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ArribaAbajoCapítulo V

Una boda sonada, cuento cuyo eje es un verso de Dante en La divina comedia


Se publicó primero en Papeles de Son Armadans490, pasando luego a formar parte del volumen El As de Bastos491; y en él se pone muy de relieve la especial función que dentro de la obra narrativa de su autor cumple la cita de algún otro texto literario, pues su centro de gravedad es en este caso, como ya tuve oportunidad de señalar en un artículo492, precisamente un verso de Dante.

Leyendo Una boda sonada comprendemos el alcance de la frase de Ayala cuando afirma que

  —298→  

...la obra de arte literaria tiene que construirse con materiales básicos cargados de sentido493.



En este breve cuento demuestra nuestro autor su capacidad de tocar hasta los niveles más bajos de la realidad, infundiendo en ella un sentido trascendente, pues por medio de hilos sutilísimos y conexiones casi imperceptibles nos lleva a nosotros, sus lectores, a establecer desde sus planos inferiores contacto con lo sobrehumano. Dentro de un juego de relaciones que arranca de los aspectos más aflictivos de la humanidad, nos asoma a «lo sobrenatural».

A propósito de Fragancia de jazmines, destacábamos la preocupación de Ayala por «titular bien» una obra literaria. En este cuento la narración queda colocada bajo el epígrafe más apropiado, y con ello la cita de la Divina Comedia que cubre el punto climático de toda acción viene preparada desde el título mismo.

La expresión una boda sonada significa tanto como una boda de rumbo, un triunfo social, según lo describirá en su reseña periodística «pre-fabricada» el personaje más importante del cuento. Pero en el adjetivo «sonada» se da una anticipación de los efectos sonoros que prevalecen y dan el tono a toda la obrita. Hay, pues, en el título un deslizamiento irónico desde la boda, que viene a ser   —299→   desenlace de la acción, hacia la causas que condujeron hasta este desenlace feliz. Y éstas se encuentran expresadas y sintetizadas en el hecho descrito mediante las palabras del Alighieri.

El cuento comienza con la presentación del personaje masculino, a quien su autor caracteriza en los siguientes términos:

Se llamaba Ataíde, Homero Ataíde; pero desde sus tiempos de la escuela le decían todos «Ataúde», porque, siendo dueño su padre de una modesta empresa de pompas fúnebres, nadie renuncia a hacer un chiste fácil a costa del prójimo. Por lo demás, a él le importaba poco, lo tomaba por las buenas, no se ofendía. ¿Ataúde? Pues muy bien: Ataúde. Eso es lo que a todos nos espera, después de todo, puesto que mortales somos. Pero si su apellido sugería tal memento, ¿por qué no reparaban también en el presagio de su nombre de pila, Homero? Este nombre le había sido otorgado a iniciativa de su tía madrina, doña Amanda, y en verdad que por una vez el horóscopo de la dama no resultó vano: el recién nacido lo había hecho, como el tiempo vendría a demostrar, para poeta; quizás no muy grande ni famoso, pero poeta de todos modos...494



El sistema de relaciones complejas a que antes aludíamos se observa desde el principio, pues Ayala   —300→   con toda maestría nos ofrece aquí un magnífico juego de contrastes. El personaje, desde su nombre mismo, apunta por un lado hacia la poesía: este nombre le fue dado por su tía madrina, aunque

...puede ser que la buena señora ignorase todo acerca de Homero el de la litada, y váyase a averiguar de dónde se sacó el nombrecito para su sobrino...495



Y su apellido, Ataíde, que desde la escuela transformaron todos en «Ataúde», alude por otro lado a lo sórdido de la muerte socializada, ya que «siendo su padre dueño de una modesta empresa de pompas fúnebres»...

Apoyándonos en las palabras de Ayala habíamos señalado que la obra literaria «tiene que construirse con materiales básicos cargados de sentido»; y en efecto, esos materiales, esas palabras, están organizados aquí dentro de un contexto verbal,

...cuya eficaz belleza los preserva transformados en el ámbito exento de la ficción poética...

Las palabras de que está hecha la obra de arte literaria comunican -y éste es su sentido, esto es lo que significan- experiencias humanas, pero experiencias privilegiadas por el artificio que, encerrándolas dentro de una forma poética, las remite a la   —301→   esfera imaginaria, donde quedan aisladas y preservadas, manteniendo una virtud permanente496.



La selección y disposición de las palabras en este cuento conducen a una auténtica creación para construir una estructura compleja destinada a destacar las debilidades de la condición humana. Para lograrlo, Ayala nos somete a un constante juego de contrastes, que iremos subrayando en el estudio de la narración.

Sigamos algunos de esos hilos sutilísimos que la tejen. Homero, para quien el horóscopo «no resultó vano», es poeta en una «mortecina capital» con «pocas oportunidades de brillar» para su estro; y terminará siendo el esposo de una de las estrellas, Flor del Monte, que competía con la otra luminaria, Asunta. Su tía doña Amancia, «la pitonisa» dedicada a   —302→   las artes adivinatorias, a «los misterios de la cabala», en su consultorio profesional con su

...estatuilla de Buda, el búho disecado en el fanal de la cómoda, el cromo de las Animas, la bola de cristal, los naipes y demás polvorientos adminículos de su oficio497,



tiene el «alias» de Celeste Mensajero,

...Doña Amancia, su tía, alias Celeste Mensajero, practicaba, por módico estipendio, las artes adivinatorias en un gabinete o consultorio instalado en el mismo edificio de la funeraria, aunque -eso sí- con entrada independiente y sobre la otra fachada...498,



y de este modo el elemento sobrenatural grotesco no aparece solamente en el momento climático de la narración, sino que viene preludiado desde el comienzo. Ayala construye artísticamente su obra y nos conduce por medio de leves «llamadas» hacia el momento cumbre.

Nos encontramos después con otro personaje, el empresario que ha contratado a la bailarina Flor del Monte, y cuyo nombre es Asmodeo. Este nombre es el de un diablo menor; concretamente, el nombre que recibe El Diablo Cojuelo de Vélez de Guevara en la traducción de Lesage499. El espectáculo ofrecido por Asmodeo,

...organizador y empresario..., consistió en presentar al público dos figuras de categoría equivalente, y destacarlas por igual entre números de relleno: juegos malabares, un prestidigitador, perros amaestrados y quién sabe qué más bagatelas, que a su tiempo -esto es, a la segunda semana fueron sustituidos por un ventrílocuo, una médium, un equilibrista, etcétera500.



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Todo lo antes citado apunta también hacia la esfera de lo sobrenatural barato.

Del mismo modo que Ayala prepara desde el principio el marco de lo sobrenatural grotesco que culminará con el espectáculo del baile en intencionada imitación del personaje dantesco -el demonio en la Divina Comedia-, llegando así al clímax de la explosiva detonación, ésta viene preparada también mediante diversas alusiones a lo sonoro, que muchas veces se instrumentará apelando a imágenes marciales, con lo cual la «explosiva detonación» queda incluida en un ambiente de guerra paródico; y así, al elevar la tensión emocional, al introducir «la guerra» entre las estrellas Flor del Monte y la Criolla de Fuego, al dividir en «bandos enemigos al público de la sala», o mejor aún, «a la ciudad entera», asegura nuestro autor todo el efecto del disparo, que podemos calificar de cómico o ridículo.

El empresario es dueño de dos cines y de dos confiterías; era

...entusiasta del principio competitivo como raíz de los negocios, y poseía innegable habilidad para explotar la tendencia humana de asumir parcialidades501.



Presenta en sus teatros a dos «estrellas» que se disputan el «favor de los espectadores». La guerra ha sido declarada entre ellas, «Flor del Monte y la Criolla de Fuego, la Criolla de Fuego y Flor del Monte»; ha conseguido Asmodeo su propósito de   —304→   crear la rivalidad. Las mujeres compiten, aunque en «ese terreno» la Criolla lograba aplausos frenéticos

...con el meneo y final exhibición de aquellas tremendas vejigas de pavo, con que hubiera podido amamantar a los gigantones del Corpus...502



Flor es diferente, en «ese terreno jamás iba a ponerse a competir con la Criolla», pues ella

...era lo que se llama una artista fina; y, en verdad, una artista maravillosa503.



Competía y triunfaba, en cambio, en el espectáculo privado de las veladas: «en este terreno, el espíritu derrotaba por completo a la materia», mientras que en el escenario la

...Criolla sabía levantar de cascos a la platea. Frente a esa excitación de la multitud, que con ruidoso y creciente entusiasmo respondía a las procacidades ya casi intolerables de Asunta, era muy explicable el resentimiento de la pobre Florita504.



Irónicamente se refiere Ayala a la lucha de «El Arte contra las malas artes».

La Criolla se apuntaba «tantos», aunque luego, durante las veladas, Flor del Monte gozaba su «revancha»,   —305→   mientras los testigos alimentaban su «agresividad» esperando el momento en que se «agarraran por fin por los pelos». El empresario siempre les permitió en las tablas «pujar las respectivas banderías». El nombre de cartel de la bailarina es indicado como «nom de guerre» y el episodio central cargado de alusiones a lo sonoro se maneja con símbolos bélicos.

Recordemos que el periódico local donde escribe Homero se llama «El Eco del País» y detengamos nuestra atención de modo especial en la pequeña farsa que los «señoritos chulos» «urdieron entre ellos»: desde el palco comenzaron a «chistarle» -a Flor del Monte-, a «sisear», a pedir «el número bomba de la Criolla».

¿Cómo una cosa así no había de herir el amor propio de artista tan sensible? Tuvo ella, sin embargo, la prudencia de hacerse la desentendida, y continuó, por lo pronto, evolucionando sobre el escenario a compás de la melodía oriental que acompañaba a sus gráciles movimientos, en la esperanza de que la broma no pasaría a mayores. ¡Esperanza vana! Era eso no conocer al adversario.

Atrincherados en el palco, sus torturadores intensificaban, por el contrario, incansables, el fuego graneado de su rechifla, a la vez que espiaban los efectos previsibles de la agresión y se gozaban en observar los primeros síntomas del azoramiento que esta   —306→   calculada ofensiva tenía que causar en el ánimo de la danzarina. «Mírala, mírala; ya no puede disimular más. Ya no da pie con bola -reía el mayor de los Muiño a la oreja del teniente Fonseca-. Ésa termina dando un traspiés, se pega el batacazo: tú lo verás»505.



Dirigidos por el teniente Fonseca, quienes la atacan están atrincherados en el palco; su rechifla se compara con fuego graneado, el ataque es una calculada ofensiva, y después de la detonación leemos que ésta produjo una «nota discordante», dando lugar a que la «orquesta desafinara», a que el público lanzara «gritos» y a que, en definitiva, los ruidos dejaran la sala «sumida en descomunal baraúnda». Por último, la protagonista se retira a sus cuarteles de la Pensión Lusitana, y Homero se pregunta si su periódico habría de hacerse «eco del ruidoso incidente». Todavía, al comentar con él lo sucedido, Flor del Monte le explicará que «si hubiera tenido en la mano un revólver cargado» se lo hubiese disparado igualmente a sus enemigos.

Luego el impulso que tiene el poeta de casarse con ella es también una ocurrencia repentina, aunque se abstuvo de soltarla «a boca de jarro». En fin, que si La boda sonada nace del ruidoso incidente, el mismo origen tendrá en último extremo el hijo del matrimonio, a quien bautizan con el nombre de Santiago por devoción al apóstol llamado «Hijo del Trueno».

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Dentro de ese marco artísticamente elaborado queda colocada la cita literaria que constituye el eje del cuento. Se nos describe primero a la protagonista en su celebrado número de la «Danza de los Velos»:

...Con su belleza frágil, su cabellera rubia, sus ojos celestes, sus brazos y piernas alongados, resultaba inimitable en varios de sus números, sobre todo en la celebrada Danza de los Velos, donde, trasluciéndosele apenas las carnes blanquísimas bajo gasas azulinas y verdosas, su aérea movilidad era capaz de excitar la fantasía hasta del más lerdo, cuanto más, arrebatar a quienes, como Ataúde, poseían una sensibilidad refinada. Cual una ninfa, cual una libélula, se alzaba del suelo esta exquisita niña, giraba con gráciles inflexiones, y constituía una experiencia embriagadora la de seguir el vuelo de su pie, adornado de ajorcas el tobillo, cuando se remontaba, dentro de un escarpín de raso dorado, por encima de su no menos dorada cabecita, para iniciar en seguida una vuelta ágil que había de transponerla, en un salto, al otro lado del escenario...506



Esta especie de vuelo en el baile imita el del ángel caído en el poema de Dante, preparando el   —308→   momento de la «explosiva detonación» por la que se la compara con él. He aquí la cita textual:

...En una de sus rítmicas evoluciones, la artista fulminó a sus ocupantes una terrible mirada, se detuvo por un instante, levantó la pierna, y disparó contra ellos explosiva detonación: como el diablo en la Divina Comedia, avea del cul fatto trombetta. Tras de lo cual, prosiguió tan campante la Danza de los Velos507.



La cita508 tiene un valor eufemístico, pues encubre con las palabras extranjeras y cohonesta con la autoridad del altísimo poeta un acto de fuerte y aun escandaloso sentido escatológico, que no deja de recurrir, sin embargo, como sabemos, en otros contextos dentro de la producción narrativa de Ayala, pero que aquí, en Una boda sonada, está destinado precisamente a lograr una dimensión particular de lo grotesco producida por el contraste entre la espiritualidad   —309→   caricaturesca del personaje, Flor del Monte, y la grosería de su conducta.

Refiriéndose Ayala a Cervantes en su estudio «El nuevo arte de hacer novelas»509, señaló que en el entremés de El viejo celoso

...Cervantes acentúa con toda deliberación y seguro tino artístico el tono sexual de la farsa porque sabe muy bien que en el ser humano la sexualidad cruda es cómica, como lo son todos los impulsos biológicos cuando asoman esa cara de cochino que -al decir de la gente- tiene el diablo, por debajo de las convenciones sociales encargadas de revestir, disimular y dignificar, elevar, en fin, a nuestra especie510.



En Una boda sonada nos presenta Ayala un tal impulso biológico de Flor del Monte, y logra también con plenitud el efecto cómico perseguido.

Esa comicidad queda reforzada con los gritos que lanzan los ocupantes del palco proscenio:

...¿A qué ponderar la estupefacción que el hecho produjo? Aquella nota discordante hizo que la orquesta desafinara: la platea empezó a rebullir, inquieta; y en cuanto a los ocupantes del palco proscenio, que en el primer instante se habían quedado mudos   —310→   de asombro, reaccionaron en seguida con la natural indignación. Rojos de ira, proferían contra la artista gritos soeces de «¡Guarra!» y de «¡Tía cerda!», amenazándole con el puño. Pero, entretanto, ya la danza había terminado, y Flor del Monte se retiraba como si tal cosa tras de los bastidores, dejando a la sala sumida en descomunal baraúnda. Risas, improperios y disputas se mezclaban ahora, con terrible algazara, a la ovación de costumbre...511



Elementos escatológicos como ése operan muy diversamente en literatura. A modo de ejemplo bastará que citemos a un escritor, Quevedo, por quien Ayala se considera influido, y refiriéndonos al Buscón, pensemos en el Capítulo IV, donde su autor nos presenta a su protagonista en la cárcel512. Pero en el cuento de Ayala no se trata tanto de exponer en forma cómica la miseria humana de lo fisiológico como de destacar -según apuntábamos antes- las debilidades de la condición animal, infundiéndoles una especie de grandeza épico-grotesca que les presta proyecciones morales improbables. Ningún modelo mejor para esto que el del ángel caído, señor de los infiernos, usando como trompeta el instrumento más inesperado.

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En el breve relato abundan también ejemplos del partido que Francisco Ayala suele sacar del uso de los nombres. Destacamos el del protagonista-poeta, Homero; el de su tía-pitonisa, Celeste Mensajero; el de la Criolla, de Fuego; el del hijo de los protagonistas, Santiago, a quien dieron este nombre por devoción al apóstol también llamado «Hijo del Trueno»; nombre que, si por un lado es clara alusión al incidente que dio lugar a la sonada boda de sus padres, por el otro nos ayuda, junto con algunas claves más, a la localización del relato. Sin que se nos diga expresamente, tenderemos a situar Una boda sonada en Galicia. A ello han contribuido diferentes indicaciones: la denominación de la Pensión Lusitana, o los nombres de algunos personajes, los hermanos Muiño, Castrito, y sobre todo el del protagonista, cuyo apellido es Ataíde, pero a quien en broma apodan Ataúde, forma gallega de la palabra ataúd, por alusión al negocio de pompas fúnebres de que vive la familia.

El juego de contrastes se mantiene a todo lo largo de la pieza; las flores que regala «el poeta» Homero sirven tanto para obsequiar y tratar de conseguirse a las «artistas» como para honrar a los difuntos:

...el homenaje floral con que el poeta subrayaba el testimonio impreso de su admiración, en los casos en que de veras pareciera valer la pena. Si la artista en cuestión daba muestras de cierta receptividad, si no era demasiado ostensible su indiferencia hacia   —312→   la poesía, panegírico y ramo de flores acudían, infalibles, a estimular la sensibilidad lírica que pudiera albergarse en su seno...

...Nunca faltaban, por supuesto, mal intencionados y envidiosos que se acercaran al oído de las bellezas para destruir el efecto de la galantería, con la insidia de que las flores del bouquet les llegaban de segunda mano. Sospechar que la ofrenda del vate pudiera haber sido llorosa corona fúnebre aquella mañana misma, las enfurecía a veces, y no sin razón, contra quien así osaba obsequiarlas con despojos de la muerte...

...«¿Es verdad, Homero -le preguntó entonces, picarona, Florita-, eso que dicen de ti, que regalas flores usadas ya en los servicios funerarios?». «Eso -protestó el poeta- es una solemne mentira. Lo que pasa es que son muy envidiosos; tienen envidia, y eso es todo. La verdad es que, con el negocio de mi padre, a nosotros las flores nos resultan mucho más baratas, somos grandes consumidores, ¿te percatas? Además, flores siempre son flores, qué demonio; y con ellas tanto puede armarse un ramillete como una corona. Puras ganas de jeringar»...

...Podían afirmar ahora, si les daba la gana, ser fúnebres y de segunda mano aquellas flores que, abundantísimas, inundaban la iglesia, dalias, crisantemos y lirios, y aun   —313→   la hermosa brazada de azucenas portada por la novia...513



Los mismos caballos blancos que se usan «para transportar inocentes al cementerio» son los que, enganchados «a la berlina nupcial», llevan a la pareja a celebrar sus bodas:

...¡Que fingieran, si ello les divertía, reconocer en el tronco de caballos blancos enganchado a la berlina nupcial a los que la Casa empleaba para transportar inocentes al cementerio! ¡Que gastaran cuantas cuchufletas se les antojase! Bien sabía Homero Ataíde que maledicencias tales son fruto podrido de la envidia. Lo cierto y lo que importa es que el evento social adquirió relieve inusitado...514



Contrasta básicamente entre dos extremos el pretendido refinamiento y la crasa vulgaridad; el nombre de guerra de Flor del Monte, seudopoético, encubre el nombre civil de «Flora Montes y García, hija de legítimo matrimonio», y esta artista debe su mayor éxito a la aérea Danza de los Velos, bajo los que estallara su realidad fisiológica. Luego, conectando la famosa danza bíblica con el episodio del cuento, tras el incidente central llevará ella en una bandeja «no la cabeza del Bautista, sino una botella de oporto, tres copas y galletitas». El poeta   —314→   mismo nos es presentado con un nombre solemne y un apodo burlesco; alterna sus odas y sonetos con las noticias del día, y terminará dedicándose de lleno al negocio paterno, es decir, la funeraria.

...El poeta Ataúde hubo de resignarse, por lo pronto, a ingresar como meritorio en la redacción de El Eco del País, donde, en su calidad de tal redactor meritorio, veía publicada los domingos alguna que otra oda o soneto, mientras que durante el resto de la semana se afanaba por recoger noticias, sea en la Casa de Socorro, a veces en el Gobierno Civil y, generalmente, dondequiera que se originasen...

...En cuanto a Homero, en vista de que la actividad periodística no da rendimientos económicos apreciables, se ha decidido, por fin, a prestar una atención cada vez menos reluctante al negocio paterno, sin abandonar por ello la poesía, algunos de cuyos más logrados productos adornan cada domingo la página interior de El Eco del País...515,



cumpliendo así su doble destino, el que, de un lado, trazara el horóscopo: «Homero», nombre que vincula a nuestro personaje nada menos que con el autor de la Ilíada, y el que, por otro lado, heredó del «prestigioso industrial», su padre, «Ataíde», pero que todos transformaron en «Ataúde».

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De igual manera las pretensiones de doña Amanda, cuya familiaridad con el más allá le permitió adivinar el momento de su propia muerte, pues

...la venerable Mensajero Celeste (hubiérase dicho que sólo aguardaba a tener quien la sustituyera) amaneció muerta una mañana. Adivinando la inminencia del óbito, ella misma se había amortajado y, después de prender cuatro velas a los costados, se había tendido dentro de un cajón de segunda clase -inútil diligencia, porque el juzgado, con suspicacia excesiva, insistió en hacerle la autopsia: su muerte había sido natural si las hay-, Sic transit gloria mundi!...516



quedan defraudadas por la diligencia judicial que dispone la autopsia del cadáver.

El vocabulario que Ayala emplea en su cuento es en sí mismo contrastante, dando mayor énfasis a lo cómico grotesco de la narración. Hay frases de lenguaje popular o «vulgar», pero abundan sobre todo los vocablos cultos y selectos que persiguen el contraste tanto con los hechos narrados en el cuento como con sus personajes. Veamos algunos ejemplos: Celeste Mensajero cobraba «módico estipendio»; Homero escribía sobre las artistas una «gacetilla encomiástica», les ofrecía un «bouquet», sentía su corazón «anegado», él estaba colocado por encima de aquel «páramo de vulgaridad»; las estrellas venían acompañadas por «sus respectivas progenitoras»;   —316→   Flor del Monte era «una ninfa», «una libélula» que «giraba con gráciles inflexiones»; después del incidente el poeta se dedicó a «enjugar esas líquidas perlas»517 que brotaban de sus ojos, en cuya ocasión surgió el idilio; Homero comunica su próximo matrimonio a la tía y ésta deposita «un ósculo» sobre su frente, mientras que su padre despachara «al vástago con lacónica sentencia: "Toda la vida fuiste un cretino, hijo mío"; dictum perentorio...»

Contrastan estos vocablos con «el meneo» y las «vejigas de pavo, con que -la Criolla- hubiera podido amamantar a los gigantones del Corpus»; con sus números que logran levantar de cascos a la platea»; con sus «risotadas»; con los insultos lanzados a Flor del Monte desde el palco proscenio: «¡Guarra!», «¡Tía cerda!»; y, en fin, con la protesta de Homero por los comentarios de la gente sobre sus flores: «Puras ganas de jeringar».

Vocablos todos que acentúan, como dijimos, el efecto cómico, destacando lo burlesco de las situaciones, sin perjuicio de que todo ello sea presentado, como siempre lo hace Ayala, a través de personajes, no caricaturescos, sino concebidos con la   —317→   profundidad de un carácter humano bien individualizado.

Refiriéndonos ahora a estos personajes observaremos, en relación con los contrastes apuntados, que son las pretensiones de fina espiritualidad artística de Flor del Monte las que van a tener el más clamoroso desmentido, pues que su reacción en el incidente climático es una respuesta de máxima grosería, acción voluntaria, aunque fruto de una decisión súbita, cuyo efecto cómico no radica, según suele ocurrir con debilidades semejantes, en la rebelión mecánica de lo fisiológico que por un momento se substrae al control de la voluntad, sino más bien en la oposición entre dos niveles de carácter en el personaje, el más profundo y oculto de los cuales surge ante un estímulo que suspende su habitual compostura, de manera que lo grotesco del episodio arraiga en zonas de verdadera profundidad psicológica.

Y aquí conviene señalar, siquiera sea de pasada, la diferencia entre los personajes humanos que nos presenta Ayala y el modelo quevedesco de una comicidad esquemática. En Ayala lo cómico brota del fondo de la condición humana. Flor del Monte, con todo el adorno de sus velos, es Flora Montes y García. Los cambios en el estado de ánimo de la muchacha después de haber ejecutado la acción, cuando pasa de la vergüenza y el oprobio a la risa; y, por otra parte, la reacción súbita y, sin embargo, comprensible del poeta, hacen de estos personajes figuras vivientes, muy reales y cotidianas bajo el signo sobrenatural del demonio dantesco.





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ArribaAbajoConclusión

En este trabajo hemos estudiado las alusiones literarias en la obra narrativa de Francisco Ayala, desde su primera novela en el año 1925, Tragicomedia de un hombre sin espíritu, hasta sus narraciones de 1970.

Indicamos ya en el primer capítulo que nos proponíamos analizar, de entre sus variadas técnicas de construcción narrativa, la que desde el punto de vista artístico acaso contribuye más, a «diferenciar» su creación dentro del campo de la novelística actual: el uso que hace este autor de la alusión literaria. En los capítulos siguientes, se llevó a cabo un análisis en detalle de los Diálogos de Amor, El rapto, Fragancia de jazmines y Una boda sonada.

Como hemos podido comprobar a lo largo de estos estudios, las abundantes alusiones, referencias y citas literarias contenidas en las obras narrativas de Ayala cumplen diferentes cometidos y tienen un alcance muy vario, según los casos, pero en ninguno son improcedentes ni adquieren el aspecto de excrecencias   —320→   eruditas, sino que funcionan con vistas a la economía artística de la obra en cuestión, contribuyendo a dotarla de su plenitud de sentido. Este aspecto quedó especialmente demostrado en los análisis de las obras citadas. Las piececitas que integran la colección Diálogos de Amor pusieron de manifiesto cómo esa variedad de alusiones son parte integrante de la obra artística, consiguiendo dotar a cada una de ellas de lo que hemos calificado como «su plenitud de sentido». El Diálogo entre el amor y un viejo, la reelaboración que hace Ayala del poema de Rodrigo Cota, explica muy bien lo señalado.

En cada uno de los estudios hemos ilustrado los conceptos literarios de Ayala, expuestos en muchos de sus numerosos ensayos, en relación con su obra narrativa. Vimos en El rapto, donde el autor traslada el cuento cervantino del cabrero Eugenio a nuestro mundo actual, cómo el cuento deja de ser tal y adquiere en la obrita de Ayala la categoría de novela, sirviendo las alusiones literarias para dotar el relato de una profundidad insospechada.

Esa réplica al Canto a Teresa de Espronceda, que es la novela Fragancia de jazmines, así como el cuento Una boda sonada, cuyo eje es un verso de Dante en La Divina Comedia, prueban cómo las alusiones literarias en la narrativa de este autor contribuyen a la economía artística de la obra.

Demostrado el uso que hace Francisco Ayala de las alusiones literarias en sus obras de imaginación, dejamos anotado en los capítulos anteriores, y repetimos ahora, para concluir nuestro trabajo, que esta   —321→   técnica de construcción por él empleada pertenece a la mejor tradición de nuestra literatura: es la empleada por Cervantes en El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha.



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ArribaBibliografía

  1. Obras de Francisco Ayala citadas en este estudio:
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    • El Rapto, La novela popular, núm. 1, Madrid, 1965.
    • Experiencia e Invención, Madrid, Taurus, 1960.
    • «Fragancia de Jazmines», Revista de la Universidad Nacional Autónoma de México, vol. XIX, abril de 1965.
    • «Los dos amigos», Revista de Occidente, núm. III, Madrid, 1965.
    • «Los narradores en las novelas de Torquemada», La Nación, Buenos Aires, domingo, 29 de marzo de 1970.
    • Mis páginas mejores, Madrid, Gredos, 1965.
    • «Notas sobre la novelística cervantina». Revista Hispánica Moderna, New York, año XXXI, enero-octubre, núm. 1-4, 1965, págs. 3846.
    • Obras Narrativas Completas, prólogo de Andrés Amorós, México, Aguilar, 1969.
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    • Reflexiones sobre la estructura narrativa, Madrid, Taurus, 1970.
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    • «Una boda sonada», Papeles de Son Armadans, vol. XXIV, núm. 72, marzo de 1962.
    • «Valle-Inclán and the invention of character», Valle-Inclán Centennial Studies, The University of Texas, Austin, Texas, 1969.
    • Los ensayos. Teoría y crítica literaria, Madrid, Aguilar, 1971.
  2. Obras consultadas o citadas en este estudio:
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