienes tú, criatura, a ponerme ojitos! Has llegado al mundo demasiado tarde para mí; lo siento. ¿Cómo no te das cuenta, bobita? De veras que lo siento; pero cuando tú apenas abres los ojos, yo soy ya puro carcamal...

...Escúchame a mí: Has de saber que, entre tantas y tantas calamidades, algo tiene de bueno la vejez: que por lo menos, ya está uno del otro lado, uno sabe ya a que atenerse, y conoce al engaño, y no hay peligro de que vuelva a caer en la trampa: muy tonto sería uno... Conque... no, no; a otro perro con ese hueso324.



  —190→  

En el relato clásico el Viejo rechaza al Amor, pero cuando por fin éste le rinde, cambia su actitud.

EL VIEJO:
Vente a mi, muy dulce Amor,
vente a mi, bracos abiertos!
Ves aqui tu seruidor,
hecho sieruo, de señor,
sin tener tus dones ciertos.
AMOR:
Hete aqui bien abracado;
dime: ¿que sientes agora?
EL VIEJO:
Siento rauia matadora,
plazer lleno de cuydado;
siento fuego muy crescido,
siento mal y no lo veo;
sin rotura esto herido,
no te quiero ver partido,
ni apartado de desseo325.

Idéntico proceso en la piececita de Ayala: luego del popular modismo de rechazo «a otro perro con ese hueso», que el viejo opone a la joven, la actitud de aquél comienza a cambiar:

-¿Un hueso soy yo, señor? ¿Así me trata?

-No te enojes. Un hueso difícil de roer para mis malos dientes de perro viejo. Una rosa fresca, si yo fuera joven todavía.

  —191→  

-Menos mal que le oigo una palabra amable. ¿De veras que le parezco una rosa fresca? Repítamelo siquiera; ande, repítamelo.

- ¡Ay si fuera yo todavía quien fui!... Si por arte de magia... Pero ¿qué haces, criatura? Apártate; ¡vade retro, Satanasa! ¡Fuera manos, que me encandilas! Respeta mis canas.

-Déjame, viejito lindo, que acaricie este copete, suave como el plumón de una paloma. No me seas tan arisco.

-Buena pájara eres tú. ¡Ay, Dios, estas niñas de ahora nacen sabiendo!

[...]

-Nacen sabiendo estas niñas. Y yo, por mi parte, ¿no sé muy bien que todo esto es un disparate? Pero ¿quién se resiste?, ¿cómo pasar de largo ante una rosa temprana que te envuelve con su perfume delicioso? Ven acá, criatura encantadora; ven, preciosa niña326.



En Cota el Amor, la «serpiente», propone al Viejo: «Abraçémonos entramos, desnudos sin otro medio», «Vente a mi, braços abiertos»; en nuestro Diálogo son las manos de la jovencita, de la Satanasa, las que encandilan al viejo. Ayala mantiene en su reelaboración artística la plasticidad, el movimiento dramático y la fuerza de la obra clásica.

  —192→  

Incluso las formas de tratamiento entre los interlocutores quedan en el autor moderno establecidas según la misma pauta, con las diferencias que suponen dos épocas culturales tan distantes. En Cota, el Amor se dirige al Viejo varias veces; cuando éste aún no ha caído, le trata de «padre» y «señor»:


Escucha, padre, señor,
que por mal trocare bienes:
por ultrajes y desdenes
quiero darte gran honor!327.



Más tarde cambia el tratamiento:


Agora veras, don Viejo,
conseruar la fama casta
aqui te veré do basta
tu saber y tu consejo.
[...]
O viejo triste, liuiano!
qual error pudo bastar
que te auia de tornar
ruuio tu cabello cano?
Y essos ojos descozidos,
que eran para enamorar,
y essos beços tan sumidos,
dientes y muelas podridos,
que eran dulces de besar?
[...]
O marchito corcobado!
a ti era mas anexo
del yjar continuo quexo,
que sospiro enamorado:
y en tu mano prouechoso
para en tu flaca salud,
—193→
mas vn trapo lagañoso
para el ojo lagrimoso,
que vilhuela ni laud.
Mira tu negro garguero
de pesgo seco, pegado;
quan crudio y arrugado
tienes, viejo triste, el cuero.
[...]
Viejo triste entre los viejos
que de amores te atormentas,
mira como tus artejos
parescen sartas de quentas!
y las uñas tan crescidas,
y los pies llenos de callos,
y tus carnes consumidas,
y tus piernas encogidas,
quales son para cauallos!328.



La jovencita en el Diálogo de Ayala habla con el viejo, y antes de conseguir su rendimiento se dirige también a él con respeto y hasta con mimo y coquetería:

- ¡Ay, que gracioso es el señor!

-Yo digo testiga porque nosotras, señor mío...

-¿Un hueso soy yo, señor?...

-¿O es que desea el señor acaso...

-Igual se equivoca usted...329



Y así continúa llamándole de usted, respetuosamente, hasta que el viejo se confiesa vencido y el tratamiento, como en Cota, cambia:

  —194→  

-Ven, nenita, no me huyas, no te me escapes, no te rías así.

-La rosa tiene sus espinas, ¿se entera? A la calandria hay que perseguirla: no crea que va a dejarse cazar tan fácilmente.

-Pues hasta el fin del mundo he de seguirla, aunque pierda el resuello.

-Y aun así puede escapársele saltando de rama en rama, y de árbol en árbol... Anda, tú, ven, corre también, testiga, a ver si este Matusalén logra alcanzarnos.

-Niña, niña, basta de huir. Basta, que para juego ya está bien. ¿Es que quieres matarme? ¿O qué broma es ésta?

-¿Te cansas, viejo, reviejo?, ¿te cansas ya? ¿Ya no puedes correr más? ¿Ya no te queda aliento, ya te ahogas, ya toses, ya lagrimean tus ojos pitañosos? Pues ¿qué te habías creído, carcamal...330



El cambio en el modo de tratar al viejo es paralelo en ambas obras. La jovencita en el Diálogo de Ayala llama a su interlocutor con burla y desprecio, «reviejo», «Matusalén» que tose y lagrimea. Para el Amor en Cota, es un «marchito corcobado» que necesita «un trapo lagañoso» para el ojo lagrimoso. Ambos viejos quedan vencidos; la burla del Amor en el relato clásico y la de la jovencita en Ayala, se producen en forma cruel. Ambas tienen mucho de demoníaco, es la tentación de la carne, uno de los   —195→   tres enemigos del alma según la tradición cristiana, que ha llamado a la puerta de los viejos cuando ya estaban definitivamente derrotados: un episodio más de nuestro Diablo Mundo, del mundo de cada día y de siempre, o para decirlo con palabras que cita el propio autor al concluir Violación en California, que «no hay nada nuevo bajo el sol»331.

Se produjo el triunfo de la carne, una de las tres asechanzas contra las que en «Gaudeamus» los estudiantes pretendían instruir a la jovencita, al «baby» que acompañaba al Estudiante-Poeta; el enemigo común que asaltó a Pascualín en la cabina telefónica; el vencedor del Viejo en el Diálogo del siglo XV.

El «Diálogo» de Ayala, siendo todo él una alusión literaria al de Cota, abunda también en otras alusiones literarias diversas: el vejete llama a la muchacha «rosa fresca», y Ayala establece con toda sutileza las gradaciones para ofrecernos, precisamente en el momento climático de nuestro mini-drama, cuando se produce la burla al viejo, la mayor condensación de tales alusiones:

No te das cuenta de que a tu edad esos fuegos no son sino fuegos fatuos, luz de cementerio que asusta y no calienta? ¿O pensabas que comiendo de la rosa recuperarías tu antiguo ser? No, respetable caballero: no se ha hecho la rosa para la boca del asno, ni usted es de oro, ni tampoco   —196→   estoy yo soñando en una noche de verano... ¿Eh, testiga? ¿Qué era lo que te decía yo? Míralo, ya lo estás viendo...

...Ahí lo tienes al viejo tonto, casi reventado y suplicando de rodillas...332



Ha vuelto a mencionarse la rosa; él persigue a la jovencita y ella huye, terminando ahora por insultarlo con la pregunta:

¿O pensabas que comiendo de la rosa recuperarías tu antiguo ser?



Alude nuestro autor a la famosa novela de Lucio Apuleyo, El asno de oro, cuyo protagonista había sido convertido en asno por arte de magia y sólo recuperaría la forma humana, su ser, cuando comiese de una rosa. El guiño o llamada ha sido colocado aquí, por Ayala, magistralmente, y el enriquecimiento que obtiene al conectar mundos literarios diferentes es de una enorme densidad.

Volviendo sobre el párrafo en que la joven se burla del viejo, leemos:

...no se ha hecho la rosa para la boca del asno, ni usted es de oro...



Refiérese al dicho popular de «no se hizo la miel para la boca del asno», en el que la joven, ha cambiado la palabra miel por rosa, indicándole a su   —197→   interlocutor, el viejo, que ella no está destinada a él, porque él no es de oro, asno de oro o, por implicación, rico. Agrega después:

...ni tampoco estoy yo soñando en una noche de verano...



con lo cual alude a la obra de Shakespeare, A Midsummer Night's Dream333, donde, como es sabido, Titania se enamora de Bottom convertido también por arte de magia en la figura de un asno, pues lleva sobre sus hombros la cabeza de dicho animal.

Desde el título mismo, Ayala se vale de la alusión literaria; la muchacha, «rosa fresca»; el viejo que, por «arte de magia», desearía volver a ser joven, pero sólo consigue «hacer el burro», repitiendo, aunque por distintos motivos y con personalidades diferentes la peripecia de Lucio Apuleyo y del Bottom shakesperiano:

- ¡Ay, si fuera yo todavía quien fui!... Si por arte de magia...334



El Diálogo de Cota, después de haber llegado a su clímax, se cierra con unas lacrimosas consideraciones por parte del Viejo, que se arrepiente de su pecado; esto, por supuesto, corresponde muy bien al espíritu de su época:

  —198→  
CABO
Pues en ti tuve esperança,
Tu perdona mi pecar;
Gran linaje de vengança,
Es las culpas perdonar.
Si del precio del vencido.
Del que vence es el honor,
Yo de ti tan combatido
No seré flaco caydo,
Ni tu fuerte vencedor335.


En Ayala el final es distinto; más que lágrimas o arrepentimiento, el viejo nos ofrece sus reflexiones; el final no se cierra, es abierto; piensa el viejo que hasta es posible «quizás», que la joven vuelva; y termina la obrita con una pregunta de gran densidad, que como en todos los mini-dramas de nuestro autor comporta un humor agri-dulce que más nos invita a pensar que a reír:

- ¡Ay pobre de mí! Insensato, majadero, viejo tonto. ¿Qué me ha entrado? ¿Cómo he podido dejarme arrebatar así, caer en locura semejante? ¡Y tan a sabiendas! ¡Estúpido de mí! Si disculpa tengo, mi única disculpa sería que yo me estaba tan tranquilo, cuando vino ese diablillo delicioso a sacarme de mis casillas. ¿Por qué tenía que venir a tentarme, y no me pudo dejar en paz? Luego yo, por miedo, por puro miedo,   —199→   en eso tiene razón, estuve grosero y desagradable. En ningún caso debí de haberla tratado así. Era el miedo, claro está; pero ella bien ha querido castigarme. ¿Qué idea le daría de venir a meterse conmigo? ¡Cualquiera adivina lo que puede esconderse en una cabecita así! Yo no debí en ningún caso... Bueno, bien me ha castigado: con la crueldad de los pocos años. Se ha cobrado bien. Y si otra vez viniera... Quizás tenga lástima, se arrepienta un poco y vuelva todavía. A lo mejor, ¡quien sabe!... No debo hacerme ilusiones, pero quizás... Si no volviera, si es que uno ha llegado al punto en que sólo sirve de irrisión, ¿para qué vivir entonces?336.



En la brevedad de la pieza concurren, como hemos podido notar, abundancia de citas literarias, las cuales -observamos- están dirigidas al lector, pues claro está que no pretenden servir a ningún efecto realista, ya que sería demasiado suponer en una jovencita, casi una niña, el móvil de cuya acción para tentar al viejo había sido la apuesta de unos helados con su amiga, el conocimiento de tales clásicos de la literatura universal; la función de la cita literaria en este caso es distinta a otros donde se supone que el personaje que habla es consciente de la alusión. Aquí la alusión va del autor al lector, pasando por encima de la cabeza del personaje.

  —200→  

Las varias piececitas en forma de Diálogo están hábilmente colocadas; la gradación en cada una es muy esmerada, y entre ellas se entrecruzan sutiles hilos, casi imperceptibles, que las conectan. (A modo de un ejemplo más y para insistir otra vez sobre las conexiones entre los Diálogos, recordemos el borracho tirado debajo de la mesa en «Un Ballo in Maschera», y que, según vimos, desciende desde su condición de hombre al terreno de lo inanimado; pues bien, la jovencita que tienta al viejo en este «Diálogo» ingresará a su vez en la esfera animalesca donde con su provocación ha remitido a su víctima, al decirle que ella puede escapársele, «saltando de rama en rama, y de árbol en árbol».) Todo contribuye a dejar las piececitas encuadradas dentro de una estética común, con un mismo espíritu y un vocabulario tal, que las hace expresión imaginaria de un vivir acaso, como en «Gaudeamus» o el «Diálogo entre el amor y un viejo», enraizado en épocas remotas, pero que cobra actualidad en nuestra presente existencia cotidiana. Son hechos de cada día, que suceden en todas partes, que no pertenecen a ningún ámbito ni a ningún pueblo, porque, como las alusiones literarias utilizadas por su autor para expresarlos, tienen alcance universal en el espacio y en el tiempo.

Debe notarse en estos mini-dramas que, aunque presentan características análogas, Ayala los ha concebido y elaborado en períodos distintos, con intervalos de varios años, hasta el día de hoy. Se ve, por lo tanto, que es una fórmula estética, o si se   —201→   quiere un subgénero utilizado por el autor como el más adecuado para transmitir ciertos contenidos.

Y ahora, examinadas las alusiones literarias en los Diálogos de Amor, pasamos a ocuparnos de otra obra que, a la par del Diálogo entre el amor y un viejo, constituye una reelaboración de un texto clásico. Nos referimos a El rapto.


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