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Las ediciones dieciochescas de Russell P. Sebold

Borja Rodríguez Gutiérrez





En los últimos años, han venido apareciendo en la Editorial Cátedra una serie de textos fundamentales de la literatura del siglo XVIII español: Cartas marruecas y Noches lúgubres de José Cadalso (2000), Numancia destruida de Ignacio López de Ayala (2005), El delincuente honrado de Gaspar Melchor de Jovellanos (2008), la Poética de Ignacio de Luzán (2008) y el Teatro original completo de Tomás de Iriarte (2010). Todos ellos editados por el mismo investigador y estudioso, una de las «firmas mayores» de nuestra crítica literaria: Russell P. Sebold.

Al día de hoy es indudable que la actividad de Sebold en el campo de la historia literaria española ha marcado un antes y un después. Sus ideas, sus propuestas, originales, novedosas, provocadoras a veces, polémicas, discutidas y, como toda obra del pensamiento humano, discutibles, están, por derecho de conquista, en todas las historias de la literatura española; aprobada, matizada, discutida o censurada, la labor crítica de Sebold ha puesto sobre la mesa una serie de conceptos e ideas que hoy es imposible obviar: la valoración del siglo XVIII literario español, las características, formación y desarrollo de nuestro romanticismo, el concepto de clasicismo, la aparición del realismo. Para este largo e intenso trabajo, Sebold se ha apoyado en tres características básicas de su personalidad crítica: el enciclopédico conocimiento de la producción literaria y cultural española de los años que estudia (que son muchos), así como de buena parte de la europea; su certero golpe de vista crítico, tan fértil en su búsqueda y hallazgo de correspondencias y concomitancias; y la brillantez, claridad y rotundidad de su expresión, pues no en vano puede reclamar Rusell P. Sebold un puesto dentro del reducido grupo de maestros prosistas de nuestras historia literaria.

De su amplia producción crítica son testimonio una miríada de artículos y una serie de libros de consulta imprescindible para el curioso lector interesado en nuestra historia literaria: El rapto de la mente. Poética y poesía dieciochesca (1970)1, Cadalso el primer romántico «europeo» de España (1974)2, Novela y autobiografía en la «Vida» de Torres Villarroel (1975), Trayectoria del romanticismo español (1983), Descubrimiento y fronteras del neoclasicismo español (1985), Bécquer en sus narraciones fantásticas (1989), De ilustrados y románticos (1992), La perduración de la modalidad clásica. Poesía y prosa españolas de los siglos XVII a XIX (2001), La novela romántica en España. Entre libro de caballerías y novela moderna (2002), Lírica y poética en España, 1536-1870 (2003), Ensayos de meditación y crítica literaria (2004), En el principio del movimiento realista. Credo y novelística de Ayguals de Izco (2007) y Concurso y consorcio: letras ilustradas, letras románticas (2010). Además de los once capítulos que realizó para la, desgraciadamente, inconclusa Historia de la Literatura Española que no llegó a culminar la Editorial Espasa-Calpe (1995, 1997 y 1998)3.

Pero a esa labor de investigador, crítico y teórico, une Sebold el empeño de un constante y laborioso editor de textos. De hecho su trabajo de revalorización crítica de nuestras letras dieciochescas tiene dos aspectos: el teórico y el práctico. El teórico en sus estudios y el práctico en sus ediciones. Y no cabe duda de que su trabajo en el campo de la fijación de textos literarios dieciochescos le convierte en el crítico e historiador que más influencia e importancia ha tenido y tiene en nuestro conocimiento de la literatura del siglo ilustrado.

«Gracias a Dios, vi relativamente pronto que la única forma satisfactoria de estudiar la historia de los géneros, los movimientos y los estilos literarios es la de enfocarlos como una continua evolución, mejor dicho, como numerosas evoluciones continuas y simultáneas». Estas palabras, que figuran al frente de su última monografía4 resultan muy esclarecedoras de la actitud crítica de Sebold. Cincuenta años después de la aparición del primer tomo de su edición del Fray Gerundio, la revisión pormenorizada y diacrónica de sus ediciones evidencia hasta qué punto el concepto de evolución es base en su propuesta de historia de la literatura española. En Lírica y poética en España esa idea evolutiva se ha reflejado con más amplitud cronológica y más ambición, quizás, que en ninguna de las otras obras del americano, pero el recorrido por su producción como editor de textos nos deja bien a las claras que el Sebold que se iniciaba en la edición con la novela del Padre Isla ya tenía bien formadas muchas de las propuestas que iba a exponer y defender a la largo de su amplia y fructífera vida intelectual. Por ello su acercamiento a las obras literarias parte siempre de la idea de estar reflejando un momento, cristalizado para nosotros, pero tremendamente vivo para el autor y lector contemporáneo de esa evolución.

Y el esfuerzo de editor de Sebold se dirige a hacernos ser capaces de apreciar, de la forma más parecida posible al lector de la época, aquellos elementos que marcaban la evolución, que singularizaban y diferenciaban la obra de sus anteriores y contemporáneas y que abrían nuevos caminos. Movimiento evolutivo no siempre fácil ni placentero y que muchas veces se desarrolla entre pulsiones contrapuestas: quizás la mejor ejemplificación de ello sea el estudio que hace Sebold del Nuño Núñez cadalsiano (y por ende del propio Cadalso), preso entre dos personalidades: la del hombre de bien setecentista, racional y cosmopolita, y la del vasallo tradicional, emocional y patriota.

Evolución que, para ser comprendida, debe estar enmarcada dentro de su época y de la consideración de sus contemporáneos. «Es muy arriesgado agrupar a los escritores y pensadores en esas cómodas casillas tan del gusto de la actual metodología de la historia literaria sin tomar en cuenta los testimonios de sus contemporáneos». Estas palabras de Sebold en una de sus primeras ediciones5 marcan la exigencia, autoexigencia, podemos decir, de una contextualización amplia y minuciosa del texto y del autor estudiado. Tal es así que, en las introducciones a las ediciones de los escritores dieciochescos sobre los que trabaja el americano, no sería inapropiada la coletilla de «y su tiempo».

Como antes he mencionado, la primera edición crítica de textos del siglo XVIII realizada por Sebold fue la que se publicó, en la colección «Clásicos castellanos», de Fray Gerundio de Campazas. Cuatro volúmenes que fueron apareciendo en 1960, 1962, 1963 y 19646. Se trataba de la primera edición crítica y científica según las exigencias de la filología contemporánea, de la novela del Padre Isla.

Hasta la aparición de la edición de Sebold, la obra debía ser consultada por la añeja publicación de Rivadeneyra de 1850, o la, apenas un poco más moderna, de E. Lidforss en 1885. Lo que quiere decir que fue la edición de Sebold la que puso a disposición de los estudiosos y lectores de toda índole la historia de las aventuras y desventuras del macarrónico orador, en una versión fiable y válida7. En este Fray Gerundio quedan establecidas ya las técnicas de edición que va a seguir de aquí en adelante Sebold. Amplia introducción con un sustancioso estudio biográfico del autor y análisis de la obra, tanto en su aspecto externo (situación dentro de la literatura española del momento, relaciones con otras literaturas, fuentes, influencias recibidas e influencias ejercidas, descendencia), como interno (significado, estructura, características formales, nivel lingüístico). Es decir que cada edición consta de un estudio específico del autor y obra, y de un texto explicado y anotado. Registro minucioso de las variantes, documentadas y contrastadas y anotación pormenorizada del texto, que, evitando el eruditismo inútil y pretencioso, se dirige a la mejor comprensión de la obra.

Una característica de la labor crítica de Sebold es su convicción de que tras la obra está el hombre y que muchas veces es necesario comprender al autor para poder apreciar la obra. Por ello el estudio biográfico es también muchas veces análisis psicológico, esbozo de la personalidad del autor y, cuando es necesario, análisis detallado de sus contradicciones vitales y particularidades. Así, esta su primera edición crítica, comienza analizando el curioso contraste que se da en Isla entre la mansedumbre y dulzura de la que nos habla su biografía y la tendencia a la sátira que se manifiesta a lo largo de toda su carrera literaria. Un aspecto importante de su estudio lo constituye una vertiente del fray Gerundio que no se puede obviar, como es la crítica a la oratoria sagrada del momento, aunque, como el mismo editor indica «hoy nos interesa más la aportación de Isla a la novelística que cuantos datos históricos sobre la oratoria sagrada se hallan contenidos en las páginas del Gerundio». No obstante la parte fundamental de su estudio se dedica al estudio de esas aportaciones a las que se refería el autor y muy especialmente a la nueva manera de acercamiento a la realidad de Isla, acercamiento que, según Sebold, marca el principio de la aparición del realismo, en la literatura española. Insiste Sebold en su estudio en la importancia de las «Apuntaciones» de Isla, y al hecho de que esa forma de trabajar a la hora de crear y describir personajes y ambientes demuestran que Isla procedía por observación de la realidad cotidiana y posterior reflejo de la misma en su «Quijote de los predicadores».

También en «Clásicos castellanos» apareció Visiones y visitas de Torres con don Francisco de Quevedo por la Corte de Diego de Torres Villarroel, en 19668. Lo mismo que en el caso anterior, la obra de Torres no había sido objeto de ninguna edición científica y crítica. La de Sebold fue la primera y, hasta el momento, la única, pues no ha habido nuevas aportaciones ni nuevos intentos de aproximarse al texto de este clásico. La obra había aparecido, completa, por última vez, entre otras muchas del autor en 1889. Desde entonces, y hasta la aparición de la obra de Sebold, el vacío más absoluto para esta obra de Torres. Y, de la misma forma, la introducción de esa edición, sigue siendo el estudio más completo que en la actualidad existe sobre esta fundamental obra sobre el Gran Piscator de Salamanca. Sebold se centra en la característica de Torres que más le interesa: la singular contradicción interna entre el ascetismo y la desvergüenza, entre la renuncia mística y la vulgaridad mundana: ese perfil de «centauro mixto», en palabras de Sebold, que explica el contenido y la forma de las obras de Torres. Elementos importantes del estudio son también la correcta valoración de las ideas científicas de Torres, en general atrasadas y anticuadas para su tiempo, muy alejadas del auténtico renovador que fue el padre Feijoo (Sebold aclara que Torres no fue en absoluto un renovador, sino un restaurador); la peculiar mística, o más bien seudomística del profesor de Salamanca, y las conexiones de su obra con la pintura del Bosco.

En 1971 Sebold publica su edición de la Numancia destruida de Ignacio López de Ayala. En 2005 esta edición vuele a aparecer (como antes he mencionado) con sustanciales cambios: tanto en el texto de la introducción, como en las notas a la obra. Añade además Sebold una bibliografía que no existía en la edición de 1971. Como ocurre en los casos anteriores, esta es la primera edición crítica, científica y filológicamente fiable de la tragedia de López de Ayala. Y por ello, además de fijar uno de los textos fundamentales de la historia de nuestro teatro, la edición hizo presente la existencia de la obra para la crítica pues, hasta ese momento, el texto de Ayala era muy poco conocido, casi inencontrable, datando su edición anterior nada menos que de 1823. Y como en el caso anterior, no existe ninguna otra edición crítica de esta obra. La introducción a esta obra precisó de un gran acopio de datos e investigaciones, pues Sebold rescató del olvido crítico la Numancia y despejó dudas y confusiones (por ejemplo entre la obra original de López de Ayala y la mediocre refundición de Antonio Sabiñón, realizada en 1816 y con la que Isidoro Máiquez obtuvo su último éxito teatral). El análisis de la obra se hace, sobre todo, acerca de lo que Sebold entiende que es su característica fundamental, el unanimismo: la voluntad unánime del pueblo, de la ciudad que queda convertida casi en «heroína» trágica.

La cuarta edición de una obra del siglo XVIII que llevó a cabo Russell P. Sebold, tiene una importancia fundamental en su labor crítica. Se trata de la edición de la Poética de Ignacio de Luzán que apareció en 1977. La valoración de la obra y de la aportación intelectual de Luzán a la literatura española es una de las piedras angulares en el edificio crítico del hispanista norteamericano. Sebold se acerca a Luzán con ojos nuevos, dispuesto a descubrir y valorar lo que hay importante en el aragonés y descubre más, mucho más de lo que hasta ese momento se había supuesto. De la Poética, hasta que aparece la edición de Sebold, había dos ediciones modernas. Un capricho de coleccionista de 1966, con un estudio de Luigi de Filippo, y del que sólo se publicaron 300 ejemplares y la edición de 1974 realizada por Isabel M. Cid de Sirgado. Ambas ediciones tenían deficiencias e inconvenientes (además de ser la primera inencontrable), y, sobre todas ellas, el despropósito de no incluir la segunda edición de la Poética, publicada póstumamente (1789), pero con muy significativas variaciones hechas por el autor. Por lo que la edición de Sebold se puede considerar como la auténtica primera edición moderna de la obra de Luzán y, desde que apareció, se consideró de forma implícita, como la edición «definitiva» del texto. En el 2008 aparece una nueva edición, esta vez en Cátedra, en la que Sebold ha corregido y reelaborado muchas partes de la introducción y de las notas, hasta el extremo de que podemos hablar de una edición ampliada. Y cabe añadir que desde 1977, fecha de la primera edición obra de Sebold, hasta 2008, no apareció ninguna nueva edición de la Poética.

Un año después de la primera edición de la Poética, en 1978, apareció una edición del teatro de Tomás de Iriarte, obra de Russell P. Sebold. Contenía dos títulos, El señorito mimado y La señorita malcriada. Por más que la situación resulte reiterativa, no es irrelevante ni ocioso señalar que Sebold fue el primer editor de estas dos obras del famoso fabulista, y que hoy en día sigue siendo el único crítico que ha realizado esta tarea. En 2010, la aparición del Teatro Original Completo supone una profunda transformación de esta edición pues, a las dos obras ya citadas, añade Sebold cinco piezas más, ofreciendo así la producción teatral integra del autor canario. Se trata de Hacer que hacemos, El don de gentes o La habanera, Donde menos se piensa salta la liebre, La librería y Guzmán el Bueno. La introducción, reelaborada y considerablemente ampliada, constituye de esta manera, hoy en día, el mejor y más completo estudio que poseemos sobre el autor teatral Tomás de Iriarte. En su análisis de las obra de teatro del canario, sobre todo en el de sus dos comedias, La señorita malcriada y El señorito mimado, Sebold pone de manifiesto los muchos rasgos del costumbrismo, y, a través de ello, del realismo que en esas comedias se pueden apreciar, así como el hecho de que en muchos aspectos Iriarte inventa, antes que Moratín, las características de la comedia de costumbres y que en la obra moratiniana (y en la de Bretón, o Adelardo López de Ayala) es muy perceptible la influencia de Iriarte.

La Vida de Torres Villarroel, publicada, en 1985, fue el siguiente eslabón en la cadena de ediciones de Sebold9. Vuelve el americano sobre la naturaleza «centáurica» de Torres, sus contradicciones y sus oscilaciones. Entiende Sebold que «la Vida de Torres se esclarece cuando se interpreta tanto en el contexto de sus antecedentes como en el de sus consecuentes literarios» (52). De acuerdo a esa idea se examinan en la introducción las relaciones de la obra del Piscator de Salamanca con la novela picaresca y con la novela moderna. Del «brillante ejercicio en el arte de la contradicción mixtificadora» que es la Vida, en la que Torres es, y no es, un pícaro y está, y no está, escribiendo una novela moderna, a la presencia de la introspección agustiniana y la inducción baconiana como rasgos que anuncian la autobiografía y la novela moderna. La edición, hecha sobre las ediciones que se hicieron en la época del autor (1743, ¿1751?, 1752, 1759) se completa con una amplia y muy útil cronología.

Si Luzán es uno de los autores predilectos de Rusell P. Sebold, otro lo es José de Cadalso, que ha sido objeto de la apasionada atención del americano desde los inicios de su carrera (recordemos que Colonel José Cadalso fue publicado en 1971). Por ello los trabajos de edición de Sebold no han olvidado al autor gaditano. En 1993 aparecieron las Noches lúgubres10. Siete años después, en 2000, las Noches lúgubres se unieron a las Cartas marruecas en una edición conjunta que Sebold había preparado de las dos grandes obras de Cadalso. Cabe decir que al dar cabida en su catálogo a esta edición, la editorial Cátedra sustituía en su catálogo a uno de sus títulos más reeditados, la veterana edición de Joaquín Arce11, signo evidente de que las propuestas críticas que ha venido defendiendo Russell P. Sebold a lo largo de su carrera sobre la importancia de Cadalso y la significación de su dos obras señeras han convencido plenamente a los estudiosos del tema y forman ya parte, de forma indiscutible, del conocimiento básico e imprescindible sobre la literatura de nuestra decimoctava centuria. Me refiero a la concepción de las Cartas como novela epistolar en cuyas páginas ya están presentes los elementos costumbristas que más tarde desarrollarían los escritores románticos del género; concepción que niega frontalmente, la idea tantas veces repetida, desde que la enunció Montesinos, de la incompatibilidad entre costumbrismo y narrativa. Y por otra parte a la concepción de las Noches lúgubres como la primera obra romántica europea: «antes de las Noches lúgubres no existe en ninguna literatura del mundo obra en la que el tema central y exclusivo sea el injusto rechazo de un protagonista inocente por el cielo, por el prójimo y por todas las instituciones humanas»12 (la cursiva es de Sebold).

En 2008, como una vuelta de tuerca más en sus trabajos de edición, estudio y difusión de la literatura española, Sebold publica una traducción (con amplia introducción) de las Noches lúgubres: Lugubrious Nights: an eighteenth-century Spanish romance.

Ese mismo año, Sebold añadió un nuevo título a su amplia lista de ediciones: El delincuente honrado de Gaspar Melchor de Jovellanos13. La obra del asturiano ya había sido objeto del estudio de Sebold14, pero esta edición amplía y mucho la doctrina del americano sobre Jovellanos. Un volumen de ciento setenta páginas en las que noventa se dedican a la edición habla bien claro de la amplitud del acercamiento al Delincuente honrado que ha llevado a cabo Sebold. Amén del imprescindible (y apasionante) estudio biográfico del autor, Sebold hace un cumplido análisis del género de la comedia lacrimosa, tanto su historia como las leyes que la rigen, para a continuación situar al Delincuente en esa encrucijada entre comedia lacrimosa y drama romántico que le confiere un valor fundamental en nuestra historia literaria.

Desde que en 1960 apareció el primer tomo del Fray Gerundio, hasta la edición del Teatro original completo de Iriarte, en este año del 2010, han transcurrido cincuenta años. Cincuenta años de dedicación a la literatura española del ochocientos, de amor a nuestra literatura y a nuestra lengua, cincuenta años en que este americano que vive «exilado en su propio país» ha trabado una amistad entrañable, íntima y enriquecedora con José Cadalso, con Gaspar Melchor de Jovellanos, con Diego de Torres Villarroel, con Ignacio de Luzán. Allá por 1976, Sebold escribía lo siguiente: «En sus pequeños ensayos críticos Azorín recrea las personalidades de escritores del pasado, uniéndose espiritualmente con ellos a través de la contemplación de sus obras, o sea, recreando en parte su propio espíritu a la imagen del escritor de quien habla en cada caso. Tal relación, a pesar de no darse entre contemporáneos, se caracteriza por un sentimiento análogo a esa concordia platónica que se asocia a la perfecta amistad entre hombres de almas allegadas»15. Palabras que describen perfectamente la actitud de Sebold ante sus autores y que hacen comprender esta otra declaración de treinta años más tarde: «Enseñar bien una obra individual, ilustrada, romántica, realista, etc. requiere primero que se haga sobre ella una investigación lo más definitiva posible, porque solamente armados de una abundante información sobre ella, podemos confiar el que al aplicar nuestra sensibilidad a su interpretación, podrá coincidir con la sensibilidad del autor. Enseñar bien la prosa de Torres Villarroel, o el verso de Meléndez Valdés es, entonces, ir al aula provisto de datos y más datos, pero es igualmente importante vivir, celebrar o llorar cada uno de esos datos ante el público de alumnos»16. Son palabras de Sebold a propósito de la actividad del profesor en la clase, pero perfectamente válida también para esa forma de la enseñanza que constituye una edición crítica. No en vano las ediciones de este desterrado de otro país y de otro siglo van dedicadas «A Torcuato, Amato y Tediato, triunvirato, heraldos del romanticismo español», «A la pobre esposa analfabeta de Luzán», «A Nuño y Tediato, amigos de toda la vida», «A María Ignacia también, pues sin ella hubiera quedado pobre el romanticismo mundial». Y no es la menor, ni la menos importante de las prendas de estos libros, de toda la obra del americano, el haber sido capaz de transmitir gran parte del amor y de la pasión con la que él se ha acercado a sus tiernos amigos dieciochescos.

Me atrevo a decir que en ningún otro período de nuestra literatura ni en ningún otro crítico puede concurrir el hecho de que haya un editor literario que sea el responsable, el único responsable, de que un buen número de las obras mayores de nuestra literatura esté a disposición de los lectores interesados, y no perdidas en ediciones polvorientas, ignotas e incomprensibles.

Quizás sea la mejor forma de agradecerlo, la de restituir a Sebold a la que es en muchos aspectos su patria espiritual y, al menos en nuestra imaginación, contemplarlo como uno más de los tertulianos de la Fonda de San Sebastián, entregado a una conversación amena e instructiva y sentado entre sus queridos amigos Tomás de Iriarte y José de Cadalso.






ArribaAbajoEdiciones dieciochescas de Russel P. Sebold

  • José Francisco de Isla, Fray Gerundio de Campazas. Introducción, edición y notas de Russell P. Sebold.
    • 1ª edición «Clásicos Castellanos», n. 148-151. Madrid: Espasa-Calpe, vol. I, 1960, XCVIII, 188 p.; vol. II, 1962, 320 p.; vol. III, 1963, XX, 196 p.; vol. IV, 1964, 300 p.
    • 2ª edición «Clásicos Castellanos», n. 148-151. Madrid: Espasa-Calpe, vol. I, 1969, XCVIII, 188 p.; vol. II, 1970, 320 p.; vol. III, 1973, XX, 196 p.; vol. IV, 1975, 300 p.
    • 3ª edición «Colección Austral», A257-A258. Madrid: Espasa-Calpe, 1992; dos tomos, 531 y 453 p.
  • Diego de Torres Villarroel, Visiones y visitas de Torres con don Francisco de Quevedo por la Corte. Edición, introducción y notas de Russell P. Sebold.
    • 1ª edición «Clásicos Castellanos», n. 161. Madrid: Espasa-Calpe, 1966, XCVIII, 272 p.
    • 2ª edición «Clásicos Castellanos», n. 161. Madrid: Espasa-Calpe, 1976, XCVIII, 272 p.
    • 3ª edición. «Colección Austral», n. A204. Madrid: Espasa-Calpe, 1991, 385 p.
  • Ignacio López de Ayala, Numancia destruida. Edición, introducción y notas de Russell P. Sebold.
    • «Biblioteca Anaya», n. 94. Salamanca-Madrid: Anaya, 1971, 152 p.
    • Nueva edición corregida: Letras Hispánicas, 577, Madrid, Ediciones Cátedra, 2005.
  • Ignacio de Luzán, La poética, o reglas de la poesía en general, y de sus principales especies. Edición, prólogo y glosario de Russell P. Sebold.
    • «Textos Hispánicos Modernos», n. 34. Barcelona: Labor, 1977, 656 p.
    • Nueva edición corregida: Letras Hispánicas, 624, Madrid, Cátedra, 2008, 722 págs.
  • Tomás de Iriarte, El señorito mimado. La señorita malcriada. Edición, introducción y notas de Russell P. Sebold.
    • 1ª edición. «Clásicos Castalia», n. 83. Madrid: Castalia, 1978, 551 p.
    • 2ª edición. «Clásicos Castalia», n. 83. Madrid: Castalia, 1986, 551 p.
    • Otra edición (parcial): El señorito mimado. Edición, introducción y notas de Russell P. Sebold.
      • 1ª edición. «Biblioteca Clásica Castalia», n. 76. Madrid: Castalia, 2002, 325 p.
    • Otra edición (parcial): La señorita malcriada. Edición, introducción y notas de Russell P. Sebold.
      • 1ª edición. «Biblioteca Clásica Castalia», n. 77. Madrid: Castalia, 2002, 325 p.
  • Diego de Torres Villarroel, Vida. Estudio preliminar, edición y notas de Russell P. Sebold.
    • 1ª edición. «Temas de España» (Sección de Clásicos), n. 162. Madrid: Taurus, 1985, 361 p.
  • José de Cadalso, Noches lúgubres. Edición de Russell P. Sebold.
    • 1ª edición «Clásicos Taurus», 23. Madrid: Taurus, 1993, 214 p.
  • José de Cadalso, Cartas marruecas. Noches lúgubres. Edición de Russell P. Sebold.
    • 1ª edición. «Letras Hispánicas», 78. Madrid: Cátedra, 2000, 410 p.
  • Gaspar Melchor de Jovellanos, El delincuente honrado. Edición de Russell P. Sebold.
    • 1ª edición. Letras Hispánicas, 612, Madrid, Cátedra, 2008, 171 págs.
  • José de Cadalso, Lugubrious Nights. An Eighteenth-Century Spanish Romance. Traducción al inglés de las Noches lúgubres por Russell P. Sebold, con una introducción en inglés.
    • 1ª edición. Albuquerque, University of New Mexico Press, 2008, 76 págs.
  • Tomás de Iriarte, Teatro original completo. Edición de Russell P. Sebold.
    • 1ª edición. Letras Hispánicas, 654, Madrid, Ediciones Cátedra, 2010, 708 págs.

ArribaAbajoEdiciones en colaboración

  • Leandro Fernández de Moratín. Pedro Antonio de Alarcón, El sí de las niñas. El sombrero de tres picos Edición de Jesús Pérez Magallón y Eva F. Florensa. Prólogo de Russell P. Sebold.
    • 1ª edición. Burgos: Caja de Ahorros del Círculo Católico, 1998.
  • Francisco Gutiérrez de los Ríos, conde de Fernán Núñez, El hombre práctico, o discursos varios sobre su conocimiento y enseñanzas. Introducción, edición y notas de Jesús Pérez Magallón y Russell P. Sebold.
    • 1ª edición. Colección Mayor. Córdoba: CajaSur, 2000, 323 p.



ArribaAbajoOtras ediciones críticas

  • Gustavo Adolfo Bécquer, Rimas. Edición crítica de Russell P. Sebold.
    • 1ª edición. Clásicos Castellanos, 22, nueva serie, Madrid, Espasa Calpe, 1991.
  • Jacinto de Salas y Quiroga, El dios del siglo. Novela original de costumbres contemporáneas. Edición de Russell P. Sebold.
    • Letras Hispánicas. Madrid. Cátedra. (En preparación).





ArribaEstudios de Russel P. Sebold sobre literatura dieciochesca

  • «Torres Villarroel y las vanidades del mundo», Archivum, Revista de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Oviedo, VII, 1957, pp. 115-146.
  • «Naturalistic Tendencies and the Descent of the Hero in Isla's Fray Gerundio», Hispania (EE.UU.), XL, septiembre 1958, pp. 308-314.
  • «Torres Villarroel, Quevedo y el Bosco», Ínsula, n. 159, Madrid, febrero 1960, pp. 3 y 14.
  • «Tomás de Iriarte: poeta de “rapto racional”», «Cuadernos de la Cátedra Feijoo», n. 11. Oviedo: Universidad de Oviedo, 1961, 67 p.
  • «Mixtificación y estructura picarescas en la Vida de Torres Villarroel», Ínsula, n. 204, Madrid, noviembre 1963, pp. 7 y 12.
  • «Contra los mitos antineoclásicos españoles», Papeles de Son Armadans, Madrid-Palma de Mallorca, vol. XXXV, n. 103, octubre 1964, pp. 83-114.
  • «A Statistical Analysis of the Origins and Nature of Luzán's Ideas on Poetry», Hispanic Review, XXX, 1967, pp. 227-251.
  • «Dieciochismo, estilo místico y contemplación en La esposa aldeana de Iglesias de la Casa», Papeles de Son Armadans, Madrid-Palma de Mallorca, vol. XLIV, n. 146, mayo 1968, pp. 117-144.
  • «Sobre el nombre español del dolor romántico», Ínsula, n. 264, Madrid, noviembre 1968, pp. 1, 4, y 5.
  • El rapto de la mente. Poética y poesía dieciochescas, «El Soto», n. 14. Madrid: Prensa Española, 1970, 268 p.
  • «Enlightenment Philosophy and the Emergence of Spanish Romanticism», The Ibero-American Enlightenment, Urbana, University of Illinois Press, 1970, pp. 111-140.
  • Colonel Don José Cadalso, «Twayne's World Authors Series», n. 143. New York: Twayne Publishers, Inc., 1971, 187 p.
  • «Sobre la anotación de las Visiones de Torres Villarroel», Nueva Revista de Filología Hispánica, XXI, 1972, pp. 94-100.
  • «Un padrón inmortal de la grandeza romana: En torno a un soneto de Gabriel Álvarez de Toledo», Studia Hispanica in Honorem R. Lapesa, Gredos, vol. I, 1972, pp. 525-530.
  • «El incesto, el suicidio y la fecha del romanticismo español», Hispanic Review, XLI, 1973, pp. 669-692.
  • Cadalso: el primer romántico «europeo» de España. «Biblioteca Románica Hispánica», n. 215. Madrid: Gredos, 1974, 294 p.
  • Novela y autobiografía en la «Vida» de Torres Villarroel, «Letras e Ideas», n. 5. Esplugues de Llobregat: Ariel, 1975, 200 p.
  • «Martín Sarmiento y la doctrina neoclásica», Ínsula, n. 366, Madrid, mayo 1977, pp. 1 y 12.
  • «Historia clínica de Clara: La mojigata de Moratín», Homenaje a Emilio Alarcos Llorach, Universidad de Oviedo, t. II, 1978, pp. 447-468.
  • «Lo romancesco, la novela y el teatro romántico», Cuadernos Hispanoamericanos, CXVI, n. 348, Madrid, junio 1979, pp. 515-536.
  • «Colón, Bacon y la metáfora heroica de Feijoo», Homenaje a Agapito Rey, Bloomington, Indiana University, 1980, pp. 333-354.
  • «Autobiografía y realismo en El sí de las niñas de Moratín», Coloquio Internacional sobre Leandro Fernández de Moratín, Abano Terme, Piovan Editore, 1980, pp. 213-227. (Reeditado en Cuadernos para Investigación de la Literatura Hispánica, Madrid, Fundación Universitaria Española, primavera 1982.)
  • «Alcalá Galiano y la literatura dieciochesca: paradoja histórica y visión filosófica (artículo-reseña a los 135 años)», Homenaje a Juan López Morillas, Madrid, Castalia, 1982, pp. 383-404.
  • «Sobre la lírica española y su periodización durante la Ilustración española», Hispanic Review, L, 1982, pp. 297-326.
  • Trayectoria del romanticismo español. Desde la Ilustración hasta Bécquer, «Filología», 10. Barcelona: Crítica, 1983, 225 p.
  • «La pena de la Hija del Sol. Realidad, leyenda y romanticismo», Estudios en honor a Ricardo Gullón, Society of Spanish and Spanish-American Studies, Lincoln Nebraska, 1984, pp. 295-308.
  • Descubrimiento y fronteras del neoclasicismo español. Madrid: Fundación Juan March / Cátedra, 1985, 121 p.
  • «Interián de Ayala en el neoclasicismo español», Studies in Eighteenth-Century Spanish Literature and Romanticism in Honor of John Dowling, Newark, Delaware, Juan de la Cuesta, 1985, pp. 151-165.
  • «Jovellanos, dramaturgo romántico», Anales de Literatura Española, vol. IV, 1985, Universidad de Alicante, pp. 415-437.
  • «Huerta, la tragedia y la mujer», ABC, sábado, 17 de octubre de 1987, p. 86.
  • «Connaturalización y creación en el Agamenón vengado de García de la Huerta», Revista de Estudios Extremeños, XLIV, n. II, mayo-agosto 1988, pp. 465-490.
  • «Ilustración y toros: Nicolás Fernández de Moratín», Ínsula, n. 504, Madrid, diciembre 1988, pp. 15-16.
  • «Feijoo, costumbrista moderno», ABC, lunes, 2 de julio de 1990, p. 28.
  • «El desencanto romántico de Jovellanos», ABC, martes, 4 de septiembre de 1990, p. 38.
  • «Montengón y la novela romántica», ABC, domingo, 2 de febrero de 1991, p. 60.
  • «Parodia y vigencia de la tragedia», ABC, domingo, 30 de junio de 1991, p. 60.
  • «Cadalso, poeta modelo», ABC, jueves, 21 de noviembre de 1991, p. 33.
  • De ilustrados y románticos. Madrid: El Museo Universal, 1992, 228 p.
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  • «El galante ingenio Lobo», ABC, domingo, 27 de septiembre de 1992, p. 84.
  • «De libros antiguos y bibliomanía», ABC, miércoles, 4 de noviembre de 1992, p. 29.
  • «Entre siglos: barroquismo y neoclasicismo», Dieciocho, vol. 16, 1-2, primavera-otoño 1993, pp. 131-148.
  • «El primer drama romántico español (1770)», ABC, viernes, 1º de octubre de 1993, p. 72.
  • «Juan de Iriarte, tertulio y costumbrista», ABC, miércoles, 1º de diciembre de 1993, p. 78.
  • «Clavijo en el costumbrismo», ABC, domingo, 15 de enero de 1995, p. 91.
  • «Novelas de muchos Cervantes: Olavide y el realismo», Anales de Literatura Española, n. 11, 1995, pp. 173-191.
  • «Neoclasicismo y romanticismo dieciochescos» Historia de la literatura española. Siglo XVIII. Coord. Guillermo Carnero. Madrid: Espasa-Calpe, 1995: p. 137-207.
  • «El teatro de Tomás de Iriarte» Historia de la literatura española. Siglo XVIII. Coord. Guillermo Carnero. Madrid: Espasa-Calpe, 1995: p. 541-607.
  • «José de Cadalso, sus Noches lúgubres, su romanticismo» Historia de la literatura española. Siglo XVIII. Coord. Guillermo Carnero. Madrid: Espasa-Calpe, 1995: p. 726-743.
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  • «Los verdaderos sabios de la poesía», en El siglo que llaman ilustrado: Homenaje a Francisco Aguilar Piñal, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1996, pp. 807-813.
  • «La novela social de Cadalso», ABC, lunes, 9 de octubre de 1995, p. 56.
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  • «Cadalso en los grillos de su escritura», Dieciocho, Otoño 1996, tomo 19, pp. 263-274.
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  • «El paisaje, el yo sensible, el misticismo, el dolor, el satanismo», Historia de la literatura española. Siglo XIX (I). Coord. Guillermo Carnero. Madrid: Espasa-Calpe, 1997 p. 89-97.
  • «Huida del presente y exotismo en las letras románticas», Historia de la literatura española. Siglo XIX (I). Coord. Guillermo Carnero. Madrid: Espasa-Calpe, 1997 p. 97-105.
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  • «Antes del neoclasicismo», ABC, lunes, 26 de mayo de 1997, p. 104.
  • «Comedia lacrimosa y drama romántico», ABC, domingo, 14 de septiembre de 1997, p. 98.
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  • «Forner a los doscientos años», ABC, 25 de enero de 1998, p. 66.
  • «El subtexto costumbrista de las Noches lúgubres, de Cadalso», Dieciocho, vol. 21.1, primavera 1998, pp. 7-20.
  • «Pícaro y quijote en la novela del padre Isla», ABC, jueves, 30 de abril de 1998, p. 60.
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  • La perduración de la modalidad clásica. Poesía y prosa españolas de los siglos XVII a XIX. ACTA SALMANTICENSIA, Estudios Filológicos, 288. Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2001. 270 págs.
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  • «La “restauración” de la poesía, alma del movimiento neoclásico». Salina, núm. 15, noviembre de 2001, págs. 123-131.
  • «Antes hubo poesía que preceptiva. Orígenes y liberalismo de la poética clásica». Salina, núm. 16, noviembre de 2002, págs. 109-116.
  • «Quintana, clásico y neoclásico». ABC, lunes, 14 de octubre de 2002.
  • Lírica y poética en España, 1536-1870. Crítica y Estudios Literarios. Madrid, Cátedra, 2003. 574 págs.
  • Ensayos de meditación y crítica literaria (recogidos de las páginas del diario «ABC»). MORIA, 5. Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2004. 512 págs.
  • «La dulzura de Garcilaso y sus imitadores». Salina, núm. 18, noviembre de 2004, págs. 119-125.
  • «Fuente, figurones y costumbrismo en El don de gentes de Iriarte». Dieciocho, 28.2. 2005, Págs. 47-64.
  • «Aquel extraño paréntesis entre los siglos XVII y XIX (Reminiscencias de un dieciochista impenitente)» Dieciocho, Nº 30.1. 2007, Págs. 189-196.
  • Concurso y consorcio: letras ilustradas, letras románticas. ACTA SALMANTICENSIA. ESTUDIOS FILOLÓGICOS, 329, Salamanca. Ediciones Universidad de Salamanca. 2010


 
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